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Lula y el nuevo Brasil

Ricardo Romero. Politólogo UBA. Analista Política Latinoamericana.

No fue fácil para Lula llegar a la presidencia, la disputo tres veces sin éxito (1989, 1994 y 1998).
Incluso, cuando su proyecto parecía frustrado, resulta interesante recordad que cuando visitó
Buenos Aires en 1999, invitado por la CTA para dar una charla en el Colegio Nacional de Buenos
Aires, ningún líder de peso político quiso recibirlo. Solo Raúl Alfonsín le abrió las puertas de su
departamento en la Av. Santa Fe cerca de Callao. A pesar de la adversidad, siguió y lo logró.

Cuando el 1⁰ enero de 2003 asumía la presidencia de la República Federativa de Brasil, Ignacio Lula
Da Silva enarboló la bandera del “Hambre Cero” como una exclamación de consenso para su país.
Invitaba a sumarse a los grandes gritos de la historia brasileña, como el “Fico” (me quedo), que
marcó su independencia en 1821; “Libertad”, que abrió el inició de la República en 1889; “Petróleo
e Nosso” en 1947, que puso en marcha un proyecto de soberanía económica. Un proyecto que puso
en marcha y logró sacar a 40 millones de la pobreza y casi erradicar la indigencia, como gran logro
de su gestión.

Y mientras América Latina celebra el Centenario de la Reforma Universitaria, cabe recordar que Lula
generó una verdadera revolución en la educación superior. Mientras Fernando Henrique Cardoso
no hizo una solo Universidad Federal, Lula creó 14 en su gestión, que junto a otras cuatro de la
administración de Dilma Rousseff pasaron de 48 a 66 de carácter nacional. Cuando Lula dejó el
gobierno en 2010, había consolidado un sistema de 278 universidades y 2.099 instituciones
privadas. Abrió la educación superior, al pasar de un millón de ingresantes en 2001 a dos millones
en 2010. Lo que implicó que la matrícula universitaria pase de 3,1 millones en 2001 a seis millones
en 2011.

Además, la inclusión educativa se vio fortalecida por el crecimiento económico del 5% promedio,
que colocó a Brasil como sexta economía del mundo, donde su PBI Per Cápita pasó de US$ 8900 en
2002 a 11.600 en 2011. Y fue una expansión con redistribución, porque el 10 % más pobre pasó del
0,8% del PBI al 1,2%. En tanto que el 10% más rico pasó del 46% al 41% de su participación en el
Ingreso Nacional. Lo que arrojó una mejora del índice de distribución Gini, que pasó del 58,4 al 52,9.

La impronta más notable fue la influencia en la región. Fue soporte del discurso de Hugo Chávez en
2005, el famoso “ALCA al carajo”, en alianza con Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez, para detener el
avance del proyecto de subordinación comercial que impulsaba George Bush. Desde allí, se
fortaleció el MERCOSUR y se dinamizaron instancias como la UNASUR y la CELAC, que permitieron
pensar proyectos autónomos de desarrollo. A su vez, en el plano mundial, el vínculo con China y
Rusia, junto a India y Sudáfrica, formando el BRICS, dieron un contrapunto al orden mundial.
Los cambios abiertos por Lula fueron revertidos por un Golpe de Estado, que implantó un gobierno
de corruptos encabezado por Michel Temer. Su encarcelamiento es el intento de mantener en
prisión las conquistas que lograron millones de brasileños y, colateralmente, latinoamericanos. Por
eso, en su libertad y regreso se juega el destino de Brasil y la región.

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