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Detrás de la aprobación de las políticas nazis no sólo hubo diversos niveles de convicción
ideológica, explica Fritzsche, sino también factores como el miedo, la pereza, la ignorancia y
la apatía. Empero, lo decisivo para el enfoque del autor es que una importante proporción de
alemanes se mostró altamente receptiva ante el proyecto de regeneración nacional
preconizado por los nazis, aprobando la conversión de la historia germana en una gesta heroica
que culminaría en la hegemonía de la raza «superior».
Fritzsche echa mano de cartas y diarios privados a objeto de sondear la difusión de información
sobre la campaña de exterminio de judíos y, objetivo mediato, el grado de afinidad entre la
población alemana y el nazismo. Advierte que las fuentes pueden no ser representativas
(detalle nada menor), pero sí muy reveladoras. De su estudio el autor extrae la conclusión de
que una parte importante de la población alemana era todo menos ignorante de lo que sucedía
en el este, en particular el trato deparado a civiles en la Unión Soviética y el asesinato de
judíos. Fritzsche deduce que la propaganda nazi resultó altamente efectiva puesto que si bien
no todos los alemanes se volvieron unos nazis convencidos –ni mucho menos-, muchos de
ellos sí que se ajustaron al régimen en medida tal que no hubo necesidad de someter al país
a un sistema de terror intensivo.
La oposición al régimen nunca fue una alternativa que tuviera muchos adeptos (puede que en
este acápite Fritzsche subestime la importancia del aparato represivo en un estado policial
como el hitleriano, el que, de todos modos, debía mucho de su eficiencia a la cooperación
voluntaria de una parte significativa de la población; por otra parte, las reacciones frente al
atentado del 20 de julio de 1944 -Operación Valkiria- demostraron la identificación de la
opinión pública con el régimen). Las prácticas cotidianas en el III Reich se basaban en
obediencia pero también en consentimiento, y muchos alemanes se pusieron en sintonía
emocional e ideológica con los nazis. Cuando se atrevían a formular críticas, especialmente en
su correspondencia o en sus diarios, usualmente lo hacían en nombre de los fines ideológicos
del III Reich y salvando el prestigio de Hitler; no se cuestionaba tanto la legitimidad del
régimen como la idoneidad de los subordinados del Führer (especialmente autoridades locales
y hombres del partido, pero también altos dirigentes como Goebbels y Göring).
El autor concluye de modo lapidario que la legitimidad básica del III Reich se mantuvo
prácticamente hasta el final porque la mayoría de los alemanes prefería ganar la guerra, aun
bajo los términos y la conducción de los nazis; la mayoría hizo suyos los motivos alegados
como justificación de la guerra y la mayoría resultó incapaz de imaginar una alternativa
deseable al nacionalsocialismo. Consideraciones que mueven al autor a hablar de una gradual
nazificación de la población alemana.
«Los dos colectivos, los alemanes y los nazis –afirma Fritzsche-, estaban tan enredados entre
sí que después de la guerra las personas normales [sic] y corrientes nunca trataron a los
asesinos como tales; ni purgaron sus vecindarios de perniciosos funcionarios nazis locales. En
lugar de ello, la mayoría de los alemanes optó por amnistiarse. La conciencia de que “los
criminales están ‘unter uns’ [entre nosotros]” en todos los niveles de la sociedad explica por
qué en el Bundestag [parlamento de la RFA] una mayoría abrumadora votó a favor de una
amnistía judicial a comienzos de la década de 1950 y por qué esta ley encontró un respaldo
tan amplio entre la opinión pública alemana» (p. 258).
En la memoria del conflicto por el común de los alemanes, con su imagen distorsionada,
autoexculpatoria y victimista (uno de cuyos puntales fue el mito de una Wehrmacht «limpia»
y libre de culpas), prácticamente no hubo lugar para los judíos y el atroz final de millones de
ellos. El recuerdo de los propios sufrimientos pasó por alto el programa racial y el Holocausto.
Para terminar. Cabe añadir que Fritzsche, de paso, se declara en general conforme con los
planteamientos expuestos por Christopher Browning en su libro Aquellos hombres grises,
aunque a su entender se basan en una muestra no cabalmente representativa (el Batallón de
Reserva Policial 101), sesgo que había llevado a Browning a subestimar la función de la
ideología. Según Fritzsche, la mayoría de los Einsatzgruppen y batallones auxiliares de policía
que participaron en la matanza de civiles en la URSS estaban conformados por voluntarios
más jóvenes e ideológicamente comprometidos que los de la unidad estudiada por Browning,
y los oficiales que los comandaban eran también menos flexibles.