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Departamento de Literatura
Vientos de pueblo: poesía de la guerra civil española
Profesor: Andrés Morales
Alumno: Ignacio Cornejo Wettling
“El escritor revolucionario lleva una vida de acción y dinamismo constantes. Viaja
y está en contacto directo con la existencia campesina y obrera. Vive al aire libre,
palpando en forma inmediata y viviente la realidad social y económica, las
costumbres, las batallas políticas, los dolores y alegrías colectivos, los trabajos y el
alma de las masas. Su vida es un laboratorio austero donde estudia científicamente
su rol social y los medios de cumplirlo. El escritor revolucionario tiene conciencia
de que él, más que ningún otro individuo, pertenece a la colectividad y no puede
confinarse a ninguna torre de marfil ni al egoísmo”. (Vallejo “Rusia 1931” 84)
El poeta retorna a Francia en 1932, año en que su exilio es revocado, hasta 1936,
cuando parte a la guerra civil. Su segunda estancia en París no fue grata, en gran parte por
las dificultades económicas que tuvo que soportar al ser cesado como articulista en distintos
periódicos peruanos, en los que colaboraba desde 1923, debido a su ya público y polémico
posicionamiento político. La crisis existencial por la que atravesó el poeta no fue provocada
por sus complicaciones económicas, a las que ya estaba acostumbrado desde niño, sino por
verse obligado a vivir en un mundo burgués siendo un revolucionario. En <<del carnet de
1936-37- ¿38?>>, parte de su obra El arte y la revolución, Vallejo reflexiona
metaliterariamente respecto a su posición como un escritor-militante de la revolución que
se apreciaba a sí mismo en un lugar indeterminado en la lucha revolucionaria:
La guerra civil para Vallejo constituyó una inspiración poética que terminó por
plasmarse en <<España aparta de mí este cáliz>>. Los poemas contenidos en la obra, pese
a que el poeta proclamaba públicamente ser partidario de crear un arte propagandístico al
servicio de la revolución, dan cuenta de su compromiso con el sufrimiento humano en
detrimento de las prerrogativas dogmáticas de la III Internacional sobre cómo crear poesía.
La lectura de <<Himno a los voluntarios de la república>> dirige nuestra mirada al
sentimiento de solidaridad (Noriega 46) que la voz lírica vallejiana imprime sobre el
hombre común, el anónimo guerrillero que parte a la lucha a enfrentar un incierto destino:
Es claro que en Vallejo el dolor humano ha sido un tema central en su poética, basta
referir a poemas como <<Los heraldos negros>> o <<A mi hermano Miguel>> para dar
cuenta que el sufrimiento -entendido como un motivo de creación lírica- trasciende hasta
madurez creadora en España aparta de mí este cáliz. No obstante, no podemos negar que,
en la poética anterior a su experiencia en la guerra civil, hallamos un <<sufrimiento>>
ligado a su individualidad expresada en un yo lírico. Ahora bien, los quince poemas de
España aparta de mí este cáliz, desligan el dolor de la propia existencia del yo lírico,
imbricándolo a la conciencia del voluntario republicano en vista del desastroso contexto de
producción en que surge el poemario. Vallejo escribe el 28 de octubre de 1937 nuevamente
a Juan Larrea, carta en que se aprecia un cambio de paradigma en la vida del poeta, puesto
que comprende la vida, y con ello el ejercicio de creación lírica, como un acto en que lo
colectivo prima por sobre lo individual:
Vallejo siguiendo su dogma de cómo ser un poeta revolucionario: <<al aire libre,
palpando en forma inmediata y viviente la realidad social y económica, las costumbres, las
batallas políticas, los dolores y alegrías colectivos, los trabajos y el alma de las masas>>,
logra un compenetración -en consonancia a la idea de una voz lírica colectiva- con el
pueblo español sin tener que recurrir abstracciones o a una retórica sentimental, sino que
habla poéticamente desde el pueblo: campesinos, milicianos, hombres o niños anónimos. Al
contrario de Antonio Machado, quien dedico un poema a la muerte de Federico García
Lorca, Vallejo, dedica el poema <<VIII>> a Ramón Collar, miliciano anónimo caído en la
guerra civil:
Por último, para finalizar este análisis, a modo de una tentativa conclusión acerca de
España aparta de mí este cáliz -y digo tentativa, porque ningún texto está sujeto a una
hermenéutica que le asigne un sentido único- es propicio señalar que la obra de César
Vallejo se funde con los sufrimientos y esperanzas de millones de personas que creyeron en
la construcción de un mundo mejor, más justo y libre de opresiones. Vallejo escribe en París
en marzo 1937 un texto titulado <<Los enunciados populares de la guerra española>> en
que resalta el carácter auténticamente autónomo del pueblo español en su decisión de
luchar por su libertad:
Por primera vez, la razón de una guerra cesa de ser una razón de Estado, para ser
la expresión, directa e inmediata, del interés del pueblo y de su instinto histórico,
manifestados al aire libre y como a boca de jarro. Por primera vez se hace una
guerra por voluntad espontánea del pueblo y, por primera vez, en fin, es el pueblo
mismo, son los transeúntes y no ya los soldados, quienes, sin coerción del Estado,
sin capitanes, sin espíritu ni organización militares, sin armas ni kepís, corren al
encuentro del enemigo y mueren por una causa clara, definida, despojada de
nieblas oficiales más o menos inconfesables. Puesto así el pueblo a cargo de su
propia lucha, se comprende suyo que se sientan en esta lucha los latidos humanos
de una autenticidad popular y de un alcance germinal extraordinario, sin
precedentes. (Vallejo “Vallejo Esencial” 354).