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PERSONA Y ACCIÓN, LA OBRA CUMBRE DE LA FILOSOFÍA DE

KAROL WOJTYLA

Juan Manuel Burgos


“Persona y acción”, una antropología personalista, es quizás la obra cumbre de la filosofía
de Karol Wojtyla. Así lo afirma Juan Manuel Burgos, para quien “Persona y acción” es
uno de los textos antropológicos decisivos del siglo XX. Si bien la obra de Wojtyła se
encuadra sólidamente en la tradición realista, su pensamiento es plenamente moderno. No
sólo asume el giro antropológico de la modernidad sino que, dando un paso más, se integra
en el giro personalista llevado a cabo en el siglo XX. Aquí os dejo con este artículo de Juan
Manuel Burgos publicado en Aceprensa

Itinerario intelectual

De acuerdo con los planes de estudio de la época, durante su formación sacerdotal en


Roma recibió una formación sólidamente tomista. A su vuelta a Polonia, la realización de
una tesis de filosofía sobre Max Scheler introdujo a Wojtyła en el movimiento filosófico de
la fenomenología y, a través de él, en toda la corriente del pensamiento moderno. Y el
contacto profundo con esta filosofía tan diferente le permitió advertir que encerraba
propuestas teoréticas de una gran relevancia que merecían ser atendidas: la reivindicación
del sujeto, de la subjetividad, de la autonomía, la visión profunda de la conciencia, etc.

El objetivo primario de Karol Wojtyla fue elaborar una antropología que incorporase la
subjetividad

Este descubrimiento, inicialmente, afectó a sus estudios de ética, materia de la que era
profesor entonces en la Universidad de Lublin. Sus investigaciones, en concreto, se
enderezaron en la línea de la creación de una ética personalista que buscaba renovar la
ética tomista a partir de las propuestas de Scheler y, en parte, también de Kant.

Pero, cuanto más profundizaba en este camino, más patente resultaba que era sencillamente
imposible desarrollar una ética de corte personalista, integrada por elementos tomistas y
fenomenológicos, si no se disponía de un sólido concepto de persona de las mismas
características.

Un primer paso en esa dirección lo constituyó Amor y responsabilidad, publicado en 1960.


Se trata de un novedoso ensayo de ética sexual, explicado a partir de las relaciones
interpersonales, en el que Wojtyła ha asumido los conceptos modernos de sujeto,
subjetividad, consciencia, autodeterminación, persona como fin en sí mismo, etc. Y, sobre
esta propuesta, elabora su propia visión intelectual: la norma personalista, la prohibición
moral de la instrumentalización sexual de la persona, la sexualidad como donación, etc.

El proyecto de “Persona y acción”

La ética personalista necesitaba una antropología personalista, y Persona y acción fue la


respuesta de Karol Wojtyła a ese formidable reto intelectual. Se trata de un proyecto
tremendamente original, tanto en la concepción como en la ejecución.
La concepción pretende nada menos que refundar la antropología realista a la luz del
pensamiento moderno y, en concreto, de la fenomenología.

No era posible elaborar una antropología moderna usando directamente los conceptos
técnicos del sistema aristotélico-tomista (sustancia y accidentes, potencia y acto, la
naturaleza hilemórfica, etc.). Tales conceptos impedían integrar de manera satisfactoria las
novedades que deseaba incorporar: subjetividad, autoconciencia, autoreferencialidad, yo,
etc.

Al mismo tiempo, era igualmente consciente de que tampoco podía asumir, sin más, los
presupuestos modernos, ya que ello conducía al idealismo. Su respuesta a este
complejísimo problema fue la completa reconstrucción de los conceptos antropológicos
básicos a partir de elementos tradicionales y modernos. Y el resultado es la elaboración de
una antropología personalista ontológica bastante completa que no es ni metafísica ni
fenomenología.

Wojtyla evita la dimensión categorial de la metafísica del ser, porque esta se expresa a
través a través de conceptos como acto, potencia, sustancia, accidentes, etc. que son,
justamente, los que Wojtyła quiere eludir porque le impiden su objetivo primario: elaborar
una antropología que incorpore la subjetividad.

Algo paralelo sucede con la fenomenología. Wojtyła la conoce muy a fondo y se inspira
ampliamente en ella pero, en sentido estricto, no es un fenomenólogo. La síntesis
superadora y armonizadora de ambas actitudes es la que determina la configuración
filosófica de Persona y acción, es decir, una antropología ontológica personalista de
fundamentos tomistas y fenomenológicos.

El proyecto de Wojtyła en Persona y acción se puede entender como uno más de los
intentos de los pensadores cristianos del siglo XX (Maréchal, Maritain, Stein, Mounier,
Guardini, Marías) de unificar la tradición filosófica clásica, las premisas realistas, con el
pensamiento moderno; como un esfuerzo más, brillante y cuajado en este caso, de integrar
las dos grandes tradiciones filosóficas, la del ser y la de la conciencia, para alumbrar una
antropología positiva. Una antropología capaz de ofrecer al no creyente, desde una razón
contemporánea, un modelo de persona integrada, equilibrada y abierta a la trascendencia.
Y, al creyente, un sistema de pensamiento que le evite la obligación de asumir
formulaciones filosóficamente anticuadas como precio por la coherencia con su fe.

La experiencia, punto de partida

Es posible hablar en Persona y acción de una doble metodología. La primera es el método


filosófico general de Wojtyła, que se basa en la experiencia.

Wojtyla intenta superar, desde el inicio, la dicotomía entre el objetivismo de la filosofía del
ser y el subjetivismo de la filosofía de la conciencia. La primera alcanza la objetividad,
pero tiende a mirar a la realidad desde el exterior lo que significa, en el caso de la persona,
que pierde algo tan decisivo como su subjetividad. La segunda alcanza la subjetividad,
puesto que parte directamente de ella, pero se trata de una subjetividad-conciencia
desarraigada del ser, por lo que se abre el camino hacia el idealismo o el subjetivismo.
¿Cómo resolver el problema? Tomando como principio de la filosofía un concepto que
incluya al mismo tiempo la objetividad y la subjetividad. Y este concepto es el de
experiencia.

Para él, la experiencia, es decir, la dimensión cognoscitiva de la vivencia a través de la cual


interactuamos con el mundo, se compone de dos elementos indisolublemente unidos: la
vivencia de un contenido (objetividad), puesto que siempre experimento algo concreto; y la
vivencia de mí mismo al vivir o experimentar ese contenido (subjetividad).

La experiencia es el acto que me da unitaria e integradamente estos factores y que, por lo


tanto, unifica desde el principio la objetividad y la subjetividad, constituyéndose en el
punto de partida de todo filosofar.

De la acción a la persona

El segundo nivel metodológico lo encontramos en el modo concreto de abordar el


problema central de este ensayo: la persona y su acción. El procedimiento habitual de la
filosofía tradicional consistía en analizar primero la persona, determinando su estructura
ontológica, para pasar, en un segundo momento, al análisis de la acción. Pues bien,
Wojtyła va a invertir esta perspectiva de modo radical. En primer lugar va a analizar la
acción y, a través de ella, va a intentar descubrir a la persona. Será la acción quien le revele
a la persona.

La razón fundamental de este cambio es que para Karol Wojtyła el hombre es persona, es
decir, un quién, porque posee una estructura de autodeterminación en relación con la
verdad. Solo los hombres poseen esta estructura, y esta estructura sólo se hace efectiva en
la acción. Por lo tanto, no es posible descubrir que el hombre es persona, es decir, un quién
capaz de autodeterminarse, más que a través del análisis de la acción.

Otras aproximaciones permitirán comprenderle previsiblemente como naturaleza, y, más


precisamente, como naturaleza racional, pero siempre como un qué, no cómo un quién
dueño de sí. Sólo el análisis de la acción nos va a mostrar al hombre-sujeto-persona a
través de la estructura de la autodeterminación.

Juan Manuel Burgos


Autor de La filosofía personalista de Karol Wojtyła (ed. Palabra).

*Este artículo es una selección de párrafos del prólogo a la nueva edición castellana de
“Persona y acción”

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