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Diego Sztulwark
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Refutar para comprender: la polémica para Rozitchner, más que un género, se da como
la apertura de un espacio mental, un modo de abrir el pensamiento. El combate remite a
la coexistencia de al menos dos verdades no coincidentes. El combate del pensamiento
responde a una exigencia de emancipación propia y colectiva. Propia, porque es la propia
coherencia la que se expone, se descubre y se crea en el combate. Y colectiva, porque
el acceso a esa singular resulta inseparable del modo en que se afronta la trampa política
en la que se ve confinada la propia subjetividad.
Ricardo Piglia dijo alguna vez que los admiradores de Rozitchner debíamos hacerle a él
lo mismo que él le hizo a los autores a los que se dedicó (es decir, descuartizarlos). Se
trataría menos de ubicar a Rozitchner en un lugar útil para nuestro contexto; menos, digo,
de preguntarnos por el valor de sus categorías, y más de averiguar qué tipo de presente
emerge (incluso, que tipo de Rozitchner emerge) desde el desafío y el combate.
El problema no es si darlo o no la razón a Piglia, sino cómo dársela. Dado que en la
lectura de Rozitchner la polémica exasperada es inseparable de un acto de amor (lo
hemos oído más de una vez decir que no puede uno confrontarse con Perón, por
ejemplo, o con Agustin sin ponerse en su lugar, sin convertirnos un poco en ellos). En el
fondo, se trata de un problema de “extractivismo” ¿cómo realizar la operación de
extracción/apropiación de aquellos rasgos del pensamiento de Rozitchner que
necesitamos retener, sostener y desplegar en la elaboración de la critica política del
presente?
En Freud y los límites del individualismo burgués[2], del 72, la cuestión se plantea
en términos eminentemente políticos: ¿qué es formar a un militante? se trata de
comprender, en los efectos del Cordobazo, el pliegue, la inseparable correlación entre
la distancia exterior, que es la de la explotación social y la dominación histórica, y
una distancia interior “que abrió la burguesía en nosotros”, es decir, en la propia
izquierda. Marx y Freud iluminándose mutuamente.
En efecto, encuentra Rozitchner que el punto ciego del marxismo ha sido el “nido de
víboras” de la subjetividad, ese escenario íntimo en el que también se despliega la lucha
de clases. Al considerar como pura objetividad lo que había que pensar también como
producción de subjetividad, se perdía en la critica política una dimensión esencial,
inherente al proceso de producción del hombre por el hombre (incluyendo de modo muy
especial en esto la producción de la mujer) en nuestras sociedades capitalistas.
Ahora bien, si el marxismo de aquellos años era pobremente objetivista, el freudismo sin
Marx conduce a un subjetivismo deshistorizado: “hasta que la teoría psicoanalítica no
vuelva a encontrar el fundamento de la liberación individual en la recuperación de un
poder colectivo, que sólo la organización para la lucha torna eficaz”, el aparato psíquico
“será, en cada uno, una máquina infernal montada por el enemigo en lo mas propio”. La
tesis de fondo, dice Rozitchner, es que el sujeto es “núcleo de verdad histórica”.
En el prólogo de su libro Perón entre la sangre y el tiempo[4], del 79, acude Rozitchner
a Spinoza. “De él se dijo: “cada filósofo tiene dos filosofías, la propia y la de Spinoza”.
Su filosofía está detrás de cada uno de nosotros”. Rozitchner impartía durante esos años
de exilio un seminario en la universidad de Caracas sobre el Tratado teológico político.
Pero el Spinoza del que trata aquí Rozitchner no es tanto el objeto de una erudición
universitaria, sino el interlocutor con el que hay que vérselas para trazar un balance del
peronismo y de la derrota política de la revolución en argentina. Sigue así: (Spinoza) “nos
invita a convertirnos en el lugar donde se elabora, como experiencia de vida, lo que la
mera reflexión sólo enuncia como saber”. Pues ese “mero saber” es impotente si no
contiene una referencia a lo que se elabora como “experiencia de vida”. Se trata, continua
Rozitchner, de “enfrentar entonces el riesgo de un nuevo e ignorado poder”. Porque el
saber que se elabora en la experiencia es inmediatamente político: “por eso nos
advierte(sigue la referencia a Spinoza): “nadie sabe lo que puede un cuerpo”. El saber
se despliega sólo luego de descubrir y ejercer este poder. El poder colectivo se revela
desde el propio cuerpo individual amplificado cuando superamos la cerrazón sensible
que el terror nos impuso al separarnos de los demás”.
Aquello que en su libro sobre Freud se marcaba como límite a superar, en el Perón se
entrevé positivamente, pero bajo el modo de una posibilidad perdida. Mientras tanto la
escritura de Rozitchner va enhebrando una filosofía. Una filosofía no teológica del
acontecimiento en la que el juego de emergencia y conexión entre las singularidades se
despliega sin atravesar vacio alguno, en y como praxis histórica en torno al/los cuerpo(s).
En el prólogo de La cosa y la cruz, cristianismo y capitalismo[5], del 97, se lee que “el
capitalismo triunfante, acumulación cuantitativa infinita de la riqueza bajo la forma
abstracta monetaria, no hubiera sido posible sin el modelo humano de la infinitud
religiosa promovido por el cristianismo, sin la reorganización imaginaria y simbólica
operada en la subjetividad por la nueva religión del Imperio romano”.
Con su lectura de las Confesiones de Agustín, Rozitchner realiza su proyecto crítico, que
apunta a comprender las inconsistencias del materialismo marxista a la hora de sostener
políticas emancipativas. No se cuestionan los fundamentos de la globalización capitalista
si no se alcanza a rozar siquiera su fundamento mitológico, el Edipo Cristiano (diferente
del Edipo mitológico griego, judío o de la Pacha mama), que actúa predefiniendo los
términos de la reproducción humana. En el corazón de esta mitología cristiana se
encuentra el cuerpo de la madre virgen, que constituye la primera máquina social
abstracta productora de cuerpos convocados para la muerte”.
III. El poema
La escritura del materialismo ensoñado se toca con aquello que Meschonnic denomina
“poema”[6]. Ambos sitúan al lenguaje en relación con el modo de vida y con el cuerpo
como dispositivo anti-ontológico. Ambos apuntan por igual al combate contra lo teológico
político, contra esa antigua y persistente fuente de la separación de lo simbólico que
hace reinar al signo sobre el ritmo. Ambos auspician una recomposición de un continuo
ritmo-signo, realizando la crítica del ritmo al signo y ambos se interesan por extender
este continuo a un plano ético y político.
IV.
Creo que nos faltan menos sus categorías y más algunos rasgos del pensamiento de
Rozitchner. Sobre todo su vocación por hacer de la filosofía una práctica capaz de
afrontar obstáculos concretos, eludiendo retoricas pringosas y dirigiéndose al nudo de
los problemas.
Podemos apreciar esa impronta en una serie de posiciones adoptadas por Rozitchner en
diversas coyunturas (Malvinas[9], emblemáticamente), aunque prefiero referirme a dos
coyunturas actuales, comenzando por la coyuntura política argentina de los últimos años.
Para la época del conflicto entre el gobierno y los exportadores de granos, allá por el año
2008, Rozitchner argumentaba que en la medida en que el índice efectivo de la
democratización procedía de la conquista de un poder colectivo, cabía tomar muy en
serio la escena en la cual Néstor Kirchner ordenaba descolgar el cuadro de Videla,
porque en ese gesto quedaba denunciada públicamente la complicidad entre política y
terror como fundamento de poder opresor. En la medida en que ese gesto fuese
prolongado por otros, se creaban las condiciones para nuevos protagonismos sociales.
Pero gesto, señalaba Rozitchner, indicaba una dirección precisa a recorrer. Su efecto
debía ser reactivado por otros tantos gestos capaces profundizar su alcance hasta alterar
esa materialidad histórica aun organizada por el terror: la economía, las relaciones de
explotación y la estructura de propiedad de la tierra[10]. Si esa profundización se
castraba, la posibilidad incipiente de un poder colectivo claudicaba.
La segunda se refiere a la noción de “judío” tal y como Rozitchner la fue labrando con el
tiempo. Encuentro en ella menos la preocupación por elucidación de una figura teológica
positiva y más el ejercicio de quien afila las armas de la crítica buscando en el origen
escamoteado un movimiento de los inicios que no se nos birla en la esfera de lo
simbolizable. De allí su interés por una serie de capítulos que van del Génesis bíblico a
la “fábrica del cuerpo” en Spinoza; y de la producción del hombre por el hombre (y sobre
todo de las mujeres) en Marx al origen de la subjetividad en Freud y que resultan en una
elevada revaloración del “maternaje” como sitio de elaboración de una resistencia a una
cultura –y a una política- de muerte y en un saber para la clínica y para las practicas que
renueva, que es lo que nos proponíamos, los fundamentos de la critica política .
[1] León Rozitchner, El materialismo ensoñado, Tinta limón ediciones; Bs-As, 2011.
[2] León Rozitchner, Freud y los límites del individualismo burgués, Ed. S.XXI, Bs-As,
1972
[6] El poema en Meschonnic remite a un uso del lenguaje que constituye modos de vida
y a unos modos de vida capaces de inventar lenguaje. El poema no remite a un género
formal de escritura, sino a una carga oral en la enunciación, a la creación de historicidad
y al ritmo que da vida al lenguaje, y a una extensión que partiendo del continuo entre
ritmo y signo, se extiende a una ética y una política. Pueden consultarse al respecto dos
libros Henri Meschonnic, Ética y política del traducir (traducido por Hugo Savino y editado
por Leviatán, Bs-As, 2009) y La poética como crítica del sentido (compilación de textos
varios, traducido por Hugo Savino, presentado por Isabel Goldemberg y Savino, y editado
por Mármol izquierdo editores, Bs-As, 2007).
[7] Spinoza acompaña evidentemente a Rozitchner.Sin que pueda decirse que se haya
especializado en su pensamiento, Rozitchner dio clases sobre Spinoza. Ocurrió en su
exilio en Venezuela. El curso se llamó “Tratado teológico político. Combate contra el
absoluto”. De ese curso solo queda –al menos hasta donde pude averiguar – unas
cuantas páginas mecanografiadas, un conjunto de fichas que resumen cada capítulo
del TTP, seguido por unas fichas agrupadas bajo el titulo “Etica y política” refieren a lo
objetivo y lo subjetivo -“relación Marx y Freud”; “spinoza moderno, o somos nosotros los
antiguos?”; “la coherencia del sujeto tiene que ver con la coherencia de la realidad”;
“contraposición Scheller y Spinoza”; “relación entre lo absoluto y lo relativo”; “no hay
transformación de la realidad que no implique la transformación del sujeto”; ¿cómo leer
a Spinoza hoy?” y sigue..). Luego hay una serie de apuntes muy breves reunidos bajo
los títulos: “Filosofía del subdesarrollo. Spinoza. Etica”; “Spinoza para marxistas. Para
subdesarrollados…en una editorial subdesarrollada”; “La paulatina subjetivación de la
realidad verdadera” y “Análisis del desconocimiento de las fuentes” .
[9] León Rozitchner, Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia, el punto ciego de la
crítica política, Bs-As, Lozada, 1985.