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MARRUECOS

"Me insultaban, no podía parar de trabajar y no me dejaban salir de casa", reconoce Nora,
una niña criada, a EL MUNDO. Tiene 13 años y de mayor quiere ser profesora. Sin
embargo, no sabe hablar francés como el resto de las niñas de su edad. Mientras las
demás jugaban al 'pilla pilla', charlaban con sus amigas en el recreo, y hacían los deberes;
ella, con 8, ya lavaba la ropa de sus patrones, criaba a sus hijos, les hacía la comida y
limpiaba hasta el último rincón de la casa de la familia que le explotaba. Todos los días de
la semana, sin descanso, 17 horas sin parar, desde las 7 de la mañana hasta las 12 de la
noche, la hora en la que dormía al último de los pequeños. De eso hace cinco años.
Su madre, Khoda, la vendió por 300 dirhams al mes, aproximadamente 30 euros, a una
familia adinerada que, supuestamente, cuidaría de ella. Pero jamás imaginaría que iban a
explotar, insultar y maltratar a su niña, de tan solo 8 años. "Cuando llamaba para
preguntar por ella, me decían que no estaba por allí. No me dejaban hablar con mi hija",
cuenta esta madre de familia numerosa desde Pirsdra, una aldea situada a 70 kilómetros
de Benguerir, en el centro de Marruecos. Tiene dos niñas y un niño: Nora, la mayor,
Khadiya, de ocho años, y el travieso Hamza, de cuatro. Nora se llevo la peor parte. No iba
a la escuela y tanto su madre como ella pensaron que era buena idea que ayudara
económicamente en casa, pero no en esas condiciones.

"Mi marido no vive con nosotros. Somos pobres: no hay dinero para dar de comer a tantas
bocas", sigue explicando arrepentida desde la única habitación de adobe que forma su
casa. Es ahí, sobre alfombras y un cojín para la cabeza, donde duermen tapándose con
mantas. Es ahí, sobre una mesa redonda baja de metal, donde comen lo que toque ese
día, unos huevos duros, pan con aceite, o tan solo un poco de té que les caliente el
cuerpo. La pobreza sigue siendo la misma, pero ahora, por lo menos, viven todos juntos.
Nora consiguió salir de la familia que la maltrataba y siempre recordará ese día como uno
de los mejores de su vida.

Su madre iba de vez en cuando a preguntar por ella a Bnj el Kelaa, el pueblo donde vivían
los patrones, y la respuesta que obtenía no le convencía: "esa familia es muy dura".
Después de casi dos años se presentó en la casa del 'patrón', como le llama Nora, para
ver cómo estaba su hija y pudo ver en sus ojos que no era feliz. Ahora, Nora va a la
escuela, hace los deberes, ríe con las otras niñas y ayuda a su madre en las tareas del
hogar. Pero porque quiere, sin gritos, insultos ni humillaciones constantes. "En el colegio
soy feliz, tengo amigas y puedo aprender y jugar. Estuve casi dos años encerrada en una
casa. No tenía nadie con quien hablar", cuenta Nora a este periódico con una sonrisa y
llena de vitalidad, con la energía de alguien que intenta borrar los recuerdos, olvidar el
pasado y vivir su nueva vida. La vida de una niña normal.
La chica de la mirada triste
En Marruecos hay 80.000 niñas, de 6 a 16 años, que no van al 'cole' ni juegan con
muñecas. Son las 'petite bonne', vendidas por sus familias a otras que las obligan a
trabajar de sol a sol en las labores del hogar a cambio de 30 euros al mes.
La asociación marroquí Insaf, en constante batalla por erradicar esta práctica, suministra
250 dirhams, alrededor de 25 euros, a las familias como la de Nora, con bajos recursos,
para las que la educación no es importante y viven en un entorno rural en el que acceder
a la escuela es una tarea difícil. Así impiden que algunas madres, como Khoda, envíen a
sus hijas a trabajar por 300 dirhams mensuales, 30 euros, una cifra muy por debajo del
salario mínimo establecido en Marruecos de 2.333 dirhams al mes (alrededor de 209
euros).
Esta asociación, con sede en Casablanca, realiza campañas de sensibilización tanto con
las propias niñas en las escuelas, como en las familias del ámbito rural, del que proceden
el 85% de los casos de 'petite bonne', ya que el 94% de las madres y el 72% de los padres
de estas 'pequeñas criadas' son analfabetos. Un 47% son pobres, un 28% muy pobres y
un 16% de estas familias no tienen ingresos anuales, según datos de Insaf, que señala
como culpables a la ineficacia de la ley de la escolaridad básica obligatoria y la falta de ley
de protección específica contra el trabajo infantil doméstico en Marruecos.

Mbarek Boukharsa, trabajador social de Insaf en la región de Kelaa Sraghna, una de las
que más 'petite bonne' concentra en Marruecos junto con la región de Marrakech y la de
Chichaoua, hizo la matrícula de Nora en el colegio rural Pirsdra. Y también la de Iman, que
actualmente tiene 17 años, pero fue un pequeña 'cenicienta' desde los 9 hasta los 13. En
ella se ven de cerca las huellas del pasado. La mirada triste, la timidez y el silencio
delatan que fue una petite bonne durante su infancia. Por suerte y gracias a Insaf, lleva 4
años matriculada en el colegio de Kelaa Sraghna y vive en un internado con otras chicas.
Su aldea está demasiado lejos como para ir todos los días.
Violencia contra las 'petite bonne'
En los últimos años, se han registrado cinco casos de muertes de estas niñas que crecen
entre fregonas y fogones. Según detalla Insaf a este periódico, Fátima murió con 14 años,
en marzo de 2013, en el Hospital Hassan II de Agadir. Tenía quemaduras de tercer grado y
hematomas por todo el cuerpo, fruto de los golpes que le proporcionaba su amo, que fue
condenado a 10 años de prisión.

Nassima tenía 19 años cuando se suicidó en enero de 2013. Llevaba 4 años trabajando
como criada para un médico de familia en Casablanca. "Saltó desde la terraza para poner
fin a toda una vida como mujer explotada física y psíquicamente", prosiguen fuentes de
Insaf. En los tres años anteriores a 2013 se registraron otras tres defunciones de estas
cenicientas que sueñan con un hada madrina que las convierta en niñas.
"Ante la violencia a la que están expuestas, muchas de ellas reaccionan huyendo de la
casa y afrontando los peligros que conlleva vivir en la calle. Es por eso que muchas
acuden a nosotros embarazadas y se convierten en madres solteras, completamente
marginadas en este país", explica Boukharsa.
No obstante, el Gobierno marroquí ha llevado a cabo iniciativas que han producido un
descenso del 25% en esta mala praxis. En 1999, el número de niños que realizaban una
actividad remunerada alcanzaba una cifra de 517.000, una cifra exagerada si se compara
con los 123.000 de 2011 y los 92.000 de 2012.
Quién es “Mamá Rosa”, la mujer que dirigía el albergue de niños abusados
Se dividen las opiniones sobre la fundadora del albergue “La Gran Familia” donde
rescataron a casi 500 niños.
"Mamá Rosa" está hospitalizada luego de su arresto
Para algunos Rosa Verduzco, conocida como “Mamá Rosa”, es el alma caritativa que
dedicó casi 60 años de su vida a educar y dar techo a niños necesitados de Zamora,
Michoacán, pero para otros, incluida la fiscalía de México, es la mujer estricta que dirigía
un orfanato similar a un infierno por los abusos constantes a sus internos y la insalubridad
del lugar.
Rosa Verduzco tiene ahora 79 años pero la idea de formar una casa hogar le surgió desde
que tenía 13, en 1948, cuando se dio a la tarea de albergar a "muchachos hambrientos y
sin hogar, que se dedicaban al robo o a la mendicidad para sobrevivir", según el sitio en
internet de “La Gran Familia”.
¿Serán acusaciones exageradas las que pesan contra el albergue que operó por tantos
años en Michoacán? Opina en nuestros foros
La Gran Familia de “Mama Rosa” ha albergado a más de 4,000 niños desde su fundación
y hasta el pasado martes cuando un operativo del Ejército mexicano y la Policía liberó a
más de 500 personas, entre ellas 458 menores de edad, que a decir del procurador de
justicia mexicano, Jesús Murillo Karam, vivían en condiciones “inhumanas”.
Fotos: Imágenes desde las entrañas del albergue del horror en México
Y hoy mientras las investigaciones avanzan, “Mamá Rosa” permanece internada en el
Hospital San José debido a un cuadro agudo de crisis nerviosa que se desencadenó luego
de su detención.
¿Y por qué la detuvieron? Según Murillo Karam, cinco denuncias de padres cuyos hijos
estaban recluidos contra su voluntad en el albergue “La Gran Familia” fueron el detonante
que destapó los abusos y las condiciones paupérrimas en que habitaban cientos de niños
quienes denuncian toda clase de abusos, entre ellos físico y sexual.
Se dividen opiniones en torno a Rosa Verduzco
Las denuncias contra “Mamá Rosa” llevaban tiempo sin proceder pues según el diario
mexicano El Universal, la mujer era protegida por autoridades de los gobiernos federal,
estatal y municipal, así como por organizaciones no gubernamentales nacionales e
internacionales, empresarios, políticos de la talla de Marta Sahagún (esposa del
expresidente Vicente Fox, perteneciente al partido político PAN) y del exgobernador de
Michoacán Leonel Godoy (del partido PRD).
Fue hasta el pasado martes cuando mediante un operativo las Fuerzas Federales
mexicanas finalmente entraron al albergue siguiendo las cinco denuncias que habían sido
ignoradas por tanto tiempo y además de liberar a más de 500 personas arrestaron a
“Mamá Rosa” y a ocho de sus colaboradores.

Sin embargo, a pesar de que las condiciones escalofriantes en las que vivían los menores
han sido mostradas por la Procuraduría General de la República (PGR) mediante unas
fotografías, las opiniones sobre Rosa Verduzco se encuentran divididas.
Entre los más de 4,000 niños que se calcula han vivido y salido de “La Gran Familia” en
estas décadas que lleva funcionando el albergue, son muchos los que están levantando la
voz para contar su sufrimiento o defender a su "madre", detenida el martes en una
operación del Ejército y la Policía.
"Aprendí demasiado y valoro todo lo que pasó. Si te portas mal, obviamente te va mal.
Pero como yo toda la vida hice bien, lo que me correspondía, me fue bien", contó a la
agencia Efe Víctor Román en una conversación telefónica.
El internado tiene "sus cosas buenas y malas", dice joven que vivió en "La Gran Familia"
Este joven de 20 años tiene una madre de sangre y otra postiza pero que considera más
verdadera pues es quien lo ha criado, "Mamá Rosa", sobre quien hoy se vierten litros de
tinta para hablar de sus maldades, palabras que a este joven le duelen.
"Gracias a todo lo que aprendí de ella es que ahora vivo bien", cuenta indignado ante lo
que se está publicando y ante el hecho de que llamen "rescate" al operativo del martes en
el que fueron encontrados 500 niños en la casa hogar La Gran Familia de Zamora,
Michoacán.

Tras recibir varias denuncias, el Ejército y la Policía Federal intervinieron el recinto para
liberar a los menores que según la fiscalía vivían en deplorables condiciones y sufrían
maltratos.
Román cuenta que el internado tiene "sus cosas buenas y malas", aunque asegura que
nunca les faltó alimento y que la comida en mal estado de la que se habla en los medios
de comunicación "era para los animales". "No es como lo quieren pintar en las noticias",
dice enfadado.
Sin embargo, al anunciar la detención de Verduzco y sus ocho colaboradores, el fiscal
general, Jesús Murillo, se refirió a "plagas" de "ratas" y "chinches" halladas en el recinto.
Además, aseguró que en el centro se obligaba a los niños a pedir dinero o dormir en el
suelo, y se les prohibía salir de las instalaciones, además de someterlos a abusos
sexuales.
Román nunca llegó a ver estos abusos, aunque sí reconoce que los jóvenes que no tenían
familia no podían abandonar el hogar y algunos padres que dejaban a sus hijos no podían
recogerlos cuando querían, ya que muchos "firmaban un convenio".
Y si "Mamá Rosa" no los dejaba salir, aunque fueran mayores de edad, era para que no se
metieran en problemas. "Si nadie va a recogerte no sales, le preocupaba qué iba a ser de
ellos", explica.

El negocio de "Mamá Rosa" era la música, dice testigo

A ese micromundo perteneció Román once años, hasta el pasado 17 de mayo, cuando
dejó la casa después de que su madre natural fuera a buscarlo.
Por dos meses, cuenta, se ha librado de acabar en la cárcel ya que él también llevaba a
cabo labores de vigilancia, cuidado y enseñanza de los niños. Las ocho personas que
detuvieron junto con "La jefa", el otro mote de Verduzco, habían crecido allí, cuenta
Román.
Él era también director de orquesta en La Gran Familia, pues la música era uno de los
principales sustentos de la casa y el aprendizaje más valorado.
"Si estabas bien en la música, pasabas de grado", daba igual el resto de las materias,
contó a Efe por su parte Ángel Verduzco.
Román nunca llegó a ver estos abusos, aunque sí reconoce que los jóvenes que no tenían
familia no podían abandonar el hogar y algunos padres que dejaban a sus hijos no podían
recogerlos cuando querían, ya que muchos "firmaban un convenio".
Y si "Mamá Rosa" no los dejaba salir, aunque fueran mayores de edad, era para que no se
metieran en problemas. "Si nadie va a recogerte no sales, le preocupaba qué iba a ser de
ellos", explica.
Como muestran sus apellidos, Ángel es uno de los chicos que nació en la casa de dos de
los jóvenes que allí vivían y fue registrado por "Mamá Rosa" como suyo.
"Yo ante la ley con mi papá y mi mamá somos hermanos, somos Verduzco, y resulta que
ellos tienen sus actas originales" con otros apellidos, relató.
Para este joven de 27 años, los 18 que pasó dentro fueron un infierno en el que recibió
palizas por intentar escaparse, ya que ni a él, ni a su hermana, ni a su madre, que
trabajaba como cocinera por 100 pesos semanales (unos 8 dólares), los dejaban salir.

Para este joven de 27 años, los 18 que pasó dentro fueron un infierno en el que recibió
palizas por intentar escaparse, ya que ni a él, ni a su hermana, ni a su madre, que
trabajaba como cocinera por 100 pesos semanales (unos 8 dólares), los dejaban salir.
Todo por no estar de acuerdo con una vida que no eligió, por negarse a acatar las leyes y
ser rebelde.
"Siempre estaba la de que 'vas a hacer esto porque te digo y porque si no te doy unos
chingadazos', pero yo estoy en contra de eso. Si a mí no me gusta eso, pues no lo voy a
hacer, por eso estamos en un país libre".

El horror del orfanato católico en Dublín donde las monjas abusaban de las niñas
"Yo era como una niña rechazada. Iba de hogar de cuidado en hogar de cuidado. Fue una
niñez muy dura.
"Pero cuando llegué al orfanato vi crueldad más allá de lo que podía imaginar.
"Yo era parte de un grupo de niñas y arribamos en la mañana.
"Nos desnudaron para revisarnos. Ahí estaba esa monja con una gran olla que contenía
una cosa blanca y una brocha. Nos pintó de pies a cabeza con una suerte de loción, en
caso que tuviésemos piojos o algo así.

"Luego nos llevaron a desayunar, y nos dieron avena. Pero era una avena con grandes
grumos. Me dieron náuseas y vomité. Me sentí físicamente enferma. Y de repente me
dieron un manotazo en la cabeza y escuché un grito que me dijo: ¡Cómetela toda!"
"Ese fue el primer día".
Este es el relato de "Irene Kelly" de lo que fue su experiencia en el instituto dirigido por la
Iglesia católica en Dublin, Irlanda, desde los 6 a 11 años de edad, durante la década de
los 60.
Caos y crueldad
Irene, nombre escogido para proteger su identidad, cuenta que "eventualmente me
llevaron a la guardería. Pero ahí fue donde comenzaron a abusarme sexualmente. Llegó
un punto donde ya no podía aguantar más esa situación. Así que un día decidí meter mis
dedos dentro de un enchufe de corriente.
Lo único que recuerdo es que desperté y estaba un doctor al lado de mi cama. El doctor
me preguntó por qué lo había hecho.
Yo le dije que por toda la crueldad y el dolor. Y una monja me interrumpió y le dijo al
médico: "se lo dije, esa niña es un demonio. El diablo está dentro de ella".
Todo era caos recuerda Irene.
"Bebés llorando todo el tiempo, por dolor o por hambre o porque querían que alguien los
cargara. Aun puedo escuchar esos gritos y llantos", rememora.
Para ella, la Iglesia católica debería estar avergonzada de lo que ha ocurrido.
"Han destruido la vida de tantas generaciones de niños. Nunca quise una familia, ni
casarme o tener niños, porque para mí el mundo era un sitio cruel", refleja Irene.
Pero todo dio un vuelco cuando quedó embarazada por primera vez.
"El sentimiento de ese bebé me cambió. Me pregunté cómo alguien podía abusar de un
ser tan pequeño que depende de ti para todo".
"Estaba asustada de ser mamá. De herirlo o ser una mala madre".
Las denuncias
En 1999 se registró una oleada de denuncias sobre abusos en escuelas, orfanatos e
instituciones dirigidas por monjas católicas, curas y miembros de la comunidad
eclesiástica en Irlanda.
En el 2002 el gobierno de Irlanda estableció un comité especial para fijar compensaciones
a las víctimas de abuso, con la condición de que no hablaran públicamente de lo ocurrido.
Los últimos reclamos fueron aceptados en septiembre de 2011.
Sin embargo, para diciembre de 2014 se habían recibido 16.626 denuncias, de los cuales
15.527 obtuvieron compensación financiera.
Los costos legales del proceso superan los US$215 millones.
"Cuando el comité se formó hablé por primera vez. Fue la primera vez que sentí que podía
dejar todo atrás y seguir con mi vida, y que todo el mundo se enteraría de lo ocurrido", dijo
Irene.
"Esperaba que me dijeran 'lo sentimos', pero nada de eso ocurrió. El comité no estaba
diseñado para eso. No había ni siquiera apoyo para las mujeres".
"Me enfurecí tanto que dije en la última reunión: no estoy aquí por dinero. No quiero su
maldito dinero. Lo único que quiero es una disculpa", exclamó.
Aprender a ser feliz
"Aún estoy aprendiendo a vivir con lo que pasó. Dios ha estado conmigo. Y tengo apoyo
de consejeros. Todos los días tengo que vivir con esos recuerdos", exclama Irene.
"Tengo días malos, cuando no quiero levantarme ni hacer nada, ni respirar".
Pero el apoyo de los consejeros ha dado resultados, para como dice Irene, liberar a la
pequeña niña que sufrió en el orfanato de ese pasado, y disfrutar ahora de su familia.
"Jennifer Kelly", hija de Irene, cuenta que su madre ha cambiado desde que las sesiones
comenzaron.
"Fue la primera que vez escuché lo que había pasado. Entonces comprendí que cuando
mi mama había sido dura conmigo, esa experiencia había tenido que ver, y que lo había
hecho porque no sabía cómo manejarlo. Y lo hizo para que no me enterara de lo que le
había pasado", explica Jennifer.
"Pero ahora todo ha estado muy bien en nuestra relación. Los últimos dos años han sido
buenos", comenta.
Al pensar en las otras niñas que pasaron por lo mismo y otras personas que han sufrido
este tipo de experiencias, Irene advierte que hay ayuda disponible para aprender a vivir
con ese pasado lo mejor posible.
"Soy una sobreviviente, y me siento mucho mejor conmigo misma. Y a cualquiera que
tenga miedo de confrontar lo que vivió le diría que es muy difícil empezar y toma mucho
tiempo llegar a sentirse feliz, pero yo lo he logrado. Hoy me siento feliz".
Irene es autora de un libro titulado "Pecados de una Madre", donde cuenta toda su
experiencia en el orfanato de Irlanda.
Durante dos años permaneció encadenada del cuello para obligarla a planchar ropa día y
noche. Ahora que está libre pide que le llamen Zunduri.
Es el nombre con que pretende rehacer su vida después de ese período de esclavitud en
una tintorería en el sur de Ciudad de México.
La chica sufrió golpes, quemaduras con la plancha que usaba para el trabajo forzado, con
poca comida y frecuentemente sin poder dormir.
La justicia mexicana asegura que los presuntos responsables fueron los miembros de la
familia que la mantuvo cautiva, aunque el maltrato más grave provino de la dueña del
negocio, identificada por las autoridades como Leticia Molina Ochoa.

"Me golpeaba muy feo", le contó Zunduri a la cadena Televisa. "Me llegaba a golpear con
palos, fierros, con lo primero que pudiera estar en sus manos".
"Había días que no dormía, nada, me obligaba a mantenerme despierta para seguir
trabajando".

Tortura
El maltrato le provocó severos daños. Zunduri cumplirá 23 años el próximo mes aunque
su cuerpo es como el de una adolescente de 14.
Pero los exámenes médicos determinaron que sus órganos tienen el mismo desgaste de
una persona de 81 años.
La semana pasada aprovechó un descuido de quienes la esclavizaban y escapó. Una
amiga le ayudó a denunciar el caso en la Procuraduría (fiscalía) General de Justicia del
Distrito Federal (PGJDF).
Los captores de la joven están detenidos acusados de trata de personas por trabajo
forzado.

En total son cinco arrestados, entre ellos la propietaria de la tintorería, su hermana, dos
hijas y la pareja de la dueña.
En la capital mexicana el delito de trata de personas es castigado hasta con 40 años de
cárcel.
Sin embargo, el ministro de Trabajo, Alfonso Navarrete, aseguró que los responsables
podrían ser acusados de secuestro y recibir una condena de hasta 70 años de prisión.

El encierro
Este es el primer caso de esclavitud laboral que se conoce en la capital mexicana.
Y el escándalo por su revelación crece en la medida que se conocen más detalles del
cautiverio de Zunduri.
Me golpeaba muy feo. Me llegaba a golpear con palos, fierros, con lo primero que pudiera
estar en sus manosZunduri
Según las autoridades, la chica permaneció encadenada dentro de una habitación de
cuatro metros cuadrados, detrás del mostrador de la tintorería que se ubica bajo el
departamento en que vivían sus propietarios.
Ella cuenta que sus captores la dejaban sin comida ni agua, a veces hasta por cinco días.
"Llegué a estar mucho tiempo sin comer, no tomaba agua, masticaba los plásticos con el
que se cubría la ropa", narró a la televisora.
"Los masticaba y me los comía".
Los clientes de la tintorería no podían verla pues estaba escondida detrás de pilas de
ropa.
Además no hacía ruido. Según contó al diario El Universal, gritar o pedir ayuda era
castigado con una severa golpiza.
Deuda impagable
Zunduri nunca pensó que sería esclavizada. Hace varios años escapó de su casa y se
refugió en el negocio.
Conocía a la dueña: es madre de una excompañera de su escuela. La mujer la contrató
para planchar ropa a cambio de 300 pesos semanales (US$20), comida y una cama.
Pero la chica dejó el trabajo para vivir con su novio. La relación no funcionó y entonces
volvió a la tintorería.
Ya no fue lo mismo. Para regresar tuvo que aceptar más trabajo y menos comida.
Allí empezó su esclavitud. "A medida que fue aumentando el trabajo yo me sentía más
cansada, entonces yo le llegué a quemar varias prendas", narró al diario El Universal.
Los clientes reclamaban el pago de su ropa, y Molina Ochoa, la dueña del negocio,
resarcía sus pérdidas con el sueldo de Zunduri.

Sorpresa
También aumentó la jornada de trabajo que llegó a ser de 14 horas diarias. La joven,
cansada, cometió más errores y su deuda se volvió impagable para ella.
Los golpes aumentaron. Su cuerpo empezó a llenarse de cicatrices.
Y Zunduri recuerda como un día de noviembre pasado, la familia realizó una fiesta para
celebrar el futuro nacimiento de un nieto, y Leticia Molina le ordenó a la chica que bajara a
la tintorería.
"Me dijo que tenía preparada una sorpresa para mí. Así me dijo", contó. "Me puso la
cadena en el cuello durante todo ese día. Todo el tiempo, día y noche amanecía y dormía
con la cadena".
"Me decía que no me daría de comer hasta que tuviera el trabajo que exigía. Me dejó sin
comer. Lo más que aguanté fue alrededor de cinco días".
Esto ocurría puertas adentro de la "Planchaduría Express", ubicada en la manzana 134,
lote 22, de la calle Izamal, en la Colonia Lomas de Padierna, en Tlalpan.

El barrio
"Para que luzcas, como un maniqí (sic), planchamos para tí", dice el cartel en la entrada
de la tintorería.
La persianas metálicas permanecen bajas y llevan cintas de la PGJDF en las que se
aclara que se trata de un delito de "trata de personas".
En el barrio pocos acceden a dar su nombre, prefieren el anonimato al momento de hablar
de sus vecinos.
"No queremos enfrentarnos a la familia", dice una mujer.
Pero todos los consultados por BBC Mundo aclaran que nunca vieron ni percibieron nada
extraño en los movimientos ni las actitudes de las familias involucradas.
Cuentan que poco se podía ver desde afuera del local de la polémica. La reja se mantenía
baja durante todo el día y no había gente atendiendo al público.
Apenas cuando se tocaba el timbre, alguien aparecía para recibir o entregar las prendas
de ropa a través de un espacio cuadrado en la reja.
Decenas de prendas impedían ver qué había más allá.
Quien solía atender al público era Leticia. Se dice que ni los buenos días daba.
"Leticia no tenía amigos en la zona, no se hablaba con los vecinos, era muy antisocial", le
dice a BBC Mundo una mujer que hasta el mes pasado era propietaria de una óptica en la
calle Izamal.
Fanny, su hermana, atendía el salón de belleza contiguo a la tintorería.
El comentario generalizado en el barrio es que las hermanas no estaban en buenos
términos.
"Fanny me dijo que no se hablaba con su hermana. Leticia se enojaba con los de su casa,
no tenía buen carácter", asegura otra vecina.
Eliseo López, primo lejano de los implicados, no cree en la versión de la justicia mexicana.
Trabaja en un puesto de venta de frutas a unos 30 metros del lugar.
"Te puedo decir que son buenas personas. Entré a la casa dos veces este año, mi tío me
daba permiso para ir al baño, y nunca vi ni oí nada raro", asegura.
"Leticia tenía un pinche (despreciable) carácter de los mil demonios, con Leticia tuve
problemas de dinero y le dejé de hablar", dice, pero hace hincapié en que no cree en la
historia.
"Si en verdad dice que es la persona que escapó, que dé la cara", añade López, "siento
que es una difamación".
Al declarar ante la justicia Molina Ochoa dijo que castigó a la chica "porque era muy
violenta y no obedecía cuando se le ordenaba hacer las cosas", señala El Universal.
Hace dos años, aseguró la imputada, Zunduri tomó 100 pesos (US$6,5) para escapar de
la tintorería y fue por eso que decidieron encadenarla.
Además, en una ocasión la chica trató de defenderse, y los castigos y golpes aumentaron,
confesó Molina, pues le pareció "injusto" que respondiera de esa manera cuando en su
casa recibía comida y trabajo.
La investigación sigue en marcha, y en un albergue de la fiscalía de la capital mexicana,
Zunduri recibe atención médica y psicológica.
Bajo un nuevo nombre, busca un nuevo comienzo.

HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
HHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Un policía adopta a un niño de ocho años tras rescatarlo de una familia que le maltrataba
"No tenía un lugar en su cuerpo sin un moratón. Es lo peor que he visto en mi vida",
recuerda el agente, que encontró al pequeño metido en un barreño lleno de hielo y con las
muñecas atadas con correas. Tras eso, no dudó en arreglar el papeleo y adoptar a John.
Un policía de Oklahoma ha adoptado a un niño de ocho años al que conoció durante una
intervención policial. El menor sufría maltrato y Jody Thompson no dudó en arreglar el
papeleo para poder llevárselo a casa con él. Además, al enterarse de que tenía una
hermana, decidió adoptarla e iniciar una familia junto a su mujer.
John apenas pesaba 27 kilos, estaba lleno de moratones y sumergido en un barreño con
hielo cuando Thompson le encontró.
El agente escuchó un caso sobre maltrato infantil cuando entraba en el parking de la
comisaría y aunque no estaba de servicio se ofreció a ayudar. Había manejado decenas
de casos de abusos y creía que su experiencia podía ser de ayuda.
Según recoge el diario Mirror, cuando vio por primera vez a John, que ahora tiene diez
años, se sorprendió al ver que sus medidas eran muy inferiores a las de un niño de su
edad. Tenía las muñecas atadas con correas y un enorme nudo en la cabeza. "No tenía un
lugar en su cuerpo sin un moratón. Es lo peor que he visto en mi vida", recuerda.
Al día siguiente de sacarle de esa casa, habló con él y arregló los papeles para
convertirse en su padre adoptivo.

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