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Recensiones

al abrir estas páginas, que redescubren a un hombre muerto, pues “nada hay más
su vez muchas otras obras del acervo de muerto para un hombre que aquel que él
la filosofía política. fue. El que no volverá a ser nunca” (p.
XII). Es cierto que, como balance de
Andrea Carolina MOSQUERA VARAS estos más de veinticinco años, constata-
mos que no han cambiado ni el trasfondo
freudiano en la forma de entender la cu-
piditas espinosiana ni el contrapunto que
G. ALBIAC: La sinagoga vacía. Un es- esa suerte de gemelo enemigo –Pascal,
tudio de las fuentes marranas del espi- del que ya prepara una edición– propicia
nosismo, Tecnos, Madrid, 2013. siempre en el discurso de Albiac las con-
currencias fascinantes de los antagonis-
“Existen dos formas de leer. Podemos, me- tas barrocos. Este enfoque sigue siendo
diante la lectura, prolongar y acentuar la sus- válido para el Albiac sexagenario como
pensión de la referencia del texto al entorno
de un mundo y al auditorio de los hablantes. lo fue para el hombre que en el curso de
En ese caso, adoptamos una actitud explica- su treintena escribió La sinagoga vacía,
tiva. Pero también podemos suprimir dicha Premio Nacional de Ensayo de 1988.
suspensión y realizar el texto en el habla ac- El Spinoza sobre el que Albiac pu-
tual. Esta segunda actitud es el fin propio de la blica de nuevo su Sinagoga no es leído
lectura”.
por su autor como el Spinoza de finales
Paul Ricoeur, Historia y narratividad, de los ochenta, sin que por ello falte a la
Barcelona, Paidós, p. 74. verdad el autor en el nuevo prólogo: “No
he reescrito más que aquello que no hu-
“Se tiembla ante la hipótesis de que en virtud biera podido serlo en el año 1987” (p.
de una de esas metamorfosis de las que Marx XIII).
tanto habló, un nuevo “marxismo” no tenga ya En primer lugar, Albiac agradece
ese aspecto bajo el cual era habitual identifi-
carlo y derrotarlo. Quizá ya no se tenga miedo ahora, sin crítica, las citas de la investi-
a los marxistas, pero se teme aún a ciertos no gación neurocientífica de Damasio –la
marxistas que no han renunciado a la herencia cual se encuentra en la línea del materia-
de Marx”. lismo eliminativo y, por ende, en las antí-
podas del pluralismo ontológico que el
Jacques Derrida, Espectros de Marx,
Madrid, Trotta, p. 64.
materialismo filosófico defendido por la
Escuela de Oviedo vio cumplirse en el
¿Cuáles son las razones por las que holandés y con el que el joven Albiac, por
leer o releer esta obra de Gabriel Albiac lo expuesto posteriormente, se encontra-
(Utiel, 1950) y que justifican esta nueva ría realmente en su lugar. Ciertamente,
edición? Las razones las encuentra quien debe reconocerse que en la actualidad las
esto escribe en una serie de encuentros neurociencias –que han entroncado mejor
con el autor donde este ha practicado una con la filosofía anglosajona que con la
re-lectura de sí –o, según él mismo, de continental europea– han puesto de nuevo

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en circulación al judío de Amsterdam y citado por Damasio en relación a la au-


suscitado el interés por las interpretacio- sencia intencionada que el holandés su-
nes de su filosofía. Para la Escuela de pone en la obra de un Freud donde la
Oviedo –es decir, para Vidal Peña en El presencia del Pulidor de lentes es inne-
materialismo de Spinoza, último hito in- gable, de modo que, Damasio (En busca
terpretativo de la Ética en lengua espa- de Spinoza, p. 242), en relación a esto y
ñola– la filosofía de Spinoza no es –ni reconociendo así la importancia del ob-
tampoco lo es para Damasio, dicha sea jeto de estudio de la obra de Albiac –las
toda la verdad– un panteísmo ni una mera fuentes marranas del espinosimo–, su-
secuela del racionalismo cartesiano sino braya agudamente que esta ausencia de
un materialismo crítico (no reduccionista Spinoza en Freud es probablemente del
o eliminativo, como sí sugiere Damasio) mismo tipo que la falta de reconoci-
de modo que Spinoza –y aquí radica la miento de Da Costa en Spinoza: los prin-
diferencia común con el neurocientífico– cipios del pensamiento de uno se extraen
nos proporciona una ontología sin mo- de la atmósfera creada por el anterior y
nismos ni corporeísmos fisicalistas. El crear una atmósfera no obliga a recono-
espinosiano, tanto para aquel Albiac, cimiento de autoría por aquellos que cre-
como para el actual, así como para Vidal cen en ella. Y es que la cuestión Da
Peña, es un materialismo de las compo- Costa, de la que nos ocupamos más ade-
siciones, superposiciones y anulaciones lante, es, probablemente, lo más fasci-
de fuerzas, no un corporeísmo. Donde nante del trabajo del Catedrático de la
estaría la discrepancia radical de Albiac UCM, y una de las razones fundamenta-
con Vidal Peña, hace veinticinco años les para que quienes ya conocen la obra
tanto como ahora, es en la consideración publicada por Hiperión se hagan con esta
por parte de este último de que es posible nueva edición puesto que el autor recoge
rastrear el espíritu objetivo hegeliano en en ella el relevante hallazgo de Salomon
la Ética así como una serie de procedi- y Sassoon en los noventa: un texto per-
mientos dialécticos y no estrictamente dido durante cuatro siglos y fundamental
more geometrico que se ejercitarían, para entender el caso Da Costa (los capí-
aunque no se explicitarían, en la obra. tulos XXIII a XXV de este bien hallado
Pero, ciertamente, muy por encima de Examen de tradiciones fariseas han sido
este forzado encuentro entre el filósofo publicados digitalmente en 2012 por la
y el neurocientífico, está el hecho de que Biblioteca Saavedra Fajardo en traduc-
el neurocientífico ha sido responsable no ción de Fabio Perianes Santos).
sólo de esta revitalización entre los inte- En segundo lugar, diremos que aun-
lectuales y ciertos científicos anglosajo- que la interpretación que en su propia re-
nes del interés por la filosofía de lectura hoy por parte de Albiac de la
Spinoza, sino también –junto con la tri- historia reciente de Europa nos deja bien
logía de Steven Nadler– del interés por claro que este ya no es, para nuestro
su esquiva personalidad. Así, Albiac es autor, el Spinoza de antaño –aquel Spi-

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noza que aún a principios del milenio guimos hablando, por supuesto, en clave
nuevo Negri, Hardt y Virno, entre otros, marxista” (Espectros de Marx, p. 68).
querían reivindicar bajo una discutible Pero quizá la fuerza no sea siempre más
comprensión de la “multitud”– queda, no fuerte que la debilidad, como sospechó
obstante, de aquel Albiac y de aquel Spi- Benjamin del materialismo histórico
noza, la insistencia en la negación de la como heredero de una débil fuerza me-
dialéctica transhistórica, es decir, en la siánica. Para Benjamin –y para Derrida
necesidad de la “extirpación” del tumor (Ibídem, p. 69)– el materialismo histórico
hegeliano del corpus marxiano –donde se vuelve fuerza desafiante si toma como
hallaríamos, como se expuso más arriba, sierva a la teología. Para Albiac, en esta
la discrepancia esencial con Vidal Peña y misma línea, basta con que la mitología
la Escuela de Oviedo. En efecto, en el se racional para que el filósofo no haya
maestro Althusser, ya encontrábamos de avergonzarse de ella en tanto que pro-
esta necesaria extirpación, único modo puesta encaminada al proselitismo. La
de justificar cualquier intento de lavar certeza de destino hace pensar que está al
todo resto de sangre de las manos de los alcance de quienes se dejen arrebatar por
intelectuales marxistas a este lado del él. Es Lukács: el proletariado es la auto-
telón de acero. La operación quirúrgica conciencia de la Historia en la que la
consistiría en lo siguiente: extraer el fi- razón se encontrará a sí misma tras sus
nalismo que se le atribuye al desarrollo extravíos. Antes de Althusser, para Al-
de las fuerzas productivas y que etiológi- biac, no se encontrará prácticamente a
camente da lugar a toda la sintomatolo- ningún marxista que no se declare “pro-
gía soteriológica vinculada al avance de gresista”. Extirpar a Hegel conlleva mos-
la historia. Spinoza, en tanto que nega- trar, una vez practicada la operación, que
ción del sentido y de la teleología, en no hay progresismo en Marx: la repro-
tanto que “vacío” o discontinuidad filo- ducción del capital en los términos de
sófica que es su materialismo trascen- una mecánica cerrada no es una teleolo-
dental, inmuniza al pensador que lo gía. Y Spinoza era el modo de romper el
asume ante toda identificación de poesía oxímoron de la Dialéctica materialista.
y filosofía y lo paraliza ante la tentación Lo acontecido en la sinagoga de Da
de erigir cualquier universo mitológico Costa y de Spinoza nos enseña que la
en el que el sujeto pueda verse a sí mismo tarea del sabio es hacer saltar por los aires
pleno de unidad y de sentido. todo sistema de consuelos y de ficciones,
En la re-lectura que el Albiac sexa- ese que trata de dotar de sentido lo inso-
genario hace de su Sinagoga aparecen, portable en tanto en cuanto, como nos ha
sin duda, los espectros de Marx: “Cuando enseñado el siglo XX, el sentido hace
decimos, al menos a título de hipótesis, más fácil matar. Para Spinoza, el humano
que el dogma respecto del fin del mar- es una composición de fuerzas que da
xismo y de las sociedades marxistas cuenta –que no es lo mismo siempre que
tiende a ser un ‘discurso dominante’, se- conocer– de las imágenes que proyecta:

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un conatus de perseverancia en el ser rranismo, ese “monstruo” que ella mis-


(estos son los ecos de Spinoza en Freud) ma ha creado: si el marrano es un cris-
que adopta procedimientos adecuados a tiano sin querer y un judío sin saber pero
su propia composición y disolución. queriendo serlo, el marrano “ateísta” no
Para quienes no hayan leído aún nin- tiene más ubicación en las sinagogas
guna de las dos ediciones de esta magní- amstelodamas que el pequeño rincón
fica investigación, hay que decir, para doctrinal del saduceísmo (léase a Flavio
evitar sorpresas, que no es un libro exac- Josefo) que niega la inmortalidad del
tamente “sobre” Spinoza –como lo son alma. Da Costa llega a apelar como ar-
los tres volúmenes de Steven Nadler– y gumento de autoridad al incrédulo sofista
que la obra comienza exponiendo cómo Critias para sostener sus posiciones. El
bastante antes de que Spinoza viniera al retorno de Uriel da Costa (a la congrega-
mundo –véase, de L. Kolakowski, Cris- ción en cuya “sinagoga” –metonimia–
tianos sin Iglesia– en Ámsterdam coe- quedó solo, vacía, tendido en el suelo) se
xisten todas las corrientes de heterodoxia produce aún para Albiac tras “la muerte
religiosa de aquellos años en un ambiente del padre”; un padre que, cuando Uriel se
de calculada tolerancia para ir adentrán- llamaba aún Gabriel, le imponía una fe
dose en la materia propia del asunto: los católica que en su juventud ya le resul-
marranos amstelodamos. Para el siglo taba imposible profesar pues –como
XVII de las Provincias Unidas la única constataba trágicamente Pascal en la
religión inviolable es el comercio y la Carta a Arnauld y en muchas de las Pro-
única herejía que ha de perseguirse es vinciales– es imposible cumplir en nin-
aquella que niegue el dogma del derecho gún momento todos los requisitos
al lucro legalmente obtenido. Por lo cual pertinentes para evitar el pecado si no es
sólo se prohibirá la religión que prohíba relajando la fe y trivializando la confe-
otras religiones e imposibilite la atracción sión. De ahí a negar la existencia de Dios
de capitales, es decir, la católica apostó- como el Dios de Abraham, de Isaac y de
lica y romana. Esto último no será indi- Jacob había sólo un paso para estos seres
ferente a la Inquisición, a la que tampoco descendientes de trasplantados sin tierra
se le escapa que los marranos, o descen- en las raíces. El paso se dio en dos gene-
dientes de marranos, son una de las ma- raciones y está perfectamente expresado
trices del materialismo y el sensismo. Los en las distintas reacciones de Uriel da
Archivos del Santo Oficio levantan acta Costa y Baruch Spinoza a las consecuen-
de ese que “había estudiado en Leiden y cias vitales de su expulsión y anatema
era buen filósofo”, al que consideraban (cherem o herem) por parte de la sina-
un “ateísta”, es decir, una suerte de “epi- goga: el primero se quitó la vida, el se-
cúreo barroco”, alguien para el cual las gundo terminó, al fin, de liberarse.
cosas divinas no nos conciernen ni deben
ser temidas. Para la Inquisición esta es la Vicente CABALLERO DE LA TORRE
peor de las posibles derivaciones del ma-

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