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El Renacimiento
Claudio Monteverdi.
Si bien la historia de la música se remonta a las tribus prehistóricas, comenzamos nuestro recorrido por el
Renacimiento (finales del siglo XIV – siglo XVII). Fue entonces cuando los compositores de música clásica
pudieron por fin imprimir sus obras. La imprenta de Gutenberg (1450) contribuyó a la difusión musical. En
esta época, además, nacen los primeros sistemas de afinación de instrumentos y se comienza a alterar las notas con
sostenidos, bemoles y becuadros, buscando una mayor expresividad.
Hay varias escuelas musicales renacentistas: la franco-flamenca, la inglesa, la alemana, la española… Y sobre todo,
la italiana, que destaca por Giovanni Pierluigi da Palestrina y por Claudio Monteverdi.
Monteverdi es un compositor de música clásica clave en la transición entre el Renacimiento y el Barroco musical.
Son famosos sus madrigales (piezas musicales de tres a seis voces que cuentan una historia laica), así como L‘Orfeo,
que se considera la primera ópera de la historia.
Joseph Haydn.
El Clasicismo musical coincide con la época de la Ilustración. Con la Revolución Francesa, los ideales de
igualdad, libertad y fraternidad se aplican a la música. El arte y la enseñanza se popularizan, y la música busca
ser un lenguaje universal, accesible para todos. Se dejan atrás las florituras y artificios del barroco. Lo fundamental
es que la música clásica sea agradable, que ‘entre por el oído’.
El austríaco Haydn es uno de los compositores de música clásica más influyentes en el desarrollo de la
música clasicista. Con 27 años compuso sus primeros cuartetos de cuerda, por los que se hizo famoso. El propio
compositor reconoció la supremacía de su amigo Mozart; pero Haydn hizo grandes aportaciones al desarrollo de la
sinfonía. A partir de entonces, esta comenzó a estructurarse en cuatro movimientos.
Wolfang Amadeus Mozart (1756 – 1791). Clasicismo
Richard Wagner.
Con el Romanticismo llegando a su fin, los compositores de música clásica buscan un lenguaje único. Usan las
sonoridades de una manera más libre.
Richard Wagner se caracterizó por el uso de cromatismos (es decir, de notas intermedias en la escala). Así
conseguía dar mayor expresividad a sus obras, sobre todo a sus óperas (que él llamaba “dramas musicales”). En
ellas, cada personaje tenía una tonalidad distinta. La música estaba al servicio de la expresión dramática.
Wagner buscaba que todas las artes dentro de una ópera tuvieran la misma importancia (música, vestuario,
coreografía, libreto…). Él mismo escribió el libreto y diseñó la escenografía de, entre otras, El anillo de los
Nibelungos o Tristán e Isolda.
Esta teoría wagneriana no solo afectó al mundo de la ópera, sino que definió también el nacimiento del teatro
contemporáneo.