Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
52
Jan Collaert, La invención del libro impreso, ca. 1600
Lo que en algún tiempo fue una relación apenas sobreviven es gracias a los esfuerzos
más o menos digna entre amantes de la lite- de un puñado de editores de conducta per-
ratura, se ha convertido, con honrosas excep- sistentemente ética, una especie en vías de
ciones, en la relación entre celestinas y prosti- desaparición. Ahora los editores se basan en
tutas; cuando éstas ya no satisfacen los deseos las ventas de la última obra publicada para
de los clientes, son licenciadas sin gracias ni decidir si seguirán publicando o no a su autor;
miramientos. Durante siglos, ser editor sig- la noción de alentar una obra compuesta pe-
nificaba tener el honor de publicar la obra de nosamente a lo largo de los años, hecha de li-
quienes hacían literatura; en muchos casos, bros mayores y menores, tanto exitosos como
no todos, claro, hoy, ser editor quiere decir ser ignorados, ha desparecido. En los grandes gru-
un tendero a quien poco le importa la suerte pos editoriales ya no son los editores quienes
de quien produce la mercadería que en forma deciden, sino los agentes comerciales. Ser edi-
masiva vuelca al mercado. tor hoy es un oficio de mártires o de locos.
Unos seis meses antes de que ganara el Pre- Pocos editores, por supuesto, se declaran
mio Nobel, Doris Lessing me escribió una car- en favor de las nuevas políticas comerciales;
ta desconsolada en la que me decía que había casi todos se proclaman defensores del escri-
enviado su nueva novela y un par de relatos tor y de su obra, pero también un editor debe
largos a sus editores ingleses y americanos. poder sobrevivir, y los grandes grupos edito-
Los primeros le dijeron que escribía demasia- riales no son ni empresas filantrópicas ni bas-
do (esto, a una novelista octogenaria); los se- tiones intelectuales. Michael Krüger, hombre
gundos, que su literatura tenía poco interés sin pelos en la lengua, declaró que estos cam-
para las nuevas generaciones. Después del No- bios en el mundo editorial afectan no sólo
bel, por supuesto, fue festejada y cortejada, nuestras facultades literarias sino que “afec-
pero Lessing no olvidó nunca aquel despecho. tan nuestra propia existencia”.
La verdad es que hoy muchos escritores Desde la época de Gilgamesh, los escrito-
esenciales padecen el mismo tratamiento, y si res se han quejado siempre de la mezquindad