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Escuela de:

Ciencias jurídicas y políticas

Carrera:
Derecho
Asignatura:
Derecho Penal I

Trabajo Final:
Tema:
Delito De Cuello Blanco

Facilitador:
Lic. Fernando Ozuna

Participantes:
Naysy irisnetty feliz feliz

13-5326

Ana Antonia Ozuna Nolasco

17-2966
 Introducción:

El mundo sigue igual que hace 1.000 años, cada día observamos
continuamente como el ser humano ha variado poco su perspectiva en la
gravedad de las conductas de sus iguales y a quienes tienen en su
consideración.

Además se sigue observando cómo es asumida en reiteradas ocasiones la ley


más natural y antigua, una que gira en torno al concepto de fuerza.

No obstante el concepto de fuerza – o poder debería decir – ha cambiado


levemente con el paso del tiempo y en base a los diversos sistemas
económicos; esto ha ocurrido sin perder la esencia, preservando esa arcaica
faceta de ley natural que nos indicaba que el pez chico es devorado por el pez
grande.

En efecto, sigue vigente la ley del más fuerte.

En pleno Siglo XXI, tal como afirmó Marcelino Camacho Abad en una ocasión,
podríamos afirmar que "Hay clases y la lucha de clases sigue vigente”.

Esta afirmación y teniendo en cuenta el sistema capitalista que nos envuelve


nos lleva a la conclusión de que hay dos grandes grupos el fuerte y el débil, en
definitiva, el rico y el pobre.

Esto crea verdaderas repercusiones en el campo de la criminología y del


Derecho. Contradice la propia afirmación el principio de igualdad más
moderado, quizás no tanto en la teoría pero si incluso en la misma practica
procesal (lo cual procuraremos aclarar más adelante).

Pero este conflicto no es nada nuevo. Ya en la Roma clásica se distinguía entre


Cives, Colonos y peregrinos, así como paralelamente entre nobles y pueblo. En
la edad media y en la revolución de clase social entre patrón y obrero.

Siendo todas las clases privilegiadas – dentro de cada contexto histórico – una
superior a la otra en tanto cuanto poseían más derechos, más y mejores
bienes, así como en muchos casos la comparecencia ante la ley no era ni de
cerca dada.
Por un lado aquellos que tienen poder son más cautelosos en cuanto a sus
métodos, el ocultamiento de los hechos y adecuar sus delitos en torno a la
moneda o con un fuerte elemento monetario en todo caso.

Existe otro grupo – el de los desfavorecidos – quizás con una conciencia


colectiva menor que como afirmamos en un principio “a variado poco su
perspectiva en la gravedad de las conductas de sus iguales y a quienes tienen
en su consideración de tal”; no obstante si bien antes se veía normal el abuso
del poderoso a día de hoy es más recriminable pero curiosamente aún no se ha
calado la peligrosidad total de las conductas delictivas de estos en un ámbito:
El socio-económico.

Como vemos, partimos de una realidad que la evolución más que cambiar,
meramente ha matizado.

Partimos de la figura del poderoso negando el hecho de que el delincuente sea


el sujeto marginal, cuando comprobamos que con los debidos motivos, este
poderoso, es un delincuente igual o peor.
Índice:
– Composición del delincuente de cuello blanco.

– Definiciones del delito y delincuente de cuello blanco.

– Visión del delito de cuello blanco desde la victimologia.

– Impacto y reacción social ante el delito de cuello blanco.

– El control del delito.

– Conclusiones finales.
 Composición del delincuente de cuello blanco

Cuando hago referencia a la composición criminal del delincuente de cuello


blanco puede darse a entender, por problemas de ambigüedad, infinidad de
posibilidades. De hecho tomarlo como la posibilidad más amplia seria lo
acertado pues el delincuente de cuello blanco es particularmente complejo y
pretender sólo abarcar parte del espectro compositivo que pueda tener como
ser humano es un craso error.

Para su composición podríamos atender perfectamente a las teorías generales


de la composición delincuencial y posteriormente sumarle todo el trabajo
desarrollado tras Sutherland sobre la composición, esto es una serie de
tipologías desarrolladas. A todo ello merece la pena añadir un ligero escarceo
con las teorías de la oportunidad.

Centrándonos en la parte general incurrimos en la idea de abordar al


delincuente y su necesidad o elección de delinquir desde la sociología. La idea
en la que nos movemos es que cada sujeto es único y las llamadas <<
interdependencias sociales >> son lo que orientará o dispondrá a una persona
a llevar a cabo conductas desviadas.

Cuando nos referimos al delito siempre hacemos referencia a conductas


desviadas prohibidas. Hablábamos de conductas desviadas por la evidente
primacía de la sociología entre las distintas ciencias que componen la
criminología moderna.

Me merece la pena llamar la atención sobre el desprendimiento de la


biocriminalistica en la composición delincuencial, ya sea la de cualquier sujeto
o los sujetos que son etiquetados como delincuentes de cuello blanco. Quizás
el rechazo parcial de esta teorización se debe a la mala fama por el camino
tomado en la Segunda Guerra Mundial donde estas teorías permitían afirmar
que existía un delincuente nato por su composición delincuencial biológica
promocionando la idea en el legislador de la época de poder evitar riesgos
mediante el Derecho Penal de Autor, el cual rechazo y por ende a las
concepciones biológicas en un visionado amplio.

Ello no quiere decir que haya por mi parte un rechazo en su totalidad, pues
estimo que ciertas composiciones biológicas permiten a un sujeto delinquir pero
no lo condicionan a ello. Un ejemplo claro seria en el caso de los delitos
violentos, el sujeto que segrega más adrenalina de la que es considerada en
cánones normales, conllevando que su actuar se acrecenté en las situaciones
que más adrenalina provoca en él.
Sin embargo en contraposición a estas teorías, estimo que las teorías psico-
sociales si condicionan al sujeto, pues la conexión entre delito y moral que es
casuística favorecen a que sea más probable que un sujeto que ha adquirido
valores sociales contrarios a los que la sociedad requiere para su
funcionamiento sea inducido desde la misma sociedad a delinquir debido a que
al tener valores bien distintos puede ponderar si los suyos deben primar sobre
los del elenco social inhibiéndose o no de delinquir según el resultado de esta
ponderación.

Es decir, secundo la teoría de la sociabilización como piedra angular de la


composición delincuencial de un sujeto. No obstante las teorías sobre los
factores socioeconómicos adquieren para mi escasa validez demostrada en los
delincuentes de cuello blanco que mucho tienen ya. Por el contrario la teoría
del entorno físico como factor me parece una teoría a la par que la de la
sociabilización y en algunos casos creo que supone una re sociabilización.

El delincuente es especialmente predispuesto por un fallo de sociabilización, al


menos así es como las teorías del aprendizaje son las más reconocidas. La
figura más tomada en cuenta – junto a Sutherland – es Akers el cual nos indica
que “en la delincuencia intervienen variables que motiva y variables que
controlan” Es decir las primeras inducen a delinquir y las segundas procuran
evitarlo, a estas últimas las conocemos como instancias de control social
informal y formal – Dándose las ultimas tras fallar las primeras –. Akers no
rechaza las teorías biológicas en su conjunto, admite que en ciertos individuos
pueden hacer presión como en el ejemplo que fue citado anteriormente sobre
la glándula que sobre-excede de adrenalina a un sujeto evocándole mayor
sensación y desenfreno durante la comisión delictiva, pero claro está, ello sólo
puede darse si delinque y delinquir queda más condicionado a un desvalor de
la norma por parte del sujeto – al menos en principio – y este desvalor puede
darse por un fallo en su sociabilización.

Akers nos habla por tanto de la asociación diferencial, la cual consiste a la


exposición del sujeto a lo que él llama “definiciones favorables o desfavorables
a la infracción o respeto de la ley”, esto en palabras menos técnicas es la
adquisición de una serie de valores.

Esta serie de valores se consiguen en el proceso sociabilizado mediante lo que


Akers llama grupo primario en el cual se engloba la familia, los amigos o
cualquier otro a la par. No sólo constituyen para un individuo la palestra que les
muestra referencias, más bien incluso sugieren modelos a imitar. Akers
establece tres conceptos para la influencia de los miembros del grupo primario,
se basa en la prioridad o pertenencia temprana/tardía a la vida social del
sujeto, a la duración de su estancia en la vida social del sujeto así como a la
frecuencia e intensidad dentro de la esfera social del sujeto.
Así pues, un sujeto que su padre tuviese un desprecio manifiesto por los
medios lícitos de obtención del capital y posteriormente se dedicase a robar
golosinas con algún amigo pícaro pero no malintencionado podría en su
adultez haber adquirido lo que en conductas desviadas se conoce como un
carácter innovador; es decir, conoce los medios lícitos para la obtención de
aquello que desea pero no son de su agrado y por ello toma vías alternativas.

Ejemplo de ello sería el banquero que desvía fondos de un cliente o siendo


más burdos que a la hora de guardar dinero a la caja tomase unos billetes para
sí.

Unido a este fallo sociabilizado muchos autores estiman el factor económico en


la composición delincuencial del delincuente de cuello blanco. Le atribuyen al
crecimiento económico la causa de ello así como una estrecha relación a las
épocas de crisis, pero ello no explicaría la incidencia económica en épocas de
bienestar económico.

Personalmente creo y entiendo que el factor económico promociona los delitos


de hurto y robo, pero no lo considero determinante en cuanto a los delitos de
cuello blanco. No obstante conexionado a este tipo de delitos si podríamos
hacer hincapié en la teoría de la anomia de Durkheim que resumiéndola en
poca líneas implica la influencia grave de factores sociales sobre las tasas de
suicido o delitos de cuello blanco debido a situaciones transitorias extremas
como una crisis económica y que disminuyen cuando el bienestar aumenta.
Básicamente en una situación de anomia o ausencia de normas es cuando se
daría la oportunidad – cuestión importante en el delito – para delinquir, pero
sería un aumento de la oportunidad no un factor incitante el cual seguiría
enmarcado en el proceso sociabilizado.

Finalmente entraríamos en el tercer factor que yo he ligado manifiestamente al


factor de sociabilización. Hablo del entorno físico. Es inherente la situación del
sujeto en el espacio y el tiempo para su sociabilización dado que los valores a
adquirir no serán igual en el ámbito rural que en una gran ciudad, así como la
pertenencia del sujeto o su afiliación en una subcultura. Lo más común es que
los valores dados desde la familia, choquen con los del entorno o este sólo los
refuerce y matemáticamente se da lo mismo con aquellos valores obtenidos del
circulo amical o de las ideas subculturales obtenidas, no es lo mismo los
valores que interiorice un sujeto nacido en un ámbito rural, con padres
conservadores, amigos honestos y una des adhesión a la identificación con
alguna subcultura que los valores interiorizados por un chico de una gran urbe,
con padres despreocupados por su conducta, amigos oportunistas y una
identificación para con el nacional-socialismo. Evidentemente el primero podría
incurrir ocasionalmente por motivos económicos en pequeños hurtos de escaso
daño y este último probablemente podría llegar a realizar delitos violentos.
Este proceso sociabilizado en el espacio permite el desarrollo de dos vías: las
experiencias negativas que provocan al sujeto una motivación para delinquir –
teorías de la frustración – y aquellas muestras de las ventajas que conlleva
delinquir – teorías de la oportunidad – que probablemente sean las que más se
adecuen a la composición del delincuente de cuello blanco. Entonces en base
a un fallo de la sociabilización podríamos entender la perpetuación de los
delitos de cuello blanco tanto propios como los impropios. Adelanto pues la
idea de que un delincuente de cuello blanco comete los delitos de cuello blanco
impropios cuando lleva a cabo una ponderación de su fallo sociabilizado –
muchas veces en base a la teoría de la frustración – y sus actuales valores
ofrecidos por la posición que ostenta. Por ejemplo, un delincuente de cuello
blanco no tiene motivaciones para realizar un delito de agresión sexual
pudiendo permitirse pagar los servicios de una prostituta; si llevase a cabo el
delito podríamos afirmar que ponderó una posible frustración con el sexo
opuesto o el deshonor que cree que hay en pagar por ello contra la posibilidad
que tiene de conseguir lo que quiere a golpe de dinero (valores de carácter
materialista). La composición delincuencial del sujeto que es un delincuente de
cuello blanco quedaría por tanto marcada por una serie de circunstancias
internas en su aprendizaje social y una serie de cuestiones externas objetivas
en base a las teorías de la oportunidad, todo ello ponderando las primeras con
las segundas en una resta que aportando un valor negativo conllevaría a la
aparición de un delito de cuello blanco impropio y dando un valor positivo
podría dar un delito de cuello blanco propio. Este fenómeno se debe a que los
delitos de cuello blanco propio tienen un menor impacto social aparente en la
sociedad que los impropios. Un ejemplo claro seria por ejemplo el
archiconocido estos días Rodríguez Menéndez, un sujeto cuya sociabilización
es evidentemente fallida y ha tenido infinitas posibilidades de delinquir cayendo
en delitos de cuello blanco tanto propios como impropios siendo para la opinión
pública lo más flagrante la paliza que supuestamente mandó dar a su hijo y la
pareja de este en aquel momento. Esta idea de la resta de factores
evidentemente no es mía, tan sólo he acudido a sintetizar las teorías ofrecidas
por Delmas-marty el cual nos indica que “los factores psicológicos que están en
la base de la personalidad de los << delincuentes de negocios >>, y que
pueden simplificarse diciendo que consiste en la perversión de ciertos trazos de
carácter que llevan a aquellos a ir más allá y traspasar, así, fronteras de la
legalidad. La meta del hombre de negocios no es la meta del hombre legalista.
Persigue el máximo beneficio económico”. Esto es una serie de factores
internos que como ya decía se le añaden los factores externos que Delmas-
marty divide en dos grupos de agentes que se resumen en por un lado la
incitación al fraude que se recibe del sistema económico social y por otro las
desviaciones que busca el propio delincuente económico potenciadas a su vez
por la debilidad de la llamada disuasión social. Delmas-marty sigue la
concepción del “White Collar” de Sutherland, siendo por ende sus teorías
aceptables en la línea de trabajo que se ofrece en este texto.
Es más, presupongo que mientras que Sutherland se dedica a ofrecer una
definición y examen del delito en sí, Delmas-marty y otros autores se encargan
de dar unas definiciones estandarizadas de delincuente de los de delito de
cuello blanco propias. Entre estos autores está Mergen que nos indica los
principales fallos de sociabilización del sujeto creando un perfil estandarizado.
El delincuente de cuello blanco se caracteriza por: En primera instancia ser una
persona con un carácter materialista, es decir que durante su sociabilización ha
adquirido como valor esencial la supremacía monetaria y la necesidad extrema
para obtener más y más ganancias, llegando en algunos casos a sobrepasar
sus necesidades físicas para resarcir unas que entran más en las psicológicas.
En segunda instancia alude al carácter egocéntrico y narcisista del sujeto,
entendiéndose que se considera ajeno a valoraciones y que en caso de
demostrar cierto altruismo se debe a una pretensión de conseguir ensalzar su
figura. En tercer lugar alude a una inteligencia más pragmática que
especulativa, así como una mayor audacia ello se resumen en la necesidad de
este sujeto de ponderar las circunstancias, Son sujetos que poseen una
capacidad de adaptación social positiva, perfectamente podría tratarse incluso
de psicópatas. Los psicópatas poseen una capacidad social innata por norma
general y la efectividad de un delincuente de cuello blanco psicopático para
sociabilizar es evidentemente mayor que la del delincuente de cuello blanco en
si debido a la inherencia que le produce cualquier sentimiento ajeno. Son Así
mismo personas que instrumentalizan a quien sea si es necesario. Ello
enfocado a los delitos podría evocar que comúnmente no realizasen delitos de
cuello blanco impropio por lo que se conoce como “por propia mano”. E incluso
en ocasiones hiciesen uso de instrumentos no dolosos para la perpetuación de
un crimen de cuello blanco propio como seria engañar algunos accionistas a
firmar unos papeles entre los que figura la cesión de acciones hacia una
persona ajena que a su vez luego le ceda las acciones. Mergen denota además
la capacidad de estos sujetos para enfadarse y estresarse. Ello se debe a que
poseen poca vida interior – o eso dice el autor – y se exterioriza en función de
sus experiencias personales. En mi opinión esta característica delincuencial
podría ser factor determinante en los delitos de cuello blanco impropios tales
como el sujeto que mata a otro que pretende dar el chivatazo sobre sus
movimientos. Perdería en casos extremos su mayor característica
delincuencial: Su capacidad racional. Si en la composición del delincuente de
cuello blanco eran importantes las teorías de la sociabilización, más lo son por
adhesión a su cargo laboral – requisito indispensable para delinquir – las
llamadas teorías de la oportunidad. A un nivel básico las teorías de la
oportunidad nos indican que el delincuente no se inhibe meramente por la
prohibición taxativa de la norma, lo que se conoce en Derecho Penal como
prevención general, el hecho de que este prohibida o no puede ser indiferente,
siendo incluso más condicionante las posibilidades de delinquir de forma
efectiva.
Así mismo una doble vertiente de la cara de la oportunidad también no sólo
indica cuales son las posibilidades sino que además la probabilidad de
establecer métodos o contar como ayuda. A esto se le conoce como carrera
criminal y acceso a oportunidades ilícitas. La teoría de la oportunidad a nivel de
carrera delictiva, en cuanto a los delitos de cuello blanco posee ambas
modalidades. Posibilidades y oportunidades. Siendo en estas últimas
destacables la posibilidad de incurrir en el caso de los mentores y la teoría de
los sistemas de oportunidades diferenciales. Comencemos por las
oportunidades – de momento –, precisamente porque para los delitos de cuello
blanco es muy importante esta faceta, de hecho, es una gran condición que se
dé la oportunidad de entrar a ciertas esferas para poder efectuar los delitos de
cuello blanco propios. Como he comentado antes, una de las dos variables es
el llamado caso de los mentores que fue desarrollado por Sutherland en su
investigación sobre el ladrón profesional. Una posibilidad es la figura del
asesor/mentor, un tercero que da las indicaciones al sujeto para delinquir, le
enseña a timar, engañar, mentir y robar sin tocar el dinero. Es el encargado de
un proceso resocializador o meramente de producción de un fallo sociabilizado
en caso de que el mentor fuese la persona a cargo del sujeto desde su
infancia. Esta vía es poco usual quizás en los delitos de cuello blanco a primera
vista, pero si analizamos las redes de timo cobra su sentido en la medida que
el experto trae consigo personas a su cargo para que obren junto a él y para él,
estas personas a su vez son aprendices de delincuente que adquieren
experiencia; ejemplo de ello sería una empresa fraudulenta que no fuese
descubierta y al morir el mentor que sería el presidente de esta, sus aprendices
se dispersasen empezando a poner en práctica lo aprendido para sí,
habiéndose generado ya la oportunidad de haber tomado parte en los círculos
de este señor y habiendo así tejido los suyos propios. Por otro lado la teoría de
los sistemas de oportunidad diferencial cuyos exponentes principales son
Cloward y Ohlin. Estas teorías indican que no es suficiente con la voluntad del
sujeto que posee una conducta desviada para que pueda delinquir, necesita
además la posibilidad de obtener una oportunidad real para hacerlo. Es por
tanto que esta teoría se encarga de establecer las motivaciones del crimen
organizado dividido en tres subculturas: La subcultura criminal dedicada al
hurto, a la extorsión y otras formas ilegales de obtener beneficios económicos;
la subcultura del conflicto que gana estatus por medios violentos y la subcultura
del retraimiento que se centra en el consumo de drogas. Así mismo incluyen la
teoría de los medios, siendo en el delito de cuello blanco necesitados varios
medios a los cuales ya se dieron alusión en la definición del propio delito.
Como vemos no basta con pretender robar dinero mediante timos, se requiere
de la oportunidad de hacerlo, al contrario que un delito violento o una agresión
sexual que sólo requiere la posibilidad. Pero para la consecución de un delito
no basta con la mera oportunidad genérica, se debe dar además un enfoque de
esta en algún ámbito mediante la posibilidad y la motivación.
La motivación nos dice Sutherland y posteriormente Arkes, podríamos
encontrarla en la teoría de la asociación diferencial. Es decir el delincuente de
cuello blanco delinquiría en función de las definiciones que permitirían su
menoscabo subjetivo a la norma. Todo se resume a un fallo de sociabilización y
su consecutiva unión noxal a la teoría de la oportunidad. En definitiva el
delincuente de cuello blanco en su composición delincuencial, sería un sujeto
materialista, sociable, instrumentalista, de mentalidad pragmática, con
oportunidades tales como su inclusión en altas esferas, conocimientos técnicos
de la economía y a veces del fraude en si. Todo ello lo motivaría y habilitaría
para llevar a cabo delitos de cuello blanco propios. Pero esto sería insuficiente
para explicar los delitos de cuello impropios, que tal como ya auguraba poseen
una dimensión compositiva ligeramente superior a lo que serian llanamente los
delitos comunes, y esta dimensión seria aportada por las circunstancias
personales del delincuente que podría subsanar sus motivaciones mediante el
empleo de dinero. Si bien la explicación podríamos encontrarla en las teorías
de la frustración como ya apunte y en una superación del fallo sociabilizado
sobre el autocontrol. La teoría del autocontrol nos dice que delinquimos por un
exceso del control, es decir la pregunta no es porque delinquimos sino porque
no lo hacemos y la respuesta se encuentra conexionada a la inhibición propia
de la sociabilización. Entonces cuando falla el autocontrol y la frustración como
motivo delincuencial impera, da igual que se pueda satisfacer la motivación
mediante el uso de dinero, el sujeto en cuestión realizará una ponderación que
dará una resta negativa que le inducirá a delinquir en ese delito vulgar que
normalmente se explica por falta de medios económicos y sociales. Incluso la
posición socioeconómica será una variable para la consignación de delitos que
no son de propia mano, tales como la venta de drogas, la prostitución forzada,
las palizas por encargo y un largo elenco que produce beneficios económicos
al sujeto pero que no son atribuibles propiamente al ejercicio de su oficio ni a
su posición social. Así mismo, los delitos que son de primera mano, como los
robos, violaciones y homicidios, no responden más que a las teorías de la
frustración y sólo en la medida que se dan pueden encontrar una explicación a
no encontrar límites en la capacidad de autosatisfacer sus necesidades por
parte del poder económico del propio sujeto. Entonces un delincuente de cuello
blanco poseería una doble composición, de un lado la composición arquetípica
que es inherente a una figura y por otro una composición puramente social y
sensible que se recoge en las frustraciones propias que el dinero no ha
conseguido mitigar.
 Definiciones del delito de cuello blanco

Llegar a una definición es un proceso complejo, partimos de la base de la


necesidad de establecer un claro concepto, entendiéndose concepto como la
síntesis lingüística de los caracteres comunes de todos los objetos a los que se
refiere dicho concepto; además se requiere tener claro dichos objetos
comunes.

Especial importancia posee la intensión y extensión que se aplica a este, ya


fuere por evitar cerrar en demasía el concepto o para evitar el llamado
problema de ambigüedad.

Realmente esto que nos parece una tarea mecánica y sistemática no lo es,
entraña una verdadera ciencia teórica tras de sí. Esta ciencia – y procuraré ser
conciso – posee una serie de elementos que se deben resolver para efectuar
una definición valida en el ámbito de la ciencia y es la atribución que se le
otorga al concepto que puede ser formal, empírico, objetivo o empírico-objetivo
y una vez hecho esto establecer su lugar en el campo de la extensión-
intensión.

Posteriormente recae sobre ello la definición que la ciencia ontológica tipifica


en varios grupos que son: Las reales, las conceptuales, las lexicográficas,
estipulativas, redefiniciones y ostensivas. Ahora bien, si conseguimos dentro de
este marco establecer una definición del delincuente en sí mismo, de que es un
delincuente, acabaremos con una definición científica valida.

Pongamos un ejemplo: “Se dice que una persona es un delincuente pues


cometió un delito, o sea, un acto antijurídico que el Derecho o sistema legal de
un Estado califica como tal, y sanciona con una pena.” **

El delincuente es pues un objeto de estudio empírico-objetivo y esta definición


es una definición tanto conceptual porque nos indica cual es el concepto de
delincuente, así como ostensiva porque nos indica a que se le aplica dicho
termino y en última instancia podríamos afirmar que es una definición
estipulante pues es actual y deroga a las antiguas definiciones de delincuente.

Así pues hemos resuelto el problema del concepto y la definición; y ahora


procedemos al de la extensión e intensión. Esta sólo se puede resolver dando
definiciones correlacionadas, el proceso es el mero encaje de varias muñecas
rusas para ser aunque coloquiales bastante gráficos al respecto.
 Permítanme darles una definición rápida sobre el delincuente
menor.

Seria delincuente menor aquella persona que cometió una falta que es al igual
que el delito un acto antijurídico de menor importancia que el Derecho o
sistema legal de un estado califica como tal y sanciona con una pena
evidentemente mínima. Como vemos hay una proliferación de extensión hacia
intensión en el concepto, matizando el concepto, así como a quien se aplica.
Entonces, basándonos en este precepto la primera persona en darnos una
definición aceptada mayoritariamente ha sido Edwin H.Sutherland.

La teoría elaborada por Sutherland tenía un fin evidente, es una teoría critica
hacia las teorías convencionales de la delincuencia, siendo en especial la
principal crítica hacia la teoría del etiquetamiento o Labelling approach.

Esta teoría es representada por Howard S. Becker, siendo su objetivo central


estudiar como la sociedad a través de sus agentes de control, reacciona
negativamente y etiqueta a los transgresores de las clases bajas y minorías.

Hasta la fecha las teorías pretéritas se habían dedicado a afirmar que las
clases marginales eran aquellas propensas a delinquir y Becker afirma que
ningún acto es desviante de por sí, sino que es desviante cuando hay reacción
negativa de la sociedad siendo en el acto estigmatizado el transgresor, así
añade la idea de que dicho etiquetamiento conlleva la creación de la
delincuencia acuñándose desde los seguidores de esta teoría la frase de “Las
cárceles son escuelas del crimen”.

Realmente la teoría del etiquetamiento hace un intento de definir las causas de


la delincuencia, pero sólo consigue asegurar que las minorías son los
considerados delincuentes y no aporta soluciones.

Comprendamos además que en ese momento el criminal era aquel que era
condenado a prisión y eso no era típico en personas de alto poder monetario.
Es decir, un delincuente es una persona que etiquetamos como tal y a través
del proceso estigmatizador que supone la prisión. Sobre estos dos
presupuestos se mueve Sutherland cuando en la 34º conferencia presidencial
anual de la American Sociological Society en 1939 presenta su término bajo en
un trabajo denominado <>.

Sutherland investiga los crímenes cometidos por profesionales y hombres de


negocios, de poderosos que poseen una etiqueta positiva, que no pasan por el
proceso estigmatizador y siguen delinquiendo.

Es así como debilita los argumentos de las teorías convencionales de la


delincuencia así como poner de manifiesto la diferencia de la aplicación penal
entre este tipo de crímenes y otros. La primera definición básica que otorga es:
“Un delito cometido por una persona respetable y de alto estatus social en el
desempeño de su ocupación”. De esta definición se saca como objeto o
concepto que el delincuente de cuello blanco es aquel – valga la redundancia –
que comete delitos de cuello es blanco, es decir, un delincuente de cuello
blanco es una persona de buen estado socio-económico que comete delitos a
través de su oficio o cargo; por extensión entendemos pues una persona y en
intensión que deba poseer un cargo/oficio y además usarlo como vía para
delinquir.

La definición de Sutherland por tanto es que el delito de cuello blanco equivale


al fraude y por de ello se desprende que el delincuente de cuello blanco es una
persona que se vale de la confianza de los demás para delinquir lo cual le
habilita para llevar a cabo delitos de falsedad económica y duplicidad en la
manipulación del poder.

Sutherland despertó un verdadero interés en esta tipología delictiva, desatando


tanto en Europa como en estados unidos cierta intención de los criminólogos y
sociólogos para hacer alguna que otra incursión en la materia, destacando
Morris, Clinard, Cressey y Newman entre otros.

Dos autores desarrollan principalmente una de las dos posibilidades que ofrece
Sutherland incluso antes de ofrecerse la teoría del White Collar:

Por un lado destaca en Europa Durkheim que hace clara referencia a los
abusos de poder, él es el autor de la frase <

Durkheim a principio de siglo (1902), ya critica la actitud de los que tienen el


poder así determinados actos que no son muchas veces sancionados, porque
no está claramente fijado el límite entre lo prohibido y lo permitido, lo justo y lo
injusto.

Durkheim establece a mí parecer uno de los mejores principios de relación


social de cara a los delitos de cuello blanco. A ciertos actos los denomina
criminaloides y son precisamente actos que pese a su que técnicamente eran
ilegales, ni los delincuentes ni el público los consideraban delictivos. Es decir,
da a ver ya como la conciencia social no relaciona lo dañoso de ciertas
conductas que les son en principio ajenas pero que a la larga – y sigo en mi
línea de opinión – producen una mayor lesividad al colectivo social, pero esto
ya lo veremos más adelante.

Posterior a la teoría de Sutherland es Braithwaite (1979). En líneas generales


entiende el delito de cuello blanco como los abusos de poder inherentes a los
roles ocupacionales del sujeto. Esto es un refuerzo de la teoría de Sutherland,
uno que englobaría evidentemente a la casta política y la empresarial, dado
que esta ultima puede incidir en la primera mediante el llamado tráfico de
influencias que quedaría dentro de esta definición de delito de cuello blanco.
No obstante, si algo es criticable de Braithwaite es un carácter parroquita. Nos
indica que el poder corrompe y produce delitos. El poder es esa manzana que
Adán y Eva debían haber evitado morder, que quizás hubiesen debido tan sólo
darle una dentada y frenarse el uno al otro.

La característica de esta definición es la afirmación de que una posición


privilegiada abre demasiadas oportunidades de lucro personal, siendo una
posición que permite mover las leyes, ganar confianza, manipular los medios y
toda una serie de oportunidades para ya sea ocultar los hechos o incluso en un
extremo dotar de licitud aparente a lo que bien pudiese ser como se dice
coloquialmente “Todo un atraco a mano armada”.

Pese a que nos indica que “el mal se encuentra en el trono”, precisamente es
incapaz de aportar soluciones, dado que poner a alguien en el poder mediante
cualquiera que sea el tipo de mandato es lo que se conoce como un riesgo
socialmente permitido y necesario para cualquier estado.

En ambos casos tanto Durkheim, como Braithwaite (y por tanto Sutherland)


establecen la necesidad de que el delincuente no sea sólo de una clase
privilegiada sino que ejerza un rol laboral que le permite delinquir. Por tanto hay
una alta conexión de los delitos especiales y la delincuencia de cuello blanco.

Por otro lado autores como Newman y Quinney niegan el tipi cismo de la
pertenencia a una alta esfera o clase privilegiada lo cual amplia en demasía el
termino siendo extensible a cualquier delito especial.

Siendo así aquel señor que expende gasolina y a su vez roba del depósito
seria un delincuente de cuello blanco. Incluso el cartero que roba para si las
muestras de perfume de la suscripción que una señora hace a una revista
mensual y así hasta llegar a límites demasiado absurdos con perdón de lo
descalificativo que pudiese sonar de cara al trabajo de estos señores.

Es por ello, por lo que personalmente – y me da la impresión que la mayoría de


la doctrina – abogo por la definición de Sutherland, pero quizás sin entrar a las
matizaciones de Braithwaite dado que el mero hecho de obtener el poder no es
motivo suficiente para llevar a cabo un delito.

Llegamos a la conclusión pues que el delincuente de cuello blanco es un sujeto


de bienestar socioeconómico, que posee un rol laboral que le permite delinquir
socioeconómicamente. Debo recalcar “socioeconómicamente” pues podríamos
extender demasiado la definición de delincuente de cuello blanco hacia aquel
que posee una buena situación y pese a ello delinque.

Aquí creo que convendría reflexionar un poco y establecer una diferenciación


propia en la definición. Por ello cerraremos este apartado dando una definición
propia del delincuente de cuello blanco.
Un delincuente de cuello blanco es aquella persona que lleva a cabo actos
típicos, antijurídicos, culpables y punibles; perteneciendo a altas esferas,
incurriendo en determinados delitos. A un delincuente de cuello blanco se le
podrían imputar delitos de cuello blanco propios y delitos de cuello blanco
impropios.

El delito de cuello blanco propio seria aquel delito que se lleva a cabo desde la
facilidad de su cargo, empleando el fraude y con un fin evidentemente
económico o político.

Por otro lado el delito de cuello blanco impropio seria aquel efectuado por un
delincuente que habitualmente lleve a cabo delitos de cuello blanco impropio.
La diferencia esencial radica en el sujeto en sí que lo realiza debido a que con
su dinero e influencia podría conseguir cosas que opta por conseguir
delinquiendo, es decir, encontramos una contradicción entre posibilidad y
motivación.

Tomando de base las teorías delictivas anteriores, renegando por ello que las
minorías sean las únicas en realizar ciertos delitos fundándolo en la inclusión
de lo que he denominado delito de cuello blanco impropio, así como optando
por la definición de Sutherland hemos configurado la descripción tanto de delito
de cuello blanco y el delincuente de cuello blanco respondiendo a las
cuestiones de concepto, definición y extensión/intensión.
 Visión del delito de cuello blanco desde la victimología.

Siempre hemos tenido un concepto de victima bastante cerrado, siendo la


victima aquel que recibía el daño. Tradicionalmente el daño siempre se palpaba
físicamente mediante el robo de unas monedas que estaban en el bolsillo del
delincuente o el cadáver yaciendo en el suelo. A menudo hemos entendido y se
sigue entendiendo como víctima a aquella persona que el daño realizado por el
delito de afecta de forma directa, dejando de lado a aquellas personas con
relación a la victima real que pudiesen sentirse damnificadas o al menos eso
procura el Derecho Penal, pero la Criminología abarca muchas ciencias y la
etimología de victima hace referencia a quienes sufren adversión procedente
de un acto o persona. De ello se ha encargado la victimología que ha –
mediante el estudio científico – creado todo un sistema de tipificación, atención
y orientación para tratar con las víctimas del delito, así como establecer que
función ejercen dentro del control del mismo.

Según Edelhertz (1970), cuanto más avanzamos en el tiempo más fácil nos es
convertirnos en víctimas de los delitos de cuello blanco. El fundamento de su
opinión se basaba en la exposición de los ciudadanos al abuso, al debilitarse
las garantías dentro de los patrones de distribución y ventas. Exponiéndonos
por tanto a tratar con desconocidos y confiar plenamente en las instituciones
gubernamentales que son quienes nos deben proteger. En base a ello
distingue dos factores que incrementan el riesgo: De un lado tenemos el
avance de la tecnología y la dificultad de su control como en el caso de los
programas de ordenador que han ido convirtiéndose en medios o instrumentos
de la delincuencia económica bastante efectivos. De otro lado tenemos el
continuo incremento de la complejidad de nuestra sociedad, que dificulta la
compensación de las pérdidas sufridas; ya que la victima debe calcular primero
si le compensa la pérdida de tiempo y dinero que deberá gastar en un proceso,
esto es todos los gastos relativos a la consecución de un proceso Civil que
además puede ser fallido para el sujeto. Sabemos que hay altos riesgos, pero
dentro de ese riesgo habría que dilucidar hacia quien se dirige el delito.

En principio, todo el mundo es posible víctima ideal y sin conciencia de víctima


de este tipo de delitos, pero pese a ello, hay ciertos individuos e instituciones
que poseen mayor probabilidad de serlo en el aspecto concreto del impacto
físico del delito. Geis dice que la victimización de una persona se producirá en
medida de dos factores como son la necesidad o no del delincuente de elevar
su posición o si este cree que debe infringir la ley. En la medida que eso ocurra
el delincuente percibirá la víctima más vulnerable y adecuada a las
necesidades que quiere cubrir y rara vez la victima adquiere conciencia de tal o
la inclinación para percatarse de ello.
Ello permite distinguir dos posibilidades los grupos desfavorecidos a los cuales
se le provoca el llamado fraude al consumidor y por otro lado a las personas
cuya posesión le es valiosa al delincuente de cuello blanco como pudieran ser
las acciones de una empresa. He aludido a que la víctima no posee conciencia
de tal y esto se enfatiza en la relación entre delincuente y víctima. La cual es
una relación carente de violencia directa, basada en la manipulación y
desconocimiento de la victima de las intenciones reales del sujeto. Incluso en
muchas ocasiones se da la despersonalización como en los delitos
patrimoniales a una administración.

Tomlin nos indica cuatro factores que resumen la relación entre el delincuente y
la propia víctima y de un delito de cuello blanco: Ingenuidad por parte de la
víctima, previsible retraso por parte de la víctima en darse cuenta de su
condición de tal, la codicia del delincuente y la creencia del delincuente de que
no será detenido por ese delito. A ello posteriormente se le añaden varios
elementos referentes a la cooperación, negligencia o descuidos de la victima;
los cuales producen que la actitud del delincuente quede como reprobable en la
medida que la victima pierde esa connotación de victima sin conciencia de
victima que permitía la consecución del delito bajo la definición exacta dada por
Sutherland, esto es un delito obrado desde la confianza plena de la víctima.

Entorno a ello se dan varias definiciones tipológicas de víctima de delitos de


cuello blanco siendo las más comunes las de Tomlin y Delord-Reynal.

Tomlin lo que hace es diferenciar a la victima por su carácter especifico


estableciendo como victimas al individuo como victima de fraudes, a la
empresa que es la victima primaria quedando el público relegado al papel de
victimas secundarias, a las instituciones gubernamentales mediante los fraudes
que dañan al conjunto social, el orden internacional mediante los juegos de
poder que conllevan la manipulación del orden y la sociedad en sí que siempre
recibe el daño en su estructura.

En cambio se aventura un poco más haciendo tipologías según la relación


delincuente-víctima y considera al Estado una víctima especial. Abre tres
categorías: La primera es la victima voluntaria del delito, que mantienen una
relación de victimización a manos de estafadores y especuladores, siendo a su
vez cooperadores quedando relegada su ingenuidad a una falta de destreza
que se ve superada por la del delincuente. La segunda categoría es la de la
víctima que no toma parte voluntaria en el delito, es decir, las víctimas del delito
corporativo como son las quiebras organizadas o las disoluciones fraudulentas.
Dentro de este grupo merece mención la víctima inocente, que es aquel
consumidor víctima de relaciones laborales a las cuales se ve expuesta
forzosamente.

La tercera es el Estado como víctima, el cual es la mayor víctima de todas. Se


le agrede desde multitud de fraudes y en ello se encuentra una paradoja pues
el propio Estado es quien posee los mejores medios de autoprotección pero no
los emplea. Además los delincuentes no se ven como tal al delinquir contra un
ente abstracto y opresor como es el Estado en su concepción. Por ello diríamos
que es un caso especial por su relación difusa entre delincuente y víctima. De
todo ello se dilucida que en el delito de cuello blanco hay:

A) Una víctima individual o afectada

B) Una víctima genérica que es el Estado y cuando se ataca a esta victima


genérica se produce

C) Una víctima colectiva que son los ciudadanos.

 Impacto y reacción social ante el delito de cuello blanco

Es evidente que los delitos de cuello blanco impropios producen el impacto y el


efecto reactivo social que pudiese tener ese mismo delito hecho por otra
persona que no perteneciese a tal denominación. Incluso parece que ese tipo
de delitos no cobre mayor importancia por el hecho de que los desarrollé dicha
persona y además que parecen a la opinión pública mucho más dañosos que
los delitos de cuello blanco propios. He decidido a bien, dilucidar entre la
diferencia de impacto y reacción social, pues muchas veces no son términos
conexos, habiendo una desproporción dado que el primer termino es un ente
entre lo físico y la realidad creada y el segundo es meramente una realidad
creada única en multitud de ocasiones a la concepción moral de los individuos.
Para cualquier sujeto, el homicidio de un ser querido tendrá el mismo impacto
físico que es la perdida de la vida de dicho ser querido y a su vez un impacto
psicológico que no será igual en cada sujeto debido a su afinidad a dicha
persona. Por otro lado el elenco de la sociedad reaccionará según la época y
las sensibilidades propias de una forma u otra ante un hecho que le es
relativamente ajeno. Aquí a mi parecer radica la peligrosidad del delito de
cuello blanco, pues a diferencia de muchos delitos posee una desproporción
exagerada en cuanto a su impacto y a la reacción social, que cada vez y
gracias a los medios de comunicación va proporcionándose con la
contraposición de que estos medios enfatizan los delitos de sangre a un sobre
exceso que produce la inseguridad ciudadana, que es además acrecentado en
una de las figuras con más posibilidad para ser sujeto activo de los delitos de
cuello blanco, la cual es la casta política encruzijandonos en una cuestión
retorcida como es la adquisición de reacción social genérica en aumento y una
desconfianza hacia los legisladores que son los que deben seleccionar una
política criminal en base al impacto social de los delitos, impacto social que
estos confunden con la reacción social, formulándose un verdadero galimatías.
Por estos motivos, he decidido hacer esta pequeña diferenciación que me
permitirá explicar los dos polos que resultan de un delito, y en especial, del
delito de cuello blanco. Tenemos pues dos términos que analizar y
evidentemente cuando hay que comenzar algo es mejor hacerlo por el
principio. El termino reacción, implica que previamente debía haberse
producido una acción, es por ello lógico que comience a dilucidar las
cuestiones del impacto del delito para posteriormente contemplar esa
desproporcionada reacción lo cual es uno de los retos a superar por la
jurisprudencia y no sólo para ella, sino también para la sociedad que no es
consciente del daño y la posición que otorga a los delincuentes de cuello
blanco al ser tan permisivos respecto a su reacción frente al delito que provoca
a su vez ineficaces técnicas legislativas para la protección del bien jurídico que
usualmente lesionan o menoscaban; esto es evidentemente el patrimonio.

El patrimonio en pleno siglo XXI se ha equiparado a otros derechos de alto


rango, el motivo quizás sea un sistema capitalista que no te permite escalar
hasta la cúspide sin mejorar tu patrimonio. No quiero decir que sea igual que el
derecho a la vida, simplemente que se le toma un valor a nivel parecido por la
sociedad, siempre y cuando se trata de su propio patrimonio. Sutherland definió
el impacto del delito de cuello blanco de la siguiente forma: <> La concepción
del impacto del delito ya venía determinada por el propio Sutherland que
distinguía entre el impacto económico y el impacto físico del propio delito, lo
cual sería equiparable a las realidades creadas y la realidad física
respectivamente. El impacto económico es la afectación que tiene el propio
delito en la estructura económica del país, es un menoscabo del bien jurídico
patrimonial en su conjunto al provocar distintas variables negativas de cara a la
estructura estatal o interestatal en función del delito. Es por tanto uno de los
mayores riesgos por la adhesión del delito a la necesidad de ejercer un cargo
que por norma general es público o bien de cara al patrimonio público o con
repercusiones en este como pudieren ser las de empresas subcontratadas
desde la administración pública. Sutherland funda su impacto mediante una
investigación comparativa de delitos comunes a delitos de cuello blanco donde
nos dice textualmente que “Mientras que el robo de un millón de dólares
apenas existe, los estafadores que lo hacen por esta cantidad no son más que
poca cosa dentro de los delincuentes de cuello blanco”. La peligrosidad
conceptual es la variación patrimonial que producen, y las consecuencias no
inmediatas que se produce de ello como puede ser la caída en crisis
económicas. Estas consecuencias dadas del impacto económico se enlazan al
impacto físico del propio delito que también es dado por Sutherland como
cabeza indiscutible de variedad de autores. Sutherland considera que el daño
físico del delito de cuello blanco provoca más daños y muertes que otros delitos
y realmente quizás no sea sino daño colateral en vez de causa, no obstante
habría cierta relación muy pobre entre el suicido de un sujeto y una estafa para
la imputación de un homicidio. Lo que si sería posible haciendo uso de las
teorías del riesgo desarrolladas por el Ilustrimo C. Roxin sería la imputación de
un homicidio imprudente si entendiésemos entre el delito de cuello blanco una
relación directa a la muerte del sujeto por medio del impacto físico que se
acomete con dicho delito. No obstante, fuera de esta especulación propia, lo
que realmente Sutherland nos indica son los daños físicos del delito de cuello
blanco desde los campos corporativos y de la ocupación médica. Siendo las
corporativas aquellos daños producidos por la infracción de reglas de
seguridad, tanto en el trabajo como en la producción, así como el
incumplimiento de las normativas medioambientales; y en cuanto a las médicas
el reparto de horarios, los tratamientos lucrativos pero innecesarios, el
curanderismo y una amplia gama de actividades que sólo son posibles
mediante la oportunidad que ofrece el oficio.

Así pues realmente el impacto no es un hecho de daño aislado, sino que


trasciende al sujeto en cuestión al cual se le lesiona para menoscabar todo el
sistema mediante la consecución sistemática de este tipo de delitos. A su vez
produce daños particulares que pueden conllevar a situaciones trágicas que
presentan problemas de imputabilidad. Pero ya no sólo el impacto es
económico y personal. La unión de ambos en reflejo de lo que se puede
apreciar crea algo llamado “Anomia” a lo cual aludimos en la teoría diferencial.
Esta anomia se enmarca dentro del daño social del delito. El daño social se
enfoca en las relaciones del poder. Mediante la creación de anomias se
erosiona la base moral de la ley, sembrando desconfianza en los
representantes o gobierno, así como en otras instituciones sociales, poniendo
en peligro el sistema de libre mercado, la sociedad libre y dando pie a la
racionalización de otro tipo de delitos. En definitiva efectúa un menoscabo
mayor del orden social de lo que pudiese producir cualquier otro delito. La
creación de esta anomia generalizada toma su fundamento en el sujeto que
delinque, el cual posee una posición de respeto y reconocimiento, que al ser
empleada para delinquir produce cierta desconfianza en el y sus iguales. Es
por ello que según Sutherland el mayor riesgo de este delito no es sólo la
desestructuración económica sino también la social. Pese a ello la reacción
social se basa en el primer tipo de impacto, el llamado económico. Esto es uno
de los retos de la criminología y la ciencia penal moderna pues la valoración
social de un delito es sinónimo de una protección mayor o menor. El problema
de la reacción social podemos aclararlo bajo el concepto de delito ajeno. Un
delito ajeno seria aquel que nos aporta la sensación de no dañarnos, esto es
en el caso concreto de los delitos de cuello blanco o los hurtos incluso. Muchos
delitos tienen como único afectado a los sujetos que se victimiza y es por ello
que el resto de la sociedad sólo reacciona a ellos a dependencia del bien moral
que lesiones, evidentemente no es lo mismo bien moral que bien jurídico, cosa
que debía aclarar para evitar confusiones. Un hurto, una violación o un
homicidio son delitos ajenos siempre que no ocurran en nuestros círculos
primarios y secundarios. No obstante el delito de cuello blanco entendido en su
concepto más amplio es un delito de afectación plural que se encauza en
determinados sujetos de forma aparentemente ajena. Procuremos ser gráficos.
El político que roba muchos millones, este roba a una institución llamada por
ejemplo Ayuntamiento de Marbella, la victima aparente del delito es el
ayuntamiento de Marbella que ha perdido el dinero que le hacía falta para
establecer mejores, no obstante los ciudadanos que ya contribuyeron con su

dinero iban a perderlo – en apariencia – igualmente y por tanto el robo a


primera instancia no parece modificar sus vidas mediatamente y por ello el
daño parece un tanto ajeno. Ello repercute en la reacción social que no es ni de
cerca equiparable a la sucedida mediante la trágica muerte de alguna menor
que realmente les es un delito ajeno.

Aquí radica la peligrosidad, en una reacción social pasiva y para nada


contundente, que a su vez adquiere una desconfianza en los cuerpos político y
judicial incluso al considerarlos potenciales delincuentes de cuello blanco. Otro
gran problema de la reacción social seria que las personas que realmente se
creen más ajenas aún – la ciudad vecina por ejemplo – también son víctimas
del delito y reaccionarán con mayor pasividad y así concéntricamente según
nos distanciamos del foco delincuencial, cuando realmente como he indicado
anteriormente la peligrosidad de este tipo de delitos es el menoscabo de la
cadena social. Se rompe un eslabón y sin un eslabón el resto cae quedando
deformado.
 El control del delito

El delito siempre ha sido el enemigo del Estado y a su vez su fundamento


punitivo. No existe estado que se precie que no persiga conductas que cree
que puedan producir un daño a la sociedad o simplemente estén mal vistas por
el conjunto social. Esta persecución se lleva desde instituciones, estrategias y
sanciones sociales muy bien mecanizadas con el fin de establecer una
sociedad perpetuada. En la medida que esta perpetuación se da se produce a
su vez un marco técnico dentro del cual se engloban las teorías del control que
precisamente dan explicación a lo que conocemos como control social. Dicho
control social se estudia desde la sociología que lo ha dividido en el control
social informal y el control social formal. Son mecanismos de control social
informal todos aquellos que no están institucionalizados ni siguen una
normativa rígida, esto son todas las instancias educativas que seguimos a lo
largo de la vida, empezando desde la familia, pasando por los amigos y las
distintas etapas escolares. Es lo que ya hemos llamado proceso sociabilizado y
cuyo éxito permite un control del delito antes de su aparición. Por otro lado
están los mecanismos de control social formal que entran en acción una vez
que el informal ha fallado. Estos mecanismos están institucionalizados y son el
Derecho penal, la policía, los cuerpos judiciales y los cuerpos penitenciarios.
En los delitos de cuello blanco también nos encontramos este método de
control del delito, de un lado tenemos el control informal que se encargará de
inculcar al sujeto una serie de valores provenientes en primera instancia de la
familia que le enseñará a tomar conciencia de la cadena de mando así como
varias aptitudes sociales entre las que se encuentran el respeto a las normas
de comportamiento básico, posteriormente será la escuela quien dote al sujeto
de la conciencia de relación entre iguales lo que en caso de no fallar
imposibilitaría la consecución de este delito pues el delincuente de cuello
blanco no ve a su víctima como un igual, si acaso la ve será como inferior y ese
sentimiento de igualdad puede ser determinante para la adquisición de una
empatía para con las victimas que imposibilitará el delito. En el ámbito laboral
se aprende conformismo que es la carencia principal del delincuente de cuello
blanco en su composición delictiva. Los medios de comunicación son un factor
aparte en todo este proceso de sociabilización para el control del delito. Las
películas, videojuegos y comics, a menudo enseñan al menor aún en desarrollo
social una serie de valores que bien por el atractivo de estos medios podrían
sobre imponerse sobre los valores aportados por sus otros círculos si estos se
presentan con un interés leve. Todo ello produce un efecto sociabilizado que
merma las motivaciones de delinquir. Otros teóricos formulan alrevés el
concepto siendo la duda por qué no se delinque y han generado la teoría del
autocontrol que ya mencione anteriormente.
Pero lo cierto es que la teoría del autocontrol toma un buen papel en el proceso
sociabilizado en la medida que los factores podrían educar al sujeto en la
posibilidad de delinquir pero haciéndole entender que eso no está bien, lo cual
produciría un autocontrol indiscriminado o uno selectivo acorde a las teorías de
la posibilidad. Pero lo que sí es ineludible es que una vez fallado el sistema de
control no formal se da paso a los sistemas de control formal que son a mi
parecer los más decisivos en la eliminación del delito, dado que las
características delincuenciales del delincuente de cuello blanco pueden
adquirirse en cualquier momento mediante un proceso de desviamiento dado
por las nuevas influencias o por frustraciones anteriores sumadas a la
oportunidad. Daniel Drew, un delincuente de cuello blanco, dijo: “La ley es
como una telaraña, atrapa a las moscas y a los insectos pequeños, pero
permite que los abejorros se abran paso a través de ella, rompiéndola”. Hacia
clara referencia a la ineficacia del control de delito desde las instituciones de
control formal. A como el rico siempre pasaba sobre el pobre. El fundamento de
su opinión se da en la segregación del delincuente de cuello blanco de los
procesos penales al uso de la delincuencia común, siendo la delincuencia de
cuello blanco sancionada de forma muy leve. Una de las alegaciones comunes
es la similitud de los sujetos. El delincuente en cuestión e incluso propio juez
tienen en común algo; el cuello blanco. A ninguno nos gusta juzgar a los que
tenemos por iguales y eso va implícito en nuestra psicológica, nos es más fácil
castigar a quien no le evoca un reflejo y este hecho es una cuestión
controvertida que algunos autores denominan como causa de la impunidad
penal de los delitos de cuello blanco. No es extraño afirmar que la ley
discrimina positivamente a los delincuentes de cuello blanco. Siendo no sólo
una cuestión de trato diferencial hacia aquellos ciudadanos privilegiados, sino
que la propia situación de privilegio ejerce una influencia determinante en el
hecho de que sean tratados de un modo diferente por la ley o quizás
deberíamos decir en la aplicación de la ley. No obstante Chambliss y Seidman,
en 1971 hablan de la creación de leyes por interés de los privilegiados y no del
interés público lo cual se enfatiza en la determinación legal de ciertos aspectos
que les afectan como bien puede ser el aspecto punitivo. Cabe destacar que
los procesos contra estos delincuentes suelen ser pleitos por daños civiles, son
llevados por inspectores y por consejos o comisiones administrativas, y las
sanciones suelen ser de índole civil y sólo en el extremo se da a percibir la
acción penal. Todo ello produce un proceso – como ya se dijo – de segregación
del delincuente. Sutherland nos dice que esta ejecución de la ley se debe a
varias característicasimplícitas en el propio delincuente de cuello blanco.
Reduce todo al elevado estatus del delincuente y sus influencias, su tendencia
a no recibir castigo percibidle (no lo notan en su capital abundante), el
desorganizado sentimiento moral del público al respecto, el interés de la victima
individual de ver resarcido su patrimonio en vez del castigo del delincuente y el
sesgo de clase de los tribunales y el poder de los delincuentes de cuello blanco
para influir en la ejecución de la ley.
Bisrenbaum y Lesieur nos indican además – y coincido – el porque se da una
aplicación selectiva de la ley. En resumidas cuentas se basa en una
infravaloración de la conducta desviada así como el hecho de que otras de
presunta mayor gravedad se importan y a los medios de comunicación que
permiten mover la significación de muchas conductas desviadas. Esto
explicaría además porque durante épocas económicas se produce un
endurecimiento penal de los delitos de cuello blanco, es decir, el control del
delito se vuelve más férreo. Pero eso no aclara porque el escaso control social
formal desde el ámbito de la amenaza penal. La respuesta viene desde dos
teorías contrapuestas que son el análisis del conceso y el análisis del conflicto.
El análisis del consenso se basa en cuatro presupuestos como son asumir que
toda sociedad es una configuración de elementos relativamente estable, que
toda sociedad es una configuración de elementos bien entregados, que toda
sociedad contribuye a su funcionamiento y que toda sociedad descansa sobre
el consenso de sus miembros. De ello se desprende que la ley es demanda
social. Entonces en la medida que la sociedad no recrimina moralmente estos
crímenes pues la ley no puede establecer amplias penas. Desde esta
perspectiva se entiende que las conductas ilegales de cuello blanco no eran
entendidas como delitos claro, sino como excesos de conductas socialmente
valoradas u que estos delincuentes no encajaban en la tipificación clásica. La
delincuencia de cuello blanco según esta teoría seria una conducta aceptable
en cierta medida según resolviésemos la cuestión de la delictividad del acto en
cuestión y la culpabilidad bajo determinadas circunstancias. Además su
contraposición a la delincuencia común le da una ligera ventaja como es una
real presunción de inocencia. Presunción reforzada por la visión “no delictiva”
de estas conductas, visión que se moldea desde la sociedad en base a su
“reacción social”. Por otro lado tenemos las teorías del conflicto. La cual es una
alternativa más radical que sigue cuatro postulados de carácter negativo como
son asumir que toda sociedad está sujeta a cambio y este es ubicuo, asumir
que toda sociedad experimenta conflicto social igualmente ubicuo, que todo
elemento de la sociedad contribuye a su cambio y que unos miembros oprimen
a otros. Es decir, el conflicto se da entre opresores y oprimidos. Bajo este
entender delincuente de cuello blanco y aquel que juzgan son el mismo sujeto
con casi toda probabilidad. Por ende se produce desde el poder judicial una
opresión a aquel que no pertenece a su clase y mano izquierda para con quien
si pertenece. Esta teoría por tanto nos indica que el origen de la ley radica en el
interés de grupos poderosos muy conexos a la estructura de poder y no al
interés público. Yo personalmente – y esto creo que consiste en mojarse –
abogo por esta última teoría por múltiples motivos, entre ellos que la decisión
popular se toma en cuenta para la perpetuación del poder, lo que se resume en
interés de grupos poderosos. En esta tesitura oscura del control del delito sólo
nos queda preguntarnos algo más y es la cuestión de eficacia mediante la
sanción del delito de cuello blanco, es decir, la llamada prevención especial.
Cabe destacar que hay dos delincuentes de cuello blanco, el que no pretender
tener una carera delictiva y ha delinquido ocasionalmente; y de otro lado el que
delinque corporativamente. Evidentemente la sanción de uno y otro habrá de
ser bien distinta. En el caso de los primeros, sus sentencias les sancionan
ínfimamente, deduciéndose de ello una innecesaria longevidad temporal para
su rehabilitación. De hecho el mero momento de ser arrestado es más
disuasorio para este criminal que la sanción en si. Es el estigma social que le
hace decaer de su estatus lo que provoca la eficacia de la sanción, no la
sanción en sí. En el caso de los segundos, hablamos de sujetos que la sanción
en si sigue sin ser un disuasivo y el arresto igual. Sus sanciones son mayores,
bastante mayores pero en su aplicación se da a mínimos y el sujeto en
cuestión puede permitirse pagarla sin problemas y en rara vez acude a la
cárcel. Ahora en este tipo de delitos se incluye la responsabilidad de la persona
jurídica lo cual no plantea soluciones sino más quebraderos de cabeza pues se
convierte en la perfecta defensa para evitar la responsabilidad individual y el
dinero para pagar la sanción provendrá de la misma fuente. McDermoth (en
1982) opina que la mejor sanción no es la judicial, sino la social al descalificar
al sujeto sobre su ocupación. Es la pérdida de confianza en estos sujetos lo
que produce la imposibilidad de su acción delincuencial y en la medida que no
posee confianza no pueden abusar de su cargo para ello, y esa contramedida
es mayor que cualquier sanción posible. Señala además que los presidentes
corporativos son tratados incluso aún mejor que los propios delincuentes de
cuello blanco y que la acción judicial poco resuelve. En este sentido llegamos a
la conclusión de que el control del delito es insuficiente desde una doble
vertiente. Es insuficiente en la medida que la sociedad en su conjunto no
entiende la peligrosidad total de estas conductas desviadas y no hace esfuerzo
por hacer imperar su dura penalización, así como en la medida que en la
escasa exigencia el poder cercano a la política y la justicia, que es mayor que
el leve reproche mantiene a salvaguarda sus intereses reflejados en los
distintos cuerpos legales Y también es insuficiente en la medida que las penas
no reportan un mínimo de amenaza retributiva ni una resociabilización del
sujeto. Es decir, la prevención especial no se da en su aspecto penal más
esencial como es la pena privativa de libertad. No obstante, esta idea se
enfrenta a la concepción de daño social, pues al entender la sociedad como
poco lesiva estas conductas las punibiliza por lo bajo y ello hace que en base a
la cuestión de la proporción del castigo la pena sea adecuada, pero adecuada
no significa eficaz. El control del delito de cuello blanco a nuestro parecer, uno
de los retos de la criminología moderna y del Derecho penal; así como
evidentemente de la sociología.
 Conclusiones Generales

Hemos observados los distintos aspectos del delito de cuello blanco y su


perpetrador. Se hace hincapié dentro de lo que podía permitirse a un embrión
de criminólogo observar todo desde distintos aspectos.

Los delitos propios e impropios al delincuente de cuello blanco. Pero de poco


sirve observar esto si no sacamos nada en claro. Si no extraemos una opinión
e incluso una mera valoración. En definitiva como se suele decir, toca mojarse.
Lo cierto es que a nivel conceptual el delito de cuello blanco no supone un
problema real.

Todos podemos hacernos una idea de lo que sería dicho delito. No obstante,
siempre que hacemos alusión a estos delitos sólo pensamos en los delitos
socio-económicos, sin prestar atención a otros delitos con victimas individuales
que en su conjunto ofrecen una mayor lesividad social de la que producen otros
tipos delincuenciales que afectan a otros bienes jurídicos. Esto es una de las
mayores causas de la ineficacia de la persecución de este tipo de delitos junto
a la permisión aún a día de hoy de los salones de espera de presión política
más allá del mero colectivo electoral puro y sin desglosar.

Cuando hablamos de salones de espera no hacemos mención a asociaciones


de víctimas, sino a grupos empresariales que influyen políticamente mediante
sus escasas pero bienvenidas aportaciones. La corrupción también es un delito
de cuello blanco y con una persecución difícil de llevar a cabo y un daño social
incluso mayor que el meramente económico tal como abordamos en la sección
correspondiente al impacto del delito.
Otro de los grandes problemas es el problema empático. Muchos sujetos
piensan que si pudiesen lo harían y cada vez, así como los valores que
detentan en su composición este tipo de delincuentes son constantemente
bombardeados a la juventud desde la programación de los diversos canales de
la televisión en la cual salen con total impunidad delincuentes de cuello blanco
reconocidos, lucrándose además del reconocimiento de su condición de
delincuentes. Se les viste de golfos y sinvergüenzas, pero todos a su vez
vemos como campan a sus anchas y como realmente no les pasa nada, y ello
se reviste en la juventud cuya máxima aspiración es ser como ellos,
adquiriendo un carácter materialista en dicha aspiración. El delito de cuello
blanco por tanto no encuentra su respuesta de control en la ciencia Penal, sino
en la ciencia crimininal-sociologica. Es en los procesos sociabilizadores donde
encuentra su mayor Condición o circunstancia.

Sólo desde el momento que abordamos en nuestra conciencia la gravedad de


estos crímenes y lo manifestamos, sólo en ese momento entenderemos la
importancia de educar en valores contrarios a los que promueven estas
actividades.

Como conclusión final, entendemos que este tipo de delitos; nacidos del seno
de la sociedad y el hombre, desde su condición de ser social y sus realidades
creadas como son la misma sociedad y la economía; son delitos que sólo se
pueden abordar desde un único punto, detrás de otra realidad creada: La
educación en valores.
Bibliografías:

o Delincuencia de cuello blanco, José Ricardo Sanchís Mir y


Vicente Garrido Genovés.

o El “delito de propia mano”; Director: Lorenzo morillas Cueva.

o Oportunidad y delito; Alfonso Serrano Maíllo.

o El Delito de cuello blanco, Edwin H. Sutherland.

o Introducción a la criminología; Alfonso Serrano Maíllo.

o Nociones de criminología, Miguel Ángel Núñez Paz y Francisco


Alonso Pérez;

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