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Suma de Ecos
Asunción, Paraguay
2012
11
LA AUTORA
N
o sé en qué momento, ni porque Beth fue hasta la
casa de Erick. Él llevaba tiempo invitándola para
que fuera, pero ella no se decidía, pese al hecho de
que no había muchos alemanes en ese paraje de Paraguay,
con quien pudiera hablar en su lengua de origen.
Según me contó luego, al llegar a la dirección indicada,
vio un inmenso terreno alambrado y al fondo un camino
que llevaba al río; en vano busco la casa, no la halló. Siguió
entonces el camino que llevaba al río y se topó con una
especie de muelle, de espigón de pescadores con una
extraña construcción realizada sobre pilotes en medio del
agua. Beth se dirigió hacia allí y cuando estaba a mitad
de camino apareció Erick en la puerta de la misma y con
gestos de gran alegría se aproximó a ella diciéndole algo
que traducido seria así:
-¡Que linda sorpresa Beth!, creí que nunca vendrías a
visitarme, tengo cerveza y vino tinto ¿Cuál preferís?
Además te voy a hacer unos pescaditos fritos que son mi
especialidad, frescos recién pescados, los tengo atados en
el agua.
-Hola Erick, ya ves que no fue así, me decidí y vine a
visitarte como tantas veces me invitaste. Yo tomaría
cerveza, dijo casi sin pensarlo, ¿pero qué estás haciendo
allí? -preguntó Beth.
L
o vi ayer nuevamente por el vecindario y se me erizó
la piel, no sin motivo. Fue justo después de que Rey
me dijera que Rafael nuestro compadre buscaba
desesperado al loro, y entonces supe porque.
Todo comenzó aquella mañana de Julio, con el frio, casi
nadie salía de la casa, donde el brasero hacía que la
pieza fuera un cálido hornito y nosotros sus agradecidos
moradores. Vecino a mi casa vivía por entonces “EL”.
Teníamos algunos datos sobre su vida y eran pocos los
que le habían hablado. Su aspecto era el de un hombre
común de apariencia más bien modesta de modales toscos
y bruscos. De tanto en tanto se lo veía con un horrible loro.
El pobre animal presentaba señales de haber pasado por
experiencias traumáticas varios de sus dedos habían sido
mutilados, cortados a diferentes longitudes, estaba tuerto
de un ojo y su plumaje descolorido y escaso, por momentos
nulo dejando ver esa piel conocida vulgarmente como piel
de gallina, que evidencia la carencia de plumas en donde
antes estaban. La desnudez del animal, inspiraba una gran
compasión, unido a un reflejo involuntario de repulsión
hacia su imagen.
Cuando “EL” salía al patio de su casa con la argolla de
metal que parecía por su tamaño haber sido alguna vez
una rueda de bicicleta en la que tenia sujeto al animal y
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R
ecuerdo todo, con la nitidez de lo acontecido hace
apenas unas horas. ¿Cómo no recordar cada hecho
con la claridad de los testigos impávidos, mudos y
silenciosos por el terror y la impunidad? Todo comenzó
aquel 2 de enero de 2007. Yo me deleitaba con la lectura de
Walt Whitman, “Canto a mí mismo” verso XXXI:
“Creo que la hoja de hierba es tan perfecta
Como la jornada sideral de las estrellas,
Y una hormiga,
Un grano de arena,
Y los huevos del abadejo
Son perfectos también.
El sapo es una obra maestra de Dios.
Y las zarzamoras podrían adornar
Los salones de la gloria.
Walt Whitman
Estaba cuestionándome la frase dedicada al batracio
cuando presencié su primer crimen. Fue Clara quien lo
consumó con un único y violento golpe. Y ella cayó allí
¡muerta! Tendida, inerte, ¡yo lo vi! También lo vio Lucy y
agregó:
-¡Con esta son tres!
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llas estaban allí, eran cuatro sentadas en cruz ante esa
mesa, ambas manos extendidas al frente sobre la
superficie rugosa. Observándolas desde lejos se podía
percibir el alto grado de concentración, de abstracción en el
que estaban sumidas.
De pronto una de ellas comenzó a relatar sus visiones.
-Era aquel un paraje desolado, en donde un joven
arrodillado ante una tumba lloraba desconsolado, cuando
ante sus ojos se materializó la visión de aquella a quien
evocaba.- Hasta aquí he llegado, anuncio.
La otra casi sin dejarla terminar la frase interrumpió. La
niebla en torno revelo, si, revelo con lentitud progresiva de
proceso fotográfico, la imagen de la mujer. Era delgada y sin
embargo por momentos su vestido parecía ceñirse a un talle
ambiguamente engrosado. Creí conocerla y el corazón se me
enfrió.
-La mujer vertía en un vaso algo de un jarro-, no, era una
botella, no, era un jarro- que luego me ofreció-
-Es un vino excelente. Agua de vida –dijo- O yo así lo oí-.
-Interesante, realmente interesante, quisiera saber más
del Pequeño monstruo. –Dijo Victoria casi susurrando.
-Bueno, mañana será tuyo- confirmo la mayor de las
cuatro que parecía presidir la reunión. Y agrego.
–Y en su sueño recibió el poder del wozosh, esa era la
fuente de poder de los ishires.
MAGIA 43
M
i nombre es “Ogwa”, significa “Manantial”, nací
en el monte cuando todavía existía. Mi madre
es Ishir Chamacoco. Mi padre un soldado
paraguayo, que paso por allí durante la guerra del Chaco,
y le robó a mi madre un despertar feliz junto al hombre
amado, le negó también engendrar hijos de ese amor, le
negó finalmente un compañero para los duros momentos,
y así de un golpe la hizo una madre-niña en el monte.
Pese a esto, ella quería amarme y de hecho me amaba,
pero también veía en mí al soldado y la atormentaba.
De mi mundo ya no queda nada, ni mis muertos.
Nuestros lugares sagrados y profanos fueron también
ultrajados por los que luego se apoderaron de nuestras
tierras.
Y así quedamos anclados a la vera del camino, aquel
nuevo que también hicieron, tras las alambradas que
pusieron. Entre la ruta y el cerco, allí quedamos.
Adentro nuestras casas se fueron desmoronando
lentamente, cuando no las echaron, nuestros alimentos
destruidos, por hachas primero, por motosierras después
que arrasaron todo, no dejaron ni frutos que recoger, ni
animales que cazar.
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1
Ëxërmuk: cubre sexo, tejido hecho de fibras de la planta de
Bromelia.
2
Axnábsero: antiguos Dioses de los Ishir.
3
Némourt: uno de los antiguos Dioses Ishir, que escapó de la
matanza de Dioses y por esolos maldijo, anunciando que se ex-
tinguirían por muerte y mezcla con los que llegarían.
4
Aishnuwérta: Diosa que se caso con un Ishir y los ayudó a estos
traicionando a los Dioses, en varias ocasiones más.
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Asunción, 2 de julio.
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E
nterró sus coturnos, todo lo que le recordaba aquel
hecho sería borrado de su entorno cercano.
Miró de soslayo la inmensa puerta de enfrente,
mientras tapaba la fosa que por una más de sus
determinaciones acabaría conteniendo sus últimos pares
de coturnos sepultados en la vereda ajardinada de la puerta
principal del teatro. ¿Por qué escogió aquel lugar para
hacerlo? ¿Quizá esperaba que algún encantamiento los
desenterrara para unirlos nuevamente a sus pies?
Se imaginó en el escenario del teatro calzado con ellos,
representándola obra inmemorial “El gato con botas”,
con esos increíbles coturnos azules, tan parecidos a los
que vio en su infancia en la función del Teatro Colón de
Buenos Aires. El gran Teatro, al que lo llevó su abuela en
aquellas vacaciones en las que no dejaron de ocurrir cosas
sorprendentes. Durante la visita guiada para conocer sus
vísceras y andamiajes, sus profundos secretos. El salón de
ensayos de la orquesta, el de los bailarines, el taller de los
trajes, de las pelucas, los sombreros y cuantos accesorios
se necesitan para la ocasión. Los millones de trajes que
formaban el vestuario de las distintas obras que allí se
representaban y por último el taller de los coturnos. Los
famosos zapatos con plataformas altísimas iguales a los
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Y
se fue ebrio tras el reflejo de la luna, como Li Pó en
el río Yang Tzé, pero este era el Pilcomayo, que en
quechua significa río Colorado.
A nadie le sorprendió su final, lo que llamó la atención
fue el lugar donde ocurrió el hecho y los comentarios que
se generaron en torno a él.
Gabriel hacía tiempo que convivía con el aliento de la
muerte en aquella vereda donde había fijado residencia,
desde tiempos inmemoriales. Sus actividades cotidianas
incluían relatos de ceremoniales y poemas dedicados
siempre al vino. El elemento que lo mantenía fluctuando
entre la vida y la nada. Tras accidentes y caídas que lo
llevaban y traían de la sala de urgencias. Pero ninguna
de aquellas razones era suficiente para hacerlo desistir de
esa pasión, que desde temprano lo predisponía a evocar a
Baudelaire:
“Para ahogar el rencor y arrullar la indolencia
De todos los viejos malditos que mueren en silencio
Dios, tocado de remordimiento había hacho el sueño
el hombre agregó el vino, hijo sagrado del sol.”
“Las flores del mal” era uno de sus textos favoritos, lo
recitaba a los gritos, gesticulando, mientras reía y bebía de
E
ntró desconcertado al café ¿Qué había pasado en ese
tiempo? No solo el paisaje había variado, los niños y
los arboles se hicieron robustos. Hombres y arboles
habían crecido y ella habría envejecido.
Desde la ventana, que no tenia vidrios, sino a la
usanza antigua las persianas abiertas, miro largamente
a través de las hojas que cubrían la fachada de lo que
recordaba como un balcón. Entonces él –el aromático
Romero de Alberti- blasfemo contra los muertos,
contra los vivos, contra el tirano desterrado y sobre
todo contra su regreso del exilio. El suyo, no el del
otro. Para terminar blasfemando contra sí mismo.
La “memoria”, esa mujer pícara que se encarga de
secar lágrimas del alma, lo había transformado todo.
La joven era hermosa, virginal. La casona, tenía un
balcón en donde su musa apenas se aproximaba
tímida para escuchar sus prosas, mientras el pequeño
arbolito del frente luchaba contra el viento, arqueando
su débil cuerpo, para no terminar convertido en leña.
Vida ¿Por qué me haces esto? Se decía con dolor. Y
viendo tras las hojas que la casona era una casita. El
balcón apenas una ventana grande que daba al frente,
cubierto hoy por el enorme tajy que había crecido
M
e desperté sobresaltado, ¿y si no me convalidaban
el título de médico?
La realidad en la que estaba sumido sobrepasaba
en mucho sus más terribles pesadillas. Sabía lo que pasaba
con quienes lo acompañaban, pero aún así él creía en lo
que hacía.
“La tiranía embrutece al pueblo, es el peor látigo que
puede azotar a una sociedad, luego de marginarlo, lo
empobrece y humilla. Yo no puedo sustraerme, el haber
nacido aquí me obliga a tener una postura y sería peor
fingir no ver o no hacer nada. No podría con mi conciencia.
¡No tengo opción!”
Esto había pensado, siempre pensé así, sigo pensando
lo mismo, pese a que ahora estoy aquí, tirado en los confines
de otra Nación, con un catre prestado y trabajando de
cajero en la carnicería de este amigo. Cajero de carnicería,
qué ironía. ¿Qué pensarán luego mis potenciales pacientes
del consultorio, si me llegan a revalidar el título?
-¿El doctor es el antiguo carnicero?
Pero fue lo que me ofrecieron y acepté, tras mi
apresamiento y exilio, para callarme. Para que no siga
financiando ese diario de tres hojas que resumían nuestra
posición e ideas. ¿Por qué le habré contado al infeliz del
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as manos le temblaban con ese temblor que solo
puede ser producto del fruto de la vid. Ojos brillantes
y perdidos en el infinito de un túnel de recuerdos,
negro y oscuro como los de una mina que en su vientre
acoge tesoros convertidos en memoria.
Tras cada sorbo escribía con pasión lacerantes poemas
a la Patria, a la amada y a esta vida que lo desterraba en su
último exilio.
-A las veinte horas en el San Roque, – me dijo – voy a
leer algunos poemas de mi nuevo libro.
La invitación me puso feliz. Luego de que la apatía se
apoderara de mi alma, “el preso” – así lo apodaban – llegaba
a sacudirla.
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Te encontré de nuevo
tras el muro oscuro
en abrazos continuos
con tu amante antiguo,
Dios inmortal y eterno,
seductor y siempre complaciente
al cual es imposible abandonar
y a quién amar no es una suerte.
EL POETA 93
DER POET 95
T
odo estaba allí, en el lugar que debía estar, el salón,
la minúscula cocina con cerámicas negras y
blancas, en ese cuadrado de un metro por un metro,
reproduciéndose en las paredes con tamaño diminuto.
El baño, simulado tras la puerta de madera maciza con
la estatua de Shiva tallada en alto relieve. El escritorio, el
dormitorio sin placares, con la cómoda pintada a mano y
la barra para colgar las perchas de ropa. La escalera recta
que sube, que conduce al infierno. Al infierno hoy, porque
antes fue el cielo. Ayer. El cielo coronado de espejos, con
las vigas bajas, la cama-colchón. El cielo contigo, ayer.
Me desespero, salgo. Bajo los incontables escalones de
esos tres pisos que me parecen trescientos. Corro hasta la
Fontana de Trevi, allí a pasos del apartamento de la Via Del
Maestri, donde tiré mil monedas, todas, tantas para que se
cumpliera la predicción:
“El que tira una moneda a la Fontana de Trevi
vuelve a Roma”
Y fue verdad, se cumplió, volví a Roma, pero ya no
estás. La profecía debía haber incluido el agua de la
eterna juventud, y no lo digo por ti, sino porque torno
y ya no estás. De nada sirve buscarte en Roma, o en el
apartamento. Ya no estás en el mundo. Y yo retorno
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M
e quedé flotando en ese espacio con los sonidos
aún bullendo en él. Sonidos monótonos que
procedían del fondo quedo del proyector…
“Muestra de arte joven”, decía el cartel de la entrada que
yo no terminaba aún de entender. Se proyectaba en la
pantalla la imagen de una joven con dos cintas largas,
gruesas, de colores chillones. Ella giraba liándose y
desliándose con las cintas, y así una vez, dos veces, mil
veces. Con un sonido estático que se repetía y se repetía y
se repetía…
-Arte vacuo, vacío, vano- oí decir a alguien que salía de
la sala como enojado.
Yo sin embargo seguía allí, pero la frase me transportó
en el tiempo, un tiempo que yo alguna vez quise olvidar.
La lección de anatomía, el famoso cuadro de la escuela
holandesa se veía ahí, de Rembrandt Van Rijn, lo supe
luego, lo había visto tantas veces que ya no me fijaba en él,
tampoco me había interesado. No es que entendiese mucho
de pintura, a decir verdad cuando empecé a trabajar en
esa casa no sabía nada sobre arte en general. Llevaba casi
siete años en ese monumental edificio que contenía un
sinnúmero de reproducciones de obras famosas. Copias,
clonaciones de las mismas, pero éstas no eran vendidas
E
nu Sakamushi había nacido en Kajiki. Había vivido
ahí hasta los doce años. Su padre la crió en las más
puras tradiciones Samurái, pese a ser mujer.
El Sr. Sakamushi había llegado a la vejez con un halo de
derrota y resignación. Le faltaba uno de sus brazos y no
había podido traspasar sus conocimientos ancestrales a
ningún hijo y se resistía a hacerlo a extraños. Fue en ese
hogar de ocasos donde irrumpió Enu, para sorpresa de
todos.
Desde su nacimiento el Sr. Sakamushi, la considero un
prodigio. Una enviada a rescatar del olvido, de la nada, su
saber.
No pudo esperar, no tenia tanto tiempo, por lo que aun
antes de que aprendiera los números o el alfabeto, Enu ya
era un experta Samurái.
Ni bien empezó a caminar comenzaron las prácticas,
las posturas, los ejercicios con sables y con palos, la lucha
cuerpo a cuerpo y sobre todo la filosofía Samurái.
En Kajiki son tradicionales las competencias de arañas.
Se cree que se habrían iniciado en el siglo XVI a fin de
reunir gente para los ejércitos. Éstas se realizan con un
tipo de arañas llamadas Samurái, las mismas son de color
negro con franjas de un amarillo intenso, como anillos de
“L
a ventaja de ser cabeza, cabeza aislada, cabeza y
nada más, ha hecho que me convirtiera en
un vagabundo de sueños. Primero esquiva
podredumbre y hoy ya descarnada, cráneo hueco, de
huesos repartidos, dispersos y vueltos a juntar. ¿Quién lo
hubiera dicho? Y aunque sin cuerpo, porque el mismo
reposa en la Ermita de San Antonio de La Florida, aquella
construida a orillas del Manzanares en cuyos muros pinté
esos inspirados frescos … pero de eso… hace ya tanto
tiempo…
Como no recordar la impresión de muchos de los que
se ocuparon de trasladar mí tumba, al saber que mi cuerpo
se encontraba ya descabezado cuando fui enterrado en
Burdeos, en 18281. El mismo fue llevado de Francia,
ochenta y dos años después de mi deceso, en 1919, para
depositarlo en su morada final, esa pequeña Ermita de
Madrid.
1
1828 fue el año en que se dieron la mayoría de las independen-
cias de nuestras Colonia Españolas en la hoy llamada América,
de 1.810 a 1.828, para convertirse en pueblos independientes,
Estados, Naciones en la actualidad, cuyos nombres y destino en
esos momentos eran inimaginables. Argentina, Paraguay, Vene-
zuela, México, Uruguay entre muchos otros.
2
A los extranjeros les estaba vedado el comercio con las colo-
nias, pero se ingeniaban, por lo que en el siglo XVII la mayor
parte de los comerciantes sevillanos eran solo testaferros de los
extranjeros.
SOLIPSISMO O LA CABEZA DE GOYA 135
3
Alejandro VI o Rodrigo Borgia, como prefieran llamarlo, el
Papa más controvertido de la historia, con varios hijos famosos,
concebidos con distintas mujeres, entre los que se destacaban
Cesar Borgia, inspirador de la obra “El Príncipe” de Maquiavelo
y la pobre Lucrecia Borgia, sometida a vejámenes interminables
hasta el final de su existencia. Con la que le atribuyen relaciones
incestuosas. Entre otros.
4
La Constitución de 1812, llamada “La Pepa” por la fecha en
que fue proclamada, Es sabido que en España a todos los José y
Josefa se les llama Pepe y Pepa, a consecuencia de las dos “p”,
que iban junto al nombre de José en la Biblia –”José p.p.”, cuyo
significado era padre putativo de Jesús. Por lo que podríamos
hilar que Napoleón con Pepe Botella, como lo llamarón los de-
tractores de José, es el padre putativo del Constitucionalismo
Español y el de las Indias.
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