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Las damas del gratin

El gratin era un núcleo de familias y, mejor —diríamos— de apellidos que


se autoconsideraban la aristocracia más selecta de la capital de la III
República. Se pertenecía a ese grupo por derecho propio, no por la simple
voluntad de llegar. (...)

El bastión tradicional del gratin original era un sector comprendido entre el Quai d’Orsay, la
explanada de los Inválidos y las calles Bonaparte y Cherche-Midi. En esa área relativamente
restringida, se alzaban muchas casas antiguas de esas familias singulares. Era aquél un conjunto
urbano en el que predominaban los hoteles de puertacochera, patio interior y jardín trasero. En su
interior se guardaban los tesoros familiares, los retratos de antepasados, los tapices, las
porcelanas, las vitrinas, las alfombras y los techos pintados, así como sobrepuertas de
notable factura artística. Un ejército de criados permitía mantener un sistema de vida
incompatible con el empujemoderno de la gran ciudad. Dos o tres parroquias servían a la
tradicional piedad de las damas de la vieja generación cuyoscapellanes formaban parte del rito
familiar. El gratin era, oficialmente, católico, tradicionalista y conservador. (...)

Esta forma restrictiva de pensar y de vivir había de cambiar totalmente en el curso de


la Belle époque.No se pudo mantener mucho tiempo esa normaenclaustrada del vivir
aristocrático. Las fiestas mundanas, los bailes, las recepciones, las puestas de largo, las bodas, los
bautizos, las visitas regias, juntamente con los veraneos espectaculares en Biarritz, la Costa Azul,
Deauville y sus playas, abrieron el paso a la Belle époque del «todo París». El Boisse convirtió
en el gran paseo elegante de las damas y caballeros, que exhibían allí sus modas, sus caballos y
sus coches de los últimos modelos. (...) La Belle époque fue en realidad un talante europeo de
esos años. (...)

Las reinas del gratin social de la capital se dividían en varias vertientes. Había quienes
mantenían su cetro a fuerza de elegancia, lujo y selección de los mejores, en comidas de gala y
en bailes, o en tertulias restringidas. Y existían otros núcleos más inclinados a introducir el
elemento intelectual o artístico como pieza importante de las reuniones sociales.

Las cortesanas del music-hall

En el inmenso escenario de estos catorce años cambiantes, y en buena parte prósperos, en que la
burguesía ascendía en poder económico y la guerra europea no era todavía sino una amenaza
lejana, París, desde la exposición de 1900, se convirtió en un centro de atracción mundial y
los forasteros ricos de Europa y América —todavía no llamados «turistas»— acudían a la capital
francesa en busca de placeres desconocidos y erotismos inéditos que se comentaban en la prensa
europea y americana y en gran número de libros que evocaban esa secreta atracción.
Las «revistas», como género del espectáculo nocturno, fueron abriéndose camino poco a poco,
en la última mitad del siglo XIX, como evolución de los antiguos cafés-cantantes y de los
posteriores cafés-conciertos. Pero al fin vino —como tantas
costumbres sociales—, de Londres a París, la fórmula exitosa
del music-hall. Desde el Alhambra, que así se llamaba el grande y
famoso music-hallbritánico, paso a París, donde recibió el nombre
de Folies Bergère. (...)

Esta novedad escénica fue acogidacon creciente éxito y dio lugar


a un sistema de publicidad callejera hasta entonces desconocido:
el del póster. El póster, cuyo inventor fue Chéret, dio lugar a una
grafía original que revolucionó el arte del diseño movilizando a
gran número de artistas cuyo nombre máseminente corresponde a
Toulouse-Lautrec, quien realizó hasta treinta y uno de ellos. (...)

El music-hall era entonces no sólo un escenario de exhibición de


arte y danza, sino un lugar de reunión y galanteo en que una parte
del público se acercaba y conversaba con las protagonistas del
espectáculo en los promenoirs inmensos que tenían cabida para
muchos cientos de espectadores. Se iba al music-hall a contemplar
y aplaudir, pero también a conocer y trabar contactos con las vedettesde moda. Éste era uno, si
no el mayor de los alicientes.

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