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En a la insistencia sobre un clasicismo academicista de cierto regusto humanista.

Resultado de ello será


la interferencia de la poesía sevillana con otras artes (esencialmente, la pintura) mejores logros que la de su
hermano, preferentemente en la melancólica presentación del paisaje y en su tendencia a la simbología y a la
imaginería.

Pero, en justicia, el más puro clasicista español sería el riojano Esteban Manuel de Villegas (1589?-
1669), meticuloso imitador de los modelos clásicos no sólo latinos, sino también griegos. A él se deben nuevas
adaptaciones estróficas, especialmente de la poesía anacreóntica; sus Eróticas o amatorias (1618), obra de
juventud de imitación y estilo horacianos, ofrecen, ademásy su interés por lo arqueológico como aplicación a un
pasado contemplado melancólicamente (concretamente, el pasado latino, muy presente en Sevilla).

Juan de Arguijo (1567-1623) es uno de los más tempranos integrantes del grupo, y en su obra
localizamos una acusada tendencia al clasicismo formal y temático, así como un gusto por los asuntos
«arqueológicos»; ambos aspectos se plasman en su preferencia por el asunto histórico y mitológico, que puede
parecernos frío frente a los extremos (conceptistas o culteranistas) de los grandes autores del XVII; formalmente,
Arguijo es el más clasicista de los poetas sevillanos, contrario en todo a cualquier concesión al desfogue
estilístico. Cercano a tales presupuestos poéticos, Francisco de Medra Sevilla, quizás una de las ciudades de más
inquieto ambiente cultural de la época, casi todos los poetas habían recibido una formación clasicista de fuerte
raigambre latinista (favorecida por Universidad, Academias y tertulias); este hecho orientó la poesía sevillana no
(1570-1602) pasó más años en Castilla que en Sevilla, su ciudad natal; estuvo en contacto con el grupo y
compuso al final de su vida lo más significativo de su producción; su obra se inspira especialmente en los
romanos, y concretamente en Horacio, aunque interpretado éste a la luz de la obra de fray Luis de León, cuya
poesía continúa.

A clásica en castellano. Anclada en el pensamiento horaciano, insiste en el tópico renacentista del


menosprecio de la corte y la alabanza de la aldea, heredero de la aurea mediocritas latina:

Francisco de Rioja (1583?-1659), por fin, se sale de la caracterización trazada para el resto del grupo
sevillano; su gusto por la exposición de la experiencia vital surge de una filosofía arraigadamente sensualista y
poéticamente traducida en la primacía de la percepción sensorial. Entre los poemas de Francisco de Rioja
sobresalen las descripciones florales, que le sirven, al mismo tiempo que como

interesantes intentos de recuperación del más estricto clasicismo poético, con lo que éste suponía de
imitación de los autores clásicos y de la Naturaleza en tanto que modelo único de verdad. Los poetas clasicistas
se alejaron del idealismo petrarquista, negando la posibilidad de un arte re-creativo como el ensayado por
Góngora y sus discípulos.

Los mejor conocidos de los poetas clasicistas, y quizá también los más representativos, son los hermanos
Leonardo de Argensola. Lupercio (1559-1613) declaró repetidamente el talante moralista de su poesía, entendido
desde presupuestos clásicos (moral práctica, de t Rodrigo Caro y Andrés Fernández de Andrade merece citárseles
por una sola composición, muy similares entre ellas en temática, tono y finalidad. Rodrigo Caro (1573-1647),
anticuario y arqueólogo, desarrolla en su Canción a las ruinas de Itálica el tema de la melancolía y la
sensación de la fugacidad del tiempo desde un tratamiento tipificado en el renacimiento clasicista. La Epístola
moral a Fabio de Fernández de Andrade debió de ser compuesta hacia 1613, y es uno de los mejores exponentes de
la epístola ipo horaciano); y, por ello, su didactismo dentro de una orientación moderadamente satírica. Su
hermano Bartolomé (1562-1631) siguió tales presupuestos, pero, más inserto en su época, su poesía ofrece ciertas
notas barrocas, especialmente en sus composiciones religiosas. Su obra presenta

, ejemplos de delicada y erudita poesía en la que presenta el tema anacreóntico de la invitación al placer. Habría
que reseñar la frecuente utilización del verso heptasílabo y, formalmente, su deliberada sencillez, directamente e

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