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La izquierda mesocrática, la memoria, el “negacionismo”

El anuncio reciente del presidente del congreso Luis Galarreta de que la Municipalidad de Lima
construirá un “parque temático” para honrar y recordar a los militares que cayeron durante el
terrorismo ha generado reacciones furibundas en ambos sectores. Desde la izquierda criolla y
mesocrática se intenta descalificar la iniciativa de Galarreta y Castañeda como un intento
“negacionista” y de pretender “negar los crímenes” realizados por “militares” durante el
“conflicto interno”. Desde el fujimorismo se entiende que la iniciativa es otro paso decisivo
para ganarle la hegemonía cultural a una izquierda mesocrática que desde la organización de la
llamada Comisión de la Verdad y Reconciliación proyecta una imagen que no reconoce ni
otorga mérito alguno a las Fuerzas Armadas en su lucha contra el terrorismo y ha tratado de
imponer una sola narrativa.

No obstante, no debería alarmar que el fujimorismo pretenda construir un relato propio sobre
la actuación de las Fuerzas Armadas porque de alguna manera u otra una historia puede tener
diversos lados, ¿o no? Lo que sí es sumamente alarmante es que se pretenda descalificar la
iniciativa de construir una alameda como un intento “negacionista” sobre los “crímenes de las
Fuerzas Armadas”. Más aún, es un poco atrevido pretender “fujimorizar” a todo aquel que no
esté de acuerdo con la narrativa única que desplegó la izquierda mesocrática desde el
paniaguismo.

Ahora bien, vale resaltar que desde las Fuerzas Armadas o el Ejército peruano jamás se ha
negado los casos de crímenes contra los derechos humanos que sucedieron en la lucha contra
el terrorismo. Pero también vale aclarar que estos casos de crímenes humanos fueron hechos
puntuales y no obedecían a una política institucional. Insinuar lo contrario –que las Fuerzas
Armadas (el Ejército de manera particular) hicieron de la violación de los derechos humanos
un “modus operandis” corporativo- es caer en un terrible yerro histórico. En todo caso hay
militares –oficiales y rasos- investigados, juzgados y sentenciados por aquellos crímenes.

Pero quizá el yerro histórico de la izquierda criolla y mesocrática es haber entregado en


bandeja de plata al fujimorismo la victoria sobre el terrorismo. ¿Por qué? Porque la guerra
contra el terrorismo fue uno de los pocos hechos que movilizaron al Perú y dibujaron los
contornos que nos hacen cada día más nación. El Perú de la puna como de la costa sufrió los
embates sangrientos del terrorismo y entonces surgió una movilización nacional por la
pacificación. Surgió una verdadera movilización nacional que juntó al campesino, al soldado y
al Estado, por primera vez en la historia de la República. Ni en la guerra con Chile se vio
semejante hecho.

Pero no solo eso. Cuando la izquierda mesocrática intenta imponer un solo relato, en realidad
niega el enorme y heroico papel de las Fuerzas Armadas, niega el rol del soldado raso, cholo,
cobrizo, que puso el pecho en las horas más difíciles de la patria. Es decir, se configura un veto
excluyente y exclusivo del Perú oficial contra el Perú real que se batió contra el terrorismo. Si la
izquierda mesocrática habría entendido que las Fuerzas Armadas –en especial el Ejército- es la
institución más popular (de pueblo), menos clasista y racista en la historia republicana habría
entendido la verdadera importancia de la movilización nacional por la paz.
Que existieron crímenes, nadie lo niega. Ni las propias Fuerzas Armadas, pero que se pretenda
insinuar que esos crímenes fueron una política corporativa es un error. Todo lo anterior revela
la enorme distancia entre la izquierda mesocrática y el Perú real.

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