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Frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Gabriel García Márquez.

PUNTO DE VISTA

ACUERDO ¡YA!

Por Ricardo Villa Sánchez


Redes sociales: @rvillasanchez

El día que perdió Colombia contra Inglaterra, recordé el famoso cuento en Santa
Marta, cuna del fútbol, en que los trabajadores del puerto y algunos miembros de
las élites bananeras jugaron un partido contra los marinos ingleses, que como dice
en su canción de Los buenos Tiempos Carlos Vives, según él, 3-2 terminaba y
que, mi difunto abuelo, varias veces, nos comentó, que habría jugado como
puntero izquierdo, alguno de estos encuentros. En realidad, él nos contaba que
como aquel cotejo, no fue uno solo, sino varios los partidos, con los que la pasión
del fútbol llegó por el Mar Caribe, así como el capitalismo, para quedarse en
Colombia.

Aquel aciago día, cuando nos eliminaron del Mundial de Rusia, me tocó ir a un
Club Social de mi ciudad que si sus paredes hablaran, otra sería nuestra mínima
historia. Mientras esperaba al amigo que allí me había citado, leí unas páginas de
este libro de J. E. Melo1, de las que no pude resistir dejar de transcribir la siguiente
frase: “para la mayoría de los políticos y militares, era legítimo violar las leyes
fundamentales para defender lo que consideraban el bien común o la salud de la
patria”. A renglón seguido, entre líneas manifiesta Melo, que la anomia y la
autocomposición, son la raíz de la mayoría de nuestros conflictos, la matriz de
nuestra tragedia.

En esta época en que sólo se habla de fútbol, mientras nos anuncian que según la
Fiscalía, de 2016 a 2018, han muerto 178 líderes sociales y/o defensores de
derechos humanos y la Defensoría del Pueblo, en el mismo contexto, quizás por
el miedo al cambio, ha afirmado que 288 personas han muerto a febrero de 2018,
inicia una gran movilización social en rechazo al que parece un sistemático
resurgir de la violencia contra la diferencia en Colombia, que si no detienen a la
bestia, traerá mucho dolor, repetirá una cadena odio, deseo de venganza e iniciará
un nuevo conflicto, quizás más cruento, que con los avances en los Acuerdo de
Paz y los procesos de diálogo en ciernes, se considera inconcebible, en un país
que, cualquiera pensaría, transita hacia la reconciliación

1
Melo, J. O. (2017) Historia mínima de Colombia p.p. 132. Colombia. Turner Publicaciones S. L., 2017
En ese contexto, es necesario señalar que criminalizar la defensa, promoción y
reivindicación de los derechos humanos, a los movimientos sociales, al liderazgo
social y político, y a la participación ciudadana, atenta contra el pluralismo, el
bienestar, la inclusión y la libertad política, unos de los pilares del sistema
democrático. Justificar la muerte violenta de un ser humano y re victimizar a su
familia, con el "algo habrá hecho" o es “un buen muerto” o con divulgar fotografías
o vídeos de sus cuerpos, es como escupir sus cenizas o pisotear su memoria, por
tanto, también su dignidad. Nunca más esto debe ocurrir en un país democrático,
moderno, civilizado. Recuerden que alguna vez escribió José Saramago que
nuestra única defensa contra la muerte es el amor o que Gabriel García Márquez,
en su discurso cuando recibió el Premio Nobel de Literatura, dijo que frente a la
opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida.

El llamado acá sería, insisto, a que empecemos por bajarle la intensidad a


la batalla tras la pantalla, y a desarmar la palabra. No nos dejemos envolver en
la naranja mecánica del pensamiento homogéneo que lleva al poder hegemónico.
Parecería que en medio de tanto dolor por las muertes violentas de gente
comprometida con las causas justas, pasamos del conflicto armado a
la Pax Romana. Quizá en virtud de que la Paz no se edificó completa, sino como
una colcha de retazos que aún no nos une como nación, pero si nos genera
esperanza. Hace falta, por ejemplo, que se sometan a la justicia, con leyes de
alternatividad penal, las eufemísticamente llamadas Bandas Criminales, las
Disidencias de las Farc o los clanes de lo que quedó del EPL, y que se pacte el
armisticio con el ELN, pero más que todo, que inicie el gran proceso de Paz en
Colombia: el diálogo nacional con la ciudadanía, en el que el primer punto, el
básico, el fundamental, sea el respeto al derecho a la vida. Con este Acuerdo ¡Ya!,
lo demás llega por añadidura. Para este propósito común, en este escenario
diverso y complejo, los actores claves de nuestra población y territorio, como los
gremios (comerciantes, empresas, industrias), los trabajadores y el movimiento
sindical, las organizaciones de la sociedad civil, las fuerzas vivas, las iglesias, las
etnias, la academia, la comunidad internacional y el Estado, pueden iniciar la gran
concertación de un Acuerdo de Paz con la ciudadanía, que sea un nuevo pacto
social para la Colombia que anhela la construcción colectiva de la Paz. Allí todos
ganaremos.

Santa Marta, 7 de julio de 2018.


Adenda: Remember, el día en que en Colombia haya Paz social, podremos ganar
el Mundial de fútbol.

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