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Reflexiones Via Crucis 2017

1ª estación: La última cena:

Los discípulos habían preparado la cena de la Pascua como


Jesús se los había pedido. Cuando llegó la hora, Jesús y los
apóstoles se sentaron a la mesa.

Lectura:
Mientras comían, Jesús tomo el pan, pronunció la bendición,
lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es
mi Cuerpo».
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y
todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esta es mi Sangre, la
Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les
aseguro que no beberá más del fruto de la vid hasta el día
en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».

Reflexión:

Jesús muestra una vez más su identidad y la decisión de


cumplir hasta el fondo su misión de amor total, de entrega
en obediencia a la voluntad del Padre.

Dos de sus amigos lo van a traicionar. En esta cena, Jesús


les dejará varios regalos: el mandamiento del amor, su paz y
su mismo ser, en su Cuerpo y su Sangre. Hoy también hay
mucha sangre derramada; no solamente en nuestro barrio:
mujeres asesinadas, la guerra en Siria que lleva
innumerables víctimas... queremos que el Cuerpo del Señor
entregado y su Sangre derramada, que celebramos en cada
Eucaristía, sean fuente de paz para nuestro mundo que tanto
la necesita. (Pausa)
Señor, te pedimos que por medio de la eucaristía
podamos alimentarnos de vos y llevar a nuestro barrio
la paz que vos nos regalaste.

2ª estación: Oración en el huerto y arresto de Jesús:

Jesús salió como de costumbre a rezar, fue al monte de los


olivos y los discípulos lo siguieron.

Lectura:

En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de


los Olivos, seguido de sus discípulos. Cuando llegaron, les
dijo: «Oren, para no caer en la tentación». Después se alejó
de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y
puesto de rodillas, oraba: «Padre, si quieres, aleja de mí
este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».
Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo
reconfortaba.
En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su
sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.
Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus
discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza. Jesús
les dijo: «¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren
para no caer en la tentación». Todavía estaba hablando,
cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba
Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo.
Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del
hombre?». Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a
suceder, le preguntaron: «Señor, ¿usamos la espada?» Y
uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo
Sacerdote, cortándole la oreja derecha. Pero Jesús dijo:
«Dejen, ya está». Y tocándole la oreja, lo curó.
Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia
del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo:
«¿Soy acaso un ladrón para que vengan con espadas y palos?
Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me
arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el poder de las
tinieblas». Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del
Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos.

Reflexión:

Jesús sufre por lo que va a venir, busca apoyarse en la


compañía de sus amigos íntimos y los encuentra durmiendo.
Él, que tantas veces experimentó la paz interior, se
encuentra turbado y muy angustiado por la violencia que se
avecina. Frente a la tentación de armarse y luchar, Jesús
reza, sigue buscando a su Padre en la oración desde la
angustia y la soledad y no le huye a lo que se le viene.
¿Cómo reaccionamos nosotros frente a la violencia?
¿Buscamos a Dios, rezamos? ¿Creemos realmente?

Que el miedo no nos paralice, que en Dios y en los


hermanos encontremos la fuerza para defender
firmemente la vida, no con violencia, sino con signos
de paz y reconciliación entre nosotros.

3ªestación: Jesús ante el Sanedrín:

Conducido a la casa del sumo sacerdote Caifás, Jesús fue


interrogado por los escribas y ancianos.

Lectura:

Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un


testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte,
pero no lo encontraban. Porque se presentaron muchos con
falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no
concordaban.
Algunos declaraban falsamente contra Jesús: «Nosotros
lo hemos oído decir: "Yo destruiré este Templo hecho por la
mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que
no será hecho por la mano del hombre"». Pero tampoco en
esto concordaban sus declaraciones.
El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea,
interrogó a Jesús: «¿No respondes nada a lo que estos
atestiguan contra ti?». El permanecía en silencio y no
respondía nada.
El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente: «¿Eres el
Mesías, el Hijo de Dios bendito?». Jesús respondió: «Así, yo
lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la
derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo».
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y
exclamó: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes
acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?». Y todos
sentenciaron que merecía la muerte.

Reflexión:

Los sumos sacerdotes juzgan duramente a Jesús sin


conocerlo realmente.

Cuántas veces hemos sido acusados por los demás (pausa)


Cuántas veces hemos acusado a otros injustamente.
Acusaciones, críticas, juicio para humillar al otro... es una
manera de ser violentos, de ser agresivos, de no ser
hermanos.

A Jesús lo abofetean; en varias oportunidades hemos sido


testigos o protagonistas de golpes entre nosotros, como si
los problemas no pudieran arreglarse de otro modo que a las
trompadas o a los gritos.

Pidamos al Señor no ser violentos con nuestros


comentarios, ni tampoco con nuestras manos.

Señor que podamos ser instrumentos de tu paz.


4ª estación: Jesús ante Pilato:

Jesús es juzgado injustamente. Los sumos sacerdotes y el


pueblo se lo quieren sacar de encima, lo quieren excluir
definitivamente y piden ayuda al gobernador Pilato para
lograr su cometido.

Lectura:
En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron
en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín.
Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a
Pilato.
Este lo interrogó: «¿Tú eres el rey de los judíos?». Jesús
le respondió: «Tú lo dices». Los sumos sacerdotes
multiplicaban las acusaciones contra él.
Pilato lo interrogó nuevamente: «¿No respondes nada?
¡Mira de todo lo que te acusan!». Pero Jesús ya no respondió
a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato.
En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a
elección del pueblo. Había en la cárcel uno llamado
Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían
cometido un homicidio durante la sedición.
La multitud subió y comenzó a pedir el indulto
acostumbrado. Pilato les dijo: «¿Quieren que les ponga en
libertad al rey de los judíos?». El sabía, en efecto, que los
sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. Pero los
sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad
de Barrabás. Pilato continuó diciendo: «¿Qué debo hacer,
entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?».
Ellos gritaron de nuevo: «¡Crucifícalo!». Pilato les dijo: ¿Qué
mal ha hecho? Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
¡Crucifícalo!
Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a
Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo
entregó para que fuera crucificado.
Reflexión:

Jesús habla de su Reino, de la Verdad... pero Pilato no


comprende. El único reinado del que sabe es del que se
impone por el dominio y la violencia. La única verdad que
conoce es el poder y la codicia.

Muchas veces falsos valores no nos dejan comprender las


palabras de Jesús: el perdón y la paz, quedan confundidos
por nuestros rencores, envidias y deseos de venganza. Jesús
parece que fuera poca cosa… alguien demasiado pequeño y
débil que “no entiende cómo funcionan las cosas en este
mundo”.

Señor Jesús, manso Rey, Verdad profunda de amor que


iluminas nuestras mentes y corazones, haz que te
hagamos lugar para poder vivir como verdaderos
hermanos, en un barrio en paz.

5ª estación: Jesús azotado y condenado a muerte :

En cada fiesta de los judíos el gobernador Pilato


acostumbraba a poner en libertad a un preso a elección del
pueblo.

Lectura:

Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y


convocaron a toda la guardia, lo vistieron con un manto de
púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. Y
comenzaron a saludarlo: «¡Salud, rey de los judíos!». Y le
golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando
la rodilla, le rendían homenaje.

Reflexión:

Pilato tenía el poder de reconocer la inocencia de Jesús y


liberarlo. Pero el gobernador romano prefiere servir a la
lógica de sus intereses personales, y se somente a las
presiones políticas y sociales. Condenó a un inocente para
agradar a la gente.

Hoy muchos son los Pilato que tienen en las manos los
resortes del poder y lo usan al servicio de los más fuertes.
Son muchos los que, pusilánimes y viles, ponen su autoridad
al servicio de la injusticia y pisotean la dignidad del hombre,
su derecho a la vida y a vivir en paz.

Señor Jesús no permitas que seamos contados entre


los injustos. No permitas que los más débiles de
nuestra sociedad sufran la desesperación y la muerte
sin respuesta alguna. Confírmalos en la esperanza e
ilumina la conciencia de aquellos que tienen autoridad,
de modo que gobiernen con justicia y se comprometan
con la paz.

5ª estación: Jesús se encuentra con su madre.

Se desarrolla la escena sin comentarse ni lectura

Reflexión:

María, como buena madre, salió al encuentro de Jesús,


quería que supiera que, pasara lo que pasara, ella estaría
allí, porque creía en el, en su bondad, en su amor. Sus ojos
se miraron y el uno supo del amor del otro.

Hoy también son muchas las madres que salen a buscar a


sus hijos: madres del barrio que salen a buscar a sus hijos
perdidos en la droga; madres de países en guerra que salen
a buscar a sus hijos que no encuentran; madres de mujeres
que sufren la trata de personas; tantas madres que, como
María, salen a buscar y a encontrar a sus hijos...
Santa María, madre de Dios, te pedimos por todas
las madres que salen en busca de sus hijos;
contagiales el coraje y el amor de Madre que busca y
no descansa hasta encontrarse con quienes ama.

6ª estación: Jesús cae y es ayudado por el cirineo

Lectura:

Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y


de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la
cruz de Jesús.

Reflexión:

Así como el Cirineo fue escogido para ayudar a Jesús a


llevar la cruz, cada uno de nosotros hemos sido llamados a
una tarea especial. Cada cual debe descubrir la suya en el
momento adecuado.

El Cirineo ayuda a cargar la cruz de Jesús, cruz que


también lleva sus propios pecados. Él sabe que, de algún
modo, también es cómplice de la violencia contra Jesús.
Nosotros también podemos fácilmente desligarnos en
nuestra responsabilidad por la violencia que parece
imponerse, pero cada uno de nosotros con nuestra
agresividad, nuestras prepotencias, nuestra soberbia,
también nos volvemos cómplices de la violencia imperante.

Señor, danos un corazón manso para construir


juntos la paz.

7ª estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús


Con una música de fondo, se acerca la Verónica y
limpia el rostro.

Reflexión:

Una mujer sencilla del pueblo quiere consolar a Jesús y


limpia su rostro ensangrentado, pasando por encima de la
guardia. Un gesto que casi pasa desapercibido pero que es
un signo de vida en medio de tanto dolor y tanta violencia.

También hoy muchas mujeres tienen estos grandes signos


de vida que quedan opacados por la violencia, lo que sale en
los diarios, la tele y por lo que se escucha. Hay muchas
Verónicas entre nosotros.

Gracias, Señor, por tantas mujeres que como la


Verónica, ponen con valentía esos pequeños gestos de
vida que construyen día a día nuestro barrio, nuestro
país y el mundo en que vivimos.

8ª estación: Jesús cae por primera vez ( no se


anuncia)

Reflexión:

Quien nunca cayó en el pecado, cae ahora cansado y sin


fuerzas, sumido en el dolor físico y emocional de la condena
injusta.

Nosotros también estamos cansados: cansados de tanta


droga que se vende libremente y mata a nuestros pibes;
cansados de luchar por una vivienda digna; cansados de vivir
muchas veces divididos en nuestro barrio.

Ayudanos, Jesús, a levantarnos siempre, después de


cada caída, y seguir nuestro camino tras tus huellas.
Ayudanos a levantarnos cuando estamos cansados y
nuestras fuerzas parecen terminarse. Que no nos
venzan el cansancio y el desaliento.

9ª estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén

Lectura:

Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de


mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: «¡Hijas de
Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y
por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá:
"¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y
los pechos que no amamantaron!" Entonces se dirá a las
montañas: "¡Caigan sobre nosotros!", y a los cerros:
"¡Sepúltennos!" Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué
será de la leña seca?».

Reflexión:

Mujeres desconsoladas, mujeres que sufren, mujeres


golpeadas, mujeres humilladas, mujeres desgastadas por el
trabajo cotidiano. Jesús las consuela y las anima a no bajar
los brazos y dar la vida por sus hijos.

Jesús, te pedimos que consueles a las mujeres que


lloran al ver hoy tu Cuerpo flagelado por la droga,
lastimado por las balas, herido por las bombas de la
guerra.

10ª estación: Jesús cae por tercera vez

Mientras avanza por la estrecha vía del Calvario, Jesús cae por
tercera vez. Entendemos su debilidad física, tras una terrible
noche, después de las torturas que le han infligido. Tal vez no
son sólo las burlas, el agotamiento y el peso de la cruz en sus
espaldas lo que le hace caer. Sobre Jesús pesa una carga que
no se puede medir, algo íntimo y profundo que se hace sentir
más netamente a cada paso.

¿Cuántas veces en la vida cotidiana caemos? Caemos tantas


veces que perdemos la cuenta, pero siempre esperamos que
cada caída sea la última, porque se necesita coraje para
esperar enfrentar el sufrimiento.

Me imagino a tu lado, Jesús, en el camino que te conduce a


la muerte. Es difícil pensar que sos el Hijo de Dios. Alguien
ya ha intentado ayudarte, pero ahora estás agotado, estás
paralizado y parece que no podrás continuar. Pero aquí de
repente te veo levantarme, enderezar las piernas y la
espalda, y empezar a caminar de nuevo. Esto es el amor.
Para Jesús, el final es la crucifixión, la muerte, pero que
revela un significado más profundo, un propósito más
elevado, el de salvarnos a todos.

Por favor, Señor, danos todos los días


el coraje para seguir adelante en nuestro viaje.
Demos la bienvenida al final
la esperanza y el amor que nos diste
Todos pueden enfrentar los desafíos de la vida
con la fuerza y la fe con la que has vivido
los últimos momentos en tu camino
hacia la muerte en la cruz.

11ª estación: Jesús es crucificado

Lectura:
Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo
crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y
el otro a su izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen».

Reflexión:
Se burlan de Jesús, se ríen de él, parece que la violencia,
la crueldad y la injusticia no tienen límites.

Pareciera haber gente cuya maldad violencia y crueldad no


conoce escrúpulos. Frente a tanto odio, frialdad e
insensibilidad está el Señor Jesús.

El corazón de Jesús, que está por encima de todo rencor y


de todo odio, pide al Padre del Cielo que perdone a los
responsables de tanta injusticia y tanta violencia. Jesús
nunca está a favor de la venganza; él sabe que solamente el
amor y el perdón son capaces de transformar los corazones.
Jesús NUNCA, ni en el cansancio de su muerte, se cansa de
perdonar.

Danos, Señor Jesús, un corazón semejante al tuyo.

12ª estación: el buen ladrón ( no se anuncia)

Lectura:

Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:


«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de
Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la
sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero
él no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de
mí cuando vengas a establecer tu Reino». El le respondió:
«Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Reflexión:
Sorpresivamente, Jesús vuelve a encontrar la fe en donde
menos se lo esperaba: en un malhechor condenado a
muerte; que acepta lo que él es y nos deja esta bella oración
para rezar también nosotros: “Jesús, acuérdate de mí
cuando llegues a tu Reino”.

Quien era el peor ejemplo para la sociedad de su tiempo


se vuelve -por los ojos de la fe- en modelo para todos
nosotros.

Vamos a repetir todos juntos tres veces la oración del


Buen ladrón: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a
tu Reino” (3 veces)

13ªestación: Maria al pie de la cruz ( no se anuncia)

14ª estación: Jesús muere en la cruz ( no se anuncia)

Lectura:

Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad


cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del
Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó:
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo
esto, expiró.

Reflexión:

Ante la muerte de Jesús, el silencio se impone, no hay ya


nada que decir y tampoco nada que explicar, las palabras no
alcanzan a expresar la infinita grandeza de este momento. El
amor infinito de Dios por nosotros es un misterio insondable
que sólo podemos entrever pero nunca comprender.

Jesús crucificado es la imagen clara y viva de la entrega y


del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros.
De nada vale ser pasivos espectadores de lo que él hizo en
la cruz. Llega la hora de imitarlo, de identificarnos con Jesús
y dar la vida todos los días por los demás.

Señor, el dolor de tu cruz, al igual que el dolor en el


mundo, nos deja sin palabras. Pero viéndote morir
perdonando, amando, rezando, comprendemos que
incluso desde la noche del dolor y la violencia, no hay
otro camino para la paz que el que vos nos dejaste.

15ª estación: Jesús es bajado de la cruz.

Lectura:

José de Arimatea –miembro notable del Sanedrín, que


también esperaba el Reino de Dios– tuvo la audacia de
presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al
centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto.
Informado por el centurión, entregó el cadáver a José.

Reflexión:

Ya todo ha terminado. La historia de Jesús, el profeta de


Nazaret, ha concluido. Sus enemigos se han ido. Solo están
Juan, María y un puñado de mujeres.

16ª estación: Jesús es sepultado.

Lectura:

José de Arimatea compró una sábana, bajó el cuerpo de


Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado
en la roca. Después hizo rodar una piedra a la entrada del
sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, miraban
dónde lo habían puesto.
Reflexión:

El silencio y las lágrimas acompañan la escena de la


sepultura. Sin embargo, en el ambiente hay un aliento de
esperanza.... ¿sucederá algo más?... ¿qué será?........ La
resurrección, tal como Jesús lo había anunciado, porque
"DIOS TARDA PERO NO OLVIDA"

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