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El giro filológico en los estudios literarios comparados (siglos XX y XXI) View project
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1 Alejandra Pizarnik nació en 1936. Murió a los treinta y seis años, en septiembre de 1972, treinta y seis
años antes de que su biblioteca fuera abierta al público. Dos años después de su muerte, su madre
Rejzla de Pizarnik ofreció a algunos amigos que se hicieran cargo del cuidado de sus libros, porque ella
no tenía lugar en su propia casa. Regaló a Ana Becciu, que se convertiría con el tiempo en la editora y
organizadora de su obra poética, ensayística, ficcional y de su Diario, principalmente libros relacionados
con la poesía. La otra parte, más narrativa, se la regaló a Pablo Ingberg. Cuando dejó el país en 1976,
Ana Becciu conservó los libros en casa de su madre, primero, y después en el que había sido el estudio
jurídico de su padre, de donde los retiró la Biblioteca Nacional de Maestros cuando se hizo efectiva la
donación. El barrio que cobija esos libros es, también, el barrio de Pizarnik, que vivió en Montevideo 980,
entre Paraguay y Charcas (como se decía por entonces).
2 “Numero las cartas para nuestros futuros biógrafos”, le escribe a Leon Ostrov en una carta sin fecha pero
probablemente de comienzos de junio de 1960. Cfr. Ostrov, Andrea (ed). Alejandra Pizarnik / León
Ostrov. Cartas. Buenos Aires, Titivillus, 2012, pág. 38
Conferencia de cierre en las Jornadas Alejandra Pizarnik organizadas por el Instituto de Literatura
Hispanoamericana (UBA) con el apoyo de MALBA y Amigos del Bellas Artes (Buenos Aires: 25 y 26 de
octubre de 2016).
CUARTO SOLO
Si te atreves a sorprender
la verdad de esta vieja pared;
Conferencia de cierre en las Jornadas Alejandra Pizarnik organizadas por el Instituto de Literatura
Hispanoamericana (UBA) con el apoyo de MALBA y Amigos del Bellas Artes (Buenos Aires: 25 y 26 de
octubre de 2016).
3 Barthes, Roland. La preparación de la novela (curso 1979-1980). Buenos Aires: Siglo XXI, 2005, págs.
279-280
Conferencia de cierre en las Jornadas Alejandra Pizarnik organizadas por el Instituto de Literatura
Hispanoamericana (UBA) con el apoyo de MALBA y Amigos del Bellas Artes (Buenos Aires: 25 y 26 de
octubre de 2016).
Los dos poemas, tan diferentes, forman pues parte del mismo “Palais” y de la
misma “Casa de citas”, no importa cuan distintos sean, porque básicamente aluden a dos
métodos de indagación, desde el comienzo: “¿por qué me gusta leer la poesía luminosa,
clara, y casi execro de la oscura, hermética, cuando yo participo -en mi quehacer poético-
de ambas?” (Diarios, 1 de febrero de 1958).
De modo que nos conviene leer los Diarios no tanto como la manifestación
irreflexiva de una conciencia desdichada, sino, desojado nuestro interés de toda ilusión de
trascendencia y de toda mórbida identificación, como el laboratorio de una escritura que
va contando su constitución al mismo tiempo como máquina de leer y como máquina de
escribir. Las dos máquinas funcionan acopladas y por eso los Diarios dicen (por lo menos
dos veces): “Ah vivre livre [sic] ou mourir” 6.
En todo caso, y si se quiere, los Diarios son la caja de resonancia de las ondas de
implantación del mito7. Un espacio, sólo por eso, peligrosamente serio: hay que tener
4 El poema se llama “Sombra de los días por venir” y está incluido en Los trabajos y las noches (1965)
5 El poema se llama “Los de lo oculto” y está en El infierno musical (1971).
6 26 de febrero de 1958. La frase se repite al día siguiente.
7 Barthes, Roland. Mitologías. Buenos Aires: Siglo XXI, 2008, pág. 246. En “El silencio de las sirenas” de
Kafka, la memoria es como el sonido, dice Kafka y así como la ninfa de Warburg (phatosformel) goza,
gozan las sirenas, callando. La única relación posible con ellas sería la del "sismógrafo" sensible, porque
cuando dos registros se tocan, ese punto de juntura entre naturaleza y cultura provoca un seísmo o un
satori. "L'écriture est en somme, à sa manière, un satori: le satori (l'événement Zen) est un séisme plus
ou moins fort (nullement solennel) qui fait vaciller la connaissance, le sujet: el opère un vide de parole"
(Barthes, Roland. L'Empire des signes. Ginebra: Skira, 1970, pág. 10) [La escritura es en suma, a su
manera, un satori: el satori (el acontecimiento Zen) es un seismo más o menos fuerte (para nada
Conferencia de cierre en las Jornadas Alejandra Pizarnik organizadas por el Instituto de Literatura
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octubre de 2016).
cuidado para no quemarse los ojos recorriendo esas páginas que otros ojos vieron como
eso, como páginas o pasos de una vida vuelta libro.
Sólo atendiendo a esas condiciones, que la propia Pizarnik (Scribens, Auctor,
Scriptor) prevé en sus lecturas de nouvelle critique, podrá sostenerse una lectura. Creo
que es en noviembre de 1962 cuando los Diarios registran la lectura de Roland Barthes,
donde se percibe
la noción del vínculo. Vínculos entre el crítico y la obra literaria (pero de un modo tan
estrecho como desconocido antes de ahora), lo cual conduce al vínculo entre el sujeto y el
objeto, es decir [texto incompleto]
¿Es decir qué, Alejandra, por favor, por favor, por favor?
Volveré sobre el asunto del sujeto y el objeto, naturalmente, que aparece también
en otros textos, pero por el momento me detengo en la “noción de vínculo” que postula la
literatura como una maquinación extranjera a si misma, que ya no es propia ni ajena sino
un campo de iridiscencia sin centro y sin orillas, ese momento (cito a Barthes) “cuando el
texto 'literario' (el Libro) transmigra dentro de nuestra vida, cuando otra escritura (la
escritura del Otro) acierta a escribir fragmentos de nuestra propia cotidianidad: en suma,
cuando se produce una co-existencia”8, un latigazo al mismo tiempo de identificación y de
distancia (co-existencia no es necesariamente compadecimiento).
En junio de 1969, mientras escribe La bucanera de Pernambuco o Hilda la
polígrafa, los Diarios registran una nueva incursión en el mundo de Roland Barthes:
Leo Barthes. La escritura es una opción a diferencia del lenguaje y del estilo. El estilo nace
de la necesidad, está en la frontera de mi cuerpo y del mundo. No obstante, ¿qué pasa,
par ex., con los Diarios de Kafka, escritos por pura necesidad? No es esto, empero, lo que
importa sino la conciencia de que la poesía –y la literatura– es más que mi necesidad
animal (o patológica) de escribir lo que escribí.
Dejo de lado el curioso señalamiento de que los Diarios de Kafka han sido escritos
por “pura necesidad”, sobre todo en el mismo espacio textual en el que se inscribe el
mandato “Leer, sin falta, un párrafo de K., como quien lee la Biblia” 9. (y leeré al final, una
solemne) que hace vacilar el juicio, el sujeto: opera un vacío de habla]
8 Barthes, Roland (1977). Sade, Fourier, Loyola. Caracas: Monte Ávila, 1977, pág. 11
9 Anotación del 23 de junio de 1968. Quisiera aclarar un punto sobre el archivo Pizarnik. Los papeles que
integran el Archivo Pizarnik en Princeton fueron depositados allí por Myriam Pizarnik, la hermana de
Alejandra y su derechohabiente. Cualquiera que haya editado obra de autores muertos y, en particular,
papeles personales, sabe cuan difícil es el rol de mediar entre la avidez mórbida del público y el pudor
represivo familiar. Yo estuve en ese lugar con los derechohabientes de Rodolfo Walsh y no se lo deseo a
nadie. Ana Becciu cumplió ese papel admirablemente. Durante 36 años fue liberando, en la medida de lo
posible, el archivo Pizarnik para su consulta. ¿Estamos de acuerdo con los criterios filológicos que Ana
Becciu sostuvo en relación con papeles, poemas y otras producciones? Podemos discutirlos,
ciertamente, pero lo que sin duda es indiscutible es el amor y la lealtad que su dedicación a la memoria
de Pizarnik suponen. Cristina Piña dijo que Ana Becciu se robó un libro de la biblioteca de Pizarnik (los
Diarios de Kafka). Yo elegiría otra vía de acercamiento: Ana Becciu podría haber hecho papel maché con
Conferencia de cierre en las Jornadas Alejandra Pizarnik organizadas por el Instituto de Literatura
Hispanoamericana (UBA) con el apoyo de MALBA y Amigos del Bellas Artes (Buenos Aires: 25 y 26 de
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todos los libros de Pizarnik y hacerse una máscara con ellos y habría estado en su derecho, porque le
habían sido regalados. Ella, sin embargo, los cuidó amorosamente hasta donde pudo y los depositó en el
lugar que le pareció más seguro, donde otro amigo mío, Martín Paz, fue el encargado de clasificarlos y
me permitió el primer examen que se hizo de esos testimonios de lectura. Tan delicado fue el trabajo de
Martín que yo ya le entregué parte de mi biblioteca y mis papeles personales para que él los custodie.
Además, Becciu gestionó como mejor pudo los derechos de edición de Pizarnik. Que Lumen haya
aceptado publicar los poemas, las prosas y los diarios de una poeta maldita que los argentinos podemos
venerar pero que en modo alguno suscita la misma reacción en otras latitudes es algo que hay que
agradecerle a Ana Becciu y solo a ella. Yo puedo, cada vez que quiero, llamarla Mala Becciu, porque me
divierte su reacción. Pero no tengo dudas de que ese chiste tonto es sólo eso y considero que su
amistad es un privilegio que debo cultivar, en un mundo cada vez más cruel y miserable.
10 Anotación del 1 de julio de 1968.
11 Diarios, 1 de febrero de 1958
12 Anotación del 29 de junio de 1959. En carta a León Ostrov: “Leo a Góngora y a las surrealistas y me
preocupo por la palabra -no sólo en la frase sino en sí, sino y sobre todo en sí. Creo haber hecho un
pequeño progreso en los últimos poemas. Y descubrí que se puede hacer poemas sin tener nada
pensado, sin pensar, sin sentir, sin imaginar, en cualquier instante y en cualquier hora”. Op.cit., pág. 40
13 Molloy, Sylvia. “De Safo a Baffo: diversiones de lo sexual en Alejandra Pizarnik”, Estudios, Revista de
Investigaciones Literarias y Culturales, 7: 13 (Caracas: enero-junio de 1999), págs. 133-140
Conferencia de cierre en las Jornadas Alejandra Pizarnik organizadas por el Instituto de Literatura
Hispanoamericana (UBA) con el apoyo de MALBA y Amigos del Bellas Artes (Buenos Aires: 25 y 26 de
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Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay
alguien aquí que tiembla.
En Árbol de Diana se dice lo mismo, pero desde el punto de vista de la otra, la que
tiembla de miedo:
El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe15.
Habrá que sacar a Pizarnik de ese tembladeral, o explicar ese temor y ese temblor
14 Por otro lado, y en contra de otras lecturas normativas, Molloy subraya que “es la resistencia de ese
lesbianismo, su irreductibilidad a lo "legítimo" (¿quién dicta despues dc todo las reglas sobre lo «legítimo»
o lo «ilegítimo»?), lo que vuelve tan provocador el texto de Pizarnik. Éste no «horroriza» sino que
desafía: no va a entrar suavemente en la norma. (pág. 138, nota 12)
15 En Árbol de Diana (1962)
Conferencia de cierre en las Jornadas Alejandra Pizarnik organizadas por el Instituto de Literatura
Hispanoamericana (UBA) con el apoyo de MALBA y Amigos del Bellas Artes (Buenos Aires: 25 y 26 de
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con arreglo a una dimensión más vasta, a la altura de las ambiciones de una poeta que no
sólo se imaginó como la última, sino como la mejor. El espejo permite tematizar un tema
identitario, una desidentificación, qué duda cabe, pero también supone una aspiración de
congelamiento vital.
Antes de intentar esta ampliación trágica de un tema vitalista, no quisiera dejar de
justificar mi mención del barroco. En dos textos casi idénticos 16, María Alejandra Minelli
subraya que salvo Delfina Muschietti y María Negroni 17, nadie ha pensado a Pizarnik en
relación con el neobarroco. María Negroni, en efecto, subraya la ''pulsión neobarroca'' de
La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa, por su celebración del ''fracaso en el
proyecto irrealizable de la significación'' y por la tendencia a la parodia y al arte del
destronamiento. Sea.
Pero postular que la lógica de Pizarnik podría ser barroca es decir todo y, al mismo
tiempo, decir nada. Si me interesa detenerme en este punto es porque nos permite
descolocar la experiencia poética de Pizarnik del mero uso de la doctrina superrealista y
pensarla en un más allá de la vanguardia. No hay en Pizarnik (en sus poemas, en sus
prosas, en sus Diarios, en sus cartas) ni en su experiencia estética algo del orden de la
negatividad dialéctica que caracteriza a la vanguardia (no hay, por lo tanto ni síntesis ni
mundo nuevo).
Por eso, el espejo en el que la temblorosa se ve (o en el que descubre que ella
está en otra parte), no está fundado tanto en el escándalo de las designaciones sexuales,
en la transgresión genérica y generalizada, sino más bien en la suspensión (porque el
fracaso en el descubrimiento del Nombre en el desbarajuste de nombres, porque el
lenguaje es un muro, etc.) de los procesos de nominación, lo que necesariamente implica
una negatividad absoluta, irrecuperable por la vía de la dialéctica (que caracteriza todo
proyecto vanguardista). La invención, en Pizarnik, responde a otra lógica que no coincide
con la vanguardia aún cuando se envidie de ella la aspiración de un pleno de sentido.
Plegado a su propia lógica, el barroco (o el neobarroco, o neobarroso, o
transbarroco o barrococó), a diferencia de la vanguardia, sólo expresa su imposibilidad de
expresarse.
16 Minelli, María Alejandra. Políticas de género en el neobarroco: Alejandra Pizarnik y Marosa di Giorgio. In
Proceedings of the 2. Congresso Brasileiro de Hispanistas, 2002, São Paulo (SP) [online]. 2002 [cited 20
October 2016]. Disponible en <http://www.proceedings.scielo.br/scielo.php?
script=sci_arttext&pid=MSC0000000012002000300038&lng=en&nrm=iso> y “Las olvidadas del
neobarroso: Alejandra Pizarnik y Marosa di Giorgio”, La Aljaba, segunda época, VIII (2003)
17 Cfr., en ese sentido, Negroni, María. “Alejandra Pizarnik: melancolía y cadáver textual”, Inti, 52/ 53
(otoño 2000 - primavera 2001), págs. 169- 178 y El testigo lúcido. La obra de sombra de Alejandra
Pizarnik. Rosario, Beatriz Viterbo, 2003.
Conferencia de cierre en las Jornadas Alejandra Pizarnik organizadas por el Instituto de Literatura
Hispanoamericana (UBA) con el apoyo de MALBA y Amigos del Bellas Artes (Buenos Aires: 25 y 26 de
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1
He dado el salto de mí al alba.
He dejado mi cuerpo junto a la luz
y he cantado la tristeza de lo que nace (Árbol de Diana)
Las palabras integran un vasto ejército de reserva y, castradas, han sido puestas al
servicio del caos de los lenguajes para que no digan nada, salvo que son las hermanas
del Nombre, respecto del cual están en posición paradigmática. La tarea del poeta es,
entonces, descubrir en el laberinto de los vocabularios y las citas el nombre que se
escurre, unir un miembro de un cadáver con la cabeza de otro: coser, pegar, recombinar
sin tregua para develar lo que el muro del lenguaje oculta y despedaza. Eso es escribir,
para Pizarnik, y eso es leer: encontrarse con alguien o con algo que ha entrevisto el
nombre secreto de lo inexistente:
6
ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destino
de “palabras prestigiosas” o “nobles”. El único prestigio del léxico más canónico de Pizarnik es su
universalidad y su adelgazamiento sensorial. Y las palabras no son “huecas” sino que, hermanas del
Nombre, señalan el vacío. De todos modos, sin ese estudio ya clásico de la obra de Pizarnik,
seguiríamos aferrados a un puñado de imágenes sentimentales.
23 Por supuesto, la biblioteca de Pizarnik incluye un ejemplar de las Voces de Antonio Porchia (1956). En el
interior del ejemplar se encontró un manuscrito de Porchia con aforismos. Pizarnik le escribe dos cartas.
En una de ellas (desde París), le confiesa su admiración y su identificación. En otra, se niega a presentar
las Voces.
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Hispanoamericana (UBA) con el apoyo de MALBA y Amigos del Bellas Artes (Buenos Aires: 25 y 26 de
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de sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe (Árbol de Diana)
El destinatario del poema, del gesto y del concepto pizarnikeano no es una persona
real, ni una comunidad virtual, sino una exigencia24, que es algo más allá de toda
necesidad y toda posibilidad. Es similar a una promesa que solo puede ser cumplida por
aquel que la recibe. La poesía de Pizarnik (no importa si lo que escribe es novela, teatro,
glosa, carta, página de diario o ensayo) es aquello que regresa la escritura hacia el lugar
de ilegibilidad de donde proviene.
Eso es un poema: una caja de resonancias, donde coexisten las ondas sonoras del
autor y del lector. La resonancia va y viene, es una avenida de sentido de doble dirección.
Es, como querían Borges y Sarduy (con quien Pizarnik se escribe cartas), una retombée,
un eco acrónico. Suspensión de los tiempos y las velocidades de la Historia.
Hay un nihilismo radical que Pizarnik vuelve método poético pero, también, método
de pensamiento.
Dos anotaciones de los Diarios permiten medir el alcance de ese nihilismo:
Tengo que dejar el psicoanálisis. Tengo que reconocer, de una vez por todas, que en mí
no hay qué curar. Y que mi angustia, y mi delirio, no tienen relación con esta terapéutica,
sino con algo mucho más profundo y más universal (10 de diciembre de 1958)
Cuando iba a ver al médico, temblorosa y ansiosa por que el asunto estuviera ya acabado
me miré en el espejo de una librería y vi la cara de mi madre en el lugar de mi cara.
Llevaba un abrigo que nunca llevé en París —parecido a uno de mi madre—. En ese
momento supe que yo, dentro de mí, era mi madre que corría a abortar a fin de que yo no
naciera. Como si mi madre hubiera dicho: «Vos vas a hacer lo que yo no me atreví». No
una vocación, una carrera, sino una ruptura, una cercenación. Desde muy niña me
acechaba y atraía la palabra «nihilista» que yo comprendía como: reducir a nada; hacer
polvo, y pensaba en mi madre: una mujer joven y bella, perfectamente eslava y
perfectamente nihilista. Después supe que no, que yo había reconstruido una madre
novelesca. Pero el otro día, en el autobús camino hacia el lugar de mi Gran Acto, recordé
los clichés eslavos, la joven nihilista. En fin, yo estaba haciendo aquello que no osó la
madre inexistente que forjé mentalmente a base de Turguéniev y de fantasías
desaforadas. (3 de octubre de 1963)
Más allá del bien y del mal, allí se coloca Pizarnik (no la Persona, sino el Scribens,
el Scriptor o el Auctor). En ese plano místico (Santa Teresa, Fray Luis, San Juan de la
Cruz), donde en la unidad con Dios el gozo se produce -a sí mismo-, y sólo en él, el
tiempo puede detenerse.
Antes que Pizarnik, Nietzsche había encontrado una noción de vida que parece
resonar en estas frases: la vida por la vida misma, el puro instinto de existir (lo que
Nietzsche llamó "la inocencia del devenir" y que contrapuso al "orden moral del mundo"
kantiano27).
En Demócrito y en Leucipo, de donde Nietzsche retoma la noción, la "fatalidad" del
devenir garantiza su inocencia (puesto que fatalidad excluye culpabilidad, autoría,
libertad). Si bien la noción es central en la filosofía del Nietzsche maduro (Más allá del
bien y del mal) aparece en época temprana, a partir de su lectura y su toma de partido por
el atomismo, "una grandiosa teoría" de valor estético por el pictórico movimiento de las
partículas que, como una danza, ofrecen el espectáculo de la embriaguez, según la cual
25 La mejor lectura de “Pernambuco” es la de Raúl Antelo: “El lenguaje que excede a las cosas”, El Hilo de
la Fabula, 6: 7 (Santa Fe: 2012)
26 “Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.” (1962) en Extracción de la
piedra de locura
27 Gutiérrez Girardot, op.cit., pág. 98
Conferencia de cierre en las Jornadas Alejandra Pizarnik organizadas por el Instituto de Literatura
Hispanoamericana (UBA) con el apoyo de MALBA y Amigos del Bellas Artes (Buenos Aires: 25 y 26 de
octubre de 2016).
“somos átomos”28:
Un regenerarse y un perecer, un construir y destruir sin justificación moral alguna, sumidos
en eterna e intacta inocencia, sólo caben en este mundo en el juego del artista y en el del
niño. Y así, del mismo modo que juega el artista y juega el niño, lo hace el fuego, siempre
vivo y eterno; también él construye y destruye inocentemente; y ese juego lo juega el eón
consigo mismo29.
Las palabras son, en Pizarnik, los instrumentos mediante los cuales el eón juega
consigo mismo. Ese juego es inocente, eterno (no cesa ni progresa), a veces se enfría (si
se trata del concepto) y a veces arde (si se trata de la fornicación lingüística que
compromete a los morfemas).
Vuelvo a la relación de sujeto y objeto que los Diarios no terminaron de
desarrollar30: “¿Cómo leer a Hegel si una sola frase suya me hace sentir ratón o tizne
arrebatado por el viento de los siglos?” (22 de agosto de 1955)
Para los místicos, la identidad total entre sujeto y objeto era la vía de la “Gracia”;
para algunas corrientes filosóficas se corresponde con el fin de la Historia.
Fíjense la aparición de Hegel en “Sala de psicopatología” (1971), un poema
totalmente doctrinario:
Soy una perra, a pesar de Hegel31.
(...)
(…) Entonces:
28 “Exigimos gratitud, pero en modo alguno en nuestro nombre, pues somos átomos, pero en nombre de la
filología misma”, escribe Nietzsche en Homero y la filología clásica. Cfr. Gutiérrez Girardot, op.cit., pág.
221.
29 Nietzsche, Friedrich. La filosofía en la época trágica de los griegos. Madrid, Valdemar, 2003. Traducción,
prólogo y notas de Luis Fernando Moreno Claros, pág. 68
30 “¡Oh languidez de domingo primaveral! Recordó que era el primer domingo primaveral. ¿Me afecta este
conocimiento? Sí. Un domingo de primavera era un abstracción equivalente a la nada vestida con flores
angustiadas, perfumes dolorosos, sol malvado; todo ese conjunto de colores y perfumes que, durante los
días de la semana, llegaban danzando románticamente a su percepción, sufrían una cruel metamorfosis.
¿Cómo y desde cuándo odiaba ese día? No lo sabía. Recordaba que Dios lo utilizó para descansar. Este
dato arrastraba una arcaica cadena de gritos segmentados que la anulaban: Dios, domingo-descanso,
seres adorando a Dios desde los orígenes, cavernas prehistóricas, devenir del tiempo, angustias al leer a
Hegel, sensación de no ser más que un corpúsculo rebelde en el cosmos descomunal. ¡Domingo! Su
habitación se había introducido en las penumbras mientras ella estuvo elucubrando su fobia dominical.
Se irritó. Nunca podía palpar realmente el cambio de luces y sombras de los días. Era como contemplar
un reloj para comprobar empíricamente la velocidad del tiempo.” (Diarios, 24 de septiembre de 1954)
31 En 1972 se publica Sputtiamo su Hegel de Carla Lonzi, fechado en el verano de 1970 (1975: primera
edición en castellano). ¿Conocía Pizarnik ese texto? No lo sabemos. Pero en el texto de Lonzi se lee una
idéntica protesta a la de Pizarnik quien, si siguiéramos esta línea de lectura, hace lo que nunca antes
había hecho: protesta contra el mundo, en nombre del género. El nombre-del-género orienta el poema,
entendido como una acción civil. Para Lonzi, Hegel “con mayor insidia que cualquier otro, ha
racionalizado el poder patriarcal en la dialéctica entre un principio divino femenino y un principio humano
masculino. El primero preside la familia, el segundo la comunidad”. (pág. 12), “La mujer no se halla en
una relación dialéctica con el mundo masculino. Las exigencias que viene clarificando no implican una
antítesis, sino un moverse en otro plano. Este es el punto en el que más costará que seamos
comprendidas, pero es esencial no dejar de insistir en él”. (pág. 46)
Conferencia de cierre en las Jornadas Alejandra Pizarnik organizadas por el Instituto de Literatura
Hispanoamericana (UBA) con el apoyo de MALBA y Amigos del Bellas Artes (Buenos Aires: 25 y 26 de
octubre de 2016).
32 Foucault, Michel. “La proto-fábula” en Verne: un revolucionario subterráneo, Buenos Aites, Paidós, 1968.
33 “Alejandra Pizarnik: el último hombre”
Conferencia de cierre en las Jornadas Alejandra Pizarnik organizadas por el Instituto de Literatura
Hispanoamericana (UBA) con el apoyo de MALBA y Amigos del Bellas Artes (Buenos Aires: 25 y 26 de
octubre de 2016).
saludarme34.)
Esta vez es cierto: la salud está en la literatura. Es cierto pero también, es abstracto (15 de
septiembre de xx)
No quiero establecer una relación especular entre dos que no coincidieron nunca
ante el mismo espejo. Sugiero una vía de investigación: contra el hombre-guerrero de la
historia (Hegel), o el animal-ciudadano de la posthistoria (Kojève), Pizarnik se sostiene
como el resto inhumano de la ultrahistoria (Foucault-Deleuze).
Para Kojève, el Fin de la Historia significa la reconciliación dialéctica de los
opuestos en una síntesis final. Por la vía mística, Pizarnik llega a otra solución, donde la
Aufhebung no cumple ningún papel y todo se resuelve en una síntesis disyuntiva: los
términos de la oposición quedan dislocados y destituidos de su identidad trascendente.
La ultrahistoria, que transforma los cuerpos y los organismos en Cuerpos sin
Órganos, en Cuerpos-Esquizo, se resuelve en bloques de devenires y en líneas de fuga.
No se puede detener el Tiempo. Lo que se puede es acelerar su velocidad hasta volverla
imperceptible. “El movimiento es extensivo, la velocidad es intensiva” 35.
La lentitud extrema de la ultrahistoria, su letargo, se confunde con la velocidad más
elevada, el trance químico, el delirio, el cuerpo helado del drogado. No se trata de negar
el propio yo (Pizarnik nunca lo hizo, y hay mucho de narcisismo y de megalomanía en su
proyecto) sino de neutralizarlo e indiferenciarlo. La in-diferencia se abre hacia la vida
beata, utopía que Pizarnik no deja de citar.
Ahora entiendo mejor la “evolución de las sociedades de consumo” que presenta
“Sala de psicopatología”. Contra eso, máscara sensible de la histoir o de la poshistoria,
levantó su espléndido poema ultrahistórico, a pesar de Hegel, Alejandra Pizarnik.
Y ahora comprendemos por qué sólo (…) el violento perfume de las hierbas mágicas en la
cabaña de la hechicera o -sobre todo- los subsuelos anegados de sangre humana,
pudieron alumbrar en los ojos de su perfecta cara algo a modo de mirada viviente. Porque
nadie tiene más sed de tierra, de sangre y de sexualidad feroz que estas criaturas que
habitan los fríos espejos36
34 Entiendo el uso del término como “salud darme” (origen etimológico del saludo).
35 Deleuze, Gilles – Guattari, Felix, Mille plateaux, op. cit., pp.472-473.
36 Pizarnik, Alejandra. La condesa sangrienta. Buenos Aires, Aquiarius, 1971, pág. 43
Conferencia de cierre en las Jornadas Alejandra Pizarnik organizadas por el Instituto de Literatura
Hispanoamericana (UBA) con el apoyo de MALBA y Amigos del Bellas Artes (Buenos Aires: 25 y 26 de
octubre de 2016).