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En la selva había un gran alboroto.

Todos contaban sus


problemas y sus pesadillas. El conejo Alejo,
protestaba porque un ruido muy fuerte lo dejaba
sordo. Pastor el castor, se quejaba de que grandes
pisadas hacían derribar su dique. La paloma Ramona,
lloraba porque su árbol se movía y su nido se caía.
Hernán el tucán, no encontraba hojas tiernas para
acompañar las frutas de su rico almuerzo.
Todos se preguntaban qué pasaba, pero nadie daba
con el problema. Se dirigieron a la casa del sabio Mono
Manolo, allí le contaron sus grandes problemas. El
sabio pensó, pensó y se rascó su enorme cabeza,
puede ser el viento, puede ser...... pensándolo bien
debemos vigilar el lugar. Los animalitos estuvieron de
acuerdo y comenzaron a vigilar.
Grande fue su sorpresa al ver que su enorme
problema, era Vicente un tímido e inocente
rinoceronte. Vicente cantaba para alegrarse, ese era
el ruido que angustiaba al pobre conejo Alejo. Pastor
Castor descubrió, que su problema era que el
rinoceronte corría por el prado jugando con las
mariposas. La paloma Ramona, observó que Vicente se
rascaba la espalda con el tronco del árbol. Y Hernán
el tucán, vio cuando Vicente se comía hojas tiernas de
los arbustos cercanos.
Consultaron su gran descubrimiento al Mono Manolo
quien planificó un encuentro con Vicente. Todos lo
esperaron y Vicente como era muy tímido corrió a
esconderse. Al hacerlo fue tan de prisa que hizo un
ruido estruendoso, tumbó el dique, derribo el árbol y
arrancó todas las hojas.
El Mono Manolo se volvió loco y salieron en busca de
Vicente. El pobre al huir se quiso esconder en un
tronco seco y se quedo atorado. Vicente lloraba
desconsolado pensando que por sus acciones nadie lo
iba a socorrer. Ahora el sorprendido fue él. Todos
fueron a rescatarlo, lo enseñaron a silvar, le regalaron
unas mullidas zapatillas, le trajeron una rama larga y
seca para rascarse y le prepararon un rica ensalada de
toditas las hojitas tiernas. Todos celebraron el
regreso de Vicente y la solución a sus problemas.

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