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Desde su infancia, Tiana sueña con abrir su propio

restaurante y trabaja duro para conseguirlo. Ese anhelo entra


en pausa cuando, inesperadamente, se convierte en sapo y
debe deambular por los pantanos de Louisiana. Ahí, entre
anfibios y lanchas, ella y sus nuevos amigos aprenderán
algunas lecciones.

Tal como ocurrió en 1998, con Mulán, la princesa que Disney


te presenta en esta historia no vive en un castillo ni aspira a
tener alguno. Y al igual que aquella cinta de Tony Bancroft,
este relato no ocurre en algún momento imaginario ni en un
lugar muy, muy lejano: los pantanos de Louisiana de los años
20, tiempo después de la Primera Guerra Mundial, son el
escenario de la protagonista más auténtica de la compañía
del ratón.

Conoces a Tiana en su infancia, cuando jura que “jamás,


jamás besaría un sapo” —dice—, cocina platillos deliciosos
con su padre y se prometen tener juntos un restaurante.
Queda claro que la niña crecerá sin creer en hechizos o
galanes que aparecen para resolverlo todo y dicha premisa
se refuerza a unos minutos de haber comenzado el filme con
el primer momento musical, “Ven a Nueva Orleans”, que
funciona como transición para mostrarte ahora a una Tiana
joven y, ante todo, workaholic.

A partir de ese momento, la trama se desarrolla entre


sombreros cloché y vestidos de cintura caída. La ahora joven
protagonista vive los estragos de la guerra —su padre muere
en combate—, por lo que trabaja dobles turnos como
mesera para no romper aquella promesa.
La princesa y el sapo se reduce a acompañar a Tiana en la
búsqueda de ese anhelo. La aventura resulta más que
entretenida gracias a que se adorna de algunos toques de
vudú —cortesía del villano, el Dr. Facilier— y oportunas
composiciones de jazz; además de que aparecen
luciérnagas enamoradísimas y un príncipe engreído, Naveen,
quien provoca que la heroína se convierta en sapo y
deambule por la Cuenca Atchafalaya buscando la manera
de recuperar su cuerpo y sueños.

Con todo esto, verás que la primera princesa afroamericana


de Disney fue un segundo intento de la productora por
mostrar un modelo distinto de mujer —le siguió Valiente y las
hermanas Elsa y Anna—. La chica no espera a ser rescatada
y el amor de pareja no es su prioridad—“no me voy a
desperdiciar”, canta la protagonista—. Si porta un vestido
pomposo es con el pretexto de una fiesta de disfraces y
tampoco se deja guiar por las apariencias —conoce a
Naveen con ventosas, bolsa en la papada y lengua larga—.

La animación bidimensional en tonos verdosos y amarillos, así


como los números musicales —descuida no son tantos como
en Frozen— que no pierden la oportunidad de agregar
trompetas y percusiones, hacen de esta película un viaje
entretenido y encantador. Quizá la única falla del filme es
que termina por contradecir la premisa que tan adherida
tiene su protagonista.

Esta producción, nominada al Oscar por Mejor película


animada, regresa a la pantalla grande gracias al ciclo
Princesas Disney, que estará en Cinépolis hasta el 19 de
octubre. Además de La princesa y el sapo, la programación
incluye títulos como Blanca Nieves, Cenicienta y Moana.

PERSONAJES: TIANA, PRÍNCIPE NAVEEN,


CHARLOTTE, LA LUCIERNAGA RAY Y EL
COCODRILO LOUIS, RAYLOUISCHARLOTTE, MAMA
ODIE, EL HOMBRE DE LAS SOMBRAS, HOMBRE DE
LAS SOMBRAS, LA PRINCESA Y EL SAPO.

FIN

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