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Título: “Algunas notas sobre la privatización de la guerra y los neo mercenarios del siglo XXI”
Autora: María José González (Unlar)
E-mail: majo.094@hotmail.com
Resumen
Una problemática que ha tenido mucha vigencia en los últimos años y en la últimas
décadas sobretodo es aquella que ha recibido la denominación de fenómeno de privatización
de la Guerra y la seguridad, algo visiblemente notorio en las invasiones perpetradas por
Estados Unidos a Afganistán e Irak en la búsqueda del enemigo terrorista – Al Qaeda- a raíz
de los atentados del 11 de septiembre de 2001 que cambiarían el rumbo de la política exterior
norteamericana y asimismo significarían un punto de inflexión en el orden mundial devenido
a posteriori del orden unipolar y la indiscutida hegemonía norteamericana al término de la
Guerra Fría.
Es en este contexto donde se produce la emergencia de nuevos actores que en la
literatura internacionalista reciben la denominación de Compañías Militares Privadas
(CMP’s), que, hoy por hoy, constituyen los nuevos mercenarios del siglo actual, de los cuales
se serviría el gobierno norteamericano para las operaciones militares en el marco de su
novedosa “Guerra Global contra el Terror” (Global War on Terror) y que actualmente
constituyen gran parte de las coaliciones de fuerza que operan en territorios como
Afganistán, Libia o Irak hasta 2010.
Palabras Claves
Hay estudios técnicos que advierten que los poderosos han perdido su monopolio
de la violencia. Aún tienen un enorme predominio, pero ya no más el monopolio
de la violencia, y esa diferencia es significativa. Esa es una de las razones de por
qué el 11 de septiembre fue tan demoledor para Estados Unidos y Europa. La
reacción en gran parte del resto del mundo fue decir “esto es espantoso pero:
bienvenidos al club; esto es lo que nos has venido haciendo (a nosotros) por
cientos de años, lamentamos el ataque pero era esperable”. Esto ocurre cuando se
pierde el monopolio de la violencia al que se estaba acostumbrado. (Chomsky,
p.4)
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perspectiva del debate –la dominante- ésta supone la pérdida del monopolio de la violencia
física legítima del Estado que, siguiendo la concepción weberiana, constituye un atributo
fundamental de la estatidad, sin el cual no podríamos concebir al Estado como tal, algo sin
precedentes en la historia del Moderno Estado-Nación instituido desde la Paz de Westfalia
en 1648. Este es uno de los ejes de los debates que se plantean sobre las mismas y, en
contraposición a esta postura, hay quienes argumentan una relación carnal entre los Estados,
las CMP’s y las corporaciones trasnacionales, lo cual de ninguna manera significa una
pérdida de autonomía o debilitamiento de los Estados, sino que simplemente significa una
novedosa forma de operar discrecionalmente en la guerra, escapando el escrutinio público,
los organismos parlamentarios y las instituciones internacionales diplomáticas, agregando
también la situación de vacíos legales en cuanto a legislación específica sobre la intervención
de las CMP’s, que, en la gran mayoría de casos terminan gozando de inmunidad e impunidad.
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sistema. Esto no sólo en un sentido abstracto, ya que la creciente crisis de la
deuda produce fragmentaciones sociales que se manifiestan en estallidos de
guerra, en las cuales los señores de la guerra compiten por la ayuda
humanitaria, los recursos naturales o el control del narcotráfico en las ruinas
estatales que dejan tras de sí los programas del Banco Mundial (Azzellini y
Kanzleiter, 2005, p.5).
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interrogantes, desafíos y amenazas no sólo a los Estados como actores y sus poblaciones sino
también a los Regímenes Internacionales diplomáticos, y a la Sociedad Internacional en su
conjunto.
Hablar de las Compañías Militares Privadas, por empezar, no es tarea sencilla. No existe
una fácil categorización dado que son entidades de identidad compleja (Carmola, 2010). Hay
quienes conciben a las CMP’s como los nuevos mercenarios – neo mercenarios- del siglo
XXI, y hay quienes postulan una estricta diferenciación entre los mercenarios y las
Compañías Militares Privadas.
Aquí nos referimos a las CMP’s como los mercenarios de la actualidad, que hoy
responden a la lógica de privatización del poder, en un contexto de globalización neoliberal
impulsada por un capitalismo salvaje, donde la seguridad también es mercantilizada y
constituye un importante sector en la economía mundial, un negocio extremadamente
lucrativo que mueve millones y billones de dólares al año.
Las CMP´s existen en todo el mundo siendo las más importantes las de nacionalidad
norteamericana y también otros países claves son Gran Bretaña, Israel, Rusia, aunque
también las hay en Francia, Italia, Rumania, Bulgaria, Alemania, Australia, etc. Y en muchos
países en conflicto (Azzelini, 2012).
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misma, atravesando la larga historia mundial y pasando sus diferentes etapas, hasta llegar al
nacimiento del Moderno Estado Nación en 1648, que con la Paz de Westfalia, haría del
monopolio de la fuerza física legítima su característica definitoria y esencial, y, es a partir
de ese momento donde los mercenarios pierden su rol en el mantenimiento de la seguridad,
dado que, desde entonces el monopolio de la violencia organizada sería exclusive
competencia estatal y de fundamental importancia para su soberanía. De hecho, la historia
del Estado Moderno comienza con el rechazo explícito de los mercenarios (Carmola, 2010,
p.13). Nicolás Maquiavelo, uno de los primeros referentes de la teoría política moderna fue
tajante al afirmar en El Príncipe:
Si bien, la constitución de los Estados Nación se valió –entre otros elementos y atributos-
de la constitución de los ejércitos y fuerzas armadas haciéndose de la coerción o fuerza física
como una de sus competencias exclusivas y su medio específico que, en pos de salvaguardar
su soberanía, logra conformar una instancia política capaz de articular la dominación en la
sociedad (Oszlak, 1997). Esto se dio particularmente en ese momento histórico y hoy eso
notablemente ha cambiado.
No es sino hasta la segunda década del siglo XX que los mercenarios hacen una visible
reaparición en la historia, durante la Guerra Fría y, de forma evidente, en las guerras de
descolonización en Asia y África.
Después del período de descolonización a mediados del siglo XX, muchos de los
nuevos estados independientes estaban débilmente preparados para lidiar con la
nueva realidad, especialmente en relación a la violencia organizada y el control de la
fuerza. Durante este tiempo de confusión el Estado y sus adversarios recurrieron al
uso de mercenarios. Por ejemplo muchos de los recientes Estados independientes en
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África fueron bastante débiles, y, como resultado, la actividad mercenaria en África
ha sido extendida desde ese momento en relación a la seguridad nacional y también
en relación al aseguramiento del acceso a recursos naturales y su explotación (…).
Por más de tres siglos el Estado Nación ha estado en el centro del orden político
global. Pero en el nuevo reino de la globalización el rol del Estado ha sido erosionado.
El fin de la Guerra Fría ha cambiado las maneras en que el poder mundial ha sido
redistribuido sobre los Estados, el mercado y la sociedad civil. Los desarrollos y
avances tecnológicos en la industria armamentística en el siglo XXI han llevado a
cambiar, una vez más, la noción de calidad más que de pura cantidad. La creciente
complejidad del mantenimiento de un ejército permanente, entrenamiento,
equipamiento y logísticas han causado una brecha entre los objetivos políticos y las
necesidades militares (Ásmundsson, 2007, pp.11, 12).
El nuevo orden mundial que se estableció luego del fin de la Guerra Fría sobrevino
con muchos cambios no sólo en el plano político sino, fundamentalmente, en el viraje que
supuso la profundización del neoliberalismo a nivel global y en cada economía, a raíz de
la caída del llamado “socialismo real” visible en la caída del Muro de Berlín (1989) y la
posterior disolución de la URRS (1991), sucedidas de la entronización de la globalización
y el advenimiento de un predicado pensamiento único y “fin de la historia”, que fueron
acompañados por un sentimiento de exitismo de los Estados Unidos que se erigieron
como los guardianes de la democracia y el libre mercado en el mundo en un orden mundial
unipolar y hegemónico.
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Contratar fácilmente fuerzas disponibles y bien entrenadas por un fragmento del
costo del desarrollo y mantenimiento de un ejército permanente se convierte en
propicio. (Ásmundsson, 2007, p.12).
Las guerras se dan con menor frecuencia entre los Estados y sus ejércitos y con
mayor frecuencia en el interior de los Estados entre tropas regulares e irregulares,
y ante todo contra la población civil. Mientras durante mucho tiempo estos
fenómenos fueron ignorados, durante los últimos tiempos se han hecho visibles
con mayor fuerza. Con la denominación de las “Nuevas Guerras” se da origen
incluso a un término particular, que se utiliza para debatirlos en los medios y en
las ciencias. Generalmente, se considera a la creciente apariencia de empresas de
violencia como síntoma de “debilitamiento del Estado”, “caos”, y “anarquía”;
como una pérdida del “monopolio estatal de violencia” en “Estados fallidos”,
frente a los cuales Occidente se encuentra más o menos impotente.
Más bien comprobamos que el síntoma inherente del supuesto “debilitamiento del
Estado”, el uso de la violencia privatizada, está impulsado en gran medida por
Occidente. Esto se hace particularmente claro en el desarrollo que se ha observado
en el ejército estadounidense, que crea en su mismo seno elementos privatizados
que integran la conducción de guerras a la economía de mercado. Las llamadas
compañías militares privadas, generalmente fundadas por antiguos soldados de
carrera, asumen hoy ya no sólo la construcción de campamientos militares, sino
cada vez más (también) misiones de combate. (…) En la actualidad se privatizan
incluso las misiones de las Naciones Unidas (pp. 5,6).
Uno de los debates críticos que se han planteado en torno a las Compañías Militares
Privadas es sobre si éstas realmente representan una pérdida de soberanía o debilitamiento
de los Estados o si, en realidad, los Estados actúan con pleno conocimiento de la situación y
en complicidad con estas empresas militares que -conjuntamente con el apoyo de las
corporaciones multinacionales- se convierten en una tríada de poder que ejerce toda su fuerza
en las “nuevas guerras” o “guerras preventivas” que tienen su expresión en las guerras contra
el terror en las invasiones a Irak y Afganistán y asimismo en países que han recibido la
denominación de Estados fallidos, canallas o débiles, donde no existe el imperio del Estado
y donde se ven prolongadas “guerras civiles”- que en realidad son guerras entre grupos
étnicos y religiosos, guerrillas y mercenarios disputando el poder y los recursos al Estado-
y, muy cercanamente, en nuestra América Latina, en el país de Colombia, en la infructuosa
guerra contra las drogas.
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Como se mencionó anteriormente, la utilización de estos ejércitos privados le ha
permitido a los gobiernos operar más discrecionalmente en las guerras en la periferia,
sorteando los obstáculos al interior de sus gobiernos republicanos y democráticos, como el
Parlamento o los órganos de justicia y también a los organismos internacionales, la
legislación del derecho internacional y es sabida su actuación como autores de crímenes de
guerra que, al no haber legislación que contemple su actuación, terminan absueltos de
procesamientos y condenas por sus operaciones.
El uso de CMP tiene varias ventajas. Una es evadir los mecanismos de control
democrático y parlamentario que existen formalmente en los países que emplean
CMP. Siendo empresas privadas sus acciones, al contrario de los ejércitos
nacionales, no están sometidas a las posibilidades formales de control
democrático. Así por ejemplo EEUU pude intervenir con más de 2000 empleados
de CMP en Colombia sin tener que pasar por instancias parlamentarias para
emprender una intervención militar. El uso de CMP ayuda también a maquillar y
bajar los números oficiales de caídos en combate. No olvidemos que los llamados
“body bags” regresando a EEUU con los restos de soldados fallecidos han
representado uno de los problemas mayores para la aceptación pública de las
guerras de EEUU en los EEUU mismos. Muchas de las víctimas de los atentados,
ataques y secuestros de denominados “civiles” en los medios de comunicación y
en las declaraciones oficiales en conflictos como en Irak, Afganistán o Colombia,
son solo formalmente civiles. En realidad se trata de empleados de diferentes
CMP. (…)
Desde la perspectiva crítica del debate se sostiene que las compañías militares privadas
son el intento de continuidad de la supremacía hegemónica y la dominación global
estadounidense por otros medios. La guerra contra el terror que Estados Unidos comenzó en
2001, ha sido el inicio del declive hegemónico estadounidense como afirman autores como
John Mearsheimer, y otros como Joseph Nye que cuestionan la falta de tacto respecto a
cuestiones de soft power o poder blando, cuestionando sobre todo la arbitrariedad y la
unilateralidad a la hora de tomar decisiones, yendo incluso en contra de
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la voluntad de sus aliados del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN), que
también trajo consecuencias negativas para la opinión pública, cada vez
más crítica y reticente a creer el discurso de democracia liberal tan
pregonado por los líderes norteamericanos.
Otro de los debates sobre la utilización de las Compañías Militares Privadas es si éstas
plantean un efectivo riesgo para los derechos humanos de las poblaciones civiles donde
éstos intervienen, sobretodo teniendo en cuenta la falta de legislación efectiva y adecuada
que permita regular sus actuaciones.
No se puede desconocer ciertos hechos que alarman y advierten sobre las graves
violaciones de derechos humanos que han perpetrado las CMP´s, no solo en Irak y
Afganistán, sino también en África y en América Latina y el Caribe, denunciadas por el
“Grupo de trabajo sobre la utilización de mercenarios como medio de violar los derechos
humanos y de obstaculizar el ejercicio del derecho de los pueblos a la libre
determinación”, creado por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Julio de
2005 por la resolución 2005/2. Este grupo de trabajo está integrado por cinco expertos y
su objetivo es la investigación, estudio y monitoreo de las EMPS, su impacto y apunta
hacia una nueva definición de mercenario y la creación de un marco legal internacional
que posibilite regular el reclutamiento, entrenamiento, financiamiento y actividad de los
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mismos (Arias, 2009).
En el caso de América Latina y el Caribe, uno de los primeros informes de este grupo
de trabajo sostienen que los gobiernos de la región han utilizado con mayor frecuencia
los servicios ofrecidos por las Empresas Privadas de Seguridad. Se advierte también el
entrenamiento y reclutamiento de estas EMPS para conflictos armados en diferentes
lugares del mundo. Según Arias (2009), en América Latina, el fenómeno de las CMSP emerge
a partir del reclutamiento de personal para cumplir funciones de seguridad en Irak.
85. En algunos países, las actividades relacionadas con la lucha contra la insurgencia,
contra el tráfico de estupefacientes y contra el terrorismo han dado lugar a violaciones de
los derechos humanos contra la población civil, como los bombardeos indiscriminados,
las ejecuciones extrajudiciales, la explotación sexual y el tráfico de armas. 1
A pesar de los esfuerzos y diferentes misiones del Grupo de Trabajo sobre Mercenarios
hasta hoy se afirma que continúa existiendo una “zona gris”, ya que no existe una
legislación específica, exceptuando el caso de Suiza, que regule la participación directa
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UN DOC A/61/341 del 13 septiembre de 2006, disponible en: https://documents-dds-
ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N06/520/83/PDF/N0652083.pdf?OpenElement
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de las empresas militares y de seguridad privadas en las hostilidades.
El caso Colombiano
Si hay un caso que merece la pena analizar, aunque en este trabajo se hará muy brevemente,
es el caso de Colombia, donde sin dudas la cooperación bilateral militar con Estados Unidos en
la lucha contra el narcotráfico y contra la guerrilla ha habilitado la proliferación de miembros de
Compañías Militares Privadas, sobretodo a partir del Plan Colombia (1999), fortaleciendo el
intervencionismo de Estados Unidos en la región.
Al inicio del Plan Colombia, el objetivo era la lucha contra el narcotráfico, sin embargo, a
partir de 2002 se autorizó el uso de los recursos para la lucha contrainsurgente, lo cual posibilitó
que las CMSP comenzaran a actuar en el conflicto colombiano de forma relativamente directa
(Perret, 2009). Una de las empresas con más presencia es la DynCorp, sobre la cual no existe
ningún tipo de control.
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UN DOC A/HRC/36/47 del 20 de Julio de 2017, disponible en: https://documents-dds-
ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/G17/218/12/PDF/G1721812.pdf?OpenElement
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CONCLUSIÓN
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BIBLIOGRAFÍA Y LISTA DE AUTORES
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•NYE, Joseph (2010) Prefacio y Capítulo 5 “El poder blando y la política exterior americana”
[En línea] Relaciones Internacionales, núm. 14, junio de 2010. GERI – UAM pp. 119-140
[Fecha de Consulta: 18 de junio de 2015]. Disponible en:
www.relacionesinternacionales.info/ojs/article/download/218/197.pdf
Arias, Patricia. A696 Seguridad privada en América Latina: el lucro y los dilemas de una
regulación deficitaria/ Patricia Arias. Santiago, Chile: FLACSO, 2009
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