Sei sulla pagina 1di 14

Rebeliones indígenas en

el altiplano boliviano.
Los aymaras en la
i lucha anticolonialista

Juan LA!faarracín Millán (Bolivia)


.mur,, AGRICULTURA
llíililll D£SAROL L A DA

Culturas aborígenes en América a la Llegada de los europeos.

52
Esta ponencia revela p o r primera vez en la historiografía
boliviana la contribución de los indios del altiplano andino en
la revolución de la independencia, las causas de su movimien-
to, los alcances históricos de su rebelión y el significado que
tiene en la creación del estado nacional en 1825.
La investigación practicada revela que los indios siguieron
una lucha paralela a la de los sectores criollos, persiguiendo
no solo los principios de la lucha anticolonialista, sino tam-
bién los ideales de la c u l t u r a incásica como contexto de su
propio desarrollo social.
En un país con mayoría india como Bolivia resulta impo-
sible librar una revolución sin que los indios c o m p r o m e t a n
su participación, p a r t i c u l a r m e n t e cuando los continentes in-
gresan en el h a b i t a t indígena. Tanto los patriotas c o m o los
colonialistas persiguen c o m p r o m e t e r a los indios con su causa
y, en cierto modo, existen indios en ambos frentes. Pero, la
inmensa mayoría lucha al lado de la revolución porque desean
a través d e ella, a b r i r s e camino hacia su propia identidad na-
cional.
En las rebeliones a y m a r a s concurren las fuerzas vitales de
los pueblos indios. Esta participación masiva hace desarrollar
la lucha en sus expresiones más grandiosas, pero lo indios no
pueden vencer solos por la diferencia del nivel social y militar.
Al ser derrotados, este hecho determina el h u n d i m i e n t o de sus
p r o g r a m a s de liberación p o r q u e la república, en sí m i s m a ,
b a j o la dirección criolla-hispánica se desinteresa por su exis-
tencia y deja que su atraso se perpetúe.
El grandioso movimiento indio que llega a niveles de go-
bierno en el estado revolucionario prueba la capacidad de
éste para afianzar el sistema democrático y los procesos revo-
lucionarios.

R E B E L I O N E S INDIAS EN EL ALTIPLANO BOLIVIANO


Los aymaras en la lucha anticolonialista
En la historia de los movimientos indios en favor de la
revolución en la América Latina, la Junta Tuitiva, defensora
de los derechos del pueblo, fue la primera en crear en su
seno una diputación india. Entre el 21 de julio de 1809 en que
se erige la J u n t a y se proclama la independencia y el 30 de
septiembre del m i s m o año en que la contrarrevolución la derri-
ba, los representantes de los pueblos indios de la intendencia
de la Paz actúan, principalmente en el plano militar, echando
a las multitudes y guerrillas indias contra los ejércitos que
1984 U n i v e r s i d a d Central de Las Villas

55
invaden la meseta andina para reprimir a los pueblos. Apo-
yándose, unas veces en Jos sectores democráticos de la revo-
lución y venciendo en otras la resistencia de los sectores con-
servadores, los indios consiguen participar en la lucha con sus
propias organizaciones y medios.
En, su proclama a los pueblos de todo el imperio del Perú
la Junta se asignaba la misión de "sacudir el yugo" colonial y
"organizar im nuevo sistema de Gobierno". Los indios hicieron
suyos estos principios e ingresaron en la lucha con esta ban-
dera. El Club Patriota, la fuerza dirigente de la revolución,
declarada por uno de sus portavoces: "Desde hoy en adelante
todos somos iguales; no hay nobles ni plebeyos, españoles ni
americanos: todos somos hijos de la patria". Esta ideología
respondía'al espíritu comunalista de los aymaras y se convir-
tió también en un factor decisivo de su oposición a la colonia.
Cuando la Junta Tuitiva manda a quemar los libros de deudas
en plaza pública, dispone de supresión del tributo y otras
cargas coloniales, reteniendo el despacho de las remesas de-
bidas a i rey, los indios quedan comprometidos a respaldar
la revolución con una movilización total. José Manuel Cáceres,
jefe de los aymaras y escribano dp la Junta, había conseguido
afianzar'la alianza de mestizos e indios, promoviendo movi-
mientos populares importantes por su unidad y fuerza. Pedro
Domingo Murillo, jefe de la revolución, testimoniaba esta
alianza,'enérgicamente, ante el Gobernador Intendente dé Po-
tosí, en estos términos: "si por ventura intenta algún proyecto
contra la santidad de estos objetivos (de la revolución-JA),
12 000 jóvenes electrizados del entusiasmo más elevado de pa-
triotismo y lealtad arrastraran todos sus conatos, sin contar
con 200 (TOO naturales que se conducen por estos mismos prin-
cipios". . .
En estos primeros días de la revolución los indios actuaban
sobre el altiplano con sus propias organizaciones como una
reserva de la Vanguardia Popular Murillana que constituía la
fuerza militar oficial de la revolución. Los sectores más atra-
sados del criollismo miraban con recelo a la indiada y no
pudiendo impedir su participación que empezó a hacerse ne-
cesaria, conseguía infiltrar en los gobiernos de los partidos
subdelegados francamente anti-indios que sé dedicaban a con-
trolar al movimiento indio más que a los elementos hostiles
a la revolución. Las milicias levantadas por los pueblos por
estos subdelegados excluían, sin excepción, a los indios, reclu-
tando sólo a los artesanos y empleados. El movimiento indio,
sin embargo, crecía rápidamente levantando verdaderas mul-
tudes. De este modo, en estos primeros meses de Julio, Agosto
y Septiembre de 1809, los indios se movilizan, organizan y

56
luchan sólo bajo, órdenes de José Manuel Cáceres y sus jefes
locales, levantando a los pueblos a la lucha, t o m a n d o las ha-
ciendas y r e q u i s a n d o armas.
En estas condiciones la revolución no p u d o evitar que la
invasión peruana, p o r una parte, y la contrarrevolución inter-
na por otra, consiguieran disolver la junta, obligando a Mu-
rillo a renunciar a n t e la división en las fuerzas que a c t u a b a n
desde el Cabildo sobre la J u n t a .
Cuando la indiada se encontraba concentrada en las proxi-
midades de Copacabana y el Desaguadero y el ejército revo-
lucionario, a su vez, tenía u n a parte de sus f u e r z a s en Tihua-
naou y la otra en Chacaltaya, los contrarrevolucionarios del
Cabildo, con Vallivian Yanguas a la caza, organizan un nuevo
gobierno en la Paz, encarcelan a los patriotas y proclaman la
paz con el general Goyoneche que avanzando desde el Cuzco
se encontraba al o t r o lado del Desaguadero.
El movimiento indio no interviene en la liquidación de la
contrarrevolución p o r tener reunida su fuerza principal fren-
te al ejército español, correspondiéñdole a la Vanguardia Po-
pular b a j a r de Chacaltaya y tras sangrientas j o r n a d a s aplastar
a los contrarrevolucionarios, reponiendo en el gobierno de la
ciudad a los patriotas.
Retomada la ciudad p a r a poner en libertad a los prisione-
ros, exclusivamente, el ejército revolucionario vuelve a Cha-
caltaya p a r a organizar la m a r c h a hacia los Yungas donde las
fuerzas populares de Manuel Victorio Lanza habían estable-
cido la nueva capital de la revolución. Con la disolución de
la junta Tuitiva, la renuncia de Murillo y la división de las
fuerzas patriotas, la revolución pasaba a ser dirigida por los ra-
dicales q u e n o m b r a n a M. V. Lanza, Jefe político y a Gabiel
Antonio Castro, C o m a n d a n t e Militar. La revolución ingresaba
en su f a s e más radicalizada porque ahora se iba a la fusión
del movimiento u r b a n o con el movimiento indio.
Vencida la revolución en la Paz y trasladada ésta a los
Yungas, la indiada queda al frente del ejército sobre el vasto
altiplano. Cáceres inicia el control del altiplano apoderán-
dose de Pacajes en un rápido movimiento, m i e n t r a s Luis Eus-
taquio Balboa t o m a b a Omasuyos con 3 000 indios, Guillermo
Aliaga, cacique de Andrés de Machaca, refuerza a Cáceres con
2 000 combatientes más. E n Caquiaviri y Jesús de Machaca se
insurreccionan los partidos de Cáceres levantando nuevas mi-
licias. E n Caquingora, Calacota y Santiago se organizan comi-
tés revolucionarios. En pocos días Cáceres había destituido a
todos los Gobiernos locales de los españoles y se encontraba
a la cabeza de miles de indios que m a r c h a b a n hacia Copaca-
bana y Guaqui. Es entonces que a s u m e el cargo, de Coman-

57
dante del Distrito y Coronel de Milicias Indias, investidura
que lo convierten en el caudillo de la rebelión aymara. Desde
la insurrección de Tupac Katari en el siglo XVIII nadie había
conseguido levantar a los pueblos indios con tanto fervor por
la causa de la liberación india.
En ejecución del plan general de guerra. Cáceres corta to-
dos los caminos, interceptando la correspondencia, ordenando
la ocultación de víveres y abastos que pudieran ser requisados
por los españoles, atricherándose en puestos estratégicos y
concentrando multitudes sobre la frontera con el Perú. Los
aprestos eran tan intensos que todo parecía indicar que los
indios querían luchar apoyándose sólo en su enorme número
sin tomar en cuenta la superioridad militar de los españoles.
Gabino Estrada, líder de los indios, era un combatiente de
avanzadas ideas sociales tomadas de la revolución francesa.
Estrada inculcaba a los. aymaras las ideas de un Gobierno de-
mocrático, la supresión del tributo, la implantación de los dere-
chos ciudadanos, la igualdad social y la entrega de las tierras
despojadas por los españoles a sus antiguos dueños. A. la
cabeza de 5 000 indios se pone frente a Goyoneche en momen-
to que éste avanzaba y cuando el ejército revolucionario se
encontraba ya en los Yungas. Este dirigía las primei-as accio-
nes contx-a las avanzadas del ejército invasor. Sobre sus
montoneras cayó la fusilería y los cañones destrozando sus
primeras formaciones. La guerra india había comenzado catas-
tróficamente, pero cumplía con sus objetivos, demorar la
invasión sobre la Paz.
Luis Balboa, cacique de Laja y Achacachi y diputado ante
la Junta Tuitiva, declarando la insurrección general sobre el
altiplano lanza a los indios, apenas armados de lanzas, palos,
hondas y cuchillos contra las avanzadas de Goyeneche. Era el
alma de la indiada después de la declaración de guerra a Puno.
A su resolución se debe el arrojo de sus milicias, la denuncia
y desenmascaramiento del Sub-delegado Huici, como agente de
Goyoneche.
El movimiento indio que no había podido enviar a un
diputado en representación de Laracaja tuvo en el subdelegado
puesto la Junta a uno de sus enemigos. Para luchar tuvo que
adoptar una organización clandestina y desarrollarse en for-
ma de guerrilla. Laracaja es una región de riquezas mineras,
principalmente del oro. Los ingresos que proporcionaba a la
colonia eran cuantiosos. Maruri, además de amenazar a los in-
dios, proporcionaba información a Goyeneche fugándose al
Perú, finalmente con el tesoro provincial. La masa india man-
tenía, contacto con Omasuyos y Pacajes, a través, de partidas
que actuaban sobre la frontera con el Perú.

58
La indiada del distrito de los Yungas participó del gobier-
no revolucionario, desde su comienzo, a través de los criollos
demócratas que tenían la dirección de la lucha. El diputado
Katari Incacoilo llegó a crear organizaciones guerrilleras de
indios y negros en las selvas que unen a la Paz con Cocha-
b a m b a , al centro del país. El plan de establecer en Chulumani
la base de la revolución, en su nueva fase, recayó principal-
m e n t e en M. V. Lanza y Katari Incacoilo. Los negros y m u l a t o s
de ¡os Yungas no salieron al altiplano sino después de 1810.
Su actividad se desarrollaba en torno al control de esta región.
Producida la revolución son detenidos los hacendados, liber-
tados los esclavos y f o r m a d a la dirección militar india. En
Coroico y otros distritos los terratenientes son juzgados y con-
denados a muerte. Patrullas indias recorrían los pueblos ha-
ciendo cumplir las determinaciones de la revolución, indepen-
dientemente de la J u n t a Tuitiva. Convertida I r u p a n a en centro
de resistencia de los hacendados, encabezada p o r el Obispo
Ortega y la Santa, la lucha principal se libra c o n t r a este bas-
tión de la contrarrevolución, armados desde Cochabamba y
Potosí, los contrarrevolucionarios no podían ser controlados
m á s que por las fuerzas de Katari Incacoilo que los ha-
bían cercado. En los Yungas f u e donde el p r o g r a m a de la re-
volución tuvo un cumplimiento más enérgico, con la liberación
de los negros esclavos, la toma de la tierra de los españoles
y. los castigos que les impusieron. Durante estos primeros me-
ses fueron cortados los caminos de ingreso a los valles y al
monte y las guerrillas indias atacaban a I r u p a n a .
j Antes de !a batalla final librada en Chicaloma, Manuel Vio-
torio Lanza, explicando el nuevo sentido de la revolución, lan-
zaba sus proclamas a los pueblos, prometiendo organizar un
gobierno de negros, indios, mestizos y criollos patriotas para
instaurar una sociedad igualitaria en la q u e todos gocen de los
f r u t o s de su t r a b a j o y vivan en libertad, quince mil indios
participaron en la batalla frontal en la que la revolución fue
derrotada. La milicia patriota fue aniquilada y ahogada la
republiqueta de Chulumani. Pero el movimiento indio p u d o es-
capar a la represión por su mayor conocimiento del monte,
y porque no estuvo comprometido en el combate, principal-
mente. Los españoles volvieron a la esclavitud a ¡os negros, a
la servilidael a los indios y restituyendo al gobierno real pro-
cesaron a los revolucionariosenviándolos a la Paz por cientos.
Las partidas indias escaparon así hacia el altiplano, una
parte, y la otra se quedó b a j o una organización guerrillera,
b a j o la dirección del caudillo Pintado y otros, p r e p a r a n d o las
f u t u r a s guerrillas de Inquisivi-Sicasica, b a j o líderes puramen-
t e indígenas.

59
El carácter social del movimiento era destacado por el ge-
neral Goyeneche que decía al Virrey: "Grande era el proyecto,
mayores los alicientes de reparto de bienes a la .plebe, conside-
rable el número de armas acopiadas y tenaz las resoluciones.. .
A todo le he dado la mano. . ., sujetando a monstruoso y tenaz
Partido de los Yungas". En cuanto a~ la trascendencia histó-
rica de la revolución sostenía: "Este primer caudillo, este in-
s u r g e n t e . . . hará lugar como el primero entre los sublevados
tratando de erigir la independencia a que aspiraban".
Con un medio millar de revolucionarios presos, desterrados
y cerca de un centenar muerto, en 1810 no existe en el alti-
plano otra fuerza que la india, gran parte de ella la que había
retornado de los Yungas. La inmensa indiada espectó la muer-
te a garrote y en la horca de los jefes de la revolución sin
posibilidad de establecer el cerco que deseaban tender sobre
la ciudad. Hasta mediados de Junio este movimiento indio-
campesino se mantenía en apresto esperando una nueva opor-
tunidad para entrar en acción. Esta se dio en 1811 cuando
Juan José Casteli,,a la cabeza del primer ejército argentino,
ingresa en la Paz y sitúa sus tropas sobre el Desaguadero, fi-
jando allí los límites del Gobierno de las provincias Unidas
del Río de la Plata. Eh Tihuanaou se produce, entonces una
gran concentración india ante la que Casteli promete atender
las demandas de los indios.
Ante el apoyo de los indios a Casteli, el Virrey Abascal
de Lima ofrece a los indios dar participación en el gobierno
si se ponían del lado del rey. Fumakagua, Coronel de Milicias
y Cacique de Chincheros y el Cacique Choquehuanca de Azán-
garo, entran en el colaboracionismo; le seguirán, después,
Pedro Sahuahuara, Nicolás Rojas y Eugenio Sinanyuca y otros.
Miguel Chuquimia en la península de Copacabana, intenta in-
troducir este colaboracionismo en el Alto Perú, aunque sin
éxito alguno. La respuesta de Casteli fue denuncia de estos
ofrecimientos calificados de engañosos, prometiendo, a su vez,
' luchar por la supresión de los abusos y castigos contra los in-
dios, áceptando su participación en la revolución, creando
escuelas, suprimiendo las cartas tributarias y servicios perso-
nales, ofreciendo democratizar el cacicazgo introduciendo las
elecciones.
Las masas indias escucharon aquellas declaraciones sintien-
d o que la revolución de la Paz había sido más radical con la
creación de la diputación india, el derecho a la lengua mater-
na, la abolición de la servidumbre y la esclavitud, la supresión
de la prisión por deudas y el derecho a recurrir a la revolu-
ción para defender estos principios. Al resolver su apoyo a
Casteli las condiciones fueron concretas, apoyar la expulsión

60
de los españoles del altiplano y rechazar la invasión, la acep-
tación del ejército indio y un programa de emancipación so-
cial y económica que les devuelva su tradición cultural.
La batalla decisiva de Guaqui entre Goyeneche y las fuer-
zas argentino-altoperuanas tuvo lugar en Junio de 1811 sin la
participación de los indios. Las fuerzas que dirigían J. M. Cá-
ceres, L. E. Balboa, B. Cárdenas Titicocha, Lira y otros, se
mantenían a distancia del campo de batalla. Producida la derro-
ta de Casteli, la historia viviente pareció reservar este mo-
m e n t o al e m p u j e de los indios para poner a p r u e b a su c o r a j e
a su capacidad de e n f r e n t a m i e n t o ante la- expectativa de la
nación que miraba con recelo el movimiento indio como u n
peligro racista. P r o f u n d a en su autenticidad, la indiada de la
Paz, entró en acción, en estas circunstancias, defendiendo
su territorio decididamente. Ausentes los criollos de las mili-
cias argentinas y charquinas, les indios aparecieron como la
única realidad contra la colonia en estos m o m e n t o s .
De todos los focos revolucionarios que estallan en la Amé-
rica Latina, en f o r m a casi simultánea, el de Alto Perú le
pareció al Virrey Abascal el que entrañaba mayor peligro, per-
suadido corno estaba que quien se apodere de Potosí alcanzaría
irremediablemente supremacía política y militar. E s t a idea f i j a
le obligó a declarar, nuevamente, la guerra al Alto Perú e in-
vadir otra vez el altiplano. Goyeneche trae a h o r a sobre las
a l m a s la declaración de la guerra a m u e r t e concebida p o r
Abascal como el s u p r e m o recurso del mantenimiento de la
colina.
La victoria española de Guaquino inició de inmediato u n a
l á p i d a acción militar sobre el altiplano. Sobre sus pasos puso
Goyeneche u n a premediata cautela. Temeroso de e n f r e n t a r s e
a grandes sublevaciones indígenas o a u n a contraofensiva ar-
gentina, dispuso una m a r c h a lenta hacia Cochabamaba. Pensa-
ba que el altiplano estaba en poder del ejército argentino. La
situación de Casteli, en cambio, había sido de completo retiro
hacia Oruro, Potosí y la f r o n t e r a argentina. Sus oficiales, aban-
donándole todo alcanzaban Potosí a m a r c h a s reforzadas, pen-
s a n d o en la persecución de los españoles. De este modo, con los
españoles entre el Cuzco y Potosí y los criollos argentinos-alto
peruanos en retirada, sin Goyeneche p o r el lago Titicaca ni
Casteli por el Sur, los indios resolvían intervenir libres del
control de los jeles criollos, b a j o su propia iniciativa. Es en
esta dramática coyuntura de la guerra que surge sobre el alti-
p l a n o una inmensa rebelión que rápidamente se apodera de
Sicasica, Pacajes y Omasuvos, asumiendo el control del altipla-
no y' dividiendo al ejército español en dos partes. Con el
camino abierto a la guerra, se hechan con todas sus fuerzas,

61
contra los 'espaitoles situándose en el primer plano de la re-
volución.
La indiada y la cholada decidieron marchar hacia la Paz,
dirigidos por Cáceres, el "oráculo de la revolución", Casimiro
Irusta, Luis Balboa y otros que conducían sus multitudes so-
bre el desolado e inmenso altiplano. El gobernador de' La Paz,
Domingo Tristán, temiendo una larga lucha evacúa a las fami-
lias hispánicas y ordena el traslado de los caudales del tesoro
colonial, para ponerse en posición de combate. La "indomable
plebe, a su vez, tomaba el control de la situación, apoderán-
dose de parte de la ciudad y exigiendo una mayor actividad
ante la presencia de Goyeneche en el país.
El primero en aparecer sobre la ceja de "El Alto", Casimiro
Irusta, ordena el cerco sobre las alturas de la ciudad, dispo-
niendo en abanico a sus milicias. Nuevas fuerzas indias com-
pletan el cerco apoderándose de Chacaltaya, el Calvario, Santa
Bárbara, Pampajasi, hacia Río Abajo y Achocalla hacia el sur,
cei-rando el inmenso círculo. Irusta exige al gobernador la liber-
t a d - d e los detenidos bajo la amenaza de atacar el centro
de la ciudad. Por la tarde Irusta y sus compañeros ingresan
hasta las mismas oficinas del gobierno exigiendo el cumpli-
miento de la petición del pueblo. Al ser rechazada ésta, Diego
Quint Fernández es muerto en» el ataque que Irusta ordena.
Los sitiadores iban a apoderarse de La Paz, cuando el Coronel
Francisco del Rivero, jefe de las milicias patriotas de Cocha-
bamba, ingresa en la ciudad y detiene a los indios y la cholada,
ante el peligro de Goyeneche y sus fuerzas. No pudieron man-
tener, esta situación, Rivero abandona La Paz y se dirige a Co-
chabamba temeroso de los españoles. Es entonces que los
indios y cholos vuelven al cerco de La Paz, El 16 de Julio se
inician los choques sobre las alturas de Pampajasi, el Calva-
rio y Quilli-Quilli. El 18 se combate sobre el Alto de Potosí, la
Sarita de Lima, Santa Bárbara y Potopoto, provocando gran-
des incendios que aterrorizan a los sitiados. La acciones de-
sesperadas, en estos combates mueren indios y españoles. El
22 se estrecha el cerco, consiguiendo los indios penetrar por
varios puntos de la periferia. Entre el 24 y 25 se lucha en
todos los frentes. El 2 de septiembre los indios se apoderan de
los tambos Kirkincha, de Harinas y Goyzueta, casi al centro
de la ciudad, a poco de la plaza de armas. La resistencia pa-
rece llegar a su fin y es entonces que Bernardo Calderón
inti/na.,la rendición en el.plazo de cuatro horas bajo la ames
nazafdeípasar a degüello a la población,sitiada; los última-
tumés se repiten y los españoles siguen luchando, sin que los
sitiadores cumplan sus amenazas.

62
Del 13 al 21 de .septiembre se lucha encarnizadamente lan-
zándose los indios al asalto sin poder someter a la guarnición.
Los días 25 y 26, 200 h o m b r e s consiguen salir del cerco, li-
b r a n d o e n f r e n t a m i e n t o s que provocan numerosos m u e r t o s
entre los indios. La aproximación, esta vez, del Coronel Be-
navente, reanima a los vecinos de La Paz. A marchas forzadas
este jele español avanza desde el Desaguadero, perseguido p o r
numerosas masas de indios que no pueden detener a los 900
soldados que trae con dotación de artillería. En un solo com-
bate Benavente había d e j a d o sobre el terreno más de mil in-
dios muertos. Tal era la evidencia de la desigualdad militar en
la lucha. Como el camino de Achocalla se encontraba cortado
por los indios, tomando la ruta de Tacuna, para no chocar
con los indios de P a c a j e que eran numerosos, e n t r a en la
ciudad cuando los sitiados estaban ya agotados. Despacha 400
soldados hacia el f r e n t e de Achocalla con Ramón Ripert y
otra columna de 200 soldados hacia Chacaltaya con Joseph
Santa Cruz a la cabeza, para batir a los indios. En estos com-
bates van cayendo en la larga y porfiada lucha, personalmente,
sale Benavente hacia el norte, en busca de contactos con el
ejérciLo de Goyeneche, ingresando en Achacachi d o n d e sostie-
ne numerosos choques, el sacrificio que hacían los indios anu-
las embestidas de la caballería resultaba agotador, pero pare-
cían decididos, a pesar de todo, prosiguiendo los combates
para no dejar pasar a los españoles hacia el sur.
Con el auxilio militar de Benavente los vecinos luchaban
con mayor confianza, pero el cerco proseguía aún y todos los
días continuaban los choques. El 18 de octubre la indiada sor-
prende a Benavente, derrotándolo claramente, a u n q u e sin con-
s u m a r su victoria completamente. Los situados se reorganizan
y con el apoyo de Benavente hacen constantes salidas p a r a
buscar a los indios. A medio día del 18 de octubre, llega a la
ciudad el Comandante Lombera y el coronel Pablo Astete con
2 500 soldados y 8 cañones. En las alturas de Chacaltaya le
salen ai encuentro ios indios, con gran animación, siendo
derrotados. El 20, una columna española sale por P a m p a j a s i
con considerables bajas, pues allí los indios tenían campamen-
tos, víveres y a r m a m e n t o s . Aparentemente están d e r r o t a d o s los
indios, pero sorpresivamente contra atacan, m u r i e n d o un nú-
m e r o elevado de vecinos. La revolución persistía p o r todo el
perímetro de la ciudad lo m i s m o que p o r el vasto altiplano
i n u n d a d o de multitudes aymaras. Para a c a b a r con estos movi-
mientos, Abascal ordena la invasión de las milicias indias de
Pumakagua y Choquehuanca, sobre el altiplano, bien a r m a d a s
y entrenadas.

63
E n su propósito de ocupar todo el Alto Perú desde el Desa-
guadero hasta la frontera Argentina, Goyeneche avanza sobre
Potosí, el plan era atacar Tucumán, ponerse fuertes allí y pre-
parar la invasión de Buenos Aires.
' La imponente lucha de los indios sobre el altiplano viene
a debilitar este plan. Abascal vio la gravedad de esta insurrec-
ción al enterarse de que la indiada tenía bajo su control el
altiplano, consiguiendo con esta victoria dividir en dos el ejér-
cito español, cuya cabeza se encontraba, entonces, en Potosí,
lejos de sus bases, impidiendo el envío de refuerzos desde el
Perú. Basagoitin, Lombera Choquehuanca y Pumakagua se vie-
ron impotentes para poner orden en aquella rebelión. Aunque
estas fuerzas luchaban por levantar el cerco de La Paz, tenían
problemas "más graves en el altiplano. Con tres mil indios Cá-
ceres, Balboa y el protector de indios de Pacajes sostenían la
guerra contra las avanzadas españolas retrocediendo hasta
Sicasica. Allí consigue caer sobre las tropas de Lombera, des-
trozando su columna de mil hombres, y apoderándose del pue-
blo. Cáceres proclamó áquella victoria como una revelación
inmortal del poder indio. El 7_de octubre decía en una procla-
ma "ya no seréis más esclavos ni afrentados por el impostor".
Investido de General del Ejército Restaurador de los indios
;del Perú, Cáccres forma su Estado Mayor y prosigue la lucha.
Tiene un numeroso ejército indio pero le faltan armas. En la
batalla de Sicasica, comandaba flecheros de los yungas, onde-
ros de los yungas, onderos de Sicasica y lanceros de Pacajos.
Sus principios eran puramente incásico. Quería restablecer el
imperio Quechua, crear una sociedad comunal y reiniciar la
historia truncada por los invasores del siglo XV.
Derrotados en todas las acciones militares. Baltazar Cárde-
nas marchaba hasta Inquisivi, acosado por la superioridad
española llegando a Oruno casi con los mismos días en que
Cáceres obtenía su victoria. Cárdenas era un líder indio de
notable capacidad, de carácter enérgico y de gran espíritu mili-
tar. E n sus largos años de guerrilla india y de conductor de
multitudes, llegó a ganar el grado de coronel que le otorgó el
gobierno argentino. Atricherado entre Inquisivi y Oruro sos-
tiene numerosos encuentros con desigual éxito. Cortando ca-
minos, matando la caballería y privando de recursos a los
españoles, pero sorprendido gravemente por Joaquín Revuelta
cerca de Sicasica, apenas pudo huir con parte de su gente
hacia la montaña. Sin posibilidad de mantenerse en la región
emprende su largo viaje hacia Chayanta donde años después
creará una republiqueta con mineros y campesinos en sus filas.
Goyeneche decía al Virrey de estos c o m b a t i e n t e s s o l a fuer-

64
za n o alcanza para solo acallar la voz ronca de la venganza y
del odio con q u e nos m i r a n .
Creyendo d e g r a d a n t e para los españoles c o m b a t i r con in-
dios Abascal dispone que se movilicen indios peruanos p a r a
combatir a los rebeldes indios del altiplano. De esta m a n e r a
aparecían sobre la f r o n t e r a del Alto Perú las milicias de Puma-
kagua y Choquehuanca con m u c h o a r m a m e n t o . Las guerrillas
de Cáceres, Titicocha a t r i n c h e r a d a s sobre las colinas que bor-
dean el camino detienen los primeros días la m a r c h a de aque-
llos. En los combates iniciales llegan a quitarle la iniciativa,
tomándoles las a r m a s y muchos prisioneros. P u m a k a g u a so-
p o r t ó los primeros contrastes, p e r o repuesto con el auxilio de
m a y o r apoyo empiezan a presionar sobre Omasuyos y Pacajes,
llegando hasta Sicasica, a r r a s a n d o a su p a s o con los pueblos.
Pueblos enteros son consumidos p o r los incendios. Arden las
cementeras, las casas, los c a m p o s talados. Son m u e r t o s los
animales y los ancianos y m u j e r e s q u e q u e d a n son victimados.
Después de varios meses de esta guerra a m u e r t e Cumacagua
conseguía restablecer las comunicaciones e n t r e Puno y Potosí,
poniendo a Abascal en comunicación con Goyeneche. La comi-
sión asignada a los indios del Perú había sido cumplida con la
mayor severidad yendo mucho más que la intruida, atacando
la modula vital del pueblo indio y hundiendo el h i e r r o de ¡a
destrucción h a s t a el fondo de la existencia del pueblo Aymara
que de esta m a n e r a dejó desierto el altiplano que vio emigrar
a los hombres y parecer a los q u e eran capturados. La guerra
total f u e aplicada hasta la saciedad y el b a ñ o de sangre que
despobló la meseta andina hizo q u e la revolución se t r a s l a d a r a
hacia las republiquetas donde se r e e n c o n t r a b a n los q u e habían
s u f r i d o las crueldades de Pumacagua.
La guerra india concluía sobre el altiplano con esa despia-
dada represión hasta el día en que el ejército de Sucre repasa-
ba el Desaguadero para p r o c l a m a r la independencia de Bolivia.

65
66

Potrebbero piacerti anche