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Érase una vez, un soldadito llamado Plomo, que pertenecía a la guardia del rey, en un
reino muy lejano.
Plomo, tenía ya 60 años, era el jefe de los 3 soldados que formaban la guardia, y se
encargaba de que el rey fuera protegido en todo momento.
Un día, Plomo, salió fuera del castillo para reunir a todos sus hombres y les dijo:
“Tengo una misión para vosotros. Tenéis que resolver el siguiente enigma, y el que lo
resuelva ocupará mi puesto en la guardia, ya que yo me voy a jubilar.”
Los soldaditos empezaron a contestar uno por uno, los dos primeros contestaron que no
se podía hacer, ya que al dividir 17 entre 3, quedan decimales, y los sombreros no se
pueden dividir.
Todos se quedaron con la boca abierta, y el soldadito Plomo le dijo: “Sin duda, tu
respuesta es la más inteligente de todas, y has resuelto el enigma“.
Y cuando todos felicitaban al soldado por su inteligencia, el soldadito Plomo añadió
fulminantemente: “Por cierto, ninguno de vosotros seréis mi sucesor.”
Todos se quedaron callados, y el soldado que había resuelto el enigma dijo: “Pero, si lo
he adivinado, ¿por qué no seré tu sucesor?“.
Y así fue como el soldadito Plomo dio una lección a sus soldados y a toda la gente del
reino.
FIN