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EL ENSAYO

Ensayo. Género literario didáctico de forma libre que defiende un punto de vista
personal sobre un tema cualquiera: humanístico, filosófico, religiosos, político,
social, cultural, etc., sin contar con una fuente documental. Son
considerados ensayistas los escritores de este género literario.

Etimología
La palabra ensayo proviene del verbo ensayar que significa probar. Al parecer el
término relativamente es nuevo, sin embargo se encuentra que tanto los griegos
como los romanos ya utilizaban este estilo de expresión, pero es hasta el siglo XVI
cuando la esta forma de escritura adquiere las características y nombre con el que
hoy en día se conoce. El filósofo francés Miguel Montaigne (1533-1592) lo utilizó y
le dio el nombre con que ahora lo conocemos.
Una de las primeras cosas que realizamos cuando iniciamos una investigación es
la revisión documental, en este documento encontramos que no todos los
documentos representan, para nosotros, la misma importancia. Por ello, es común
que aunque la mayoría de las revisiones se realizan en torno a un tópico, se llegue
a tener una tendencia a favorecer ciertos documentos, sin que con ello la revisión
deje de ser importante; finalmente el propósito de la revisión juega un papel central
de cómo los autores se expresan del tema en estudio. Más propiamente la revisión
se convierte en un ensayo en el momento mismo en que la visión deja de ser
objetiva, en el sentido de la imparcialidad, y se convierte no solo en la presentación
de lo relevante que cada autor mencionó, sino que además el conocimiento influye
en la critica de la obra.

Evolución histórica
La paternidad del ensayo se atribuye a Miguel de Montaigne, escritor francés de
finales del siglo XVI, que desarrolló esta forma literaria para expresar su
preocupación por el ser humano. Montaigne llamó Essais (ensayos) a sus breves
meditaciones personales escritas en prosa, que comenzó a publicar en 1580, y que
utilizó para estimular la exploración del yo interior en relación con el mundo exterior.
El escritor francés Miguel de Montaigne es el creador del ensayo; utilizó esta forma
de expresión para transmitir sus ideas y críticas. Es autor de tres volúmenes de
Ensayos (1580 y 1588). Son temas de su obra la muerte y el dolor, el conocimiento
y la naturaleza de la bondad.
El ensayo nace así en el siglo XVI en Europa, en una época de grandes cambios
intelectuales y sociales en el que surgen preocupaciones sobre diversos temas,
como la muerte y la posibilidad de una vida futura, el viaje, la exploración y las
relaciones sociales. Pero fue en el siglo XVII que Francis Bacón, influyente escritor
inglés, utilizó por primera vez el término ensayo como género literario, evocando las
obras de Montaigne y la tradición epistolar latina: “La palabra ensayo es reciente,
pero la materia es antigua”. El escritor inglés Francis Bacón, barón de Verulam, fue
el primero en usar el término ensayo, haciendo alusión a las obras de Montaigne y
a las comunicaciones epistolares romanas. Es autor de numerosos ensayos sobre
ética, filosofía, ciencia, derecho, historia y política.

Características del ensayo


1. Desarrolla un tema libre de elogio, insulto o exhortación. El ensayista expresa
lo que siente y cómo lo siente, y hace partícipe al lector del proceso mismo
de pensar. Por ejemplo, en Viejos y jóvenes, Unamuno expone:

«Las consideraciones que voy a exponer en estas líneas son tan vulgares
y tan obvias[...]».

2. Tiene un estilo sencillo, natural, amistoso. Su carácter es esencialmente


comunicativo, pues intenta establecer un diálogo entre el ensayista y el
lector. Por ejemplo, Unamuno da muestras de la naturalidad del estilo al decir
en su ensayo El Porvenir:

«Yo, a fe de buen español, improvisador, he improvisado estas notas


sobre mi pueblo, tal y como en mí lo siento.»

3. Predomina la subjetividad. La exposición es personal y expresa estados de


ánimo. El ensayista escribe porque experimenta la necesidad de comunicar
algo. Por ejemplo, Ramiro de Maeztu dice en su ensayo Sobre el discurso
de Lord Salisbury:

«La lectura del discurso me causó una impresión profundísima».

4. Utiliza diversos recursos, como citas, proverbios y anécdotas. Sin embargo,


en la utilización de las citas importa destacar que alguien creó una idea, pero
el quién y el dónde carecen de valor, y el hecho de señalarlas como citas
sirve solo para indicar que las ideas no son propias. Ramiro de Maeztu
comienza dice en su ensayo en defensa del espíritu español:

«Días atrás dijo Lord Salisbury, primer ministro inglés, en un discurso de


cuya letra me he olvidado, pero cuyo fondo se me ha grabado
indeleblemente en la memoria[...].»

5. Es un texto breve. El ensayo no pretende agotar el tema tratado, sino exponer


un análisis personal del mismo. Por ejemplo, Ortega y Gasset dice en su
ensayo De Madrid a Asturias o los dos paisajes: «El tema es, creo yo,
inagotable», de esta forma reconoce que su intención no es profundizar el
tema.

«En el índice de pensamientos que es este ensayo, yo me proponía tan


sólo subrayar uno de los defectos más graves y permanentes de la raza».
6. Desarrolla un tema actual. El concepto de actualidad se refiere no solo a los
sucesos del presente, sino a la trascendencia de los problemas humanos
ante los valores que individualizan y diferencian a cada época. Por ejemplo:

«El ideal cristiano no cabía en la unidad católica, y la rompió. El ideal


social no cabía en la unidad monárquica, y la rompió. El ideal del progreso
no cabía en la unidad territorial, y la rompió».

7. Es asistemático, no hay orden preestablecido. El propio maestro Unamuno


reconoce que no hay una estructura fija en el ensayo y expresa en su
Ensayos I:

«Una vez que me he decidido a escribir, ruego al lector no profesional que


me tolere, y desde ahora le aseguro que, aunque sé por dónde he
empezado este ensayo -o lo que fuere-, no sé por dónde lo he de acabar».

Clasificación del ensayo


En este aspecto, el ensayo, al igual que los otros géneros literarios, no ha podido
librarse de los más variados intentos de clasificación. Y del mismo modo que la
agrupación de las obras literarias en géneros, es algo externo e independiente de
la creación artística misma, así también las clasificaciones del ensayo propuestas
poseen únicamente valor editorial y, cuando más, valor didáctico en cuanto a la
ordenación de los ensayos en un libro o a la presentación de los mismos al lector
no iniciado. Si aceptamos esta interpretación de las clasificaciones, éstas sólo serán
provechosas cuando proporcionen al lector una guía en la aproximación al ensayo.
En la práctica, no obstante, al erguirse ellas mismas como fin, más bien aportan
confusión al concepto de ensayo. Sírvanos como ejemplo la que nos proponen
Angel del Río y José Benardete en su ya clásico libro, El concepto contemporáneo
de España. Antología de ensayos. Ellos reconocen tres grandes grupos:

1. ) "El ensayo puro"


2. ) "El ensayo poético-descriptivo"
3. ) "El ensayo crítico-erudito".

Al analizarlo, sin embargo, observamos que en estas tres grandes clasificaciones


incluyen todos los escritos en prosa excepto aquellos decididamente ficticios.
Sólo bajo la primera clasificación, "El ensayo puro", podríamos incluir lo que
nosotros aquí hemos denominado ensayo.
Lo que del Río y Benardete denominan "El ensayo poético-descriptivo",
correspondería a la prosa poética —que ya no es ensayo— como lo prueba el
ejemplo de Platero y yo, que ellos mismos señalan. La tercera categoría, "El ensayo
crítico-erudito", según del Río y Benardete "se diferencia del ensayo propiamente
dicho en su extensión —es casi siempre un libro— y en la importancia de su parte
expositiva. Es obra de universitarios e investigadores y se da en casi todas las
disciplinas" (31). A este grupo pertenecen los tratados, que tampoco son ensayos.
Pero de estas diferencias específicas con otras formas de escritos hablaremos en
la próxima sección.
Por lo general, las clasificaciones de ensayos, que suponen ya un discurso
depositario del texto literario, se han establecido a partir de dos aproximaciones
distintas: a) aquellas que prestan atención a un aspecto predominante en el
contenido, y que por ello mismo agrupan a los ensayos en históricos, crítico-
literarios, filosóficos, sociológicos, etc.; b) aquellas otras que se fijan en el modo
como el ensayista trata su tema, por lo que clasifican a los ensayos en informativos,
críticos, irónicos, confesionales, etc. Podríamos concluir señalando que las
clasificaciones, útiles desde un punto de vista pedagógico, varían con cada época,
y que todas ellas se hacen insuficientes cuando se enfrentan con la complejidad de
la obra de un ensayista.

Ensayos sobre ciencia y filosofía


Así por ejemplo, existen tanto revisiones de tratados filosóficos y de tratados
puramente científicos; una manera de conocer el lado humano del conocimiento del
mundo, como es percibido, a través de varios autores lo puede dar las revisiones
de la filosofía de diversos personajes importantes históricamente, en los que se nota
que el autor no critica la posición de los autores sino que mas bien muestra las
frases que el consideró importantes dentro de sus trabajos. Sin embargo, parece
contradictorio que si queremos ser objetivos solo analicemos la obra en el sentido
se citar las partes de la obra de lo que al juicio consideramos adecuado. Aunque
como podemos apreciar, la revisión no se alejar del aspecto subjetivo del que
reconoce la importancia de la obra, al menos, a diferencia del ensayo trata de no
tomar la parte de juez y emitir juicios sobre cuales son las ventajas o las fallas de la
obra.
Para un buen sector las revisiones cuentan con el inconveniente de mostrar, casi
de manera histórica, cómo se dio la evolución de un determinado tema o cuáles son
las características de las obras que giran en torno al tema. Pensando en función de
que él que lee la obra es una persona que no cuenta con conocimientos previos del
tema, la revisión de una obra le dará la ventaja de poder conocer de manera rápida
y objetiva cuál es la información que gira en torno al tema, en cambio el ensayo, por
contar con el juicio de una persona, estará generando un conocimiento poco mas
que subjetivo. Resulta claro que lo mejor sería contar las obras acerca del tema y
generar propios ensayos... Sin embargo, no podemos dejar de reconoce que el
ensayo generado por nosotros mismos puede ser un trabajo que en el futuro nos
permite generar el informe final de una serie de investigaciones, tal informe podría
representar parte del trabajo final de un artículo o las ideas centrales en una tesis.
El ensayo es un intento por acercarnos al entorno del tema, generar una explicación
de cómo el que escribe el ensayo analiza el mundo de posibilidades en relación al
tema. Uno de los principales valores con que cuenta el ensayo es la expresión
personal, una responsabilidad juiciosa sobre el entorno, una interpretación personal
de la realidad de cómo el autor analiza las obras.
El carácter didáctico e informativo del ensayo le da un toque especial , sobre todo
si consideramos que ese carácter didáctico radica poner lo complicado en terrenos
sencillos y no solo en conocimientos complicados.

Ensayo científico
Mas propiamente, el Ensayo Científico muestra una clara visión de los contenidos
de las obras en relación a un tema, pero a demás, incorpora el juicio del por qué es
relevante lo que un autor menciona, por ejemplo, el ensayo podría destacar la
información de un autor con respecto a otro a través de diversos mecanismos como:
marcar las ventajas de un modelo ideológico, presentar la incompletes o completes
de la obra y en el peor de los casos, pero no menos usado en la redacción del
artículo científico, la confrontación de dos corriente o de dos resultados.

Metodología del ensayo


La metodología usada en la redacción del ensayo tiene dos vertientes una es la
parte objetiva (o científica) y la sujetiva (o literaria). Así, el ensayo siempre cuenta
con la parte científica porque relaciona los hechos y la parte subjetiva o literaria por
contar con el juicio critico del ensayista. El ensayo es, entonces, la unión casada de
dos mundos: el de la ciencia y el de la originalidad del ensayista.
El ensayo no es una innovación de un tema sino una construcción de entes
generados en base a la experiencia que el ensayista ha tomado de su realidad,
entonces, es el ensayo una forma particular de acercarse al mundo; para dos
ensayistas la concepción del mundo puede ser diferente, es aquí lo cognitivo deja
de ser menos que relevante para incorporase a lo epistemológico, es decir, a la
concepción propia de entorno del mundo que el ensayista ha construido del tema.

Versatilidad del ensayo


El ensayo hace la incorporación en diversas disciplinas, es el ensayo el espacio en
el que caben todas las diversas disciplinas del conocimiento humano, existiendo
tratados sobre ensayos desde ensayos de filosofía, ciencia, arte religión , arte,
política, etcétera. La convergencia o divergencia de enfoque no solo se pueden
presentar en el ensayo para un mismo tema, sino que, se puede generar la
convergencia de diferentes áreas del conocimiento para abordar una problemática.
El ensayo puede ser de profundidad o superficial, el cual dependerá del enfoque
que se le de al trabajo.

Partes del ensayo


El ensayo cuenta con tres partes importantes en su estructura: el planteamiento, el
desarrollo y las conclusiones. En el planteamiento, se cuenta con la exposición del
problema y la tesis que se ha de defender en el desarrollo, la segunda parte. Es el
planteamiento lo que la mayoría de ocasiones se presenta como resumen (abstract)
en el artículo científico. El la segunda parte, el desarrollo, se presenta la defensa de
la tesis a través del análisis de los juicios que giran entorno a las posturas que tiende
a defender la tesis, en la última parte, la conclusión, se estructura a través de
regresa a la primera parte, el planteamiento del problema, con la finalidad de resaltar
la importancia de los hechos que validaron la hipótesis, para finalmente atar cabos
y dar una respuesta a las interrogantes planteadas.

Relación con el título del ensayo


Juzgado el ensayo como obra literaria, debemos igualmente tener presente que la
relación del título con el resto del ensayo es también una relación puramente
literaria. En un tratado filosófico, crítico o histórico, por ejemplo, el título tiene
necesariamente que corresponder al contenido y de hecho así sucede; el título tiene
en estos casos únicamente un valor informativo, y tanto mejor será, cuanto con más
exactitud identifique el contenido de la obra que encabeza. En el ensayo, su función
es literaria; por lo tanto, aun cuando en muchos casos el título, en efecto, da una
indicación, más o menos exacta, del contenido, no siempre sucede así, ni un título
es mejor o más apropiado porque así lo señale.
Montaigne, que en esto como en tantos otros aspectos del ensayo, fue consciente
del valor estético de tales recursos estilísticos, señala: "Los títulos de mis ensayos
no siempre abarcan la materia; a menudo ellos la indican únicamente por alguna
señal... Hay obras en Plutarco donde él se olvida del tema, donde el propósito de
su argumento se encuentra sólo incidentalmente, sofocado en materia extraña: Ved
las salidas en 'el demonio de Sócrates'; ¡Oh Dios, qué escapadas tan gallardas, qué
variaciones de belleza, y tanto más cuanto más casuales y accidentales se nos
presentan! Es el lector descuidado el que pierde mi tema, no yo" (973). Y así sucede,
en efecto, en la obra de Montaigne, uno de cuyos ejemplos más notables, como
hemos señalado ya varias veces a lo largo de este estudio, es el de "Los coches",
en el que se establece un marcado contraste entre lo trivial del título, a cuyo tema
se dedica sólo una atención muy marginal, y lo profundas y variadas de las
reflexiones que en él se incluyen. En el ensayo "Sobre la fisonomía", cuyo título se
refiere a la fealdad física de Sócrates, apenas se trata el tema hasta el final, si bien
el ensayo comienza con un elogio de su carácter. En fin, dentro de la literatura
hispánica bástenos con recordar el ensayo de Unamuno "Mi religión", exaltación de
su "yo"; o la meditación mexicana de Alfonso Reyes en "Discurso por Virgilio"; o el
sentido panteísta del autor único en "La flor de Coleridge", de Borges. El título del
ensayo, pues, al igual que en los demás géneros literarios, es un recurso estilístico
que el autor emplea consciente de sus efectos artísticos.

Forma del ensayo


Si bien para que el estudio de la forma del ensayo pueda tener sentido, debe
hacerse en su relación con los demás géneros literarios, parece conveniente aquí
considerarla en su aspecto más general, y, en definitiva, preguntarnos si tiene el
ensayo una forma característica. Con frecuencia se ha dicho que el ensayo es en
prosa lo que el soneto en poesía; pero esta comparación, sin duda muy sugestiva,
tiene únicamente valor, y quizás más que nada simbólico, en lo que a la voluntad
de estilo se refiere; es decir, la brevedad del ensayo hace que en él se acumulen
los recursos estilísticos en un intento de perfección estética. Por lo demás, nada
más opuesto a la libertad formal del ensayo, que las estrictas reglas que gobiernan
al soneto. En el ensayo no existe regla, por esencial que nos parezca, que en alguna
circunstancia, sea ésta excepcional si se quiere, no pueda ser suprimida.
La forma del ensayo es orgánica, no mecánica. Por ello, sólo debemos hablar, al
tratar este aspecto, de la forma artística del ensayo, y aquí tienen aplicación las
características ya estudiadas. No obstante, del mismo modo que al tratar de
caracterizar la novela no decimos que la forma dialogal sea una de sus
características, si bien reconocemos que hay numerosas novelas dialogadas, así
también podemos afirmar que la forma por excelencia del ensayo es la prosa, y que
tanto el verso como el diálogo dramático, si no se oponen a la esencia del ensayo,
sí presentan a veces invencibles inconvenientes a la realización de éste.

Extensión del ensayo


Cuando al tratar de una obra literaria prestamos excesiva atención a su
presentación externa, corremos el peligro de olvidar, en el proceso, el verdadero
carácter de la creación literaria, donde la forma es siempre accidental. En el ensayo,
quizás más que en ningún otro género, ha dado pie el aspecto de su extensión a las
más dispares especulaciones. Se ha tratado incluso de buscarle un mínimo de
páginas, sin las cuales no puede haber ensayo, y un máximo que no puede ser
sobrepasado sin que se desvirtúe. Claro está que tales intentos, preocupados sólo
por un prurito de clasificación mediante fáciles referencias externas, olvidan la
esencia misma del género ensayístico. Partamos en las reflexiones de la siguiente
afirmación de Essie Chamberlain: "Una característica corriente en el ensayo es su
brevedad.
El ensayista proporciona un conciso tratamiento de su tema" (XXIII); hasta aquí la
experiencia nos permite estar de acuerdo con lo dicho. Sin embargo, Chamberlain
dice a continuación, al comparar los ensayos actuales con los de épocas pasadas,
"hoy, como el cuento, el ensayo es relativamente breve. Algunas veces es sólo un
fragmento" (XXIII). De este modo, de lo que comenzó siendo una observación
correcta de un aspecto formal del ensayo, se pasó a juzgar, contando tan sólo con
esta medida externa, la característica esencial de su unidad. Además, ¿cómo
explicar la contradicción implícita en tal afirmación? O es un ensayo, o sea, una
totalidad, o es un fragmento, de ensayo si se quiere, pero de ningún modo puede
ser ambas cosas al mismo tiempo. La unidad del ensayo, lo hemos dicho ya varias
veces, no es externa sino interna, no es mecánica sino orgánica; la unidad del
ensayo que debemos buscar es la unidad literaria, la unidad artística. Y ésta es
independiente del número de páginas. Se ha dicho con frecuencia que la extensión
del ensayo debe limitarse sólo a aquello que puede ser leído de una sola sentada.
Aun cuando esta afirmación es comúnmente repetida por aquellos críticos que de
algún modo tratan el aspecto teórico del ensayo, si se analiza detenidamente, se
hace forzoso reconocer que, fuera de un contexto particular, carece de valor
concreto. En efecto, si el ensayo se destina a la generalidad de los cultos, contará
entre su público al lector ocasional para quien diez o veinte páginas es todo lo que
su poder de concentración le permite leer de una sola sentada; pero igualmente
contará con el lector asiduo, cuyo poder de concentración fácilmente llegará a las
cien páginas. En realidad son muy pocos los ensayos que alcanzan tal extensión.
Pero si el número de páginas es más reducido, no se debe a presiones exteriores
de unos posibles lectores, sino al carácter mismo del ensayo, cuyo propósito no es
el de proporcionar soluciones a problemas concretos, sino el de sugerirlas; o de
manera más simple todavía, el de reflexionar sobre nuevos posibles ángulos de
observar un mismo problema.
Esto incita al ensayista a usar con predilección de dos recursos estilísticos:
brevedad en la exposición y profundidad en el pensamiento. Por otra parte, al no
querer limitarse en la exposición de sus pensamientos a un estricto método, que al
reducir su libertad de creación y poner énfasis en una estructura externa podría
convertir su obra en un tratado, prefiere el ensayista, por ello mismo, al hablar sobre
un tema de un modo prolongado, hacerlo mediante diversas calas, en sí
independientes, aun cuando traten un mismo asunto. De este modo, ciertos ensayos
que aparecen en forma de libro con cien, doscientas o más páginas, divididas en
secciones o capítulos, si se analizan, no son uno sino varios ensayos sobre un
mismo tema y agrupados en un libro. Sírvanos como ejemplo a este propósito los
libros de Ortega y Gasset, España invertebrada y La rebelión de las masas, cuyas
diversas secciones, que poseen sin duda unidad artística, fueron originalmente
publicadas en el diario El Sol, y leídas y juzgadas como ensayos independientes,
que sólo con posterioridad se ampliaron y recogieron en libro.

Bibliografía
 Ochoa H. E., N. Zamudio H., B.E. Barragán P., K. A. Acuña L. y T. Torres A.
2007. El ensayo: Herramienta pedagógica de trabajo del estudiante. Morelia,
México.
 Gómez-Martínez, José Luis. Teoría del ensayo. Segunda edición. México:
UNAM, 1992.

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