¿Por qué la ética es importante en el mundo actual?
Porque conforme pasa el tiempo parece acentuarse una disyuntiva que nos hace ver el filósofo Pascal Bruckner, una que fluctúa entre la tentación de la inocencia y la tiranía de la penitencia.
La tentación de la inocencia, como una pulsión, nos orienta al infantilismo y a
endiosar al niño con todo su mundo, disneylandia es su patria y en virtud de la conservación de su autonomía como nación, es capaz de castigar a quien abusa del niño con las penas más severas, este abuso no solo resulta ser un atentado contra el niño sino contra un ideal cultural, una cultura que Bruckner denomina con un anglicismo, siendo que él es francés, como “cultura fun”: si no es divertido no gusta o no vale. Por otro lado, la tiranía de la penitencia es lo opuesto, nuestra tendencia al masoquismo, a la autocompadecencia, enfrascarnos en la culpa sin proseguir a la reparación.
Al movernos, como sociedad, entre la inocencia y la penitencia, o sea entre la
diversión y el castigo, caemos en un círculo vicioso. La ética, al estudiar la virtud y sus vicios, hoy en día aparece como un faro en las tinieblas, pues el relativismo en occidente arrasó con las creencias religiosas, éstas ya no son fundamentales y si alguna vez lo fueron esto se debió en su mayoría más al miedo y la ignorancia, que a la convicción moral.
La ética no va a guiar al mundo hacia un ideal porque no es emocional, es
racional, y las masas no se conducen por la razón, pero la ética sí puede, indudablemente, ayudar a resolver conflictos. Hoy nuevamente requerimos de la utopía orientativa; en la antigüedad clásica ese lugar fue ocupado por la areté griega, lugar que fue desplazado históricamente por el paraíso dantesco, por el humanismo o por la racionalidad ilustrada. Hoy en día el imaginario social nos orienta más al apocalipsis que a la utopía: nos visualizamos más yendo hacia “los juegos del hambre” que al paraíso sustentable de la agri/cultura hidropónica.