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HISTORIA NOTARIAL

1.- Introducción

La función notarial, como herramienta del Derecho, ha venido acompañando al


hombre desde hace miles de años. Conforme las sociedades han evolucionado a
través del tiempo, la función notarial se ha ido modificando y especializando, hasta
llegar a la forma actual por la cual la conocemos, aunque no siempre haya gozado de
las características que mantiene en la actualidad.

El Notario ha caminado un largo trecho en el camino de la historia, siempre de la mano


de las sociedades que han visto en él un eficiente y necesario aliado del Derecho, del
Orden Público y de la vida social en armonía. Dentro de ese caminar, emprendió viaje
en los barcos que lo trajeron a Las Américas, a ese nuevo mundo lleno de retos y de
riqueza. Así es como la función notarial llega al Perú, en medio de la aventura de la
gesta conquistadora emprendida por los españoles en estas tierras.

El presente trabajo busca, a través de documentos históricos e investigaciones previas


realizadas tanto por historiadores como por hombres de leyes, el trazar una línea
directa entre el escribano de la Conquista, pasando por el Virreynal, hasta llegar a
nuestro actual Notario republicano. Dicho camino nos permitirá encontrar diferencias y
similitudes entre cada estadio de la función notarial en el Perú, para así poder
entender no sólo de donde viene, sino a donde se dirige en estos tiempos de
desmaterialización del Derecho y digitalización de nuestro entorno.

2. Orígenes Históricos Pre-Notariales


La figura más antigua y similar al notario probablemente fue el escriba egipcio, que
redactaba los documentos del Estado y en ocasiones también los de particulares.
Estos escritos sólo tenían validez si llevaban el sello de un sacerdote o de un
magistrado de jerarquía similar. Los escribanos hebreos del pueblo preparaban
diversas transacciones y documentos privados como certificados de divorcio.

Pero sin duda los antecedentes directos del notario fueron el ‘singrapho’ griego y el
‘tabulario’ romano. A partir de estas figuras comenzó a esbozarse una profesión que
nace como tal en el siglo XII, en la Universidad de Bolonia. Las bases del Notariado
científico se sintetizaron y difundieron por toda Europa a través de la ‘Summa artis
notariae’ de Rolandino, famoso profesor y notario de la ciudad italiana.

Para poder adentrarnos en la historia del Notario y de la función notarial en el Perú, es


imprescindible primero hacer un paneo sobre el origen de la materia a comentar. Por
ello, haremos una breve referencia a las civilizaciones antiguas, las cuales, conforme
fueron evolucionando, vieron surgir la necesidad de figuras que dieran fe de las leyes,
los contratos o que redactasen y guardasen documentos diversos. En esta época pre-
notarial nace el Escriba, de quien eventualmente deriva el Escribano español y
colonial.

A.- Las grandes civilizaciones:


Como diría Rafael Núñez Lagos, parafraseando el primer versículo del Evangelio de
Juan, en el principio fue el documento 1. El documento creó al Notario, aunque en la
actualidad es el Notario el encargado de la facción del documento. Siendo así, desde
el nacimiento del documento en la historia del hombre, surge la necesidad de la
existencia de un sujeto avocado a su redacción y archivo. Debido a que la aptitud
requerida para conocer el lenguaje escrito era extremadamente limitada en tiempos
antiguos, la existencia de un redactor especializado era una consecuencia natural.

Es en este contexto donde surge el Escriba. El vocablo Scriba proviene del latín y era
utilizado para designar a una clase de funcionarios con cierta cultura general y
específica que los distinguía del común y les aseguraba privilegios y consideraciones
especiales. El contenido de la función del escriba varía según la época y la región
donde llevaba a cabo su función.

Las actuales arenas de la ciudad egipcia de Menfis, entre los años 2850 y 2052 antes
de la era cristiana, nos dan una primera señal al pasado del Notario, vía la función del
Escriba en Egipto. El Escriba fue un funcionario burocrático indispensable para una
organización estatal en que la administración se apoyaba en los textos escritos 2. Por
ello es que se le considera un ilustrado en jeroglíficos, geografía y cosmografía. Su
quehacer más generalizado parece haber sido las funciones contables, en particular
de control de la producción agrícola, y la confección de documentos escritos. El
conocimiento que los Escribas tenían de la escritura y de los números, los cuales
adquirían gracias al estudio y a la educación proporcionada por la casta sacerdotal, les

1
Núñez Lagos, Rafael. Hechos y derechos en el documento público, p. 2.
2
A. Erman y H. Ranke. La civilisation égyptienne. Paris, 1952.
hacía funcionarios sumamente útiles y necesarios, en razón a su actividad como
redactor de documentos sin ninguna facultad fedante, pues los documentos debían ser
sellados por el Visir a fin de adquirir el carácter de documento público, en particular
durante la época del Imperio Medio, entre 1573 y 712 antes de Cristo.

Otra civilización que tuvo insinuaciones notariales fue la de los Hebreos. Su


organización estatal y social también contempló a los denominados Escribas,
existiendo los escribas del rey, de la ley, del Estado y del pueblo. Los escribas del Rey
tenían como finalidad principal la de autenticar los actos del Rey; los escribas de la
Ley tenían el deber de interpretar los textos legales y el Talmud; los escribas del
pueblo prestaban sus servicios a los ciudadanos que lo requerían redactando
acuerdos entre particulares y los escribas del estado ejercían las funciones de
secretarios del Consejo de Estado, de los Tribunales y de todos los establecimientos
públicos. Mas, como todo aspecto de la vida hebrea, todas estas funciones se
encontraban profundamente entrelazadas con la religión, siendo entendido de una
manera general como un custodio de la ley y un intérprete de la misma.

Siguiendo el derrotero de las civilizaciones más importantes de la antigüedad,


posaremos nuestra mirada en la cultura griega, que tanta influencia tuvo en los
romanos y, por ende, en nuestro sistema jurídico. En Grecia no hubo propiamente
Escribas, pero por la similitud de algunas de las funciones, puede decirse que hicieron
sus veces aunque sin el sentido religioso de los egipcios o hebreos. Los logógrafos (de
logo: palabra, y grafo: grabar, escribir), hacían los discursos y alegatos ante los
tribunales y escribían, asimismo, todos los documentos y datos que les solicitaba el
público; los Singraphos, en cambio, eran considerados como verdaderos escribanos,
cuya principal función consistía en llevar un registro público. Estos sujetos eran muy
comunes en la ciudad de Atenas, en la cual no se otorgaba contrato alguno si no se
inscribía en Registro Público llevado por ellos. En Grecia los notarios asumieron
directamente la función registradora, tanto para los contratos celebrados entre
particulares, como para las convenciones internacionales. En esta cultura existieron
oficiales públicos encargados de redactar los documentos de los ciudadanos y
llevarlos en su registro, pero, debido a la diversidad de costumbres de las diversas
ciudades-estado, recibieron diferentes denominaciones: Apógraphos, Singraphos,
referidos al tema de la grafía o escritura, y los llamados Mnemon, Hyeromnemon o
Promnemon, cuyo nombre hacía referencia a la memoria o mnemónica. Todas estas
denominaciones, en resumidas cuentas hacían alusión a la función redactora y de
constancia que hacían estos funcionarios con respecto a los hechos y actos que
acontecían.

Finalmente, llegamos a Roma, la cuna de nuestro derecho. En el sistema jurídico


romano, las funciones notariales originalmente carecían de la facultad de
autenticación, al amparo del poder del imperio que se confiere al Pretor. Siendo así, en
Roma la función notarial estuvo atribuida y dispersa a multitud de oficiales públicos y
privados, pero sin que todas las atribuciones de estas personas se reunieran en una
sola. Pese a ello, se conocen cuatro funcionarios que ejercían funciones similares a
las notariales: el escriba, el notarii, el tabularius y el tabelion. Sin embargo, tanto
Giménez-Arnau, Fernández Casado y Pondé se refieren a diversos sujetos que eran
conocidos en el Imperio Romano, tales como chartularii, librarii, refrendarii, cancelarii,
diastoleos, censuales, libelenses, scriniarii, cornicularii, amanuensiis, cognitor,
acturarius, axeptor, logofraphis, numerarius, entre otros3.

De todos ellos, considero importante hacer referencia a los siguientes:


a. Los Scribas.- Eran funcionarios públicos que se desempeñaban como custodios
de documentos y actuaban al servicio del pretor para la redacción de documentos
y resoluciones.
b. Argentarius.- Especie de funcionario bancario de bancarios o propietario de casa
de depósito o, funcionarios de éstos, que estaban obligados a llevar registros de
las transacciones en que intervenían y autorizados para dar fe de esos actos.
c. Notarii.- Era un técnico en la captación del dicho de un tercero para volcarla con
celeridad por escrito, valiéndose de signos y abreviaturas. Era una mezcla entre
transcriptor, estenógrafo y taquígrafo, que tomaba notas de las sesiones públicas,
de las sentencia, mandatos, de los tribunales. La actual denominación de Notario
deriva del nombre de este funcionario, siendo cercano al Notario actual en la
medida que su función era requerida también para la redacción de contratos y
actos de última voluntad, como los testamentos.
d. Los Tabularii o Tabularius.- Eran funcionarios públicos encargados de hacer las
listas de los impuestos entre los romanos, cumpliendo con una profunda labor
estadística. Para Maximiliano Aguilar, además de desempeñarse como redactores
de algunos contratos y documentos, llegaron a tener función de contadores en la
administración de las provincias y municipios, siendo los guardianes de los
archivos de las comunas4.
3
Pondé, Eduardo Bautista. Origen e Historia del notariado, Editorial Depalma, Buenos Aires. p. 30.
4
Aguilar, Maximiliano. Antecedentes sobre la institución notarial, en Revista de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires, 1929, Nº 27, p161.
e. Los Tabelliones.- Aparecen en las grandes ciudades, de mayor población, y
ayudaban al trabajo de los Tabularii, pero ordinariamente se estima que el Tabelión
no es sólo el precursor sino el verdadero Notario del Derecho Romano, porque era
el que redactaba definitivamente los acuerdos fijados entre las partes,
imprimiéndoles carácter de autenticidad, suscribiendo con su firma y estampado el
sello o signo en presencia de los testigos. Además, para mayor garantía de la
indestructibilidad del documento, lo transcribía en un acta, conservándolo en
depósito en su registro. Asimismo, era capaz de brindar asesoría jurídica a los
privados que buscaban su intervención, orientándoles en la realización del acto,
tanto como en la redacción del mismo y en su archivamiento. En razón a que su
función se llevaba a cabo específicamente con los privados, los Tabelliones no
fueron funcionarios públicos en estricto, tal como sí lo eran los Tabularii. Diversos
autores consideran a los Tabelliones como los verdaderos antecesores de los
Notarios actuales. Mas aun, la denominación de Tabeliones es aun usada en la
actualidad, ya que la legislación brasileña la usa para designar a los notarios.
La expansión del Imperio Romano, y su consiguiente interrelación con otros
pueblos, fomentó el aumento del intercambio entre romanos y extranjeros,
haciendo cada vez más necesaria e importante la participación de quienes
redacten los documentos contractuales. Como bien lo señala el notario Carlos
Enrique Becerra Palomino, la importancia que adquiere el instrumento extendido
por el tabelión se reconoce en la Constitución loanni Praefecto, la cual dispone la
intervención personal del tabelión en los contratos y la conservación de la scheda
(antecedente de la actual minuta). Sin embargo, es en las Novelas de Justiniano
en que se fijan las bases para la función de los tabeliones con proyección al
notariado actual5.

Por ejemplo, en la novela XLIV aparece por primera vez con vinculación notarial el
término protocolo y se habla del "encargo", lo que ha determinado que de dio se
derive la "rogatio". Asimismo, en la novela XLVII se dictan normas relacionadas con
la fecha cierta de los documentos, expresándose de que manera los notarios y
otros funcionarios, al realizar sus actuaciones, iniciarían sus documentos.
Finalmente, la novela LXXIII se refiere a la intervención del notario y de los testigos
en la elaboración de los instrumentos, al cotejo y a la calidad del notario como
testigo privilegiado.

5
Becerra Palomino, Carlos Enrique. Configuración histórica del Notariado Latino. En: Revista Notarius,
Número 1, Lima, 2002, pág. 89.
Un resumen interesante e ilustrativo del papel del Notario en las novelas de
Justiniano es el brindado por Joaquín Caro Escallon, quien señala que: ¨Ea primer
término, no obstante que la designación de los tabeliones dependía del
Emperador, vale decir, que el goce del cargo tenía un origen estatal, el servicio que
ellos prestaban era remunerado por los usuarios, porque se pensaba que esa
remuneración correspondía al servicio prestado profesionalmente. El tabelión
debía ser requerido – la rogatio- para la prestación de sus servicios, como
correspondía a su carácter de profesional particular, ajeno al ejercicio de
ocupaciones oficiales, las cuales podían desempeñarse, éstas sí, de manera
oficiosa.

La intervención de los tabelliones estaba limitada a la elaboración de documentos


o instrumentos contentivos de negocios o contratos de particulares. En el sector
oficial, los redactores o escribanos oficiales cumplían sus labores sobre esas
áreas.

La extensión de los documentos debía ser realizada por una misma persona, el
tabelión, o, en su defecto, por una persona encargada por él y teniendo presente
siempre a los contratantes y a los testigos.

Era deber del tabelión residir en el lugar designado para el ejercicio de su


profesión, sitio del cual no podía retirarse sino mediante licencia y dejando un
reemplazo.

En la redacción los documentos debían seguirse algunas formalidades tendientes


a darles seguridad y autenticidad, tales como la fecha y demás circunstancias de
orden cronológico.

Los documentos tenían que extenderse en un papel o material especial (el


protocolo) y con un signo distintivo especial –signumpubicum-, requisito éste que,
poco a poco, fue desfigurándose hasta convertirse, como sucede en la mayoría de
las legislaciones actuales, en una mera cuestión fiscal: el papel sellado"6.

B.- El Ordenamiento Jurídico Español Pre-Conquista:

6
Caro Escallon, Joaquín. El Notario Latino, Estatuto Nacional Colombiano y Derecho Comparado. Ed.
Temis Librería, Bogotá, Colombia, 1980,pág. 14.
Haciendo un salto en el tiempo, una vez producida la caída del Imperio Romano,
podemos ver que las instituciones jurídicas que originalmente nacieron en dicho
periodo se fueron adaptando y evolucionando de acuerdo a la nueva época: la Edad
Media.

Según José Bono7, ¨los Tabelliones romanos sobreviven a la caída del Imperio en
Occidente (y en Oriente, sin la menor solución de continuidad, perduran en el
Biznatino), y empiezan a usar en la práctica el título de notarius, conservando en los
siglos de transición a la Alta Edad Media las tradiciones profesionales y documentales
antiguas¨.
Sin necesidad de entrar en toda la riqueza jurídica que trajeron consigo el Imperio
bizantino y la época Carolingia, ambos con injerencia en la función del notario, es
importante circunscribirnos al Derecho Español, del cual deriva inexorablemente
nuestro derecho. Para ello seguiremos apoyándonos en el Notario Español José Bono.

Según Bono, las instituciones notariales tienen un origen común y un desarrollo


paralelo en toda Europa Latina, razón por la que su desenvolvimiento en España
habrá de hacerse correlacionándola con la evolución en los demás países 8. Siendo
así, señalaremos que la institución notarial en España se trata, por vez primera, en
forma orgánica y sistemática, en el Fuero Real, ya que hasta entonces sólo se tenían
normas dispersas en la legislación foral y el Fuero Juzgo.

El Fuero Juzgo es el código de la legislación de los godos españoles. Se trata de la


versión a la lengua romance castellana del Liber judiciorum, que se efectúa durante la
Baja Edad Media, en el que se recogen las leyes visigodas, cuyo "uso, autoridad y
observancias" se hacía (desde muy antiguo) dentro y fuera de España. Pese a la
dominación musulmana, acaecida por la invasión de 711 que culminó el reinado de
Don Rodrigo, el último rey visigótico, los españoles siguieron rigiéndose por las leyes
visigóticas, realizando sus actos de acuerdo a lo estipulado por dichas normas.

Eduardo Bautista Pondé califica el contenido del Fuero Juzgo, en lo referente a lo


notarial, como "macilento¨ y, según su opinión, no aportó nada especial a lo orgánico
notarial9, pero sí contiene referencia a la existencia de dos tipos de escribanos: el
7
Bono, José. Historia del Derecho Notarial Español, publicado por la junta de Colegios Notariales de
España. Madrid, España, 1976. Tómo I, págs. 45-47.
8
Bono, José. Historia del Derecho Notarial Español, publicado por la junta de Colegios Notariales de
España. Madrid, España, 1976. Tómo I, p. 33.
9
Pondé, Eduardo Bautista. Origen e Historia del notariado, Editorial Depalma, Buenos Aires. p. 97.
escribano del rey y el escribano comunal del pueblo, que posteriormente, lo será de
las ciudades o villas y que, por ser numéricamente limitados, se conocieron luego
como escribanos de número.

El Fuero Real de España surgió en su versión terminada alrededor del año 1255 y
constituyó un código general que se fue extendiendo a los diversos pueblos. Trataba
sobre los notarios en el título VIII del Libro I, titulado ¨De los escribanos públicos¨.
Asimismo, abordaba el tema de los documentos notariales en el título IX del Libro II, al
referirse a ¨Las Cartas y Traslados¨. De igual manera hay referencias al secreto
notarial y al testamento, señalando que éste se haga por escrito "de mano de los
escribanos que sean públicos, o por otro escribano en que ponga su sello conocido",
"que sea de creer o por buenas testimonias".

Otra norma coetánea, denominada El Espéculo (espejo de todos los derechos),


supone también un avance jurídico y notarial. Fue elaborada entre los años 1256 y
1260 y se dice fue sólo un suplemento de las leyes de las partidas y al igual que éstas
fueron normas supletorias por el localismo de la legislación foral, tal y como lo señala
Amelia Lezcano de Podetti10. Recalando en el tema materia de comentario, y de
acuerdo a Pondé, el Espéculo se refiere a los Notarios en el Libro 11,Título XII, Leyes
IIy IV, vinculándolo a las condiciones de honradez y moralidad; y ya in extenso, trata
de ellos en el Libro IV, Título XII, cuyas 61 leyes se relacionan con los escribanos11.

Finalmente, llegamos a las Siete Partidas de Alfonso X. Esta norma contiene contienen
el primer estatuto legal orgánico de la función notarial y su principal actor: el Notario.
En efecto, es a partir de Alfonso X, donde se tiene datos precisos de la implantación
del cargo de Notario como funcionario público encargado de escribir y leer las leyes,
así como velar por su autenticidad. Esta necesidad había surgido a razón de la de la
falsificación del Fuero Juzgo, la misma que se había extendido a todos los rincones del
reino.

Las referidas Siete Partidas tratan por primera vez de forma expresa sobre la
institución notarial estableciendo que “los notarios son los que pasan las notas de los
privilegios y de las cartas por mandato del Rey o del Chanceller”. Asimismo, el tútulo
XIX, ley 1, prescribe que: “los Escribas son los que escriben los privilegios e las cartas

10
Lezcano de Podetti, Amelia. "El Espéculo".En: Encidopedia Jurídka Omeba. Buenos Aires, 1982. tomo
X. pág. 745.
11
Pondé, Eduardo Bautista. Origen e Historia del notariado, Editorial Depalma, Buenos Aires. p. 216.
e los actos del Rey, y los que escriben las cartas de las vendidas de las compras e de
los pleytos e las posturas que los homes ponen entre si en las cibdades e en las
Villas”. Es decir, se usan los términos “Notario y “Escriba” que más tarde daría origen a
la palabra “Escribano”, ambos con cargos similares en aquel entonces, aunque el
notario era el encargado de la autenticación de los documentos del Rey y responsable
de la fehaciencia de la legislación, es decir era el secretario del Rey; en cambio de
Escriba era un hombre que de acuerdo al fuero o instancia a que pertenecía se
dedicaba a la redacción de los documentos de la administración pública, lo cual luego
se extendería a redacción de documentos de los privados, imbuyéndoles
características de certeza y fe pública.
Las Siete Partidas tuvieron una difícil aplicación en España, en razón a que la
mentalidad del pueblo aún se encontraba afincada en la normativa del Fuero Juzgo.
Por ello mismo, nace el ordenamiento de Alcalá, dado en 1348 al reunirse las cortes
en Alcalá de Henares, a la luz del reinado de Alfonso XI. Esta norma modificó las
Siete Partidas e hizo expedita su aplicación. En lo notarial, el Ordenamiento de Alcalá
ratificó lo señalado con respecto al notario y al documento notarial por las Siete
Partidas, dándole a dichas normas organicidad.

Conforme continuó evolucionando el quehacer notarial en la España medieval, a partir


del Siglo XV, afloran distintos tipos de escribanos, de acuerdo a la relación efectuada
por el historiador peruano José Antonio del Busto Duthurburu12:
a. Escribano Real: Nombrados directamente por el rey, previo examen rendido ante
las Reales Audiencias, con la función exclusiva de actuar como depositarios de la
fe pública, redactando y autorizando los contratos en los que intervenía la corona.
Actúa en todo el reino.
b. Escribano de Número: el cual actúa en una ciudad determinada.
c. Escribano de Cabildo: quien actúa en un Ayuntamiento o municipio.
d. Escribano de Cámara: quien se desempeña a nivel judicial, en las Salas de
Justicia, Chancillerías, Audiencia y Juzgados.
e. Escribano de Provincia: que son dos para cada alcalde de Corte.

Dichos cargos eran nombrados por el Rey mismo. Los gobernadores y virreyes
realizaron, a su vez, nombramientos provisionales de acuerdo a las circunstancias13.

12
Del Busto Duthurburu, José Antonio. Los Escribanos en al Conquista del Perú. En: Revista del Colegiio
de Notarios de Lima, Notarius, Año II, Lima, 1991, Nº2, p. 162.
13
Luján Muñoz, Jorge. Los Escribanos en las Indias Occidentales. Guatemala, 1977, p. 42.
Finalmente, antes de adentrarnos en la función notarial en tierras americanas, cabe
mencionar a las Leyes de Toro, que fueron promulgadas en la ciudad del mismo
nombre el 7de Marzo de 1505. Este cuerpo jurídico compuesto por 83 leyes se
enmarca dentro de los sucesivos intentos de los gobernantes hispanos, de ordenar la
enmarañada y frondosa legislación que origina una caótica situación al darse el caso
de leyes contradictorias. De todas formas, este cuerpo legal es de relevancia para la
función notarial en cuanto va a validar y fijar la prioridad de otras leyes españolas que
sí tocaban al notariado. Un ejemplo sobre la importancia de esta Ley es que se exigía
la intervención del escribano para dar fe del cumplimiento de las solemnidades que
revestía la confección del testamento y de la severa penalidad que generaba la no
observancia de lo preceptuado en la ley: la invalidez del testamento extendido sin la
participación del escribano.

C.- El Escribano en la Conquista y el Virreynato del Perú:

De acuerdo a los señalado por el Notario peruano Carlos Enrique Becerra Palomino en
su artículo antes citado, Don Rodrigo de Escobedo, Escribano del Consulado del Mar,
integrante de la Flota de Cristóbal Colón, es considerado el primer notario que pisó
tierra americana y actuó profesionalmente como tal. Era una autoridad en el campo
administrativo y tenía a su cargo registrar en forma fidedigna los acontecimientos de la
expedición; por ello, Aldo Borzoni expresa que dicho personaje "daría fe que el
Almirante Colón tomaba posesión de la isla descubierta en nombre de sus muy
católicas majestades, labrando así la primera acta notarial en estas tierras de
América". Sin embargo, le aguardaba un trágico desenlace puesto que moriría junto a
los 40 hombres dejados al mando de Diego de Arana en el fuerte Natividad en la isla
La Española, al sufrir el ataque de los naturales, comandados por el Cacique
Canaobo14. Dicho destino trágico fue también compartido por quien fuera, de acuerdo
a los primeros cronistas, el primer escribano que pisase tierras peruanas, don Sancho
de Cuellar.

La normatividad española se trasladó íntegramente a América. España procuró una


ordenación legislativa, utilizando el sistema compilatorio que se venía dando en la
tierra madre. Resultado de ello surgieron la Nueva Recopilación y la Novísima
Recopilación. También las leyes que se dictaron expresamente para las Indias, las que
fueron compiladas en la llamada Recopilación de Leyes de Indias, ordenada por el

14
Negri, José a. Obras de José A. Negri, (Historia del Notariado Argentino). Colegio de Escribanos.
Capital Federal, República Argentina, 1966.Vol. II. pág. 14. BORZONI, Aldo H. "Breve historia del
notariado". En: Revista del notariado. Buenos Aires, 1952. pág. 281.
Rey Carlos lI el 18 de mayo de 1680. Precisamente estos ordenamientos consolidan
lo que se conoce con el nombre de Derecho Indiano, el que en opinión de Tau
Anzoátegui "ofreció la particularidad de constituir el vehículo que permitió al rancio
derecho europeo enfrentarse a una nueva situación geográfica y humana; y poner a
prueba una flexibilidad inigualable para extender a los vastos territorios descubiertos
su tradición jurídica, remozada por las nuevas soluciones que las circunstancias
exigían"15. La mencionada recopilación de Leyes de Indias se refiere a la función
notarial en el Libro V, Título VIII: "de los escribanos de gobernación, de cabildo, de
número, públicos, reales y de los notarios eclesiásticos", viéndose claramente una
abundancia de denominaciones y clases de notarios, con un fundamento más que
todo comercial que doctrinal. Ello pues es menester recordar que hasta el Siglo XIX el
oficio notarial podría ser vendido o subastado. Ello se dio tanto en la época colonial
como en los primeros años de nuestra vida republicana.

Antes de plantear el escenario de la Conquista, debemos señalar que, a diferencia de


lo entendido por algunos autores del siglo pasado, no podemos considerar que en
Perú haya existido un derecho incaico previo a la llegada de los conquistadores
españoles. Lo más cercano que podemos decir es que existió un pre-derecho o un
proto-derecho, pero no un derecho con normas ordenadas y de aplicación general. En
tal sentido se pronuncian tanto Pondé como Francisco José Del Solar 16, para quienes
los quipucamallocs no podían considerarse como similares o semejantes a los
escribanos o notarios públicos. De acuerdo a Pondé, la visión de los quipucamallocs
como funcionarios notariales estaría dada por la visión profundamente hispana que
tenía Garcilaso de la Vega, al referirse a ellos en sus Comentarios Reales de los
Incas17. El que estos personajes llevasen algún tipo de registro sobre la producción
agrícola, los miembros de un ejército u otros menesteres, no los convierte en un
escribano o notario, pues no se encontraban regulados por norma alguna ni
redactaban documentos entre particulares ni tenían facultad fedante alguna.

Siendo así, con el inicio de la Conquista del Perú en 1532, llega Francisco Pizarro
junto con quien, dentro de la tradición popular, sería considerado el primer escribano
en tierras peruanas: don Sancho de Cuellar. La historia de este supuesto escribano se
encuentra tanto en fuentes históricas como en las Tradiciones peruanas de Ricardo

15
Tau Anzoategui, Víctor. ¿Qué fue del Derecho Indiano? Abeledo Perrot. Buenos Aires. 1988. pág. 20
16
Del Solar, Francisco José. No hubo Derecho Inca. En: Jurídica Nº 225, del 18 de noviembre de 2008 –
Suplemento de Análisis Legal del Diario Oficial El Peruano.
17
De la Vega, Garcilaso. Comentarios Reales de los Incas. Emecé, Buenos Aires, 1943, Tomo II, capítulos
VIII y IX, págs. 23 a 26.
Palma. Este autor peruano le dedica una tradición denominada ¨El que pagó el pato¨ 18.
Siguiendo el recuento de dicha tradición, Sancho de Cuellar fue quien actuó en el
proceso seguido a Atahualpa, siendo quien notificó a este último de su sentencia a
muerte. En razón a ellos fue después apresado pro el hermano del inca, Tito-Atauchi,
llevado a Cajamarca, al mismo cuarto del rescate, y ejecutado con el mismo garrote
con el que se dio muerte a Atahualpa.

La figura de Sancho de Cuellar se ha considerado a través del tiempo más anecdótica


que histórica. Manuel de la Lama, en su Manual del Escribano y en sus comentarios a
la Ley del Notariado, señala que parece ser que no era escribano, sino nombrado ad
hoc, pues no consta que hubiera llevado registro alguno19. Ricardo Palma, en la
tradición antes citada, señala que en realidad no era escribano, sino que se había
desempeñado como amanuense de un cartulario en España durante su juventud.

Alejándonos un poco de lo nebuloso de la anécdota, la historia señala que entre los


expedicionarios que llegaron con Francisco Pizarro, futuro Gobernador de Nueva
Castilla, se encontraba Pedro Sánchez de la Hoz (también conocido como Pedro
Sancho de la Hoz), comerciante y adelantado español nacido en Calahorra, La Rioja,
España, en 1514 y fallecido en Santiago de Chile en 1547. Dicho personaje figura en
algunos documentos con el título de ¨Escribano General de estos Reinos de la Nueva
Castilla¨. Como parte de sus funciones, extendió el acta fundacional de San Miguel de
Tangarará, la primera ciudad fundada en el Perú por los conquistadores. Dicho
escribano intervino autorizando el acta de rescate de Atahualpa, redactando también el
Testimonio del Acta de Repartición del rescate pagado por dicho Inca, el 17 de junio de
1533. Asimismo, escribió la ¨Relación para su majestad¨, donde narra lo sucedido en la
conquista de Nueva Castilla. Dicho documento fue finalizado el 15 de julio de 1534.
Lastimosamente, a Pedro Sánchez de la Hoz no tuvo un futuro muy promisorio, en
razón a que después de haberse aliado al también conquistador Pedro Valdivia para la
conquista de Chile, fue muerto por Francisco de Villagra, quien lo ajustició por
decapitación, luego de reconocerse involucrado en una confabulación que buscaba
destituirlo como gobernador suplente de Chile. Cabe señalar, adicionalmente, que
Pedro Sánchez de la Hoz no fue un escribano público nombrado pro Francisco
Pizarro, sino que los escribanos ya venían siendo nombrados por el Gobernador de
Tierra Firma, el infame Pedrarias Dávila.

18
Palma, Ricardo. Tradiciones peruanas – Cuarta Serie. En: http://es.wikisource.org/wiki/El_que_pag
%C3%B3_el_pato
19
De la Lama, Miguel Antonio. Ley de Notariado. Librería e Imprenta Gil. Lima. 1912, p. 9.
Pedro Sánchez de la Hoz fue el típico ¨escribano de la hueste¨. Del Busto señala que
dicho personaje era un hombre a caballo, que llevaba siempre su ¨escribanía¨ en la
grupa de su animal, encontrándose dispuesto a ejercer su profesión en cualquier sitio
o lugar. La escribanía consistía en un cofre de cuero con cerradura de llave única. En
ella guardaba el papel (tamaño folio), las plumas (de cóndor en la sierra y de alcatraz
en la costa), la tinta (hecha de añil), el tintero (de cuerno de vacuno) y la caja con
arenilla, la cual se usaba como secante. En el primer punto de descanso, el escribano
cosía los papeles numerados, por lo que debía añadir en su escribanía aguja gruesa e
hilo recio20.

De acuerdo a Del Busto, los Escribanos de Gobernación nombrados por Francisco


Pizarro para actuar los asuntos de gobierno fueron Francisco López de Jerez, quien
además se desempeño como cronista; Domingo de la Presa, quien redactó y rubricó el
Acta de Fundación de Lima, y Antonio Picado, muerto por los almagristas en Lima en
1541.

Asimismo, siguiendo al historiador referido, los Escribanos que actuaron durante los
primeros años de la conquista fueron Jerónimo de Aliaga, quien ejerció su oficio en
Cajamarca a partir del 28 de julio de 1533, siendo eventualmente el actuario quien
tuviera el primer cargo de Secretario de la Audiencia de Lima y fuera en 1551 co-
fundador de la Universidad de San Marcos; Juan de Espinosa, quien actuó en San
Miguel (Piura) desde el 22 de mayo de 1534, reiniciando su actividad en el Cuzco el 17
de mayo de 1535; Bernardino de Valderrama, quien inició su actividad de escribano el
20 de diciembre de 1534 en Pachacamac; Hernán Pinto, quien empezó en Lima el 27
de abril de 1537; Alonso de Luque, también afincado en Lima a partir del 25 de mayo
de 1537 y Antonio de Oliva, en la misma ciudad y a partir del 09 de mayo de 1537.

Como puede verse, durante la conquista la función notarial estuvo muy ligada a la
fundación de ciudades, además de a los testamentos y las ¨cartas¨ o contratos entre
los conquistadores españoles, especialmente referidos a cobro de dinero y
obligaciones de dar suma de dinero. Fe de esto puede dar el denominado Libro
Becerro, actualmente custodiado por el Archivo General de la Nación, el cual es
considerado el primer documento elaborado en el Perú 21. Dicho documento contiene
una serie de ¨cartas¨ otorgadas por los españoles durante el recorrido de la expedición
desde Piura, pasando por Cajamarca, Jauja y Cuzco, para culminar en Lima. Allí se
20
Del Busto Duthurburu, José Antonio. Los Escribanos en al Conquista del Perú. En: Revista del Colegio
de Notarios de Lima, Notarius, Año II, Lima, 1991, Nº2, p. 163.
21
http://cms.rpp.com.pe/portada/nacional/77684_1.php?font=4
puede ver los principales contratos realizados por los conquistadores, los cuales
contaron con la participación de sendos escribanos entre 1533 y 1537 22. Se pueden
observar en este invaluable documento histórico, citando la investigación efectuada
por el Notario Antonio Vega Erausquin, poderes generales, para pleitos, cartas de
constituciones de compañías, cartas de venta de negros e inclusive una carta poder
otorgada por Francisco Pizarro a favor del Mariscal Diego de Almagro, celebrada ante
el escribano Domingo de la Presa en enero de 1535.

Una vez asesinado Francisco Pizarro y nombrado el primer Virrey del Perú, Blasco
Núñez de Vela, en abril de 1543, daría comienzo la época de la Colonia, también
conocida como Virreynato.

Durante esta época, al implantarse de facto el poder español en estas tierras,


comienzan a aplicarse las normas españolas ya señaladas en párrafos anteriores. Los
Escribanos participaban de los actos jurídicos celebrados por los españoles en el
incipiente virreinato. Fue costumbre el otorgamiento de poder, los testamentos y las
compra venta de bienes. Todos aquellos actos requiero siempre la presencia de un
escribano público. Mas aún, hubo algunas actividades extraordinarias donde intervino
el escribano, tales como la realización del censo 23. Los escribanos eran nombrados
por el corregidor, eligiendo a un sujeto de reconocida probidad y, en caso de no
encontrar alguno, el mismo corregidor era el llamado a realizar la funciones del
escribano.

Emilio Harth Terre realizó investigaciones sumamente interesantes con respecto a


escribanos no españoles, es decir, Escribanos Indios24. Señala que durante la época
del Virrey Toledo se crearon las reducciones de indios, donde se exigía que existiera
un cabildo integrado por los naturales. Dichos indígenas integrantes del cabildo debían
asesorarse por un escribano igualmente indígena al cual se le habría de nombrar
como ¨escribano nombrado¨, pues era designado por el Corregidor.

De acuerdo al referido autor, los indígenas efectuaban algunas diligencias ante ellos.
El documento producto de dichas diligencias tenía el valor de una prueba cuasi-legal.

22
Vega Erausquin, Antonio. Breve reseña histórica del notariado en el Perú. En: El Notario Peruano,
Número 1, p. 58
23
Charney, Paul. En Histórica, Volumen XII, Nº 1, Julio 1988, p.6.
24
Harth Terre, Emilio. Negros e indios, un estamento social ignorado del Perú Colonial. Lima, Editorial
Mejía Baca, 1993. De igual manera ver el Informe sobre el descubrimiento de Documentos que revelan la
trata y comercio de esclavos negros por los indios del común durante el gobierno Virreynal en el Perú.,
Lima, Editorial Tierra y Arte, 1961.
La mayoría de dichos documentos consistían en testamentos y transferencias de
propiedad, pudiendo participar tres testigos idóneos para dar mayor certeza y
seguridad al acto.

Harth Terre establece una lista cronológica de dichos escribanos indígenas, quienes
fueron más de 140, divididos entre lima y Corregimientos vecinos como Canta,
Huarochirí, Cañete, Yauyos, Ica, Huaylas, Santa y Saña. Estos escribanos indígenas
gozaban de legitimidad tanto por las autoridades judiciales del gobierno virreinal como
por los mismos miembros del pueblo.

Entre los escribanos indígenas que el autor considera más importantes se consideran
a Domingo Sedeño, Francisco de Fuentes y Lorenzo Yanchi Chumbi, quienes
ejercieron sus funciones en el siglo XVI, conservándose inclusive de éste último un
cuadernillo de escrituras del año 1956.

Finalmente, como cierre a esta sección del presente recuento, cabe mencionar que el
legislador español no olvidó ni dejó de lado al escribano y a la labor que venía
desempeñando en estas latitudes. La normatividad española continúo evolucionando y
enriqueciéndose, adaptándose a las nuevas realidades que le planteaba la
colonización del nuevo continente. Siendo así, de acuerdo con Luis Alberto Sánchez 25,
se dieron las Leyes Nuevas (1542), las Ordenanzas de Felipe (1586), la Recopilación
de las Indias (1680). Asimismo existieron otros documentos legales importantes, tales
como las Leyes de India de 1569, el Cedulario de Diego de Encinas de 1596, el
Proyecto de recopilación de Solórzano y Pereira de 1622 y el primer proyecto de
recopilación de León Pinelo. En estas últimas normas se hace referencia expresa a los
escribanos y sus funciones, considerándose nuevas formas de esta función, tal cual el
escribano de minas, el escribano de la casa de contratación y el escribano de navíos.
Finalmente, la ya mencionada Recopilación de las Leyes de Indias, de 1680, es la
norma que lograr dar un orden a la dispersa legislación, avocándose también a regular
la función notarial a través de la actividad de los escribanos26.

D.- La función notarial en la vida republicana:

Al proclamar la independencia del Perú el gran Libertador don José de San Martín,
una nueva época se abre para el pueblo peruano y también para la función notarial en

25
Sánchez, Luis Alberto. Historia General de América. Tomo I. Lima, Ediciones Rodas, 1972, p.353.
26
Recopilación de Leyes de los reynos de indias. Consejo de la Hispanidad. Madrid, 1943, 3 tomos.
estas tierras. Surge, desde el inicio, un cuestionamiento clave: ¿cómo romper con el
yugo español sin quedar sumidos en la total anarquía?. En razón a ello se dictaron
diversas normas que buscaron lograr no sólo el equilibrio, sino una efectiva transición
del orden monárquico colonial a un orden republicano eventualmente democrático.

Don José de San Martín, el 08 de octubre de 1821, dicta el Estatuto Provisorio, a


través del ratifica y amplía lo establecido, en materia judicial, en el Reglamento
Provisorio de febrero del mismo año. En las referidas normas declara que quedan en
"su fuerza y vigor todas las leyes que regían en el gobierno antiguo, siempre que no
estén en oposición con la independencia del país, con las formas adoptadas por este
estatuto y con los decretos que se expidan por el actual gobierno". Ello nos lleva a
colegir que las normas hispánicas se consideran vigentes, válidas y en vigor, en la
medida que no contravengan la gesta independentista. Por ello mismo, los escribanos
públicos podían seguirse rigiendo por las normas de indias ya mencionadas.
Posteriormente, mediante decreto del 01 de enero de 1822, se ordenó a todos los
escribanos que tenían despecho expedido por el antiguo Gobierno español que se
presentasen ante el ministerio de Estado para ser refrendados en sus funciones.

Las normas señaladas fueron seguidas por el Reglamento Provisional para los
Tribunales de Justicia, también dictado por el libertador San Martín el 10 de abril de
1822, el cual constaba de diez secciones y un total de 166 artículos. Dicha norma
establecía que pertenecían a la Alta Cámara las causas civiles y criminales, que se
dividiría en dos salas, denominadas únicamente como primera y segunda sala. Estaría
compuesta, cada una de ellas, por cuatro vocales designados por el Presidente, el
cual asistiría a la sala que él eligiere. Determinaba que las causas civiles se verían en
tres instancias. Eran jueces de primera instancia los presidentes de departamentos,
los jueces de derecho que se nombren para los partidos y los alcaldes de las
municipalidades. De igual manera, se abocaba a regular sobre los escribanos,
refiriéndose específicamente a los escribanos judiciales o escribanos de diligencias,
quienes serían en la actualidad los Secretarios de Juzgado. Dicha norma contempló la
figura del escribano judicial como el encargado de presentar los escritos de las partes
ante el juez, por lo que su función fundamental estaba abocada al cumplimiento de los
plazos procesales. De acuerdo a la sección décima del referido Reglamento, se
esperaba que dichos funcionarios se alejasen del pasado de malversación y
corrupción que imperaba en el trámite de las causas judiciales, siendo que si se les
llegaba a conocer ¨mala versación¨ alguna, se les retiraba el título y no lo podían
volver a adquirir.

Acto seguido, el 12 de enero de 1825, ya instalado en tierras peruanas el Libertador


Simón Bolívar, y en razón a que, como comenta Manuel de la Lama ¨era verdadera
contradicción que el público no tuviera fe en los depositarios de la fe pública¨ 27, se hizo
necesario que el Libertador expidiera la siguiente disposición:

¨Simón Bolívar, Libertador Presidente de la República de Colombia y encargado del


Poder Dictatorial del Perú.
Considerando:
1.º Que los escribanos como depositarios de la fe pública deben ser ciudadanos de
representación en el Estado.
2.º Que a pesar de esta consideración, el Gobierno español clasificó siempre a los
escribanos entre las personas más despreciables, negándoles contradictoriamente la
representación que por otra parte les dba de hecho, confiándoles la autorización de la
fe pública.
He venido a decretar y decreto:
1.º Los escribanos de la República serán considerados conforme a la representación y
circunstancias con que les inviste el noble oficio de autorizar la fe pública.
2.º Todas las autoridades del Estado tratarán a los escribanos con la consideración
que supone el artículo anterior.
3.º No se admitirán en el cuerpo de escribanos, sino personas que sobre las calidades
prevenidas por la ley, reúnan otras que suelen recomendar particularmente a los
ciudadanos.
Imprímase, publíquese y circúlese.
Dado en el Palacio dictatorial de Lima, a 12 de enero de 1825 – 4.º de la República.
Simón Bolívar
Por orden de S.E. – José Sánchez Carrión.

Dicha norma significa un certero espaldarazo a la función del escribano, llamándose al


respeto a su actividad y a mantenerse su anterior estatuto, evitándose así que dicha
institución pudiera perderse en la vorágine legislativa independentista.

Posteriormente, es a partir de la promulgación del decreto del 11 de febrero de 1845


que se establecen los turnos de los escribanos de Estado y el rol de las diligencias de
cada juzgado, particularmente interesante es la norma que delimita las funciones del

27
De la Lama, Miguel Antonio. Ley de Notariado. Librería e Imprenta Gil. Lima. 1912, p. 10.
escribano a extender actas, y le otorga el control respecto de la intervención de las
partes en las conciliaciones y demás diligencias. Como se puede observar, el
escribano escribía manualmente las resoluciones y preservaba en su despacho los
proveídos, es decir, la norma se refiere a los escribanos judiciales, sin aún
diferenciarlos de los futuros notarios.

Sin embargo, es el Reglamento de Tribunales de 1854, evolución del Reglamento de


Tribunales y Juzgados de la República, del 9 de diciembre de 1845, en donde se
otorga un carácter más sistemático y especializado a la función del escribano judicial y
público, de tal manera que para ser escribano público o de Estado se estableció como
requisito previo haber practicado por dos años en la oficina de otro escribano; con lo
que la experiencia en el trabajo escriturario se constituía en presupuesto indispensable
para la sucesión en el cargo. Los escribanos, según el Reglamento de Tribunales, se
dividían en escribanos de cámara, escribanos de Estado, escribanos de número y
escribanos públicos; de los cuales los tres primeros desempeñaban propiamente
funciones judiciales, mientras que el último realizaba actos mayormente notariales,
pero todos eran parte de la organización estatal y judicial. Asimismo, el Reglamento
de Tribunales se refiere específicamente a los Escribanos Públicos al señalar, por
ejemplo, que dichos funcionarios debían despachar en ofician pública, colocando en
la puerta su nombre y su clase de escribano público, no pudiendo despachar en la
misma oficina con un escribano de Estado, de lo contrario ambos podían perderle l
oficio y ser inhabilitados para obtener otros. Asimismo, se establecía que cuando
vacaba una escribanía pública se vendía el archivo en subasta a cualquiera de los
escribanos públicos que se hallaban en ejercicio, siendo que el precio de la subasta se
dividía por la mitad entre el Estado y los herederos del escribano fallecido28.

En el caso del escribano de cámara, se consignó dentro de sus atribuciones el cuidado


de libros de toma razón y la recepción de juramento de algunos funcionarios; en tanto
el escribano de Estado realizaba diligencias fuera el juzgado y autorizaba las
sentencias, autos, decretos y demás providencias en papel sellado. Los escribanos
públicos y de Estado tenían derecho a un despacho público y a cobrar solamente los
aranceles oficialmente aprobados, bajo pena de ser multados por el exceso. La doble
naturaleza del escribano de ser un funcionario privado con potestades públicas y la

28
Vega Erausquin, Antonio. Breve reseña histórica del notariado en el Perú. En: El Notario Peruano,
Número 1, págs.65-66.
oportunidad de percibir ingresos por determinados servicios, marcó precisamente el
declive de la institución durante la república, debido a los frecuentes abusos de poder
en los que este tipo de funcionarios se vieron envueltos por su permanente asociación
con la corrupción.

El Código de Enjuiciamientos Civiles de 1852 fue el que derogó definitivamente las


disposiciones hispánicas, regulando específicamente las funciones de los escribanos.
Este Código Adjetivo nuevamente refuerza que se encontraban profundamente
entrelazados el Notario y el Poder Judicial, dando fe tanto dentro como fuera de lo que
era contencioso. De acuerdo al artículo 215 del Código de Enjuiciamientos Civiles, se
requería para ser escribano el ser peruano de nacimiento y ciudadano en ejercicio,
tener buena conducta comprobada y no haber sido condenado a pena infamante;
tener buena letra; ser cuando menos bachiller en derecho, salvo que no se presenten
bachilleres (de acuerdo a la Ley del 25 de mayo de 1861) y prestar fianza de tres mil
soles (según la Ley del 16 de octubre de 1878). Además de estos requisitos, se
estipulaba que las Cortes en Sala Plena remitieran ternas al Gobierno, quien era quien
realizaba la elección y nombramiento de los escribanos, expidiendo el correspondiente
título. Por otro lado, el nombramiento sólo podía realizarse cuando quedaban oficios
vacantes por cese o muerte del escribano, ya que el número de escribanos públicos
no podían exceder de tres en las capitales de provincia, de siete en las de
departamento y provincias litorales ni de doce en la capital de la república29.

De la Lama señala que los Escribanos se dividían en cuatro clases: Escribanos o


Secretarios de Cámara, Escribanos Públicos o de Instrumentos, Escribanos de Estado
o de Actuación y Escribanos de Diligencias. De acuerdo al autor, el término ¨Notario¨
se usó por primera vez en el Arancel de Derechos Judiciales de 1889, siendo que con
la dación de la Ley de Notariado (Ley Nº 1510), del 19 de diciembre de 1911, a los
Escribanos Públicos o de Instrumentos se les comenzó a denominar Notarios, y a los
Escribanos de Estado o de Actuación se les denominó Actuarios. Los Escribanos de
Cámara recibieron el nombre de Secretarios de Corte y los Escribanos de Diligencias
conservaron su nombre. Es así como la figura del Notario nace en la época
republicana, ya separándose del escribano judicial.

29
Seoane, Guillermo. Manual práctico y formulario del notario público. Librería Francesa Científica
Galland. Lima, 1900, pág. 35-38
La Ley de Notariado de 1911 define al Notario, en su artículo 1, que los Notarios dan fe
de los actos y contratos que ante ellos se practican o celebran, siendo que su número
sería fijado por la respectiva Corte Superior, sin que pudiera exceder de tres en las
capitales de provincia; de seis en las de departamento o provincia litoral, y de veinte
en la capital de la República30. Asimismo, establece como requisitos para ser notario:
1. Ser abogado, doctor o bachiller en jurisprudencia; 2. Ser peruano y ciudadano en
ejercicio; 3. No tener ninguno de los impedimentos enumerados en el Artículo 14 de la
Ley Orgánica del Poder Judicial, con excepción del comprendido en el inciso 2; 4.
Tener buena letra; 5º Prestar fianza por trescientas libras. El requisito de ser abogado
era flexibilizado por el Artículo 5 de la misma Ley, señalándose que en defecto de
abogados, doctores y bachilleres, podría ser nombrado notario el individuo que reúna
las calidades exigidas en los cuatro últimos incisos del artículo anterior, y que además:
1.º Presente certificados de haber sido examinado y aprobado en los cursos que
comprende la segunda enseñanza; 2.º Haya sido examinado y aprobado por la corte
superior en las materias correspondientes al desempeño de su cargo; 3.º Haya
practicado en la oficina de un notario por dos años, contados desde que se de el aviso
prescrito en el artículo siguiente (convocatoria por periódico durante treinta días). Los
notarios eran nombrados por la respectiva Corte Superior, nominándose en terna.

Esta Ley de Notariado de 1911 tuvo una vigencia de más de 90 años, considerando
que comenzó a regir a partir del 28 de julio de 1912. Fue una norma que a través de
los años fue modificada, en particular por la Ley Nº 22634 del 14 de agosto de 1979, la
cual, adecuándola a lo dispuesto por la Constitución Política de 1979, señalaba que el
Poder Judicial únicamente debía ocuparse de la administración de justicia, quedado
por ello excluido de supervisar la función notarial. Asimismo, otras modificaciones se
refirieron a la inclusión del Concurso Público de Méritos y Oposición como la vía pata
el ingreso a la función notarial. De igual manera, durante la vigencia de la Ley, se
dieron la Ley 16607 y el Decreto Ley Nº 21944, por medio de los cuales se creaba el
Colegio de Notarios y la Junta de Decanos de los Colegios de Notarios,
respectivamente. Finalmente, la Ley Nº 22634 aumentó el número de Notarios de
Lima, de 20 a 40.

Los méritos de esta norma es que, en su sencillez, reguló muchos aspectos que hasta
en la actual norma se consignan y que han ido formando el quehacer de la función
30
Es muy curioso el comentario que hace el Notario Manuel de la Lama a este artículo en su libro de
1912, señalando que: ¨Este número es excesivo; basta y sobran los doce que hay hasta hoy¨.
notarial, tal cual el accionar del notario, los instrumentos públicos, los traslados
notariales, los otorgamientos de poderes y los testamentos.

La norma referida fue derogada por el Decreto Ley Nº 26002, del 07 de diciembre de
1992, publicada el 27 de diciembre de 1997. Dicha ley constituyó un avance legislativo
en base a un proyecto de reforma legislativa trabajado durante años. Su importancia
radica en que conceptúa al notario como profesional del derecho que orienta y asesora
a las partes; regula sistemáticamente al notario, su función, sus obligaciones, deberes
y derechos; mantiene el concurso público como medio de acceso al cargo; se
establece que los Notarios sólo pueden ser abogados; se crea el fondo mutual del
notariado integrado por todos los Notarios del país, que beneficiaría a aquellos
Notarios que por razones de edad o salud deban cesar en sus funciones, así como a
sus deudos en caso de fallecimiento; se establecen causales de cese del Notario; se
incorporan varios artículos sobre la nulidad de los instrumentos públicos protocolares;
incluye normas relativas a la organización del Notariado, la Junta de Decanos del
Colegio de Notarios del Perú y el Consejo del Notariado.

Finalmente, el 25 de junio de 2008 se otorga la nueva Ley del Notariado, Decreto Ley
Nº 1049, el cual fue reglamentado mediante el Reglamento de la nueva Ley del
notariado, aprobado por el Decreto Supremo Nº 003-2009-JUS, modificado a su vez
por el Decreto Supremo Nº 005-2009-JUS del 18 de marzo de 2009. Estas normas
han sufrido de gran controversia, en primer lugar por haberse emitido la Ley por el
Poder Ejecutivo en virtud de la delegación de poderes para la implementación del
tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos de América, lo cual ha sido motivo
de una Demanda de Inconstitucionalidad interpuesta ante el Tribunal Constitucional
por el Colegio de Abogados de Lima, considerando que esta norma habría sido dada
excediendo la norma autoritativa a favor del Poder Ejecutivo. Asimismo, el referido
Colegio ha interpuesto una Acción Popular contra el Decreto Supremo Nº 003-2009-
JUS, en razón a que dicha norma nunca fue publicada en el Diario Oficial El Peruano,
tal y como lo exigía la Ley a dicha fecha, sino que fue puesto en la página web del
Ministerio de Justicia. Asimismo, el Decreto Supremo Nº 005-2009-JUS ha sido
también cuestionado en razón a que, en puridad, permite que se nombren un número
ilimitado de notarios de acuerdo a la voluntad e interés del Consejo del Notariado,
entidad del ministerio de Justicia que supervisa el accionar de los notarios.
Como puede verse, la función notarial en el Perú republicano entra a la segunda
década del Siglo XXI en medio de revuelos. La nueva norma, en efecto, debe llevarnos
a lograr una función notarial más y mejor adaptada a la desmaterialización del derecho
y a la digitalización de nuestro entorno vital. Esperemos que, una vez concluidas y
zanjados los cuestionamientos a la nueva Ley y su Reglamento, los Notarios del Perú
cuenten con una normativa no sólo acorde a los nuevos tiempos, sino que a su vez
respete su profundo bagaje y tradición histórico-jurídica.

El Notariado en España

En España, el Fuero General de Jaca y el Fuero Real de Castilla (1255) otorgaron a la


carta sellada por notario la máxima autoridad. Las partidas del rey Alfonso X el Sabio
consideraban al Notariado como una función pública y regularon su actuación con
bases que se mantuvieron vigentes hasta la ley de unificación de 1862, todavía en
vigor.

Historiadores e investigadores acuden hoy en día a los archivos notariales para


profundizar sobre multitud de hechos históricos. En ellos se encuentran valiosísimos
documentos, como el testamento de Isabel la Católica, que quiso tener tres hijos para
que uno de ellos fuera heredero de las Españas, otro arzobispo de Toledo y el tercero,
notario de Medina del Campo.

El Notariado en la actualidad

Hoy en día el Notariado español ha desarrollado un ambicioso programa de


modernización tecnológica para adelantarse a las demandas sociales del nuevo siglo.
Los notarios españoles se han convertido en uno de los colectivos profesionales más
activos en el proceso de implantación de la Administración electrónica. La apuesta
tecnológica acometida desde 2000 -que ha supuesto una gran inversión- les ha
permitido afrontar con garantías los retos y exigencias a los que se enfrentan como
funcionarios públicos tras la entrada en vigor de diversas normas que incorporan el
uso de las nuevas tecnologías a su labor diaria.

Para poner en marcha su plan estratégico de modernización, el Notariado constituyó


en 2002 la Agencia Notarial de Certificación (Ancert) con el objetivo de proporcionar un
mejor servicio al colectivo notarial y, por extensión, a la sociedad en su conjunto.
ANCERT, con sedes en Madrid y Sant Cugat del Vallés, cuenta con unos 150
profesionales dedicados a la implantación, desarrollo y explotación de los sistemas
telemáticos corporativos, que han puesto en marcha la mayor infraestructura de
comunicaciones y tecnología desarrollada por un colectivo profesional en nuestro país.

Este desarrollo tecnológico ha permitido al Notariado crear el Órgano Centralizado


para la Prevención del Blanqueo de Capitales (OCP) y el Órgano de Control Tributario
(OCT), dos organismos que colaboran en la lucha contra el fraude fiscal y el blanqueo
de capitales remitiendo las operaciones sospechosas contenidas en el Índice Único
Informatizado -que contiene todos los documentos que se autorizan en las casi 3.000
notarías de España- al Servicio de Prevención del Blanqueo (Sepblac), fiscalías y
Agencia Tributaria.

Prueba del éxito de esta colaboración han sido los reconocimientos públicos tanto de
organismos nacionales e internacionales como de los ciudadanos y profesionales
jurídicos y económicos en España:

El Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) destacaba en su último informe


que el Notariado español era uno de los más avanzados de los 17 países europeos
que funcionan bajo un sistema notarial en materia de prevención del blanqueo de
capitales y del fraude fiscal.
Esta modernización constante unida a una confianza que ronda los ocho siglos de
existencia es una de las razones por las que hoy en día el Notariado sea una de las
Instituciones más valoradas por la sociedad española.
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