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Michel Foucault. Tecnologías del yo y otros textos afines. Barcelona.

Editorial Paidós,
Ibérica. 1990, 152 páginas

Leer a Foucault implica un acercamiento teórico y analítico a una dimensión disciplinar


diversa, en la que se imbrican tanto la filosofía como la literatura, la sociología y la historia
en un afán por conceptualizar y abrir nuevas preguntas sobre los sistemas de pensamiento
moderno en los que los sujetos configuran operaciones desde las cuales podemos analizar
cómo se rige el orden social moderno. Este autor, elabora un análisis genealógico sobre los
procesos y fenómenos relacionados a la dominación, la prohibición, la vigilancia, el
archivo, entre otros, que condicionan un espacio cultural determinado. Desde aquí, se
intentan proyectar y reconstruir “historias” a destiempo, para comprender sus repercusiones
en la actualidad. En este escrito, el análisis histórico profundo radica en responder a sus
preguntas sobre la constitución de un “yo” que es condicionado por medio de ciertas
prácticas y conocimientos sobre sí mismo (propios de la cultura occidental moderna).

El texto en cuestión, está dividido en dos conferencias, en la primera se realiza una


descripción de los procesos de investigación llevado a cabo, para sustentar que la
concepción de la preocupación de sí y el cuidado de sí (finalmente, el conocimiento de sí)
radica en saberes y operaciones existentes desde la edad clásica, reconfigurándose a partir
de las prácticas cristianas del siglo III y IV. La segunda conferencia es un intento por
articular las nociones relacionadas a las tecnologías de poder y las tecnologías del yo,
manifestándola mediante la representación del pastoreo como experiencia de guía,
abnegación y ascetismo. Esta articulación, plantea el interés por estudiar las dimensiones de
la vida social referidas a las prohibiciones, a las renuncias y su relación con la verdad (decir
la verdad implica concebir una verdad sobre uno mismo), que forman parte de la
constitución de un “yo”. En tal caso, el autor plantea preguntas para detonar el análisis ¿qué
es lo que uno debe ser capaz de saber sobre sí, para desear renunciar a algo?, o en otras
palabras, para establecer una relación entre verdad, poder e individuo.

La pregunta plantea al individuo como conocedor, decodificador de sí mismo, a partir de la


prohibición: la verdad y la renuncia, el disciplinamiento, finalmente, prácticas ascéticas.
Esto llevará a una metodología a partir de la hermenéutica del yo, cuyo campo de estudio
no es bien conocido por diferentes razones (no ha sido organizada como un cuerpo de
doctrina; las prácticas cristianas no han sido tan conscientemente historizadas como sus
creencias; una cierta confusión con las teologías del alma, etc.), desde la cual establece 4
tipos principales tecnologías, donde (según Foucault) cada una representa una matriz de
razón práctica: tecnologías de producción, de signos, de poder y del “yo”.

Esta categorización de tecnologías se presenta diferenciada para constituir herramientas de


análisis, pero lo cierto es que nunca se dan por separado, siempre están imbricadas o
entremezcladas (algo muy patente en la complejidad del mundo cultural actual). Así, las
primeras nos permiten producir y manipular cosas, y las segundas constituyen los sistemas
de signos que nos permiten significar. El autor privilegia el estudio de las dos últimas: de
poder y del “yo”, respectivamente, las que determinan la conducta de los individuos, y
permiten a estos mismos “efectuar, por cuenta propia o con la ayuda de otros, cierto
número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta, o cualquier
forma de ser, obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto
estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad.” (48).

De esta manera se propone que la hermenéutica del yo ha estado atravesada por dos
contextos o proyectos históricos paralelos, desde los cuales es posible establecer un análisis
genealógico sobre ellas -la filosofía grecorromana en los dos primeros siglos a. de C. y la
espiritualidad cristiana y los principios monásticos desarrollados en el cuarto y quinto
siglos del final del alto imperio romano-. En este sentido, tanto el "ascetismo cristiano,
como la filosofía antigua" están más alineados con una corriente que versa sobre el
"cuidado de sí”, relacionada al conocimiento de sí como una preocupación central. Así, se
llega a analizar la relación entre estas dos dimensiones en la cultura antigua y cristiana ya
que se constituyen como distintas formas del yo.

Después de un repaso histórico del desarrollo de estas tecnologías en la cultura


grecorromana clásica (segmentado por capítulos, donde se revisa a Platón, Epicuro, o a los
estoicos Séneca, Rufus, Galeno, entre otros) y cristiana se enfatiza una diferencia elemental
que repercute en la forma de concebir el ascetismo relacionado a la renuncia del yo
(aspecto primordial para comprender, por ejemplo, los procesos de modernización
promovidos por los misioneros en América Latina). Dos ejercicio ejemplares son, por un
lado, la exomologesis, exposición pública y martirizante, una manera de presentarse como
pecador ante sí mismo, donde la revelación es una forma de destrucción que muestra el
estado de las cosas para manifestar el cambio profundo del “yo” (85): y por otro lado, la
exagouresis (otro ejemplo de las tendencias estoicas transferidas a la doctrina cristiana) en
la que el “yo” se constituye a partir de la tensión entre la obediencia (del aprendiz en
función del maestro) y la contemplación (propias de la cultura antigua) de uno mismo, es
decir, la verbalización y la renuncia (la práctica ascética) sobre la propia voluntad y deseo,
es decir, el yo. En resumen, estas (la exomologesis y exagoreusis) son formas de
descubrimiento de sí o de mostrar la verdad de uno mismo.

En la segunda conferencia, se establecen relaciones sobre el modelo del pastor y el pastoreo


como figuración del análisis de los procesos de dominio (la relación entre verdad, poder e
individuo comentada al inicio) de los individuos y de los individuos para sí mismos
(tecnologías de poder y tecnologías del yo). La renuncia o el ascetismo del “pastoreo” en la
cultura clásica son distinta de la del cristianismo, ya que en el primer caso, se toman
decisiones por el bien de todos contrariando la individualidad, y asumiendo que este
sacrificio terminaba por dotar de un don extremo, como la inmortalidad. El segundo caso,
está más cerca de la abnegación, ya que todo se hace solo por el bien del rebaño, el pastor
se desvive y cuida de él y de cada individuo.

Este modelo en la tecnología del poder y del “yo” conlleva un impacto transversal en las
formas de entender el poder que es individualizante y totalizante, y que rige el orden social.
Es posible pensar un poder pastoral como metáfora de la forma en que se racionaliza un
tipo de poder muy patente en el cristianismo: “con el fin de asegurar este tipo de
dominación (conocimiento individual) el cristianismo utilizó dos herraientas del mundo
helénico: el examen de conciencia y la dirección de conciencia". Asimismo, el autor
desarrolla consideraciones sobre una razón de Estado del poder, racionalización específica
y diferenciada de la razón científica. El poder no es más que la forma en que se relacionan
los individuos entre ellos y al interior de ellos mismos, el autor establece una pregunta que
trata de superar la identificación superficial de ese poder y sus consecuencias, para él la
cuestión es: ¿cómo se racionalizan semejantes relaciones de poder? (139).

Finalmente, el texto se vuelve pertinente debido a su conciencia y lucidez respecto de


herramientas que permitan desentrañar y analizar (no acabadamente debido a la naturaleza
diversa de los problemas revisados) las operaciones de “poder” que rigen o disciplinan la
conducta en sociedad (resulta esclarecedor el análisis transversal del autor en la cultura
occidental para dar cuenta de su vigencia). En síntesis, la vida cultural (política, económica
e individual) es una dimensión donde el poder o la dominación es algo que está tanto entre
los sujetos como dentro de los sujetos y determina sus propias relaciones de conocimiento y
autoconocimiento. Las tecnologías del yo, revelan que existen prácticas sobre sí mismo que
permiten, a su vez, tomar decisiones condicionadas (intencionales manifestadas mediante
renuncias, confesiones, auto disciplinamiento, obediencia) y relacionadas al cristianismo
como elemento enraizado en los procesos modernizadores occidentales, para constituir y
acomodar la construcción de un yo alineado a un espacio histórico cultural determinado.
Esto resulta esencial para robustecer la reflexión sobre los procesos de subjetivación,
asimilación cultural de ciertas culturas por otras (aculturación), cuyas tecnologías del yo,
operan en directa relación con este disciplinamiento: el orden social a partir de la
hegemonía.

Rodrigo Burgos Pinto


Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Chile
rodrigoburgospinto@gmail.com

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