Sei sulla pagina 1di 2

Consciente de esta verdad, el salmo de este domingo nos invita a dar gracias a

Dios por el don de la vida. Participamos de esta oración, aclamando:


R. Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste.
Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis
enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y
me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.
Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque
su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche
se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.
Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor. Tú
convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor, Dios mío, te daré gracias
eternamente! R.
1. Acción de Gracias después de una Enfermedad grave.
Este salmo es un himno eucarístico de un justo que, después de hallarse postrado
en el lecho del dolor, fue liberado, gracias a la intervención divina, de la muerte
segura. Después de invitar a los piadosos a gozarse con él por el favor
conseguido, ensalzando la bondad del Señor, relata cómo, a causa de un acto de
presunción, apartó su rostro de él, privándole de su protección y dejándolo en un
estado de postración física y de peligro de muerte. Angustiado, clamó a El, quien
le salvó de aquella situación comprometida. Por ello, su duelo se cambió en
alegría, pues se veía ya a las puertas del sepulcro. Agradecido, cantará
eternamente las alabanzas de su Dios.
2. Acción de gracias por la salud otorgada
El salmista prorrumpe en un himno de acción de gracias al sentirse libre de un
peligro inminente de muerte. “Yo te glorifico, Señor, porque tú me
libraste”. Con ello se habrían alegrado sus enemigos, pues hubieran deducido de
su desaparición que El Señor no era ya su protector. “y no quisiste que mis
enemigos se rieran de mí”. El salmista se siente tan próximo a la muerte, que
supone, por licencia poética, que ha visitado ya su alma la región tenebrosa del
sepulcro, donde están las sombras de los muertos “Tú, Señor, me levantaste del
Abismo”. Por ello ahora se siente como resucitado de entre los que bajan a la
fosa o sepulcro. “y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al
sepulcro”. Se daba ya por difunto, pero la intervención divina le devolvió la vida.
3. Invitación a los piadosos a celebrar su curación
Radiante de alegría por la recuperación de la salud, el salmista invita a los
piadosos, que saben apreciar los secretos caminos de la Providencia en la vida
de los justos, a entonar un himno en acción de gracias en honor del santo recuerdo
de Yahvé, es decir, sus proezas y favores extraordinarios. “Canten al Señor, sus
fieles; den gracias a su santo Nombre”. En ellas se manifiesta su “nombre” o
gloria; por eso en los salmos la expresión “den gracias a su santo
Nombre”, equivale a “alabar su nombre sagrado”; el nombre del Señor, su acción
gloriosa, ha dejado un santo recuerdo en la historia en favor de Israel y de sus
fieles. Su “nombre” sintetiza su naturaleza y sus acciones gloriosas; Alegraos en
Yahvé, ¡oh justos! y alabad su santo recuerdo. (Sal 96,12). Y el salmista concreta
en qué consiste el santo recuerdo o la huella del Dios santísimo en la vida: su
providencia se guía por las exigencias de sus justicias y de su misericordia; pero
en su proceder prevalece siempre la benevolencia, pues mientras su cólera dura
un instante para castigar justamente las transgresiones, su benevolencia tiene un
efecto permanente durante toda la vida; “porque su enojo dura un instante, y
su bondad, toda la vida”. La protección del Señor hacia los justos es
permanente, y sólo es interrumpida momentáneamente por alguna falta
cometida; “No juntes con los pecadores mi alma, ni mi vida” (Sal 26,9). Las
pruebas a que son sometidos los justos son transitorias, mientras que la amistad
benevolente del Señor permanece por toda la vida. Para probar su afirmación, el
salmista trae a colación un proverbio: “si por la noche se derraman lágrimas,
por la mañana renace la alegría”. El duelo y los llantos son como un huésped
inoportuno, al que se le da hospedaje a regañadientes, pero después al día
siguiente se convierte en motivo de alegría. En realidad, el llanto para el justo es
un peregrino que a lo sumo pasa una noche con él; pero al día siguiente cambia
la situación, y con la luz del día renace la alegría y bienestar.
4. Súplica de salvación
Postrado y abandonado a sus fuerzas, el salmista clama ansioso al Señor para
que tenga piedad de él. “Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a
ayudarme”. La muerte significaba, en realidad, para los justos del A.T., la
interrupción de una vida de amistad con Dios; por eso, al morir, no se podía
continuar las alabanzas al Señor. Por ello, el salmista ansiosamente pide a su Dios
que le escuche y le salve de la situación de peligro en que se haya de descender
a la fosa o sepulcro.
Conforme a la dramatización literaria habitual en el estilo salmódico, el justo se
presenta ya con la salud recuperada, cambiando su lamentación en júbilo Señor.
Tú convertiste mi lamento en júbilo. Por ello, el salmista entona un himno de
alabanza a la gloria del Señor, que ha de perdurar por siempre. “¡Señor, Dios
mío, te daré gracias eternamente!” La expresión por la eternidad es enfática e
hiperbólica, para recalcar su decisión de alabar constantemente al Dios Salvador.
5. A la luz del evangelio de hoy, este salmo es un canto a Jesucristo, el
Dios de la vida, el Dios que nos resucitará.
Hoy somos nosotros, cristianos, los que podemos rezar hoy este salmo con pleno
sentido. Un israelita sabía que si era librado de la muerte ello sucedía sólo de
forma momentánea, porque al final sucumbía inexorablemente en sus garras. A la
luz del evangelio de hoy, este salmo es un canto a Jesucristo, el Dios de la vida,
el Dios que nos resucitará. Si es verdad que Dios no nos ahorra la muerte – como
no se la ahorró al propio Cristo –, nuestro destino es la vida eterna, incluida la
resurrección de nuestro cuerpo, en una dicha que nos saciará por toda la
eternidad.
Hemos de dejarnos invadir por los sentimientos de este salmo. ¿Hasta qué punto
me alegro de júbilo por haber sido librado de la muerte por Cristo? ¿En qué medida
desbordo de gratitud porque mi destino no es la fosa? ¿Experimento el
reconocimiento agradecido porque mi Señor no ha permitido que mi enemigo –
Satanás – se ría de mí? La fe en la resurrección es algo esencial en la vida del
cristiano. Pero es sobre todo en un mundo asediado por el tedio y la tristeza de la
muerte cuando se hace más necesario nuestro testimonio gozoso y esperanzado
de una fe inconmovible en Cristo resucitado y en nuestra propia resurrección. Si
todo acabase con la muerte, la vida sería una aventura inútil.
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio

Potrebbero piacerti anche