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Capítulo III

El Sinuoso camino del desastre, 1860-1883

Nos habla sobre los negocios guaneros monopólicos, El infame Contrato Dreyfus,
Avalancha de obras públicas, Hacia la bancarrota Ignominia de la guerra, Pérdidas
exacerbadas.

Un nuevo ciclo de corrupción sería iniciado por la explosión del auge guanero, que se
materializaba en una engañosa prosperidad urbana, en donde los costos de la corrupción
llegaron a 108 millones de soles en 1870, como producto del manejo malintencionado de la
deuda pública, los contratos de obras y de la concesión guanera.

El historiador también demuestra que las sospechas cotidianas de obras públicas infladas y
sobrevaluadas no son temas de nuestra época en este capítulo dedicado a los corruptos
arreglos financieros de las élites del país, refiere cómo ciertos discursos de políticas de
inversión parecen repetirse entre décadas, sobre todo en los hipos temporales de bonanza
económica. Así, apenas unos cuantos años antes de la guerra con Chile, «se desató un
frenesí en la contratación de obras públicas para la construcción de ferrocarriles, proyectos
de irrigación, puentes, embarcaderos, muelles, edificios públicos y mejoras urbanas sin un
cálculo sólido de su rentabilidad y factibilidad.

Sin embargo, estas obras públicas se anunciaron a la ciudadanía como la varita mágica que
llevaría a la riqueza y el desarrollo» Eso ocurría ya entre 1868 y 1879.

Los empresarios. Son protagonistas de jugosas historias de corrupción. Son esquilmados


por los militares caudillos durante las guerras de la independencia, pero luego se desquitan
y entienden el juego del poder. Un momento entre muchos son los vales de manumisión que
Castilla les paga a los poseedores de esclavos cuando la esclavitud es abolida. Castilla
termina siendo un tímido reformador y promotor de un proceso de indemnización cargado
de favoritismo pagado puntualmente entre 1860 y 1861. No salen las sumas cuando se trata
de verificar cuántos esclavos había y cuantos se indemnizaron.
Capítulo IV

La modernización y sus secuaces, 1884-1930

Manuel Gonzales Prada fue testigo presencial de la caída y ocupación de Lima. Culpa del
desastre a la dirigencia política y social del país.

Habla sobre la disipación de oficiales de reserva abandonando sus puestos, y vándalos y


soldados descarriados saquean tiendas y casas de residentes chinos. Permanece encerrado
en su casa durante los dos años y medio que duró la ocupación militar hasta la firma del
oneroso tratado de paz de Ancón, el 20.1.33.

Se convierte en uno de los luchadores y críticos más implacables contra la corrupción en la


historia moderna peruana.

Los partidos políticos eran meros clubes electorales de malsanas ambiciones mercantiles. El
poder judicial, Almoneda pública desde la corte Suprema hasta el juzgado de paz.

El congreso, un grupo envilecido conformado por parientes, amigos y criados del


presidente. El Perú era un organismo enfermo: “donde se aplica el dedo, brota la pus”,
decía.

Creía que en el país no había una sola persona honrada.

Define los contratos Dreyfus. Meiggs y Grace como grandes ferias en los cuales la prensa,
empleados públicos, diplomáticos, tribunales de justicia, Cámaras del Congreso, ministros
y presidentes se ponían a la venta.

Sin embargo, las ideas de recuperación y modernización se fueron imponiendo y la


situación del país fue mejorando, pero los elementos notorios de la vieja corrupción, que en
el pasado debilitaron las instituciones y el crecimiento, persistieron tercamente.

Se alquilan militares

El camino hacia la recuperación inevitablemente comenzó con el renacimiento de los


feudos militares, pagados y mantenidos por extranjeros o nacionales, hecho que reforzó a
grupos o redes de interés.
El gobierno del General Miguel Iglesias (1882-1885) fue descrito como un títere de los
intereses Chilenos. Repudiado por la mayoría de los peruanos, su sostén lo proporcionaban
las tropas chilenas.

Iglesias también recibió el respaldo de los principales jefes Pierolistas (Manuel Antonio
Barinaga, Juan Martín Echenique, Joaquín y Rufino Torrico), quienes serían ministros de su
primer gabinete, así como Ignacio de Osma, hermano de Pedro de Osma, un seguidor
incondicional de Piérola.

El gobierno de Iglesias representó un nuevo tipo de militarismo, nacido de la derrota y la


rendición, que no dejó de cobrar un precio por sus servicios, incluyendo honorarios e
impuestos que lindaban con la extorsión, así como sobornos y sinecuras pagados por
intereses extranjeros y nacionales.

El General Manuel de la Cotera caracterizó a Iglesias como un obscuro conspirador,


instrumento servil del ex dictador Piérola. Llamó a su gobierno un régimen de terror,
violencia y malversación que atraía a los elementos más corruptos del país.

Mientras las tropas Chilenas eran evacuadas en agosto de 1884, un amargo conflicto
armado se libraba entre Iglesias y el general Andrés Avelino Cáceres, tenaz héroe de la
resistencia contra la ocupación.

Cáceres aspiraba a lo que Gonzales Prada consideraba que era la meta de los altos oficiales
militares: alcanzar la presidencia como el ascenso máximo en la carrera militar.

Durante las negociaciones de paz, Iglesias había intentado sobornar a Cáceres,


prometiéndole una amnistía y un puesto diplomático en Europa, si deponía las armas. El
“Brujo de los Andes”, que es como se conocía a Cáceres por sus hazañas militares contra
los chilenos rechazó indignadamente la oferta y rompió las negociaciones.

Posteriormente en Diciembre de 1885 obliga a Iglesias a renunciar. Por otro lado Piérola
preparaba su insurrección.

Cáceres gana las elecciones pero no se distingue mucho de los caudillos militares
anteriores. Sus dos mandatos son: 1886-1890 y 1894-1895.
El gobierno chileno trata de sobornar a Cáceres para que desbarate acuerdos financieros,
quien se da cuenta de que era una trampa para conseguir sus intereses.

Para permanecer en el poder Cáceres se ve obligado a alimentar una camarilla conformada


por personas del séquito militar que lo ayudó a capturar el poder.

La popularidad de Cáceres comienza a decaer hacia enero de 1891, y se hace de una fortuna
privada, no obstante que había llegado al poder sin nada, mientras que el tesoro se
encontraba en bancarrota.

El Contrato Grace

Michael P. Grace, negociador y piedra angular del arreglo con los acreedores extranjeros
del Perú conocido como el contrato Grace.

M.P. Grace mantuvo relaciones amistosas y estrechas con cada uno y todos los gobiernos
que iban llegando, lo cual era un signo de la gran corrupción que se vivía.

Todos estos contratos de empréstitos al Perú, que no tenía como devolverlos, se traducen
en cesiones de líneas ferroviarias u otras concesiones a largo plazo empeñando al país.

El legado del Califa

Se argumenta que el verdadero héroe de la reconstrucción nacional fue Nicolás de Piérola,


quien rectificó sus errores del pasado y lidió con un país “empírico, desorganizado e
improvisado”.

Sin embargo, Manuel Gonzales Prada lo clasifica como uno de los peores líderes políticos
de la historia, al no ser capaz de cambiar sus errores anteriores, y ser uno de esos políticos
nacido para la ruina y vergüenza de su gente, pues con una mano dejaba manchas de
sangre, y con la otra, rastros de lodo.

La conexión privada y corrupta con Grace y Dreyfus, fueron denunciadas por diferentes
entidades hasta por su correligionario Guillermo Billinghurst que en una de sus cartas de 14
páginas denuncia la corrupción en préstamos y demás hechos.

Para reinventar las estrategias corruptas del Califa, aparece otro candidato que fue Augusto
B. Leguía.
Leguía y los civilistas

Los herederos de la organización fundada por Manuel Pardo en la década de 1860 fueron
capaces de derrotar a Piérola a largo plazo. A comienzos del siglo veinte, los civilistas se
encontraban liderados por una nueva generación de hombres como Manuel Candamo y José
Pardo, lo que contribuyó a que el país alcanzara un grado de modernización institucional.

Se llega a acusar a los civilistas de corrupción, pero comparados con la que hubo en los
gobiernos de Piérola y Cáceres fue marcadamente inferior a éstos.

Unos cuantos casos flagrantes de corrupción fueron hechos públicos durante el gobierno de
transición de López de Romaña (1899-1903). Tal vez el más importante y documentado fue
el que involucró al empresario Mariano A. Belaunde, cercano amigo del presidente y su
ministro de hacienda, además de amigo político de Piérola y vínculo sólido entre López de
Romaña y el ex -presidente demócrata.

Actuando oficialmente como ministro de hacienda, usó letras de cambio de su propia


compañía para transferir a Europa fondos oficiales por 500,000 francos, con el objeto de
comprar armas para el ejército peruano.

Los corresponsales europeos, no aceptaron sus letras desatando un gran escándalo político
y financiero.

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