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(Del libro "Leyendas Africanas de los Orixás de Pierre Fatumbi Verger y Carybé - Editora
Currupio)
Nanã Buruku es una viejísima divinidad de las aguas, venida de muy lejos y hace mucho
tiempo.
Ogum es un poderoso jefe guerrero que anda, siempre, al frente de los otros Imalés.
Ellos hablan mucho sobre Obatalá, aquel que creó los seres humanos.
Ellos dicen: "Es gracias a sus instrumentos que nosotros podemos vivir. Declaramos que
es lo más importante entre nosotros!"
Nanã Buruku contesta entonces: "No digan eso. Qué importancia tienen entonces, los
trabajos que él realiza?"
Los demás orixás responden: "Es gracias a sus instrumentos que trabajamos por nuestro
alimento. Es gracias a sus instrumentos que cultivamos los campos. Son ellos que
utilizamos para carnear."
Nanã concluye que no rendirá homenaje a Ogum. "Por qué no habrá otro Imalé más
importante?"
Ogum dice: "Ah! Ah! Considerando que todos los otros Imalés me rinden homenaje, me
parece justo, Nanã, que vos también lo hagas."
Nanã responde que no reconoce su superioridad. Ambos discuten así por mucho tiempo.
Ogum dice entonces: "Muy bien! Vas a saber que yo soy indispensable para todas las
cosas."
Nanã, a su vez, declara que, a partir de aquel día, ella no utilizará absolutamente nada
fabricado por Ogum y podrá, aún así, realizar todo.
Ogum cuestiona: "Cómo vas a hacer? No sabes que soy el dueño de todos los metales?
Estaño, plomo, hierro, cobre. Yo los poseo todos."
Los hijos de Nanã eran cazadores. Para matar un animal, pasaron a servirse de un palo
afilado en forma de cuchillo, para carnear.
Los animales ofrecidos a Nanã son muertos y cortados con instrumentos de madera.
No puede ser utilizado el cuchillo de metal para cortar su carne, por causa de la disputa
que, desde aquel día, opuso Ogum a Nanã.
ARQUETIPO
Nanã Buruku es el arquetipo de las personas que actúan con calma, benevolencia,
dignidad y gentileza. De las personas lentas en el cumplimiento de sus trabajos y que
creen tener la eternidad por delante para terminar sus ocupaciones. Ellas gustan de los
niños y los educan, tal vez, con exceso de dulzura y tranquilidad, pues tienen tendencia a
comportarse con la indulgencia de los abuelos. Actúan con seguridad y majestuosidad.
Sus reacciones bien equilibradas y la pertinencia de sus decisiones las mantiene siempre
en el camino de la sabiduría y de la justicia.