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UNVERIDAD CATÓLICA DE SANTA MARIA

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y


POLÍTICAS

PROGRAMA PROFESIONAL DE DERECHO

CURSO DE LOGICA JURIDICA


´´LA ARGUMENTACIÓN JURIDICA´´

ALUMNO:LUIS ROBERTO VALDERRAMA


MANZANEDA

AREQUIPA-PERU
La teoría de la argumentación jurídica es un
tópico que viene adquiriendo notable
protagonismo, más aún –por lo menos en el
Perú– en lo concerniente a la interpretación
constitucional y a la fundamentación de las
decisiones del Tribunal Constitucional. En el
presente trabajo, el autor nos presenta, de
manera clara y sintética, los planteamientos de
los principales autores sobre esta materia;
asimismo, nos explica la difundida tesis de la
argumentación jurídica como caso especial de
discurso práctico, así como los aspectos
esenciales vinculados a la justificación de las
decisiones jurídicas.
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN.......................................................................1

¿QUÉ ES UN BUEN ARGUMENTO?........................................2

LA ARGUMENTACIÓN LÓGICA...............................................5

LA DISPOSICIÓN ARGUMENTATIVA.......................................7

FUENTES DE ARGUMENTACIÓN............................................8

EL ESQUEMA DE LAS ARGUMENTACION JURIDICA............9

EL SURGIMIENTO DE UN CONTROVERSIA IDEOLOGICA....9

LA ARGUMENTACIÓN (DEMOSTRACIÓN) NO PUEDE SER

EQUIVOCADA O AMBIGUA (ERRADA O IMPRECISA)............9

LAS CARACTERÍSTICAS DE LA ARGUMENTACIÓN............10

LOS TIPOS DE ARGUMENTOS:.............................................10

EL ABOGADO Y LA ARGUMENTACIÓN JURIDICA...............12


INTRODUCCIÓN
La toma de decisiones, ya sea a nivel jurídico o a nivel particular, está sujeta a
distintos grados y exigencias de racionalidad. Ahora bien, en la vida cotidiana,
las decisiones no necesariamente son el resultado de un procedimiento
racional o que haya seguido un determinado esquema metodológico que
reporte un resultado correcto o por lo menos aceptable. Muchas veces
tomamos una decisión sobre la base de nuestras inquietudes, temores, deseos
o por simple casualidad. Este tipo de decisiones tienen un resultado poco
predecible, muchas veces nos proporcionarán una decisión acertada y no
pocas una decisión equivocada. Esto cae dentro de nuestra esfera de libertad y
es como generalmente asumimos los problemas que se nos plantean. Por otra
parte, existen otro tipo de decisiones que requieren cierto grado de
racionalidad, es decir, que no deberían estar libradas al simple albedrío
decisorio que caracteriza generalmente a las decisiones que se toman en la
esfera particular. Un ejemplo claro para esto son las decisiones que se toman
en el seno del sistema jurídico. Piénsese en una sentencia judicial, en una ley
emitida por el Parlamento, las decisiones de las autoridades administrativas,
etc. Dichas decisiones suponen un grado de racionalidad a fin de poder ser
aceptadas por los destinatarios de estas. Son el resultado de un proceso
argumentativo que desemboca en un resultado racional. El grado de
racionalidad de una decisión depende directamente del proceso de
fundamentación. Por lo tanto, vale la afirmación que dice: una decisión racional
presupone una correcta fundamentación. Es precisamente ante este panorama
que surgieron los distintos intentos por configurar un esquema racional que
guíe a los argumentos esgrimidos en un discurso hacia un resultado racional.
Dichos intentos no son de reciente data, sino que se remontan a la Antigüedad
griega, donde modelos como la tópica o la retórica fungían como los más claros
intentos de manejar los argumentos en pos de un resultado si no racional, por
lo menos convincente. Es en el siglo XX cuando la teoría de la argumentación
jurídica desplaza modelos de metodología jurídica como el positivismo o el
iusnaturalismo y se coloca en el centro de la discusión filosófica y jurídica. En el
presente estudio trataremos de entender, grosso modo, las características

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fundamentales, así como sus bases teóricas. Asimismo, se revisarán algunas
teorías que tienen a la fundamentación de las decisiones jurídicas como su
objeto de investigación, así como algunas implicancias que tiene la teoría de la
argumentación jurídica en el sistema jurídico.

¿QUÉ ES UN BUEN ARGUMENTO?


Un buen argumento es el que: se atiene a la cuestión; ofrece razones sólidas;
Está protegido ante refutaciones. Si cumple estas condiciones es bueno y su
conclusión debe ser aceptada. Si no las cumple, probablemente es falaz.

El Derecho en su más estrenada concepción, tiene dos características


fundamentales que los tiempos actuales consideran elementos de gran
relevancia para su comprensión y utilidad. Justamente esta idea moderna,
supone que el Derecho es discursivo e interpretativo. El primer rasgo
advertido, implica que el aprendizaje y comprensión del Derecho (como norma
o ciencia jurídica) necesariamente está sujeto al diálogo reflexivo; esto es, se
traslada dentro de los ordenamientos jurídicos a través del diálogo, el mismo
que puede darse en los Tribunales Judiciales por tomar un ejemplo.
Un segundo rasgo que se evidencia, es la idea de Derecho bajo el esquema
de la interpretación jurídica; pues se medita la tesis que no podría haber
razonamiento jurídico, si las normas que disciplinan el Derecho positivo, no son
sometidas a las reglas de la hermenéutica explicativa. Por cierto, lo que
comentamos en las líneas precedentes ya a estas alturas y en estos tiempos
de cambios en el Derecho, han sido más que asumidas; es el caso por citar, los
desprendidos trabajos de ATIENZA RODRIGUEZ, GASCÓN ABELLÁN,
GARCÍA FIGUEROA, entre otros. En los referidos trabajos, uno de los puntos
coincidentes de estos juristas, es justamente la idea de Derecho como
argumentación, su utilidad y la importancia de la Teoría de la Argumentación
Jurídica en el ejercicio del Derecho.
Aparentemente esto no es algo nuevo, pues todos los operadores jurídicos a
diario y sin excepción, utilizamos de una manera instintiva la argumentación
jurídica. Argumentamos jurídicamente sobre la viabilidad o inconsistencia de
una ley que ha publicado el Parlamento; por otro lado, ante los Tribunales

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Jurisdiccionales o Administrativos intentamos que las tesis postuladas de
solución de nuestros casos sean acogidas por dichos Colegiados. No obstante
lo señalado, lo que sí resulta novedoso –al menos es lo que motiva este
escrito –es poder entender, la importancia que tiene la argumentación jurídica
en el ejercicio del Derecho. Pues entonces, ¿puede aportar la Teoría de la
Argumentación Jurídica al ejercicio de la abogacía? La respuesta seguro es
afirmativa pero insuficiente; toda vez, que la Teoría de la Argumentación
Jurídica sirve entre otros aspectos, a la función judicial, administrativa, etc.; no
obstante ello, no es manejada porque sencillamente no es conocida.

Así las cosas, hemos dicho que el trabajo de argumentar es un aspecto asiduo
en la vida del abogado; sin embargo, éste, usa a la argumentación jurídica no
de una manera científica ni técnica, todo lo contrario, la práctica que emplea es
demasiado autómata. Lo cual desde luego resulta muy pernicioso para el
Derecho. Como muestra de ello, observamos en nuestra realidad que la forma
más común de argumentar jurídicamente, es bajo el imperio de un sesgado
positivismo; es decir, que los abogados consideramos que no hay mejor forma
de argumentar, que invocando a la norma jurídica (un sacerdocio a la ley
absurdo en estos tiempos). Sin perjuicio de lo expresado, hay que considerar
que la argumentación jurídica implica mucho más que la invocación material
(Derecho como norma jurídica) del Derecho.

En tal sentido conviene plantearse ¿en qué consiste entonces la práctica


correcta de la argumentación jurídica? Así tenemos, que para poder
argumentar jurídicamente de una manera idónea, no debemos desconocer la
importancia que tiene la Teoría del Derecho, pues un jurista únicamente no
puede utilizar a la norma jurídica para demostrar la validez de sus postulados.
Es la cultura jurídica de un abogado (conocer jurisprudencia, teoría del
Derecho, Filosofía del Derecho, etc.) lo que le va a colocar en mejores
condiciones para el ejercicio de la defensa. Más aún, en tiempos actuales en
dónde –aunque de manera lenta –se está caminando a una nueva era en la
idea y práctica del Derecho, pues como apunta AGUILÓ REGLA, se ha
cambiado del modelo de las reglas, a los de los principios y reglas;

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del silogismo y subsunción, a la ponderación. Un cambio de paradigma total.
En tal circunstancia, debe quedar claro que si bien es cierto la argumentación
jurídica ha vuelto a ser el centro de atención en Derecho, ésta, siempre se
ejercitará de mejor forma, desde la sugestiva representación de la teoría de la
Argumentación Jurídica y del Derecho.

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LA ARGUMENTACIÓN LÓGICA
Las teorías formales de la argumentación tienen la ventaja de ser aplicables en
todas partes, con la desventaja de que no en todas "agarran". Se trata, según
Kaufmann, "de una doctrina general de la argumentación, y en este sentido es,
desde luego, útil. Pero en la práctica se necesitan doctrinas especiales de la
argumentación o, mejor, reglas de argumentación, y estas pueden ser
materiales[14]
La argumentación, en cualquier campo del conocimiento, requiere de
un procedimiento, a través del cual se exponen las razones o las pruebas y se
deducen las inferencias. En este caso, el método, como en cualquier disciplina
del conocimiento, viene a representar el procedimiento que se sigue para
alcanzar el conocimiento de la verdad, para lo cual, parte de la experiencia que
le proporcionan los hechos concretos.
Pero si bien, los buenos argumentos deben apoyar cuando surgen
problemas intelectuales de importancia, ya sea en el campo del derecho, de la
ciencia o de la vida cotidiana, ellos nunca pueden garantizar la obtención de
conclusiones correctas, ya que la verdad de cada premisa siempre está abierta
a discusión[15]no obstante, a conclusiones correctas solo se llaga cuando se
han seguido argumentos correctos, lo cual exige de un conocimiento adecuado
de los métodos más apropiados de argumentación.
Cuando son sólidos, consistentes y adecuados los fundamentos sobre los
cuales se sostiene un razonamiento, se puede tener la certeza de ir por
camino seguro en la tarea de resolver problemas de todo tipo. De ahí la
importancia del conocimiento de los procesos de la argumentación, en éste
caso, en el campo jurídico.
La demostración y la prueba constituyen el método del razonamiento y la
argumentación jurídica. Mediante su ejercicio, razonamos inductivamente para
establecer los hechos en una situación o problemática típica. Pero a partir de
las premisas aceptadas se razona deductivamente para establecer y defender
lo que se sigue de dichas premisas. Sin embargo y en este
procedimiento, inducción y deducción como formas del ejercicio discursivo

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fundado en diferentes formas de argumentación, tiene en la intuición un punto
de apoyo decisivo.
En este escenario, la demostración se establece como razonamiento discursivo
mediante el cual se sustenta la veracidad o falsedad de una proposición o de
un pensamiento, que se constituye en la tesis y los juicios en los que se apoya
la demostración -y de los que se sigue lógicamente la tesis-, constituyen los
argumentos o bases de la misma. Se parte del principio de que los argumentos
son verdaderos y su demostración no debe sostenerse en la tesis, pues de lo
contrario se estaría incurriendo en el error conocido como círculo en la
demostración, o petición de principio.
Cuando la argumentación se encamina a establecer la veracidad de una tesis,
se denomina simplemente demostración. Pero si lo que busca es establecer su
falsedad, se llama refutación. En las demostraciones son posibles los errores,
lo cual puede ocurrir por suplantación de tesis; por la aceptación de
argumentos sin fundamentar o argumentos erróneos; o por fallas en el
procedimiento mismo de la demostración, pues si ésta contiene un error, se
vuelve inconsistente. Sin embargo, el descubrimiento de una inconsistencia en
la demostración, no es prueba aún de que ésta sea falsa. Más aún, es posible
que se den demostraciones que no establezcan la veracidad de las tesis de
manera fidedigna, sino de manera solo probable.

Con base en lo anterior, se puede responder que mediante el uso racional


de la argumentación, por lo general intentamos:
 Salvaguardar una opinión, tesis o un punto de vista sobre algún asunto,
demostrando su valía o mayor atino sobre otras opiniones, tesis o puntos de
vista, opuestos o no.
 Resaltar o mostrar las fallas, inconsistencias, debilidades o errores de
las tesis o argumentos opuestos a nuestra argumentación para hacer cambiar
de parecer a sus defensores.
 Convencer a un auditorio o unos destinatarios, que escuchan o leen el
discurso, de la certeza o veracidad de lo que decimos.

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LA DISPOSICIÓN ARGUMENTATIVA
Por lo general en los textos argumentativos es fácil distinguir una disposición
interna integrada por tres partes, cuyo conocimiento o capacidad de
identificación, es conveniente tener en cuenta, especialmente si se busca en
un juego de interacción dialéctica, interactuar de manera precisa y elaborar
argumentaciones con fuerza convincente. Dichas parte, en esencia son:
 La tesis o idea básica a defender. Es importante tener claridad al
respecto y habilidad distintiva para presentarla en forma precisa, concisa
y clara.
 El corpus argumentativo, en donde se exponen las razones y
demostraciones de que se dispone, con el fin de explicar, probar o
fundamentar la tesis con pruebas serias, contundentes y convincentes.
 La conclusión, que es el objeto de la argumentación y en la que se
llega a mostrar el resultado del discurso, extrayendo inferencias
deseadas a partir de los argumentos expuestos, con la que se corrobora
la idea básica inicial.

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FUENTES DE ARGUMENTACIÓN
Para llegar a conclusiones convincentes, en un proceso argumentativo y lograr
los resultados deseados o esperados con la exposición del discurso, las
opiniones y tesis propias, se pueden reforzar mediante las siguientes
herramientas:
1. Recurriendo a los conocimientos, los criterios o la experiencia de
quienes le escuchan o leen.
2. Afirmándose en información, estadísticas,
cifras, imágenes o datos confirmados, que ratifiquen o refuercen su
punto de vista.
3. Reforzando o exponiendo citas de autoridades de reconocido prestigio
en ese campo del saber, que hayan expresado la misma o similar
opinión o defiendan tesis ya aceptadas, similares a las suyas.
4. Evocando situaciones, ejemplos, anécdotas o citas literarias, históricas,
filosóficas, que refuercen la tesis conclusiva o hayan conducido a extraer
idéntica conclusión a la defendida.
5. Fundándose en las teorías aceptadas, como constituciones,
jurisprudencias, sentencias, tesis doctrinales y casos juzgados.

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EL ESQUEMA DE LAS ARGUMENTACION JURIDICA

1. La fijación del problema.


2. Los puntos de vista próximos.
3. Los puntos de vista contrario.
4. Las soluciones propuestas para cada caso concreto; asi se prendió
cientifizar la técnica jurídica determinando:
i. el objeto de estudio.
ii. el método o procedimiento mas adecuado a la naturaleza
de ese objeto.
iii. La finalidad que se pretende lograr ya sea teórica o
practica establecida con precisión.

EL SURGIMIENTO DE UN CONTROVERSIA IDEOLOGICA


El enfrentamiento de dos razones: ambas deben ser fundamentadas
valiéndose de la argumentación retorica , orientada a darle validez doctrinaria,
sin salirse del ámbito de su naturaleza esencial.

Se admite que el objeto final de la retorica jurídica es el de persuadir a un


tribunal en el sentido de la proposición definida y defendida como legitima o
correcta. Ejemplos: la condonación como una acto jurídico unilateral o bilateral;
la confirmación como manifestación de voluntad declarativa (ex-tunc); el
reconocimiento de obligaciones como un acto revocable o irrevocable.

LA ARGUMENTACIÓN (DEMOSTRACIÓN) NO PUEDE SER EQUIVOCADA


O AMBIGUA (ERRADA O IMPRECISA)
Una demostración correcta sigue estas reglas:

A. Parte de un principio (axioma o postulado) que es tenido como


verdadero o evidente; es universalmente aceptado, sin exigir una
comprobación.
B. Un postulado que no se pone en discusión, como sucede con las
demostraciones matemáticas
C. Su objeto fundamental es lograr la aceptación de las tesis presentadas:
lo cognitivo.

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D. Tiende a mover a la acción: lo volitivo, canalizar las conductas en
determinada dirección.

Un discurso jurídico (retorico) debe persuadir y convencer, mover lo afectivo, lo


cognitivo y lo volitivo. Se logra ello recurriendo a las premisas universalizadas:
conclusiones.

Uno argumenta cada vez que defiende su punto de vista con el fin de
convencer sobre un tema dado; una parte de la vida social cotidiana. Argüir
significa descubrir, probar, poner en claro, hacer que el oyente adopte nuestra
posición intelectual: considerada como valida.

LAS CARACTERÍSTICAS DE LA ARGUMENTACIÓN


a) Esencialmente es un fenómeno social: se produce con la participación
de dos o mas personas – el autor de la argumentación (expresante) y las
personas que deben se persuadidas (destinatarios).
b) Normalmente se orienta a un fin practico (no especulativo); influir en al
animo de las demás personas.
c) Recurre a los medios de prueba; como sustentos de la tesis o teoría
defendida por el expresante; y se vincula íntimamente con la lógica.

La argumentación como procedimiento racional, recurre al convencimiento y a


la persuasión (adhesión a la tesis propuesta por la persona que argumenta).

LOS TIPOS DE ARGUMENTOS:


1. El argumento A PARI: un objeto (hecho) que es semejante a otro (hecho u
objeto) en varias de sus cualidades sustanciales, se infiere en el discurso que
lo es también en las otras de sus cualidades.
2. El argumento A CONTRARIO: un objeto (hecho) que sea distinto de otro (objeto
o hecho) en varias de sus cualidades esenciales, se infiere que también lo
será en las cualidades que se cuestionan.
3. El argumento A FORTIORI: cuando varias cualidades de un objeto (hecho)
convengan a otro (objeto o hecho) de grado superior, se infiere que también lo
será en la cualidad discutida.
4. El argumento DE AUTORIDAD: sustentado en la jurisprudencia o en la calidad
intelectual de los doctrinarios cosa juzgada: un tribunal de superior jerarquía.
La autoridad de la teoría o tesis: lo afirmado o defendido por un jurista

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reconocido se toma como fuente indiscutible, y sirve como sustento de lo que
uno sostiene.
5. El argumento TELEOLÓGICO: toda norma jurídica o toda institución jurídica se
orienta al logro de algo siempre positivo, para el Derecho: hacer realidad los
valores, como máximas aspiraciones en la vida individual o social.
6. El argumento SUBJETIVO (ad-hominem): una premisa es valida si ya fue
aceptada como tal por la parte frente a la cual se pretende hacerla valer.

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EL ABOGADO Y LA ARGUMENTACIÓN JURIDICA

El abogado (del latín advocatus, es decir, “el llamado para auxiliar”), como diría
Luis Martí, “el defensor de la razón y la civilización”, constituye, desde Cicerón,
un baluarte para la defensa de los derechos de la persona. Es el jurisconsulto
quien tramonta el oscurantismo de las Edades Antigua y Media, en las cuales el
poder se concentraba en una sola persona, la del Rey, como afirma Luis XIV “L
´etat c´est moi” (“El Estado soy yo”), hasta desarrollar una participación activa
en la configuración del moderno Estado Social y Democrático de Derecho, el
cual nace con la Ley Fundamental de Bonn en 1949, trasuntando hasta el
Estado neoconstitucional de hoy, máxima expresión de los derechos
fundamentales.

La defensa en los procesos involucra una forma de apostolado. Un patrocinio


responsable involucra una identificación plena de la causa que va ser
defendida. Podrán surgir mil y un obstáculos para el ejercicio de auxilio del
derecho del cliente y sin embargo, la mística profesional hace posible rescatar
la pretensión justa para mediar ante el Juez en el propósito de obtener una
decisión adecuada.

De igual forma, el abogado se exige a sí mismo desarrollar un esquema de


razonamiento jurídico que ha de exponer al Juez. En un esquema de
corrección lógica, el abogado debe asumir convicción de la fuerza de su
pretensión, escarbar en el silogismo de su petición a plantear, y desarrollar una
lógica de argumentos que debe asumir no sólo una técnica persuasiva sino
también, una forma facilitadora del conocimiento de la posición ante el decisor,
pues no olvidemos que mientras el abogado valora, elige y decide cuáles
argumentos han de servir a su posición, al Juez le incumbe asumir una
posición de conocimiento objetivo de la pretensión, por sobre la persuasión que
busque el abogado.

El abogado debe asumir el análisis de la quaestio facti y quaestio juris de su


pretensión en forma congruente, basando las premisas factuales en una debida
subsunción en las proposiciones normativas que invoca. Parafraseando a Hans

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Reichenbach, el abogado es efectivamente un estudioso de la pretensión de su
cliente, y hace una apuesta racional del derecho de su patrocinado, conociendo
bien las leyes de la probabilidad. El jurisconsulto debe armar su propia teoría
del caso y asumir la convicción de que la causa puede ser ganada.

Superada pues esta valla deontológica inicial, corresponde trazar una ruta
argumentativa necesaria, no bastando a este efecto una tarea retórica
perelmaniana ni una tópica argumentativa al estilo Viehweg, sino de
conocimiento profundo de la pretensión que incoa. Tendrá que argumentar de
tal forma que su defensa supere problemas de ambigüedad o vaguedad, tan
común hoy en día en demandas que no gozan de la suficiencia probatoria
necesaria.

Argumentada convenientemente la causa, el abogado no deberá descuidar que


una vez expuestos los hechos, igual importancia merezca la interpretación que
deberá efectuar de las normas que invoca, pues debe atender a que la
interpretación jurídica es más un arte que una ciencia. Como decía Asis de
Roig, no hay reglas de interpretación estrictas, no hay criterios orientativos que
prevalezcan unos sobre otros. Todo caso merecerá un estudio minucioso de su
prevalencia y deberá dejarse de lado el principio in claris non fit interpretatio,
pues las pretensiones denotan siempre un margen de complejidad y es allí
donde el abogado, el primer guardián de la ley, debe interpretar no solo la
norma que lo ampara sino, haciendo un reexamen argumentativo, deberá
interpretar también los hechos que favorecen el derecho de su defendido,
debiendo establecer esa importante relación entre prueba y verdad de la que
nos habla el maestro Taruffo.

En tal sentido, desarrolladas las etapas argumentativa e interpretativa, podrá el


abogado, figurativamente, dejar servida la mesa para que el Juez pueda
motivar su decisión, incumbiendo a este último una “operación total”, que en
términos de Diez Picasso, implica un ejercicio de análisis dada la íntima
interrelación entre interpretación y aplicación de la norma, más aún cuando la
globalidad del proceso de aplicación de la norma, se desarrolla como un todo

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en la mente del Juzgador, quien debe ejecutar simultáneamente las facetas de
selección, interpretación y aplicación de la norma.

Menudos retos pues esperan entonces a todo aquel que asume con convicción,
mística y dedicación la defensa de una causa. La abogacía implica, pues, un
profundo estudio de cada caso a asumir y el resultado, si bien puede no
resultar taxativamente siempre en un honorario, sí podrá significar la
satisfacción de una tarea cumplida, pues alcanzar la justicia, redunda en la más
profunda identificación del ser humano consigo mismo. Como decía una cita
iluminadora de Voltaire: “Yo hubiera querido ser abogado pues es la más bella
profesión del mundo”.

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