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KAROL WOJTYLA
Itinerario intelectual
El objetivo primario de Karol Wojtyla fue elaborar una antropología que incorporase la
subjetividad
Este descubrimiento, inicialmente, afectó a sus estudios de ética, materia de la que era
profesor entonces en la Universidad de Lublin. Sus investigaciones, en concreto, se
enderezaron en la línea de la creación de una ética personalista que buscaba renovar la
ética tomista a partir de las propuestas de Scheler y, en parte, también de Kant.
Pero, cuanto más profundizaba en este camino, más patente resultaba que era sencillamente
imposible desarrollar una ética de corte personalista, integrada por elementos tomistas y
fenomenológicos, si no se disponía de un sólido concepto de persona de las mismas
características.
No era posible elaborar una antropología moderna usando directamente los conceptos
técnicos del sistema aristotélico-tomista (sustancia y accidentes, potencia y acto, la
naturaleza hilemórfica, etc.). Tales conceptos impedían integrar de manera satisfactoria las
novedades que deseaba incorporar: subjetividad, autoconciencia, autoreferencialidad, yo,
etc.
Al mismo tiempo, era igualmente consciente de que tampoco podía asumir, sin más, los
presupuestos modernos, ya que ello conducía al idealismo. Su respuesta a este
complejísimo problema fue la completa reconstrucción de los conceptos antropológicos
básicos a partir de elementos tradicionales y modernos. Y el resultado es la elaboración de
una antropología personalista ontológica bastante completa que no es ni metafísica ni
fenomenología.
Wojtyla evita la dimensión categorial de la metafísica del ser, porque esta se expresa a
través a través de conceptos como acto, potencia, sustancia, accidentes, etc. que son,
justamente, los que Wojtyła quiere eludir porque le impiden su objetivo primario: elaborar
una antropología que incorpore la subjetividad.
Algo paralelo sucede con la fenomenología. Wojtyła la conoce muy a fondo y se inspira
ampliamente en ella pero, en sentido estricto, no es un fenomenólogo. La síntesis
superadora y armonizadora de ambas actitudes es la que determina la configuración
filosófica de Persona y acción, es decir, una antropología ontológica personalista de
fundamentos tomistas y fenomenológicos.
El proyecto de Wojtyła en Persona y acción se puede entender como uno más de los
intentos de los pensadores cristianos del siglo XX (Maréchal, Maritain, Stein, Mounier,
Guardini, Marías) de unificar la tradición filosófica clásica, las premisas realistas, con el
pensamiento moderno; como un esfuerzo más, brillante y cuajado en este caso, de integrar
las dos grandes tradiciones filosóficas, la del ser y la de la conciencia, para alumbrar una
antropología positiva. Una antropología capaz de ofrecer al no creyente, desde una razón
contemporánea, un modelo de persona integrada, equilibrada y abierta a la trascendencia.
Y, al creyente, un sistema de pensamiento que le evite la obligación de asumir
formulaciones filosóficamente anticuadas como precio por la coherencia con su fe.
Wojtyla intenta superar, desde el inicio, la dicotomía entre el objetivismo de la filosofía del
ser y el subjetivismo de la filosofía de la conciencia. La primera alcanza la objetividad,
pero tiende a mirar a la realidad desde el exterior lo que significa, en el caso de la persona,
que pierde algo tan decisivo como su subjetividad. La segunda alcanza la subjetividad,
puesto que parte directamente de ella, pero se trata de una subjetividad-conciencia
desarraigada del ser, por lo que se abre el camino hacia el idealismo o el subjetivismo.
¿Cómo resolver el problema? Tomando como principio de la filosofía un concepto que
incluya al mismo tiempo la objetividad y la subjetividad. Y este concepto es el de
experiencia.
De la acción a la persona
La razón fundamental de este cambio es que para Karol Wojtyła el hombre es persona, es
decir, un quién, porque posee una estructura de autodeterminación en relación con la
verdad. Solo los hombres poseen esta estructura, y esta estructura sólo se hace efectiva en
la acción. Por lo tanto, no es posible descubrir que el hombre es persona, es decir, un quién
capaz de autodeterminarse, más que a través del análisis de la acción.
*Este artículo es una selección de párrafos del prólogo a la nueva edición castellana de
“Persona y acción”