Sei sulla pagina 1di 9

Decreto de Dios

Dios desde la eternidad, por el sabio y santo consejo de su voluntad, ordeno libre e
inalterablemente todo lo que sucede. (1) Sin embargo, lo hizo de tal manera, que Dios ni es
autor del pecado (2), ni hace violencia al libre albedrío de sus criaturas, ni quita la libertad
ni contingencia de las causas secundarias, sino más bien las establece. (3)
1. Efesios 1:11; Romanos 11:33, 9:15,18; Hebreos 6:17.
2. Santiago 1:13,17; 1 Juan 1:5.
3. Hechos 2:23; 4:27-28; Mateo 17:12; Juan 19:11; Proverbios 16:33.

II. Aunque Dios sabe todo lo que puede suceder en toda clase de supuestas condiciones,
(1) sin embargo, nada decreto porque lo preveía como futuro o como cosa que sucedería
en circunstancias dadas. (2)
1. Hechos 15:18; 1 Samuel 23:11-12; Mateo 11:21,23.
2. Romanos 9:11,13,16,18.

III. Por el decreto de Dios, para la manifestación de su propia gloria, algunos hombres y
ángeles (1) son predestinados a vida eterna, y otros preordenados a muerte eterna. (2)

Artur pink
La palabra “decreto” se encuentra en el Sal. 2:7, (Yo publicaré el decreto;). En Efe. 3:11,
leemos acerca de su “determinación eterna”. En Hech. 2:23, de su “determinado consejo y
providencia”. En Efe. 1:9, el misterio de su “voluntad”. En Rom. 8:29, que él también
“predestinó”. En Efe. 1:9, de su “beneplácito”.
Los decretos de Dios son llamados sus “consejos” para significar que son perfectamente
sabios. Son llamados su “voluntad para mostrar que Dios no está bajo ninguna sujeción,
sino que actúa según su propio deseo, en el proceder Divino, la sabiduría está siempre
asociada con la voluntad, y por lo tanto, se dice que los decretos de Dios son “el consejo
de su voluntad”. Los decretos de Dios están relacionados con todas las cosas futuras, sin
excepción: todo lo que es hecho en el tiempo, fue predeterminado antes del principio del
tiempo. El propósito de Dios afectaba a todo, grande o pequeño, bueno o malo, aunque
debemos afirmar que, si bien Dios es el Ordenador y controlador del pecado, no es su Autor
de la misma manera que es el Autor del bien

Michel sugelen
Dios usó el pecado de los hermanos de José para llevar a cabo Sus propósitos buenos y
santos. Pero el caso más impresionante de todos es el de nuestro Señor Jesucristo. Dice
en Hch. 4:27-28:

“Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien
ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto
tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera”.

En este pasaje vemos claramente la responsabilidad humana envuelta en la muerte del


Señor. Herodes, Poncio Pilato, los gentiles y el pueblo de Israel se unieron para llevar a
cabo sus planes perversos contra el Hijo de Dios. Ellos hicieron lo que quisieron, y al hacerlo
pecaron gravemente contra Dios. Pero a final de cuentas, llevaron a cabo lo que Dios había
propuesto en Su consejo eterno que sucediera.

En segundo lugar, la Biblia también nos enseña que Dios restringe el pecado de Sus
criaturas. No todos los planes malvados que el hombre concibe son llevados a cabo, y
cuando son permitidos por Dios, éstos no pueden llegar en su intensidad más lejos del
permiso divino (comp. Sal. 76:10; Is. 10:5-7, 15).

En tercer lugar, también vemos en la Biblia que Dios usa el pecado de los hombres para
obrar Sus buenos y sabios propósitos a través de ellos, sin ser autor de pecado y sin quitar
al hombre su responsabilidad al cometerlos:

“Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio” (Hab. 1:13).

LAS DOS VOLUNTADES DE DIOS

En la Biblia encontramos dos significados bien claros y diferentes para el termino “voluntad
de Dios”. Necesitamos conocerlos para después decidir cuál de ellos está siendo usado
aquí, en Romanos 12:2. Incluso, conocer las diferencias entre estos dos significados de “la
voluntad de Dios” es importante para poder comprender una de las verdades más grandes
y complejas de toda la Biblia, específicamente, que Dios es soberano por encima de todo y
sin embargo no aprueba todo. Lo cual significa que Dios no aprueba todo lo que él mismo
ordenó que ocurriera. Es decir, él censura algunos sucesos que él mismo origina Y ordena
ciertos eventos que no aprueba. O para expresarlo de un modo más paradójico: En cierto
sentido, Dios aprueba algunos eventos que, en otro sentido, no aprueba.

1. La Voluntad de Dios Respecto a Su Decreto, o Respecto a Su Soberanía


Veamos el pasaje de las Escrituras que nos hace pensar de esta manera. Primero
consideremos los pasajes que describen “la voluntad de Dios” como el control soberano de
todo lo que ocurre. Uno de los pasajes más claros es el que relata la forma en que Jesús
habló sobre la voluntad de Dios cuando estaba orando en Getsemaní. En Mateo 26:39 él
dijo: "Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino
como tú quieras”. ¿A qué se refiere la voluntad de Dios en este versículo? Se refiere al
soberano plan de Dios que tendría lugar unas horas después. Recordemos cómo dice
Hechos 4:27-28: Porque en verdad, en esta ciudad se unieron tanto Herodes como Poncio
Pilato, juntamente con los gentiles y los pueblos de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a
quien tú ungiste, 28para hacer cuanto tu mano y tu propósito habían predestinado que
sucediera. De modo que “la voluntad de Dios” era que Jesús muriese. Este era su plan, su
decreto. No había cambios, por lo que Jesús se inclinó y dijo: «Aquí está mi petición pero
haz lo que sea mejor». Aquí tenemos la voluntad soberana de Dios.
Y no perdamos aquí el tema más esencial, que incluye los pecados del hombre. Herodes,
Poncio Pilato, los soldados, los líderes judíos (todos pecaron al cumplir la voluntad de Dios
respecto a que su Hijo fuere crucificado (Isaías 53:10). Así que tengamos bien claro lo
siguiente: Es la voluntad de Dios que ocurran ciertos eventos que él aborrece.
Aquí tenemos un ejemplo en 1ra de Pedro. En 1ra de Pedro 3:17 Pedro escribe: “Pues es
mejor padecer por hacer el bien, si así es la voluntad de Dios, que por hacer el mal”. En
otras palabras: «Puede ser la voluntad de Dios que los cristianos suframos por hacer el
bien». Dios tiene en mente la persecución para los cristianos. Pero perseguir a los
cristianos, quienes no merecen ser perseguidos, es pecado. De modo que, nuevamente,
Dios desea que sucedan eventos en los que está incluido el pecado (“Es mejor padecer por
hacer el bien, si así es la voluntad de Dios”).

En Efesios 1:11 Pablo expone, a modo de resumen, una afirmación devastadora, sobre
esta verdad. Él dice: “También hemos obtenido herencia habiendo sido predestinados
según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad”.
La voluntad de Dios es su gobierno soberano de todo lo que ocurre. Y hay muchos otros
pasajes de la Biblia, que muestran que la providencia de Dios en el universo alcanza hasta
los más pequeños detalles de la naturaleza, y de las decisiones humanas:
Mateo 10:29: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Y sin embargo, ni uno de ellos
caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre”.
Proverbios 16:33: “La suerte se echa en el regazo, mas del Señor vienetoda decisión”
Proverbios 16:1: “Del hombre son los propósitos del corazón, mas del Señor es la respuesta
de la lengua”.
Proverbios 21:1: “Como canales de agua es el corazón del rey en la mano del Señor”.

Aquí tenemos el primer significado de la voluntad de Dios: Es el control soberano de Dios


sobre toda su creación. Diremos que esta definición identifica su voluntad soberana o
su voluntad decretada. Esta voluntad no puede ser quebrantada. Siempre se cumple. El
actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entrelos habitantes de la tierra; nadie
puede detener su mano, ni decirle: “¿Qué has hecho?” (Daniel 4:35).
2. La Voluntad de Dios Respecto a Sus Mandamientos
Ahora bien, el otro significado de la “voluntad de Dios” en la Biblia se refiere a lo que
llamamos sus mandamientos. La voluntad de Dios es lo que él nos manda a hacer. Esta es
la voluntad de Dios que nosotros podemos desobedecer y dejar de hacer. La voluntad de
Dios respecto a su decreto la cumplimos, creamos en ella o no. Pero respecto a sus
mandamientos es posible que fallemos y no los cumplamos. Por ejemplo, Jesús dijo: “No
todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). No todos hacen la voluntad de
su Padre. Así lo dice Jesús: no todos entrarán en el reino de los cielos ¿Por qué? Porque
no todos hacen la voluntad de Dios.
Después, Pablo dice en 1ra a los Tesalonicenses 4:3: “Porque esta es la voluntad de Dios:
vuestra santificación; es decir, que os abstengáis de inmoralidad sexual”. Aquí tenemos un
caso muy específico de lo que Dios nos ordena: santidad, santificación, pureza sexual. Aquí
tenemos su voluntad en cuanto a sus mandamientos. Pero, ¡hay tantos que no la obedecen!
Luego, en 1ra a los Tesalonicenses 5:18, Pablo dice: “Dad gracias en todo, porque esta es
la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús”. Aquí tenemos, nuevamente, un aspecto
especifico de la voluntad de Dios respecto a sus mandamientos: dad gracias en todo. Pero
muchos no cumplen esta voluntad de Dios.
Un Ejemplo más: “Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad
y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él?” (1ra de Juan
2:17). No todos permanecen en el amor de Dios por siempre. Algunos lo hacen. Otros no
¿A qué se debe esta diferencia? A que algunos hacen la voluntad de Dios y otros no. La
voluntad de Dios, en este sentido, no siempre se cumple.

Entonces, teniendo en cuenta estos y muchos otros pasajes de la Biblia, concluyo que hay
dos formas de hablar acerca de la voluntad de Dios. Ambas son verdaderas e importantes,
y para nosotros es esencial comprenderlas y creer en ellas. Por tanto, podríamos referirnos
a la voluntad de Dios como: la voluntad decretada de Dios (o su voluntad soberana), o:
la voluntad de sus mandamientos. La voluntad de sus decretos, siempre se cumple, ya sea
que creamos en ella o no. La voluntad de sus mandamientos puede ser quebrantada, y
ocurre todos los días.

LO PRECIOSO DE LA VERDAD DE DIOS

Antes de relacionar este tema con Romanos 12:2, permítanme comentarles acerca de lo
preciosa que son estas dos verdades. Ambas corresponden a una necesidad profunda que
todos tenemos cuando estamos profundamente heridos, o experimentamos una gran
pérdida. Por un lado, necesitamos tener la seguridad de que Dios es quien tiene el control
y que por tanto, es capaz de hacer que todo nuestro dolor obre para nuestro bien y para el
bien de todos los que aman a Dios. Y por otro, necesitamos saber que Dios se identifica
con nosotros y no se deleita en el pecado ni en el sufrimiento que este ocasiona. Estas dos
necesidades humanas se corresponden con la voluntad de Dios decretada y con la voluntad
de Dios respecto a sus mandamientos.

Por ejemplo, si una persona fue terriblemente abusada en su niñez, y alguien nos pregunta:
« ¿Cree usted que fue voluntad de Dios que ocurriera ese incidente?» Entonces ahora
podemos comprender con un sentido bíblico todo lo antes expuesto, y podemos dar una
respuesta que no contradiga la Biblia. Podríamos decir: «No, no fue la voluntad de Dios;
porque él manda que no seamos abusivos, sino que nos amemos los unos a los otros. El
abuso quebrantó su mandamiento y por tanto provocó ira y dolor en su corazón (Marcos
3:5)». Pero en otro sentido, pudiéramos responder: « Sí, fue la voluntad de Dios (su voluntad
soberana), porque hay cientos de formas en las que pudo detener aquel abuso. Pero por
razones que todavía no logro comprender del todo, no lo hizo».
Y usted, en correspondencia a estas dos voluntades, necesita que se cumplan dos
condiciones.: Una es un Dios que sea lo suficientemente fuerte y soberano como para
convertir esta situación en un bien; y la otra es un Dios que sea capaz de identificarse con
nosotros. Por un lado, Cristo es el Rey Supremo y Soberano, y nada ocurre sin su
consentimiento (Mateo 28:18). Por otro lado, Cristo es nuestro Sumo Sacerdote y se
identifica con nosotros en nuestras debilidades y en nuestro dolor (Hebreos 4:15). El
Espíritu Santo, cuando quiere, nos conquista conjuntamente con nuestros pecados (Juan
1:13; Romanos 9:15-16); y cuando quiere, permite que lo apacigüemos, lo agraviemos, y
que lo enojemos (Efesios 4:30; 1ra a los Tesalonicenses 5:19). Su voluntad soberana es
invencible, y su voluntad respecto a sus mandamientos puede ser dolorosamente
quebrantada.

Necesitamos estas dos condiciones (estas dos interpretaciones de la voluntad de Dios) no


solo para encontrarle sentido a la Biblia, sino también para aferrarnos firmemente a Dios en
el sufrimiento.

¿A CUÁL DE ESTAS DOS VOLUNTADES ESTÁ HACIENDO REFERENCIA ROMANOS


12:2?

Ahora bien, ¿a cuál de estas dos voluntades se refiere Pablo en Romanos 12:2 (“Y no os
adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para
que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”)? De
seguro que la respuesta es que Pablo se refiere a la voluntad de Dios respecto a sus
mandamientos. Hay, al menos, dos razones para esta respuesta: Una es que Dios no tiene
la intención de que conozcamos mucho de su voluntad soberana antes de tiempo. “Las
cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios, mas las cosas reveladas nos pertenecen
a nosotros” (Deuteronomio 29:29). Si queremos conocer los detalles futuros de la voluntad
de Dios en cuanto a lo que él decreta, lo que deseamos no es una mente renovada, sino
una bola de cristal; lo cual no se llama transformación ni obediencia, sino adivinación o
pronóstico del futuro.
La otra razón por la que digo que Romanos 12:2 se refiere a la voluntad de Dios respecto
a sus mandamientos, es que la frase “para que verifiquéis” implica que primero debemos
aprobar la voluntad de Dios, y después obedientemente hacerla. Pero de hecho, no
debemos aprobar el pecado, ni practicarlo, aunque sea parte de la voluntad soberana de
Dios. El significado de Romanos 12:2 (al que Pablo se refiere) aparece parafraseado, casi
exactamente en Hebreos 5:14, donde dice: “Pero el alimento sólido es para los adultos, los
cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal” (En
Filipenses 1:9-11 también encontramos otra paráfrasis). Aquí está el objetivo de este
versículo: no debemos escudriñar cuál es la voluntad secreta de Dios que él planea hacer,
sino discernir cuál es la voluntad revelada de Dios que nosotros debemos cumplir.

TRES ETAPAS PARA CONOCER Y HACER LA VOLUNTAD REVELADA DE DIOS

Hay tres etapas en el hecho de conocer y hacer la voluntad revelada de Dios, o sea, lo que
Dios nos manda hacer; y todas ellas requieren una mente renovada, con el discernimiento
que mencionamos anteriormente, el cual es otorgado por el Espíritu Santo.

Primera Etapa
Primero, la voluntad de Dios respecto a sus mandamientos está revelada con una autoridad
suprema y decisiva, solo en la Biblia. Y necesitamos tener una mente renovada para
comprender y aceptar lo que Dios ordena en las Escrituras. Sin una mente renovada,
distorsionáremos las Escrituras para evitar sus radicales mandamientos acerca de la
abnegación, el amor, la pureza, y la suprema satisfacción que solo hay en Cristo. La
voluntad autoritaria de Dios respecto a sus mandamientos, se encuentra solamente en la
Biblia. Pablo dice: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender,
para corregir, para instruir en justicia” (2da de Timoteo 3:16). No solo es útil para preparar
al hombre para algunas buenas obras sino “para toda buena obra”. ¡Cuánta energía,
tiempo, y devoción debemos emplear, los cristianos, en la Palabra escrita De Dios!

Segunda Etapa
La segunda etapa de la voluntad de Dios respecto a sus mandamientos, es nuestra
aplicación de la verdad bíblica a situaciones nuevas, que pueden o no aparecer referidas
en la Biblia. La Biblia no nos dice con quién casarnos, o qué auto manejar, o si debemos
adquirir una casa, o dónde pasar nuestras vacaciones, qué teléfono celular debemos
comprar, o qué clase de jugo de naranja tomar. Y así, otras miles de decisiones que
debemos tomar.

Lo que necesitamos tener es una mente renovada, que esté tan moldeada y que sea tan
gobernada por la voluntad de Dios revelada en la Biblia, que seamos capaces de ver y
valorar toda circunstancia relevante con la mente de Cristo; y discernir qué es lo que Dios
nos está llamando a hacer. Esta actitud es muy diferente a estar constantemente tratando
de escuchar la voz de Dios diciéndonos qué debemos hacer. Las personas que tratan de
guiar sus vidas escuchando voces, no están en concordancia con Romanos 12:2.

Existe una enorme diferencia entre: orar y trabajar por una mete renovada que discierna
cómo aplicar la Palabra de Dios (por un lado) y el hábito de pedirle a Dios que nos dé una
nueva revelación sobre qué debemos hacer (por otro lado). La adivinación no requiere
transformación. Lo que Dios quiere que tengamos es una mente renovada, una nueva forma
de pensar y juzgar, y no simplemente información nueva. Su objetivo es que seamos
transformados, santificados, libertados, por medio de la verdad de su Palabra revelada
(Juan 8:32; 17:17). De modo que la segunda etapa de la voluntad Dios respecto a sus
mandamientos, es el discernimiento necesario para aplicar las Escrituras a las nuevas
situaciones de la vida, mediante una mente renovada.
Tercera Etapa
Finalmente, la tercera etapa de la voluntad de Dios respecto a sus mandamientos se refiere
a la gran mayoría de las veces que actuamos en la vida sin una reflexión consciente antes
de actuar. Me arriesgaría a decir que un buen 95 % de nuestro comportamiento no es
premeditado. O sea, la mayoría de nuestros pensamientos, actos, y acciones son
espontáneas. Son simplemente un desbordamiento de lo que tenemos dentro. Jesús dijo:
“[…] Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno de subuen tesoro
saca cosas buenas; y el hombre malo de su mal tesoro saca cosas malas. Y yo os digo que
de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio”
(Mateo 12:34-36).
¿Por qué hago referencia a esta parte de la voluntad de Dios en cuanto a los
mandamientos? Por una razón. Porque Dios dice mandamientos tales como: «No se enoje.
No sea orgulloso. No codicie. No esté ansioso. No sea celoso. No envidie». Y ninguna de
esas acciones (la ira, el orgullo, la codicia, la ansiedad, los celos y la envidia) son
premeditadas, simplemente salen del corazón sin reflexión o intención consciente. Y a
causa de ellas, somos culpables. Esas acciones quebrantan la voluntad de Dios.

Por tanto, ahora queda claro que tenemos una gran tarea en la vida cristiana: Ser
transformados mediante la renovación de nuestras mentes. Necesitamos nuevos
corazones y nuevas mentes. Hagamos que el árbol sea bueno, y sus frutos serán buenos
(Mateo 12:33). Aquí tenemos el gran desafío. Dios nos está llamando a ser transformados
de esa manera. No podemos lograrlo por nosotros mismos. Necesitamos a Cristo, quien
murió por nuestros pecados. Y necesitamos al Espíritu Santo para que nos guíe a la verdad
que exalta a Cristo, y para que obre en nosotros la humildad que nos permite aceptar esta
verdad.
Entreguémonos a esta realidad. Sumerjámonos en la Palabra escrita de Dios; saturemos
nuestras mentes en ella. Y oremos para que el Espíritu de Cristo nos haga tan nuevos que
nuestro crecimiento sea bueno, agradable, y perfecto (para que sea conforme a la voluntad
de Dios).

Potrebbero piacerti anche