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Para ello se debe identificar el error, valorar su importancia y decidir el momento de intervención.
https://www.youtube.com/watch?v=MURg0iJRNQM
https://www.youtube.com/watch?v=Paz5g30GGUA
11 de la mañana de un sábado cualquiera. En el campo de fútbol, entre el murmullo y
los gritos, incluso ánimos, de los padres y madres presentes se intuyen las instrucciones
del entrenador, o aquello que parecen serlo: “No sabemos ni dar un pase”, “Todos los
desmarques los estás haciendo mal”, “Tenemos que poner más intensidad”,… Siempre
que escucho esta serie de frases o algunas similares (por desgracia, suele ser
habitualmente), me vienen a la cabeza una serie de reflexiones y preguntas: ¿Es esta la
mejor forma de comunicarse, de dotar de información al jugador? ¿Acaso durante la
semana le has dado muestra de cómo y en qué condiciones debe desmarcarse? ¿Es
intensidad (sea lo que sea que signifique para ti esta palabra comodín) lo que le falta a
nuestros jugadores, o solo recurrimos a esa palabra cuando no sabemos qué decir?
Tal vez, muchos consideren el feedback como la comunicación del acierto o error por
parte del entrenador de una acción ejecutada por el jugador o la corrección propuesta al
aprendiz después de un error, intentando demostrar cómo lo debería haber hecho.
Nosotros creemos que estas concepciones no corresponden exactamente a la
retroalimentación que debería aportar el entrenador y aunque estas pueden ser dos de las
vertientes que habitualmente engloban el concepto de feedback, con este texto queremos
ir un poco más allá. Así pues, vamos a empezar con una pequeña descripción de lo que
consideramos que es el feedback para, a continuación, intentar descubrir la forma en la
que debería ser introducido en nuestras sesiones para mejorar el proceso de aprendizaje
del jugador; la efectividad del proceso de aprendizaje depende de cómo los deportistas
procesan las instrucciones dadas por el entrador (Januario, Rosado y Mesquita, 2013),
por lo que durante el texto hablaremos tanto de factores dependientes del entrenador
como relacionados intrínsecamente con el jugador.
Debemos de tener en cuenta que una instrucción efectiva durante las sesiones de
entrenamiento es crucial para conseguir un rendimiento exitoso: cuando el feedback es
administrado apropiadamente puede agilizar y mejorar el proceso de adquisición
(Januario, Rosado y Mesquita, 2013). Es por ello que, a continuación, citaremos una
serie de aspectos que podrían ayudar a mejorar la información proporcionada a nuestros
jugadores.
Otro de los aspectos relacionados con el jugador y que se ha mostrado como una
variable influenciadora en la retención del feedback es la motivación. Este, quizás,
puede ser el aspecto menos controlable por parte del entrenador, ya que no podemos
pasar por alto que el grado de motivación del individuo no solo consta de un
componente extrínseco, sino que tiene un gran componente intrínseco sobre el que
tendremos que indagar con tal de llegar al jugador, de tocar la tecla; una mayor
motivación ayudará a aumentar el procesamiento de información (Januario, Rosado
y Mesquita, 2013). Es por ello, que el entrenador deberá de crear condiciones que
faciliten la atención y motivación del deportista ya que una mayor motivación
desembocará en más esfuerzo mental y concentración a la hora de recibir información.
Hasta el momento, hemos abordado muchos cómo, pero nos hemos dejado en el cajón
algo que puede ser más importante, el cuándo. Al lector le puede haber surgir la duda,
entre tanta línea, de cuándo proporcionar feedback. Pues bien, la información y
corrección proporcionada directamente después de la ejecución puede prevenir al
jugador de procesar un feedback interno importante (Cushion, Fordy y Williams, 2012),
algo que no nos ayudaría en nada para conseguir jugadores “que piensen” o jugadores
capaces de resolver problemas por ellos mismos, sino que más bien convertiría a
nuestros jugadores en autómatas, solo capaces de hacer caso a nuestras órdenes y
correcciones sin ningún intento de descubrir por ellos mismos; por este motivo, habría
que pensar cuál es el mejor momento para aportar información significativa al jugador
dentro de nuestro objetivo en la sesión, siendo conscientes de que la no corrección
directamente después de la ejecución puede facilitar al jugador a abrirse a la auto
reflexión, e intentar buscar el por qué de su error. El jugador sabe que ha fallado, no
hace falta que se lo recordemos o lo hagamos de notar, intentemos aportarle algo,
intentemos que se acostumbre a ese proceso de auto reflexión; durante el entrenamiento
debemos buscar que el jugador desarrolle el entendimiento de cómo jugar en lugar
de focalizar en qué hacer cuando juega, y esto se consigue con participación activa y
sobre todo mediante la exploración y reflexión sobre su actuación (Forrest, 2014).
Por otra parte, el timing del cuándo también se relacionará con el error o acierto de la
ejecución. Pep Marí afirma que después del error, el jugador se mostrará poco
dispuesto a escuchar y a pensar, por lo que será mejor preguntar cuando acabe de
acertar, ya que su estado de ánimo será mejor y, seguramente, se mostrará más
colaborativo. Además de esto, expone que el objetivo de la corrección no es evitar el
error sino que descubra la manera de acertar.
Para acabar con este apartado, podemos encontrar un hilo de unión entre la
Periodización Táctica y el uso del feedback. La metodología abanderada por el profesor
Víctor Frade, en su principio de la propensión, propone que se deberían buscar
ejercicios que se presten a la constante repetición de principios y subprincipios, de
forma que el jugador los aprenda y automatice de la forma más adecuada; en cuanto al
proceso de retroalimentación, autores como Januario, Rosado y Mesquita (2013)
exponen que la información es mejor retenida cuando se repite más
frecuentemente. Otros autores como Harvey y Gittins (2014) añaden que la constante
repetición entre formato de juego y la reflexión de la acción mediante verbalización
permite a los jugadores llevar los aspectos del juego a un nivel consciente y examinarlos
personalmente. De este modo, daremos el primer paso para LLEVAR DE LO
CONSCIENTE A LO INCONSCIENTE
En los primeros párrafos de este apartado hemos expuesto que el uso de preguntas
puede provocar que el aprendiz se convierta en el centro del aprendizaje. Como deporte
fundamentalmente decisional, en el fútbol no podemos vivir solo de jugadores
ejecutores que realicen correctamente una instrucción o corrección dada por el
entrenador; también necesitamos que los jugadores se atrevan a encontrar, o al menos
buscar, soluciones por sí mismos. Autores como Ford, Yates y Williams descubren que
el comportamiento más usual del entrenador, la metodología más usada en las diferentes
actividades, es la instrucción; esta metodología de carácter más autocrático y directivo,
choca un poco con lo requerido durante competición, donde el aprendiz debe actuar por
sí mismo sin guía directo ni instrucción del entrenador (o al menos, debemos intentar
que sea la menor posible) ¿Y qué metodología puede provocar al jugador para que se
anime a encontrar soluciones por sí mismo y le permita reflexionar sobre lo acontecido
sin convertirse en un simple ejecutor? Diversos autores han centrado el foco en el
feedback interrogativo como una herramienta esencial para el proceso de aprendizaje
del jugador; las preguntas desarrollan potencialmente la resolución de problemas,
la toma de decisión y la creatividad, así como el entendimiento del juego (Cope et
al., 2016). Por todo ello, el entrenador debe intentar poner de su parte para ayudarles a
la reflexión y convertirse en un guía durante el camino para que el jugador entienda el
juego.
Por otra parte, siguiendo con lo expuesto por Forrest (2014), la estructura de preguntas
permite al profesor contextualizar el aprendizaje (saber dónde estamos y a dónde
queremos y/o podemos ir), así como identificar y explorar soluciones a los problemas
que el juego presenta. Después de llevar a cabo un juego inicial y conforme a las
respuestas recibidas, el entrenador podrá manejar la progresión de la sesión a una etapa
contextualizada y apropiada. La estructura de las preguntas y la habilidad de ir
avanzando entre diferentes etapas de las mismas pueden así llegar a ser claves en el
proceso de aprendizaje.
CRIS TOVANI “El feedback que los estudiantes dan a sus maestros puede
ser más poderoso que el que los maestros dan a los estudiantes”
El mismo autor nos advierte que si hay algo a tener en cuenta a la hora de embarcarnos
en este mundo de las cuestiones es la estructura de las mismas; debemos evitar
preguntas cerradas, ya que de este modo limitaremos las posibilidades de nuestros
jugadores y reduciremos el valor del aprendizaje experimentado. Con tal de permitir una
mayor riqueza en la exploración y la examinación, la pregunta de apertura debería ser
abierta, obligando al jugador a reflexionar y no solo a contestar con un simple sí o no;
por su parte, el feedback debería ser más que una evaluación de la respuesta, con el fin
de permitir una exploración de las ideas desarrolladas en dichas respuestas. En
conclusión, el uso de preguntas abiertas e intuitivas dotará a la sesión de una mayor
flexibilidad, asemejándola así a lo que el fútbol nos pide, ya que no debemos nunca
olvidar la complejidad de este deporte; así pues, la menor o mayor efectividad de las
cuestiones dependerá de la habilidad del técnico de gestionar los outputs del jugador y
las consecuencias de dichas cuestiones abiertas para convertirlas en un proceso
significativo de aprendizaje. Sin embargo, podemos advertir que este método, como la
mayoría, no siempre funcionará, bien debido a las características de los jugadores o bien
por la habilidad o capacidad del propio entrenador respecto a este método. Los inicios
siempre serán difíciles, sobre todo si tus jugadores nunca han trabajado con este
método, ya que tendrán que familiarizarse con él antes de que empiece a dar resultado.
Hasta el momento hemos descrito una serie de factores que nos pueden ayudar a la hora
de ofrecer información a nuestros jugadores, a pesar de ello, hemos de ser conscientes
de que, como hemos dicho al final del anterior apartado, no en todos los grupos se podrá
utilizar la misma manera de proceder; ni siquiera en un mismo equipo, todos los
jugadores reaccionarán de la misma forma a un modo de proceder del entrenador. De
este modo, los comportamientos del entrenador deben responder a las diferencias
individuales en las necesidades de los jugadores (Harvey et al., 2013). Groom,
Cushion y Nelson (2012) proponen que los efectos en el aprendizaje del deportista están
relacionados con diferentes preferencias a la hora de recibir el feedback; así pues, se
manifiesta la importancia de la atención individualizada a nuestros deportistas, ya que la
efectividad en la interacción entre el entrenador y el jugador se verá afectada por
factores sociales como el conocimiento del entrenador, el liderazgo y capacidad de
influencia del mismo sobre el jugador y lo apropiado del contexto de aprendizaje.
Entre otras cosas, la cantidad y tipo necesario de feedback variará no solo para
diferentes habilidades sino para la misma habilidad entre diferentes jugadores. En
algunas situaciones, los movimientos pueden ser aprendidos sin feedback del profesor,
más si cabe si los alumnos tienen el conocimiento previo necesario y pueden producir su
propio feedback, especialmente si se ha producido una demostración previa (Lee, Keh
and Magill, 1993). De acuerdo con esta afirmación, el hecho de que el alumno visualice
una demostración previa de lo que de él se requiere puede llegar a comportar que el
jugador auto regule su actuación, quedando el entrenador en un segundo plano, algo que
en ocasiones, sin duda, puede ser beneficioso. Factores como la experiencia del jugador,
sus características cognitivas, el contenido y la intención de la pregunta, así como la
relevancia y el significado del mismo para el jugador, tendrán impacto en el aprendizaje.
Para conocer las necesidades individuales, se ha propuesto que las preguntas deben
ser realizadas individualmente o en pequeños grupos (Cope et al., 2016).
Así pues, mientras algunos autores exponen que para los jugadores habilidosos se
requerirá de una mínima dosis de feedback, Rikard (1991) encontró que en el ámbito
educativo el feedback fue más efectivo para estudiantes con baja habilidad. Así
mismo, la habilidad de retener y recordar información depende de muchos factores
relacionados con la atención selectiva. Durante las primeras etapas de aprendizaje,
los deportistas pueden tener mayores beneficios debido a la provisión de feedback
conllevando así a un incremento del rendimiento, por lo tanto, el rol del entrenador es
identificar la etapa de aprendizaje en la que se encuentra cada jugador. (Januario,
Rosado y Mesquita, 2013). Además de las características del jugador en cuanto a
habilidad se refiere, el entrenador también tendría que atender a otras cuestiones como
el género o la edad (Cushion, Ford y Williams, 2012). Parece obvio que no le puedo
transmitir la misma información ni de la misma manera a un prebenjamín en su primer
año de práctica que a un cadete; sí, la importancia del contexto, del cómo y del quién.
Por último, cabe destacar que la idea de individualización puede encontrar cierta
relación con la teoría de las inteligencias múltiples postulada por Howard Gardner. En
este sentido, el entrenador y formador Igor Oca, sacó a la luz una imagen donde se
relaciona esta teorías con el entrenamiento del fútbol; siguiendo estas pistas, deberemos
de adaptar la información a la manera en la que el jugador se muestra más cómodo para
facilitarle el camino hacia el aprendizaje de este deporte y el entendimiento del juego.
En relación con esto, la posición de nuestros jugadores en el campo también nos puede
facilitar ciertas ideas respecto a sus rasgos característicos y cómo pueden reaccionar
ante nuestras posibles correcciones; Del Pino, Gómez y Moreno advierten en su trabajo
sobre las inteligencias múltiples en el fútbol que los jugadores de demarcaciones
centrales muestran unos rasgos superiores de liderazgo, los medios y los defensas
poseen más seguridad consigo mismo, responsabilidad y estabilidad emocional y, por
último, los delanteros se perciben como personas más infantiles, exhibicionistas,
imprevisibles, individualistas y sensibles a las manifestaciones del público.
En última instancia, y teniendo en cuenta que la motivación del jugador constituía uno
de los factores que facilitarían la retención de información, cabe tener en cuenta que el
trabajo con video digital podría conllevar a una mayor motivación en el alumno,
pudiéndose observar así una mayor implicación en la tarea (Rodríguez, 2015).
“Los dos pilares básicos del proceso de aprendizaje de nuestros jugadores respecto al
juego son las dos ideas que más cuesta aceptar por la mayoría de los entrenadores: el
error es el núcleo del entrenamiento y el jugador a partir de su auto-estructuración es el
constructor de su propio aprendizaje”
“Con el error se produce una mayor retención de información que con los aciertos”
“Hemos de ser capaces de plantear las situaciones adecuadas de modo que el jugador
cometa preferentemente los errores que el entrenador quiere y en el contexto que
entendemos que más útil le puede llegar a ser de cara a consolidar y estabilizar un
aprendizaje. Hay errores que en determinadas situaciones es mejor que el jugador no
cometa por el impacto que pueden tener en él.”
“Hemos de hacer ver al jugador que el error no es algo evitar sino algo necesario para su
propio aprendizaje. Dar herramientas al jugador para que sea capaz de percibir sus
propios errores respecto al juego, que detecte las conductas de sus propios compañeros
y sea capaz de proporcionarles un feedback del cual ellos extraigan una información que
moldee su yo-jugador”
Así pues, intentemos no rehuir del error, dejemos que el jugador no tema fallar, ya que
de este modo, cuando él mismo perciba que el entrenamiento es un lugar seguro en el
que se pueden cometer errores, será más receptivo a utilizar el feedback otorgado por el
entrenador para el aprendizaje.
LA FÓRMULA ES REINVENTARSE
Leíamos en las primeras líneas del texto que el método instructivo era la metodología
más usada en el mundo del fútbol; esto viene dado porque el conocimiento y las
acciones del míster son manifestaciones producto de la experiencia personal en el
proceso de entrenamiento (Harvey, Cushion y Massa-González, 2014). De este modo,
los autores afirman que el aprendizaje del entrenador permanece basado en las
experiencias y la interpretación de dichas experiencias. Así aprenden, así enseñan.
No obstante, aunque este método haya funcionado (o no) para nosotros, no implica que
deba funcionar para las nuevas generaciones a las que pongan en nuestras manos. Se
hace patente pues la necesidad de desafiar nuestras creencias acerca del aprendizaje,
alejándonos de la comodidad de aquellos métodos con los que nos sentimos más
seguros (normalmente por que implican más control y menos complejidad); tendemos a
asociar la ausencia de errores a que una tarea esté bajo nuestro control, sin tener en
cuenta la complejidad del contexto competitivo. Tal vez la seguridad se disfrace de
inespecificidad o viceversa.
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