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Stolcke, Verena (2004). “La mujer es puro cuento: la cultura del Género”.

1. Conceptos claves en el desarrollo de la estructura explicativa: definiciones y o usos.


Verena Stolcke sostiene que el concepto de Género debe entenderse en su desarrollo histórico y
cambiante, en relación a los debates en torno a las nociones de cultura, naturaleza y sociedad. Debido a
que las identidades de género se construyen relacionalmente, para comprender la experiencia de ser
mujer en un contexto histórico concreto es fundamental tener en cuenta los atributos del hombre. A su
vez, la autora manifiesta la necesidad de incluir en el análisis histórico a las relaciones culturalmente
diversas de poder y de dominación para analizar el término género. Al mismo tiempo, no se
circunscribe a una condición universal de “ser mujer' sino también a otros factores -la raza y la clase-
que se intersectan entre sí de manera dinámica.
Para Verena Stolcke, el concepto de Género no puede ser considerado sin tener en cuenta su devenir
histórico y cambiante. También manifiesta la importancia de incorporar en el análisis histórico a las
distintas relaciones de poder/dominación para lograr el análisis del término Género. En este camino
Stolcke incorpora a la condición universal de “ser mujer', elementos como la clase y la raza.
2. Problemas esenciales a tratar y/o preocupación central de la autora.
A partir de los diversos aportes teóricos feministas, una de las preguntas planteadas por
la autora es si “la biología no es destino” en base a que se construyen los significados simbólicos
culturales diversos del ser mujer en relación con el hombre.
En relación a las categorías universales indiferenciadas empleadas por distintas obras de
investigadoras feministas, Stolcke se pregunta cómo se da el proceso de construcción recíproca entre
género y raza. Asimismo, cuáles son las condiciones sociopolíticas qué propician este
proceso.
3. Tipo de recursos utilizados (Disciplinas, enfoques teóricos, fuentes, etc.)
Para el desarrollo de su exposición, Stolcke (2006) realiza un recorrido histórico del concepto de
Género, donde puede verse reflejada la cambiante concepción de la cultura en relación a la naturaleza.
Es decir, expresa las cambiantes relaciones entre mujeres y hombres entendidas como construcciones
culturales en un contexto histórico y social determinado. La autora enfatiza el carácter ambiguo del
concepto de género, el cual es dotado de distintos sentidos y usos.
Afirma que existe una crisis en torno a este término que afirma que tiene que ver con la
crisis actual de las teorías sociales clásicas, y las ideas acerca de la cultura, naturaleza y sociedad.
La historia de este concepto se entreteje entre los movimientos políticos de emancipación
personal-colectiva y trabajos teóricos inspirados en identificar el origen de la opresión y la
discriminación hacia las mujeres como herramientas para la lucha liberadora.
Hacia fines de la década del ´60, las investigadoras feministas escogen la antropología como fuente de
información acerca de las experiencias y representaciones femeninas en contextos sociales, políticos y
económicos diversos. A mediados de los años ´70, a partir de la crítica hacia el sujeto universal
androcéntrico construido por autores de esta misma disciplina, crearon una antropología feminista
donde se puso foco en los dominios y actividades de las mujeres y la representaciones simbólicas de la
feminidad.
Stolcke distingue dos corrientes de la antropología feminista: por un lado las
Antropólogas feministas marxistas –quienes sostenían que la opresión de las mujeres
depende de las relaciones de producción históricas- y por el otro, la corriente estructural
simbólica –quienes sostenían que la desigualdad provenía de patrones universales que
organizan la vida en sociedad. Estas autoras tenían la intención de explicar el poco protagonismo y
valor de la mujer analizando los roles y las diferencias sexuales desde la comparación intercultural
antropológica. Sin embargo, no lograron desprenderse de supuestos biológicos donde consideraban
que la subordinación de la mujer se debía a su función materna. Al mismo tiempo continuaron
empleando dicotomías universales occidentales –las cuales son construcciones culturales e históricas-
para analizar la situación de desigualdad de las mujeres.
En cambio, las feministas socialistas anglosajonas se preocuparon por dejar en claro que la
causa de la opresión hacia mujeres no se encontraba en ellas mismas, sino que se debía a
la dominación ejercida por los hombres, la cual es legitimada por ideologías sexuales. A su
vez, fueron quienes introdujeron el concepto de género en su sentido actual.
La palabra género –traducción de la palabra inglesa gender- fue utilizada por primera vez en la
psicología y la sexología en EE.UU. hacia 1950 hacia un supuesto cambio de postura sobre la
transexualidad y los intersexos.
Las feministas Kate Milley y Germaine Greer recurrieron al término gender proveniente de la
psicología y la biomedicina para diferenciar aquello que es una construcción sociocultural de aquello
que depende de la naturaleza en las relaciones de las mujeres con los hombres. Pretendían enfatizar
que las mujeres y los hombres se construyen recíprocamente ubicados en el entramado de las
relaciones de poder que los constituyen.
Tanto Milley como Greer, citan la obra del psicoanalista estadounidense Robert Stoller (Sex and
Gender, 1968) como fuente del término gender. Este autor considera que aquello que determina la
identidad y el comportamiento masculino o femenino no es el sexo biológico, sino las expectativas
sociales, costumbres y experiencias que se ciernen sobre el hecho de haber nacido mujeres u hombres.
En 1972, la socióloga inglesa Ann Oakley utilizaba el concepto de género realizando una comparación
entre diversas culturas acerca de las distintas maneras en las que hombres y mujeres son formados por
la vida social. Sin embargo, al centrarse en una diferencia de sexos universal termina utilizando el
concepto de género con un sentido dualista heterosexual.
Los posteriores estudios de las diferencias y las desigualdades de género parecen desprenderse de sus
referentes biológicos al afirmar que no todas las culturas representan de la misma forma la diferencia
entre los sexos.
Desde una perspectiva opuesta al dualismo sexual, la antropóloga feminista Gayle Rubin denomina el
sistema sexo/género al conjunto de dispositivos socioculturales que dividen a las personas en dos
categorías sociales incompletas: “hombres y mujeres.”
A comienzos de la década del ´80, el enfoque analítico de los estudios feministas desplaza la conducta o
las actividades de las mujeres en relación a los hombres hacia el género entendido como sistema
simbólico que debe ser estudiado en contextos culturales específicos.
Hacia 1988, Stratherm escribe en su libro The Gender of Gift que entiende al género como un sistema
de clasificación simbólico inscripto en el entramado de relaciones sociales.. No obstante, ha sido
criticada por no incluir un análisis sobre las estructuras de poder y así evitarla forma en que estas
representaciones o ideologías invisibilizan las relaciones de opresión.
Tras las denuncias de opresión racial, sexual, heterosexual y de clase por parte de las mujeres negras en
EE.UU., en los años 1970 se introdujeron nuevos desafíos políticos y teóricos al quebrar la mirada
indiferenciada acerca de la identidad y subordinación de las mujeres. En la sociedad moderna existen
mecanismos políticos e ideológicos que permean las experiencias e identidades de todas las mujeres,
aunque de manera desigual incluyendo otros factores como su condición de clase y raza.
La autora se pregunta cuáles son las condiciones sociopolíticas que propician la construcción recíproca
entre género, raza y clase, donde retoma el concepto de sexo al debate teórico y político. Stolcke
considera que habría que preguntarse sobre las circunstancias históricas en que el dualismo sexual
biológico y la sexualidad pueden tener consecuencias sociopolíticas y de género.
Hacia los años ´8,0, la crítica feminista de la ciencia cuestionó el significado del sexo tratando de desafiar
las ideas asociadas a este como “un hecho biológico dado”.
Fox Keller, agrega otros interrogantes planteando que no debe omitirse la existencia de la naturaleza.
Si el género no puede reducirse al sexo ni la ciencia tampoco será una imagen idéntica de la naturaleza,
se pregunta acerca de cómo puede definirse al género y/o ciencia. Continúa presente la tensión en la
relación entre naturaleza y cultura.
Hacia los años ’90, se transforma la problemática feminista clásica cuando Judith Butler propone la
teoría de la performatividad. Sin embargo, persisten interrogantes acerca de cómo desafiar la norma
heterosexual en contextos sociales e históricos determinados y la posibilidad de desprenderse por
completo de nuestra materialidad sexual.
La autora concluye planteando que la pregunta clave no se limita a cómo se relacionan el sexo con el
género y la sexualidad, sino en qué condiciones históricas y en qué sentido las diferencias de sexo
producen desigualdades de valor y poder entre las personas.
4 Debate: críticas e innovaciones sobre la problemática analizada.
Hacia el final del artículo, la autora afirma que el debate en torno al concepto de género se encuentra
inconcluso debido a su propio carácter histórico y dinámico.
Sin embargo, al hablar de la tensión entre naturaleza y cultura en la sociedad moderna occidental
plantea que la cultura es vista como el espacio de libertad que se confronta con las limitaciones que nos
impone la naturaleza. En este sentido, afirma que la biotecnología surge para transformar lo que está
inscripto en la naturaleza. Los procesos biotecnológicos a través de los que se manipula la
reproducción sexual están cargados de significados y efectos socioculturales, donde se pregunta en
donde queda la función sexual como forjadora de relaciones sociales.

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