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El mito del carro alado

Siguiendo la opinión de los pitagóricos, Platón consideró que el cuerpo es como una
«cárcel» para el alma, de la que desea salir para vivir junto a las ideas.

¿Y cómo ha llegado el hombre a tener que vivir en un cuerpo?


Para intentar aclarar este razonamiento, Platón expuso en el "Fedro" el mito del carro
alado. Según este, el alma es como un carro tirado por dos caballos; uno es bueno y
representa las inclinaciones o impulsos nobles, mientras que el otro simboliza los apetitos
y deseos; el auriga o conductor es la razón, que debe dirigir a ambos. Todo va bien
mientras la razón gobierna al hombre. Pero cuando el deseo de placeres se desboca, la
razón pierde el control, se quiebra la unidad del alma, y esta queda sujeta al mundo
sensible.

A través de la imagen del carro alado, Platón muestra que el alma consta de tres partes:

1. La racional, representada por el conductor del carro, que debe gobernar a todo el
hombre, y conducirlo al conocimiento de las ideas.
2. La irascible, simbolizada por el caballo bueno (y blanco y bello), en la cual se encuentran
los impulsos nobles, como la valentía.
3. La concupiscible o apetitiva, el caballo malo (negro y feo), por la cual el hombre busca
y desea el placer sensible, y es arrastrado hacia lo material.

Fedro (sección 246a-254e),


Aristóteles: teoría del alma
Aristóteles distingue entre los seres vivos y los inertes. Los seres vivos poseen cuatro
características que los diferencia del resto: tienen capacidad de automovimiento, se reproducen,
se nutren de elementos externos a ellos y se desarrollan y mueren.

Aunque tanto los seres vivos como los inertes están compuestos de la misma materia, los
primeros poseen algo que los segundos no: alma. El alma no debe de entenderse como
una realidad espiritual sino como principio de vida. Los distintos tipos de almas generan
distintos tipos de seres vivos ya que este principio vital es el que hace que la materia de
la que están compuestos los seres adquiera una forma determinada (principio formal).

Podemos distinguir varias funciones del alma:

* Función vegetativa: esta función hace que los seres con vida se nutran, crezcan y
reproduzcan. Está presente en todos los seres vivos y las almas de los vegetales solo
poseen esta función.

* Función sensitiva: esta función está asociada a la capacidad que tienen algunos seres
vivos de verse afectados por el mundo externo. Existen dos niveles de sensibilidad: la
primaria (placer, dolor, instinto de huida, etc.) y la superior (capacidad para adoptar
movimientos complejos, de articular pulsiones y de coordinar distintas sensaciones entre
sí). Algunos animales como los insectos solo poseen la sensibilidad primaria, otros también
poseen la sensibilidad superior en mayor o menor grado. Por ejemplo, un perro tiene más
memoria que una estrella de mar pero no tanto como el hombre.

* Función intelectual: en el reino de los seres naturales esta función es propia


exclusivamente del hombre. Se subdivide en dos funciones:

– Función intelectiva: es la capacidad para la abstracción y conceptualización. Existen dos


tipos de entendimiento, el agente y el paciente. El entendimiento paciente es la función
intelectual de nuestro día a día que nos permite conceptualizar el mundo que nos rodea,
es individual y mortal. Por contra, el entendimiento agente es una función cósmica no
individual presente en todos los hombres. El entendimiento agente permite romper la
frontera intelectual entre las cosas y el alma del individuo, gracias a ella se ilumina el
entendimiento paciente. Es suprapersonal y eterno.

– Función volitiva: el intelecto del hombre no solo se dedica a conocer el mundo sino que,
a diferencia de los animales, el hombre tiene la capacidad deliberativa; es decir, obtiene
de su inteligencia motivos para actuar. Es propio del hombre sopesar los motivos y no
dejarse llevar por lo meramente instintivo. Lógicamente esta función será de vital
importancia en la ética del autor griego.

De lo anterior podemos sacar la conclusión de que la esencia formal del hombre es la


razón entendida en su doble forma intelectiva y volitiva. Lo específico del ser humano es
conocer racionalmente el mundo y someter las pasiones a la deliberación racional. Como
Aristóteles toda realidad está compuesta de materia y forma, la unión entre el alma y el
cuerpo es esencial al mismo hombre y a cualquier ser vivo: sin cuerpo no hay alma
humana y sin alma no hay cuerpo de hombre como ser vivo.
Por tanto, la vida propiamente humana es la vida racional, dedicada, por un lado, al
conocimiento intelectual; y, por otro, al control de las pasiones. En todo caso, Aristóteles
es menos negativo que su maestro ante las pasiones: como la unión alma y cuerpo es
sustancial, las pasiones del cuerpo no son malas en sí mismas, forman parte de la
naturaleza material del hombre; lo que es impropio del ser humano es ser dominado por
las pasiones sin someterlas a la deliberación racional (véase “Aristóteles: felicidad y
virtud”).

En resumen, el pensamiento de Aristóteles afirma al respecto lo siguiente: «psique» se identifica con «vida» y
«pensamiento racional humano», pues atribuimos vida a un ser cuando algunos de estos procesos tiene lugar en él:
razonar, percibir, movimiento y quiescencia en un lugar, movimiento vegetativo, por ejemplo respiración, pulso, digestión,
crecimiento, pensamiento. Se dan tres niveles de lo anímico: el vegetativo, el sensorial y el racional. De la percepción y la
representación se origina la tendencia, pues donde hay percepción hay también placer y dolor, y donde éstos existen se
da necesariamente el deseo. Los estudios de Aristóteles influyen decisivamente en la tradición filosófica posterior. Al
traducirse sus escritos y sus comentarios al árabe y de éste al latín medieval, a partir del comienzo del siglo XIII, los estudios
psicológicos son sintetizados por los autores de este siglo.

En el siglo XVIII, la psicología que se estudia se aparta cada vez más de la metafísica, y continuando en el
racionalismo, postula una base que intenta ser más científica: la de no aceptar nada que no proceda de la
experiencia sensible. El ser humano, así, se considera esencialmente como cuerpo (como realidad extensa), y
entonces entre el ser humano y otras especies no habría más que una diferencia de grado; el obrar humano sería
resultado únicamente de un juego de fuerzas, estímulos sensibles y reacciones de los sentidos. Ésta es la postura
del empirismo.

Al empirismo ya no le interesa tanto la esencia del alma, sino sus manifestaciones y éstas centradas en un
conocimiento a través de la experiencia (Francis Bacon) y experiencia sensible (Thomas Hobbes). John Locke
hace la distinción entre experiencia interna (reflexión) y experiencia externa (sensación). Su contribución más
importante a la Psicología reside en que hizo explícitas las posibilidades de una teoría de la asociación, que debía
empezar con los datos de la experiencia y elaborar las leyes que rigen las interrelaciones y sucesiones de unas
experiencias con otras; el germen del asociacionismo ya era evidente en la obra de Hobbes, la cual a su vez tiene
antecedentes en Aristóteles. La exposición de Locke de las consecuencias del empirismo y de la posibilidad,
mediante el análisis, de comprender el origen y organización de las ideas, dotó al enfoque empírico de una mayor
difusión y fortaleza.

Posteriormente, George Berkeley utilizó el concepto de «cualidades sensoriales» y se convirtió en uno de los
fundadores de la teoría de la asociación. Pero David Hume matiza mejor los términos: sensación, representación
e idea; las sensaciones son experiencias primarias capaces de dejar una huella en la memoria y volver a presentarse
como representaciones; estas representaciones son paralelas a las sensaciones, salvo en la parte que la fantasía o
la inteligencia altera por relación con otras sensaciones; estas alteraciones pueden ser de cuatro tipos, según
Hume: por semejanza, contraste, vecindad y causalidad. Lo que se entiende por ideas se apoya sobre estas
representaciones, y para Hume lo único auténticamente seguro que nos acerca a la realidad serían las sensaciones.

Johann Friedrich Herbart construye una psicología racional científica basada en una «mecánica de la conciencia»,
como único soporte de los fenómenos psíquicos, sobre el que va a operar el asociacionismo. Friedrich Eduard
Beneke proclamó abiertamente que la psicología debía ser «la ciencia natural del alma humana», y Rudolf
Hermann Lotze intentó alcanzar una concepción psicológica que satisficiera a las ciencias naturales. Es de
destacar la obra de Thomas Brown, que procuró dar un tratamiento empírico al problema de las conexiones
mentales y emprendió el análisis de los múltiples factores que determinan el curso de la asociación enunciando
sus famosas «leyes secundarias», según las cuales la vida psíquica no es una simple concatenación de datos de
los sentidos, sino que lo que la caracteriza es la capacidad de captar relaciones. Sus aportaciones hicieron posible
el desarrollo ulterior del asociacionismo con Herbert Spencer, Alexander Bain y James Mill.
Si bien la línea clásica de la teoría asociacionista ha sido discutida, el asociacionismo dio vida a muchos
movimientos psicológicos; así, por ejemplo, inspiró gran parte de los trabajos iniciales de Pierre Janet, de
Sigmund Freud y de Carl Gustav Jung; perfiló los primeros trabajos sobre las respuestas condicionadas; y sirvió
de guía a los estudios sobre el aprendizaje efectuados por Edward Thorndike y Hermann Ebbinghaus; también ha
dado fuerza a la psicología humanista y mantiene en la actualidad los orígenes humanistas en la psicología de la
posmodernidad.

Discurso del método de Rene Descarte Segunda parte

Al principio de esta segunda parte, nos habla del invierno en el que junto a una estufa, dispuso de la tranquilidad
necesaria para empezar a elaborar su método. Señala a continuación que las ciencias al haber sido realizadas por
múltiples autores, cada uno con su diferente opinión, no son portadoras de un verdadero saber. Propone
renunciar a esta diversidad de opiniones que nos han sido enseñadas y en su lugar elegir otras con nuestra
propia razón, ya que las creencias a las que nos han educado desde nuestro nacimiento dependen del entorno en
el que hayamos nacido y de las personas que nos las hayan inculcado. Debemos reformar estas creencias
distinguiendo lo verdadero de lo falso pero manteniendo un cimiento personal. Descartes aclara que esta
reforma no está encaminada a reformar la enseñanza oficial, ni el orden social, sino que sólo expone cómo él ha
llevado a cabo una reforma de su propio pensamiento. Una vez aclarado esto, toma la decisión radical de dudar
de forma metódica y provisional de todo lo que le rodea. A continuación expone de forma muy breve los
fundamentos de su nuevo método, los cuales ha encontrado en la lógica, en el análisis geométrico y en el
álgebra. Estos fundamentos son tan sólo cuatro reglas:1

1. «El primero, no admitir jamás cosa alguna como verdadera sin haber conocido con evidencia que así era».
2. «El segundo, en dividir cada una de las dificultades que examinare, en tantas partes fuere posible y en cuantas
requiriese su mejor solución».
3. «El tercero, en conducir con orden mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de
conocer, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso
suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente».
4. «Y el último, en hacer en todo recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar
seguro de no omitir nada».

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