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La fenomenología

Esta estrechamente ligada a lo que es el saber y no de cualquier tipo, estamos


hablando del “SABER EMPIRICO”. Ese que te permite pensar, imaginar y crear
desde tu propio pensamiento.
Ahora bien, cuando pesamos en una composición teatral, imagino a un
fenomenólogo concentrando toda su energía, para llegar a las profundidades de la
composición y generar una imagen teatral llena de vida.

La redondez

Es la cúspide del “yo, el aquí y el ahora”. Es la máxima concentración del ser, no


es algo que pueda ser tangible, ni imaginable, sino algo que puedes sentir en tu
interior. Es una conexión que constituye la mayor fuerza personal. Más lo debilita,
ya que lo vuelve un ser muy individual.

Entonces se puede comparar a los metafísicos con poetas, asociarlos a los


poetas que nos revelan en un verso una verdad del hombre íntimo.

La relación que maneja un metafísico y un poeta nos lleva a profundizar en cada


ser y descubrir que cada persona es un universo. Poder explorar a ese hombre
intimo y plasmar todo su sentir en una imagen poética, llena de vida, misticismo y
sobre todo conectando su cuerpo y mente.

Toda existencia parece en sí redonda


Con el paso del tiempo comprendemos que todo está asociado a la redondez.
Algo que hace parte del “YO”. Refiriéndose a que toda existencia es en sí
redonda, podemos apreciar que, así como la escena tiene un aquí y un ahora, lo
que lleva a cada ser, cada individuo a cuestionar en su interior haciendo que las
cosas del pasado, no afecten su presente.

Con estos cuatro textos de origen tan diferente:


Jaspers: Toda existencia parece en sí redonda.
Van Gogh: La vida es probablemente redonda.
Joe Bousquet: Le han dicho que la vida era hermosa. No. La vida es
redonda.
La Fontaine: Una nuez me hace toda redonda.

Cuatro hombres refiriéndose al mismo tema, pero cada uno desde su propio punto
de vista. Es ahí donde identificamos que la redondez siempre ha sido parte de
nuestro tiempo y espacio. Dando vida al termino y afirmando cada vez mas su
existencia en el ser. Es algo de considerar, ya que todo debe trascender,
evolucionar para un fin colectivo e individual.

Esas imágenes borran el mundo y carecen de pasado. No proceden de


ninguna existencia anterior. Estamos seguros de que son metapsicológicas.
Nos dan una lección de soledad. Debemos tomarlas para nosotros solos un
instante.

Aquel que no es dominado por su pasado, puede abrirse camino por el sendero de
la vida. Es aquel que vive el aquí y el ahora. Donde cada suceso deja una lección,
la cual alimenta su yo interior. Para vivir cada momento en sabiduría y ser dueño
de sus decisiones, fortaleciendo cada vez más su espíritu.
El filósofo, el pintor, el poeta y el fabulista nos han dado un documento de
una fenomenología pura. A nosotros nos corresponde ahora servirnos de
ellos para aprender la concentración del ser en su centro.

Igual cómo en la escena, se trata de ver más allá. Hablamos de componer


imágenes mentales que luego reflejamos en nuestro exterior. Pero eso nos es
gratis, hace falta crear una disciplina, donde podamos dominar nuestra mente y
así poder crear una imagen, tanto poética cómo teatral. Se trata de plasmar lo que
tu eres en el escenario. No dejarle nada a la incertidumbre, ser dueños de nuestro
propio pensamiento y transformar todo eso en arte.

No se trata en efecto de contemplar, sino de vivir la existencia en toda su


calidad inmediata. La contemplación se desdoblaría en ser contemplante y
no ser contemplado.

No podemos ser un espectador en nuestra propia existencia. Debemos


apropiarnos de ella y hacer de cada momento vivido una imagen poética. Algo que
se plasma en mi mente y trasciende para darle continuidad a un próximo capitulo
en nuestra vida. La observación está en el espectador que es aquel que trata de
descifrar aquello que ve, mientras se desarrolla la escena. Le hace evocar desde
su propio ser la profundidad de ver dentro de sí mismo.

Un personaje de Alfred de Vigny, un joven consejero, se instruye, leyendo


las meditaciones de descartes: “Algunas veces tomaba una esfera colocada
cerca de él y haciéndola girar largamente bajo sus dedos, se sumergía en lo
más profundos ensueños de la ciencia.
¿Acaso imagina que la lectura de las meditaciones de Descartes, puede ser
ayudada si el lector hace girar largamente una esfera bajo sus dedos?

Debemos entender que la metodología que utiliza una persona para lograr o
entender algo (objetivo) no es la misma que le serviría a los demás. Partiendo de
esto, nos damos cuenta que a la hora de componer una imagen teatral, no
deberíamos caer en la imitación, sino que debemos construir algo desde nuestro
propio ser, desde nuestro mundo imaginario. Sin dejar de un lado lo que ya está
establecido y así enriquecer la escena.

La filosofía nos madura demasiado aprisa y nos cristaliza en un estado de


madurez.

La filosofía es aquella que conecta al hombre con su “yo interior” y al hacerlo,


ayuda a que se conecte con el resto del universo y con todo aquello que lo rodea.
Es así que cuando se representa una imagen poética, se puede profundizar en el
ser para plasmar en la imagen, todo aquello que viene desde ese universo interno.
Que le da vida a todo lo que hacemos.

Pero la imaginación del ser redondo sigue su ley: puesto que el nogal está,
como dice el poeta, “orgullosamente redondeado”, puede saborear “la
bóveda entera del cielo”. El mundo es redondo en torno al ser redondo.

Se vive en un “aquí y un ahora”. El árbol, como el mismo ser, debe conectarse con
todo lo que lo rodea, generar una conciencia de lo que sucede en su entorno y
como este lo afecta, para así afrontar cada adversidad, sin tener que volver atrás.
Generando una armonía que lo hará llegar a esa gran redondez absoluta. Es la
plenitud un trabajo de exploración.

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