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educación
Torkom Saraydarian
Desde la más tierna infancia hasta los 70-80 años, las personas estudiarán
la ciencia de la belleza. No se nos ha enseñado a ser bellos en sentimientos ni
emociones. Al contrario, hemos enseñado a los niños a ser envidiosos e irritables
como una forma de autoprotección. Hemos dicho cosas como: “Tú sabes, hijo mío,
que tú eres el rey. No pienses en los demás, sino sólo en ti.” Con esas actitudes,
les hemos enseñado a ser despreocupados de los demás.
Esta educación debe enseñar la ciencia de la belleza en el pensar. Cada vez
que piensas algo feo, incluso por un segundo, te envenenas, porque la fealdad
contamina tu conciencia. Si te descubriste teniendo un pensamiento feo, ¿cambiaste
esa idea por un pensamiento bello? Si no lo hiciste, te dañaste a ti mismo.
También debe enseñar belleza de pensamiento, de sentimientos, de expresiones,
de acciones, de las formas y de las relaciones interpersonales. Ser bello significa
rechazar la fealdad. Nuestro sistema educacional todavía no enseña la ciencia
de la belleza. Por ejemplo, no nos ha enseñado que en todo ser humano existe
una belleza divina y que debemos tratar de encontrar esa belleza en los demás.
El sistema no nos ha enseñado que todos somos bellos.
Desde la infancia, tenemos que enseñar a los niños que existe una belleza en
su interior y que esta semilla debe florecer. La alternativa es: florece la belleza o
aumenta la fealdad.