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I.

El Espíritu Santo y el Nacimiento de la Iglesia: Hechos 1-6

A. La Promesa del Espíritu - 1:1-11

Todos los acontecimientos relatados en el libro de Hechos se basan en un evento histórico, algo
que ocurrió antes de la venida del Espíritu Santo. Lucas destaca esto en los primeros versículos de este
libro. La base de todo, el acontecimiento histórico sin que nada de esto habría sido posible, es la
resurrección del Señor Jesucristo.

Se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante 40 días y


hablándoles acerca del Reino de Dios (1:3).

Con estas pruebas en aquel tiempo Jesús mostró que él tenía toda autoridad y todo poder. Él
tenía poder y autoridad aun sobre la muerte, nuestro problema y enemigo más fuerte desde el primer
pecado en el huerto de Edén. Jesús, en su victoria sobre la muerte, hace posible que tengamos esta
victoria también. Por esto, Lucas quería, ante todo, que Teófilo supiera la verdad de la resurrección de
Jesús.

Habiendo resucitado, Jesús les hizo una promesa a sus seguidores. Les dijo, en 1:8;

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”

Jesús hizo esta promesa como respuesta a una pregunta hecha por sus discípulos. Ellos
preguntaron en cuanto a la restauración del Reino de Israel. Ellos pensaban y creían que el Reino de Dios
era idéntico al Reino de Israel. Ellos pensaban que el Reino de Jesús sería un reino político y físico; un
reino que tenía soldados, ejércitos y reyes. Pero Jesús les había enseñado que el Reino que él estaba
introduciendo era un reino diferente, un reino espiritual. En este nuevo reino, Dios reinaría en el corazón
y en la vida de cada creyente. Su presencia se sentiría en el mundo, pero no por medio de soldados,
ejércitos ni, mucho menos, políticos. En vez de establecerse por medio de estas cosas, el Reino
introducido por Jesús se establecería por medio de corazones puros y vidas santificadas.
Lamentablemente, los discípulos, antes de que recibieran el Espíritu Santo, no pudieron entender esto.

En vez de ser soldados, Jesús quería que sus seguidores fueran testigos. La tarea de ser testigo
resultó mucho más difícil que la de ser soldado. Y, por esto, Jesús prometió su Espíritu. Solamente por
medio de este Espíritu tendrían los discípulos la fuerza necesaria para esta tarea tan importante.

Nosotros vemos, en esta promesa recordada en versículo 8, que Dios nos ha provisto todo lo que
nosotros necesitamos para participar en su reino. Primero, nos promete el poder para hacerlo. Segundo,
nos da un trabajo, el de ser su testigo. Y, tercero, nos asigna un lugar para trabajar; primero, el lugar
donde vivimos y luego, según el llamado del Señor, las áreas que nos rodean.

Así Lucas indica cómo Jesús preparó el escenario para los eventos que habían de suceder: echando
la base de su vida resucitada y prometiendo todo lo demás para el establecimiento de su reino.

B. La Venida del Espíritu Santo - Hechos 2

El Día: Hemos visto que el Espíritu fue prometido con el fin de que los discípulos y todos los
seguidores de Jesús se hicieran testigos de él. ¿Y qué se necesita para ser testigos? Un público para
escuchar su testimonio. En este caso, muchos judíos habían llegado a Jerusalén para celebrar el día de
Pentecostés, un feriado religioso que se celebraba 50 días después de la Pascua. Ellos habían llegado de
todas partes del Imperio Romano. Dios, obviamente, envió su Espíritu en este día porque se habían
reunido tantas personas judías en un lugar. Fue una oportunidad para proclamar el evangelio inigualable.
De este lugar central, las buenas noticias del Señor Jesucristo serían llevadas a todo el mundo. Con tanta
gente de tantos países lejanos, podemos decir que fue un principio explosivo. De un lugar relativamente
pequeño, el mensaje de Cristo estrelló a todo el mundo.

El Don: ¿Por qué recibieron los discípulos el don de lenguas? En este caso es muy claro que los
discípulos recibieron este don para poder comunicar las buenas noticias de Cristo con los que hablaban
otros idiomas. Este don fue dado en este día, sencillamente, para que más gente pudiera escuchar y
entender quién era Cristo. Y esto fue el resultado. Se cree que muchas de las iglesias que comenzaron
en otros lugares tuvieron su principio este día en Jerusalén. Habiendo escuchado el mensaje de Cristo en
su propio idioma, muchos llevaron la buena nueva a sus hogares y sus comunidades.

El Discurso: Pedro utilizó la oportunidad provista por los milagros y señales para explicar a todos
lo que estaba pasando. Pedro explicó que todo esto fue el cumplimiento de las promesas y profecías del
Antiguo Testamento. Citando los escritos del profeta Joel, y un Salmo de David (Joel 2:28-32 y Salmo 16:8-
11), Pedro les demuestra a estos judíos, reunidos de todas partes del mundo, que sus propias escrituras
predecían ese día. El Mesías había llegado en forma de Jesucristo, y este Mesías, después de su muerte,
resurrección y ascensión estaba derramándoles su Espíritu. Los judíos no podían negar sus propias
escrituras, ni tampoco podían negar la lógica del argumento de Pedro. Tuvieron, realmente, dos opciones:
o enojarse o convertirse.

Lucas nos relata que alrededor de tres mil personas respondieron a la invitación de Pedro:

“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38)

El propósito de todos los eventos de este día fue la poderosa predicación de Jesucristo, el Señor
y Salvador de todo el mundo. El Espíritu Santo fue derramado para empujar, motivar y capacitar este
pequeño grupo en la continuación del ministerio del mismo Jesús. Los frutos inmediatos de esta
predicación y de la presencia del Espíritu fueron los más dulces que han existido en la historia del
cristianismo (Hechos 2:42-47 y 4:32-35).
C. La Primera Persecución - 5:12-42

En los capítulos 3 y 4 podemos ver el poder del Espíritu en los nuevos creyentes frente a
todas las circunstancias de la vida. Vemos la manifestación del poder de Cristo frente a las
enfermedades físicas tanto como frente a las enfermedades espirituales. En el caso de Ananías y
Safira (5:1-12), vemos la seriedad con que la iglesia responde a un pecado que amenaza la unión de
nuevo movimiento.

Del capítulo 4 a capítulo 8, el libro de los Hechos nos relata una historia de persecución
intensa. En los capítulos 4 y 5, dicha persecución todavía no se había intensificado, pero en los
capítulos 6 a 8, leemos de la muerte de Esteban y del odio que llevaba Saulo en su corazón contra
los cristianos. Los cristianos, en muchos lugares, o tuvieron que esconderse o huir de las
autoridades. Dicha persecución impulsó a la nueva iglesia a extenderse mucho más allá de sus
límites naturales y así sirvió en el plan de Dios para la extensión de su Reino.

¿Por qué fueron perseguidos los nuevos cristianos? Es interesante ver que las
persecuciones comenzaron, no con las autoridades romanas, sino con los mismos judíos. Si los
discípulos hubieran dicho algo en contra de la ley de Moisés o la fe hebrea, la secta de los saduceos
habría tenido razón. Pero 5:17 nos muestra que esto no fue el caso. La única razón que ellos tenían
se llamaba celos. Jesús no había venido para destruir la ley, sino para cumplirla. Y sus enseñanzas
estaban de acuerdo con la verdadera ley de Moisés. Los saduceos no creían en la vida después de
la muerte, pero ese desacuerdo ya había existido en el mismo pueblo judío por muchos años.
Sencillamente, la persecución comenzó porque los saduceos temían la popularidad del nuevo
movimiento.

Lucas nos relata en 5:18 que todos los apóstoles fueron llevados presos.

“Mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos, dijo: Id, y puestos
en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida” (5:19-20)

Fue tan importante que los apóstoles siguieran predicando que Dios extendió su mano para
librarlos. Esto no quiere decir que Dios siempre nos librará de los problemas en esta manera.
Recuerde todo lo que tuvo que soportar el apóstol Pablo. Lo que sí quiere decir es que Dios nos va
a usar cómo él quiere y que no hay nadie que pueda detener su voluntad en nuestras vidas.

Gamaliel, el fariseo sabio de este mismo pasaje (capítulo 5), recordó a los otros miembros
del concilio lo siguiente:

“Varones israelitas, mirad por vosotros lo que vais a hacer respecto a estos hombres. Porque antes
de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien. A éste se unió un número como de cuatro
cientos hombres; pero él fue muerto, y todos los que le obedecían fueron dispersados y reducidos
a nada. Después de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí al
mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que le obedecían fueron dispersados. Y ahora os
digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres,
se desvanecerá; más si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis hallados luchando contra Dios”
(5:35-39).

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