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“La historia es el estudio científicamente elaborado de las diversas actividades y de las

diversas creaciones de los hombres de otros tiempos, captadas en su fecha, en el marco de


sociedades extremadamente variadas y, sin embargo, comparables unas a otras; actividades
y creaciones con las que cubrieron la superficie de la tierra y la sucesión de las
edades”. (Lucien Fevre)
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“La historia no se interesa por cualquier tipo de hombre abstracto, eterno, inmutable en su
fondo y perpetuamente idéntico a sí mismo, sino por hombres comprendidos en el marco de
sociedades de las que son miembros. La historia se interesa por hombres dotados de
múltiples funciones, de diversas actividades, preocupaciones y actitudes variadas que se
mezclan, chocan, se contrarían y acaban por concluir entre ellas una paz de compromiso, un
modus vivendi, al que denominamos vida”. (Lucien Fevre)
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“La historia es la ciencia de los hombres en el tiempo” (Marc Bloch)

“La historia es aquello que se refiere a los hombres, cuantos más hombres posibles, todos
los hombres del mundo en tanto se unen entre ellos en sociedad trabajan y luchan y se
mejoran a sí mismos” (Antonio Gramsci)
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“La historia consiste en ver el pasado con los ojos del presente y a la luz de los problemas
de ahora. La tarea principal del historiador no es recoger datos sin valorar: porque si no se
valora, ¿cómo puede saber lo que merece ser recogido” (Edward Carr)
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“La función del historiador no es amar el pasado ni emanciparse de él, sino dominarlo y
comprenderlo, como clave para la comprensión del presente”. (Edward Carr)

“Articular históricamente el pasado no significa conocerlo “tal como fue en concreto”, sino
más bien adueñarse de un recuerdo semejante al que brilla en un instante de peligro.
Corresponde al Materialismo histórico retener con firmeza una imagen del pasado tal como
éste se impone, de improviso, al sujeto histórico en el momento del peligro. El peligro
amenaza tanto la existencia de la tradición como a quienes la reciben. Para una para otros
consiste en entregarlos como instrumentos a la clase dominante. En cada época es preciso
intentar arrancar nuevamente la tradición al conformismo que quiere apoderarse de ella. El
Mesías no viene sólo como redentor, viene también como vencedor del Anticristo. El don
de atizar para el pasado la chispa de la esperanza sólo toca en suerte al historiador
perfectamente convencido de que, si el enemigo triunfa, ni siquiera los muertos estarán
seguros. Y ese enemigo no ha cesado de triunfar” (Walter Benjamin)
“Es un hecho de sobra conocido, aunque nunca comentado, que los creadores de
materialismo histórico no eran historiadores profesionales. Llegaron a las leyes históricas,
no partiendo de los documentos, sino arrancando del análisis exhaustivo de su presente: es
decir, ampliando sus vivencias hacía el pasado. El punto de partida, el único punto físico de
partida, es el presente. Siempre nos proyectamos de hoy al ayer sin que esto suponga la
aceptación de la historia como presente a la manera idealista de Benedetto Croce. Se trata,
sencillamente, de comenzar por comprender la vida y lo que esta vida tiene en común en
cualquier tiempo y cualquier lugar. Y para entender la vida, para interesarse ávidamente por
el presente, es ser necesario ser un espíritu apasionado. (……) Alejado de la realidad,
trabajando exclusivamente sobre el pasado, recopilando documentos muertos, aislado de la
producción de bienes materiales por los muros del archivo o la biblioteca, el historiador
moderno es el gran triunfo intelectual de la burguesía que tenido en él su funcionario más
fiel, barato y eficiente” (Manuel Moreno Fraginals)

“La Ausencia de nominación es como construir un ámbito nefasto. Y es aquí cuando a


Goulart parecen iluminársele los ojos. Me dice que la gran lucha es contra el olvido. Hay
que hallar la identidad de esos muertos y denunciar quiénes fueron los culpables.
Emprender una minuciosa búsqueda de los sobrevivientes. Y poco a poco, con la ayuda de
ellos, amontonando lágrimas y dolores, nombrar a los masacrados. Otorgarles el rostro que
tuvieron, saber que hacían y pensaban y cómo fueron ejecutados. No podemos morir sin
haber intentado una inmersión en la desdicha de los otros otros y en su calamidad de todos
los días. Nuestro deber no es sólo con nuestro tiempo, querido pintor, es con la posteridad.
Debeos hablar de la crueldad a la que hemos descendido los hombres. Y después, solo
después, permitiremos que la muerte nos cierre los ojos” (Pablo Montoya, fragmento de la
novela “Tríptico de la infamia”)

“El pasado, más o menos fantástico, o más o menos organizado, con la sensatez de lo ya
ocurrido, actúa sobre el futuro con una potencia comparable a la del presente mismo. (…)
El carácter real de la historia consiste en intervenir en la historia misma. La idea del pasado
no adquiere un sentido y no constituye un valor a no ser para el hombre que encuentra en sí
misma una pasión por el porvenir. El porvenir, por definición, no tiene ninguna imagen.
(…) La historia es el producto más peligroso que haya elaborado la química del intelecto.
Sus propiedades son bien conocidas. Hace soñar, embriaga a los pueblos,, genera en ellos
falsos recuerdos, exagera sus reflejos, conserva sus viejas heridas, los atormenta en el
reposo, , los lleva al delirio de grandeza o al de persecución, y hace que las naciones se
vuelvan amargadas, soberbias, insoportables y vanas” ( Paul Valery “Miradas al mundo
actual”)

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