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EL FUNCIONAMIENTO MENTAL AUTISTA Y PSICÓTICO

Índice Pág 3

Índice

PRESENTACIÓN ............................................................................................................... 5

OBJETIVOS ....................................................................................................................... 7

Unidad Didáctica 1. EL FUNCIONAMIENTO MENTAL AUTISTA Y PSICÓTICO


1. OBJETIVOS ..................................................................................................................... 9
2. INTRODUCCIÓN ............................................................................................................. 9
3. HISTORIA DEL CONCEPTO DE AUTISMO Y PSICOSIS ...................................................... 11
4. DEFINICIÓN DEL TÉRMINO “AUTISMO” ......................................................................... 15
5. ETIOLOGÍA Y EPIDEMIOLOGÍA DEL AUTISMO ................................................................ 17
6. EL FUNCIONAMIENTO MENTAL DEL NIÑO AUTISTA Y PSICÓTICO .................................. 19
6.1. UN EJEMPLO PRÁCTICO ......................................................................................... 22
7. PROFUNDIZACIÓN EN LA COMPRENSIÓN DEL FUNCIONAMIENTO MENTAL
AUTÍSTICO Y PSICÓTICO ............................................................................................... 25
7.1. REPLEGAMIENTO EN SÍ MISMO Y NECESIDAD DE INMUTABILIDAD ........................ 26
7.1.1. Dificultades y alteraciones en relación con el entorno ................................... 26
7.1.2. Ansiedades ante situaciones nuevas ............................................................. 27
7.1.3. Resistencia a los cambios ............................................................................. 28
7.1.4. Estereotipias ............................................................................................... 29
7.1.5. Trastornos de alimentación, del sueño y del control esfinterial ...................... 30
7.1.6. Conductas agresivas y respuesta al dolor físico ............................................. 31
7.2. ALTERACIONES EN EL HABLA Y EN EL LENGUAJE ................................................... 32
7.2.1. Ausencia de habla ....................................................................................... 33
7.2.2. Presencia de lenguaje .................................................................................. 34
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7.3. ALTERACIONES EN EL PROCESO DE SIMBOLIZACIÓN Y EN EL DESARROLLO


COGNITIVO ........................................................................................................... 37
7.3.1. Proceso de simbolización ............................................................................ 38
7.3.2. Desarrollo cognitivo .................................................................................... 41
8. CONCLUSIÓN ............................................................................................................... 42

BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................... 45
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Presentación Pág 5

Presentación

Este módulo pretende ser una introducción al pensamiento actual sobre el funcionamien-
to mental de los pacientes afectados de trastornos autistas y graves psicosis en la infancia.

El autismo infantil y las psicosis precoces constituyen las afecciones psiquiátricas más
severas en la infancia.

Fue el psiquiatra norteamericano de origen austríaco L. Kanner quien, en 1938, observan-


do los trastornos que presentaba su paciente Donald, acuñó el término de “autismo pre-
coz infantil”, en su artículo “Las alteraciones del contacto afectivo en los autistas” publi-
cado en el año 1943.

El término “autista” proviene del psiquiatra suizo Bleuler quien, en 1908, introdujo el
término “autista” que procede de la palabra griega “autos”, “uno mismo” para describir
la tendencia al replegamiento en sí mismo al aislamiento de la realidad externa y social
observada en los pacientes esquizofrénicos adultos que él trataba.

Desde aquel momento hasta nuestros días han sido y son muchos los profesionales de
diversos ámbitos de trabajo que se han interesado en el estudio, la investigación y la cura
de dichos trastornos.

En este sentido, se han llevado a cabo muchos estudios e investigaciones acerca de la


etiología, de la epidemiología y del diagnóstico de dichos trastornos desde diferentes
concepciones teóricas, la neurológica, la psicoanalítica y la cognitivo-conductual.

Al ser las afecciones autísticas y psicóticas de la infancia trastornos muy severos y preco-
ces, comprometen seriamente el desarrollo posterior de la mayoría de las áreas y de las
capacidades de los pacientes afectados.

Estas afectaciones generalizadas del desarrollo han estimulado la realización de estudios


e investigaciones en diversos ámbitos de trabajo:

 Desde concepciones biológicas, se han realizado investigaciones en el campo de


la genética, de la bioquímica y de la ingeniería cerebral.

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 Desde el ámbito del conocimiento del funcionamiento mental, emocional y


comportamental de dichos pacientes, se han realizado estudios tanto desde teo-
rías psicoanalíticas como desde teorías cognitivas-conductuales.
 Desde el ámbito cognitivo-educativo-escolar.
 Desde el ámbito terapéutico propiamente dicho, en la búsqueda de tratamientos
lo más eficaces posibles.

Todos estos intensos años de trabajos han llevado a la consecución de progresos significa-
tivos en todas las áreas investigadas, tanto en la comprensión de los fenómenos autísticos
como en sus causas y sus posibilidades y modalidades de tratamiento. Pero también se ha
hecho patente el largo camino que aún queda por recorrer en la profundización del cono-
cimiento sobre los trastornos autista y psicosis precoces.

El panorama actual sitúa al autismo y a la psicosis de la infancia como fenómenos multi-


formes, que afectan a múltiples áreas y sectores del desarrollo, tanto biológico, como
emocional y relacional de los pacientes, lo que nos sitúa en la hipótesis de que se trata de
un síndrome probablemente psicobiológico.

La experiencia clínica acumulada a lo largo de los años de trabajo, nos lleva a dar cada vez
mayor importancia y poner el acento en la prevención y en las actuaciones precoces con
dichos pacientes y sus familias, en el sentido de potenciar el diagnóstico precoz y la inter-
vención terapéutica lo antes posible, se ha comprobado que son elementos esenciales en
el intento de frenar la organización mental autística y favorecer, de este modo, el pronós-
tico posterior de su evolución.

La observación clínica también nos ha permitido observar cómo estos trastornos se mani-
fiestan de maneras diversas y con diferentes grados de afectación según los diferentes
pacientes que los padecen y, actualmente, cada vez se habla más del concepto de “espec-
tro autista” para reflejar la idea de que hay una amplia gama de manifestaciones de di-
chos trastornos.

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Objetivos Pág 7

Objetivos

Los objetivos del presente módulo, sobre el funcionamiento mental autista y psicótico,
son los siguientes:

 Hacer un recorrido histórico y conocer el estado actual de los conocimientos so-


bre el autismo.
 Ofrecer una visión amplia, teniendo en cuenta diversas aproximaciones al conoci-
miento del autismo.
 Profundizar en el conocimiento actual sobre el funcionamiento mental autista y
psicótico.
 Acercarnos a la comprensión de los fenómenos más singulares presentes en los
pacientes afectados de dichas patologías.

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UNIDAD DIDÁCTICA 1

El funcionamiento mental autista y psicótico

1. OBJETIVOS

Los objetivos que se pretenden alcanzar en esta unidad didáctica son los siguientes:

z Conocer el proceso histórico y la situación actual en el que se encuentran los


conocimientos sobre los trastornos autísticos y psicóticos.
z Conocer el estado actual de los estudios sobre etiología y epidemiología de di-
chas enfermedades.
z Profundizar en el conocimiento de la definición y de los conceptos de autismo y
psicosis infantil.
z Conocer y profundizar en la comprensión del funcionamiento mental autístico y
psicótico.

2. INTRODUCCIÓN

Desde que en 1943 Leo Kanner describiera el término “autismo infantil”, se han venido
desarrollo con interés creciente numerosos estudios e investigaciones dirigidos tanto a la
búsqueda del conocimiento de las causas de dicho trastorno, como a la observación y
profundización en la comprensión de las características específicas del funcionamiento
mental autístico y psicótico, así como en el mejoramiento de lo medios y de las técnicas
terapéuticas empleadas para su tratamiento.

En esta unidad didáctica trataremos de aproximarnos a la comprensión y al conocimiento


que se ha adquirido a lo largo de estos años de intensos trabajos y experiencias sobre el
funcionamiento mental y las causas de dicho trastorno, dejando para otros módulos de este
posgrado la profundización en los medios y las técnicas a emplear, en el intento de atender
y tratar les severas dificultades que el padecimiento de dichos trastornos comporta.

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El diccionario define, en términos de clínica psiquiátrica, los trastornos psicóticos de un


modo general como “un desorden mental severo, con o sin daño orgánico, caracterizado
por un trastorno de la personalidad, pérdida del contacto con la realidad y causando la
alteración del funcionamiento social normal”.

En el ámbito de la psiquiatría infantil se emplea el término de psicosis para designar el


padecimiento en mayor o menor grado de trastornos de no contacto con la realidad. No
se trata de haber perdido el contacto, sino de no haberlo adquirido.

También el diccionario, en términos psicoanalíticos, define la psicosis como una perturba-


ción primera de la relación libidinal con la realidad, siendo la mayoría de los síntomas
manifiestas tentativas secundarias de restauración del lazo con el objeto.

En este sentido, el autismo es considerado un trastorno psicótico precoz, entendiendo


que dichos trastornos se fundamentan en una estructura con defensas propias para con-
tener ansiedades específicas, que proporciona un funcionamiento particular y unas carac-
terísticas de relación con el mundo y con el otro singulares; estos estados pueden encon-
trarse en la base de diferentes trastornos psicóticos, o bien, pueden constituir la enferme-
dad en sí misma.

Siguiendo el hilo argumental, pensaremos el trastorno autista no como un conjunto de


síntomas necesarios y suficientes para llegar a un diagnóstico clínico, sino como una es-
tructura de funcionamiento donde los síntomas, las características y las singularidades de
relación y sus consecuencias son un estilo de funcionamiento mental particular, que inclu-
ye, al mismo tiempo, la posibilidad de coexistir con otros y no como una estructura cerra-
da y concluyente; al estilo de funcionamiento mental particular de dichos pacientes lo
llamaremos “funcionamiento mental autístico y psicótico”.

El conocimiento y la comprensión del funcionamiento mental autístico y psicótico nos


permitirá entender y aproximarnos a las características específicas de vinculación consigo
mismo y con el mundo que le rodea y, al mismo tiempo, nos permitirá idear y diseñar
encuadres y estrategias terapéuticas que ayuden tanto a la mejora personal de los pacien-
tes, como a la mejora de la relación con los familiares que los cuidan.

En este sentido, es importante que los diversos profesionales que centran su objeto de
trabajo en el amplio campo de las psicosis precoces procuren unificar esfuerzos y resulta-

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dos, para llegar a una comprensión lo más integral y global posible del funcionamiento
mental autístico y psicótico.

En el momento actual, nos atreveríamos a decir que la mayoría de los profesionales que
trabajan con pacientes autistas y con pacientes afectados de graves psicosis precoces
están de acuerdo en que existe una predisposición congénita, factores constitucionales a
padecer un tipo de funcionamiento mental autista cualquiera que sea su origen y que una
atención precoz tanto en el paciente como en su entorno influye favorablemente en la
evolución en muchos casos.

3. HISTORIA DEL CONCEPTO DE AUTISMO Y PSICOSIS

A lo largo de la Historia de la Psiquiatría y durante años, el término “psicosis” ha sido


empleado para designar las graves alteraciones de la personalidad con importantes re-
tracciones sobre sí mismo y el aislamiento de la relación con el entorno que padecían
algunos pacientes adultos, especialmente pacientes afectados por trastornos
esquizofrénicos (Kraepelin y Bleuler, 1911), mientras que alteraciones similares no eran
descritas en niños.

En este sentido, a principios del siglo XIX, toda la patología mental del niño estaba asocia-
da al resultado de una deficiencia del desarrollo de la inteligencia y, en muchos casos, se
negaba la existencia de la “locura” en el niño.

Anteriormente a Kanner, las afecciones generales de la personalidad y de la relación con


los demás, que constituían el marco de las alteraciones psicóticas, no habían sido identi-
ficadas por los autores de la época en el niño y, a pesar de que se encuentran descripcio-
nes en la literatura psiquiátrica de casos con dichas alteraciones, no se llegó a la compren-
sión ni a la descripción de la existencia precoz, en la más tierna infancia, de trastornos
psicóticos de la personalidad.

Se han encontrado descripciones de casos como son: el niño salvaje, de J. M. Itard; los
niños lobos de, B. Bettelheim y el del caso Dick, de M. Klein, donde se muestran con
bastante precisión síntomas, alteraciones y comportamientos muy próximos a los descri-
tos posteriormente por L. Kanner y que le llevaron a la acuñación del término “autismo
infantil”.

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Decir que M. Klein fue la primera autora en tratar psicoanalíticamente a un niño que
actualmente lo diagnosticaríamos de autismo (el caso Dick, un niño de 4 años que se
mostraba desprovisto de afecto, indiferencia a la presencia o ausencia de la madre, no se
interesaba por nada, no jugaba ni tenía contacto con las personas de su entorno, etc.), sin
embargo, en su artículo publicado en 1930 no utiliza el término “autismo” para referirse
a los trastornos que Dick presentaba, sino que los calificó como una inhibición del desa-
rrollo mental.

Las aportaciones principales de dicho artículo son, por un lado, la posibilidad de tratar
dichas patologías desde una comprensión y uso de técnicas psicoanalíticas, pero esencial-
mente, por otro, el de profundizar en el conocimiento y en la comprensión del funciona-
miento mental de dicho paciente, en el sentido de mostrar la dificultad que presentaba
Dick de poder acceder a la formación de los símbolos y, por tanto, al desarrollo simbólico.

Como ya se ha mencionado en la presentación de este módulo, fue Leo Kanner quien, en


1943, utilizó por primera vez el término “autismo” para referirse a una forma particular
de psicosis del niño que presentaban un grupo de pacientes infantiles que él trataba y que
denominó “autismo infantil”.

Kanner describió, en el mencionado artículo, las características particulares de comporta-


miento, de relación consigo y con el entorno que presentaban 11 niños entre 2 y 8 años
con los que él trabajaba.

Estos 11 niños presentaban de un modo general alteraciones parecidas y que se daban en


todos los casos, aunque no con la misma intensidad de manifestación, concluyendo que
el eje fundamentalmente de dichas alteraciones era:

z La ineptitud para establecer relaciones “normales” con las personas de su entor-


no y para reaccionar adecuadamente, de forma esperada a las situaciones cotidia-
nas muy precozmente, desde los albores de la vida.

En posteriores trabajos, el propio Kanner fue ampliando y matizando la descripción de las


características clínicas de la patología que presentaban los citados pacientes.

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En este sentido, decir que Kanner en un primer momento consideró dichos trastornos
como una forma precoz de esquizofrenia, pero pronto acabo reconociendo el autismo
infantil como una afectación autónoma y específica vinculada a la temprana infancia.

En los trabajos y en las investigaciones publicadas, Kanner describe cómo todos sus pa-
cientes padecen, en mayor o menor medida, un cierto número de rasgos determinados,
independientemente de las individualidades clínicas de cada uno de ellos. Estos rasgos
esenciales, que se van a dar en todos los pacientes descritos por Kanner, son los siguientes:

z Retracción autística. Se trata de una gran ausencia de contacto con la realidad


externa, que conduce al niño a vivir en un estado de profunda soledad, que igno-
ra o excluye todo lo que le viene del exterior. Se comporta como si el otro no
existiera.
Es difícil contactar con la mirada, ya que lo evita y suele presentar un rechazo al
contacto corporal, pudiendo presentar episodio de agresividad y extrema ansie-
dad si se fuerza dicho contacto.

z Necesidad de inmutabilidad. Se trata de la gran necesidad que presentan estos


niños para que su entorno habitual permanezca estable e inmodificable.
Los cambios, por pequeños que éstos sean, pueden producir respuestas altamen-
te angustiantes, apareciendo conductas y comportamientos ritualizados que se
van a dar siempre de la misma forma, como intentos de verificar una y otra vez
que no se han producido modificaciones en su entorno.

z Estereotipias. Se trata de determinados gestos (particulares en cada caso) que el


niño ejecuta de forma rítmica, repetitiva y particular durante todo el día y que
parecen proporcionar satisfacción y, en ocasiones excitación, no pudiendo parar
de realizarlos.
Pueden ser movimientos del todo el cuerpo, de partes de éste, con o sin objetos y
que, de algún modo, confirman al niño la invariabilidad de las cosas.

z Trastornos del Lenguaje. Todos los casos descritos por Kanner en sus artículos
presentaban importantes alteraciones en la adquisición del lenguaje; abanico de
dificultades que iban desde pacientes que no llegaron a adquirir lenguaje hasta
pacientes con un cierto desarrollo, aunque particular de éste.

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El lenguaje que llegaron a desarrollar los pacientes descritos presentaba un cierto


número de anomalías características:
„ Inversión pronominal: el niño habla de él, en segunda o tercera perso-
na, difícilmente utiliza el término “yo” para referirse a él mismo.
„ Repetición ecolálica: estos niños autistas repiten de forma literal pala-
bras o frases escuchadas anteriormente, en el mismo o en otro contexto.
„ El acceso al “sí”: es difícil que estos niño digan “sí” para dar su consen-
timiento; en ocasiones, repiten la pregunta como forma de decir “sí”.
„ Repetición de largas series de palabras, canciones, etc., pero sin finali-
dad comunicativa.
„ En algunos casos puede aparecer un neo-lenguaje, no obstante tampo-
co le sirve para comunicarse con los otros.

z La inteligencia. De un modo general en las descripciones de sus pacientes, Kanner


da a entender que la mayoría de estos niños eran inteligentes, aunque esta capa-
cidad no les era útil para poderse desarrollar de una forma “normal” y adquirir los
conocimientos Cognitivos esperados.

z El desarrollo físico. En los estudios descritos, los niños autistas presentaban un


desarrollo físico aparentemente normal.

A modo de conclusión de este apartado, decir que los resultados de estos estudios lleva-
ron al psiquiatra L. Kanner a acuñar el término de “Autismo Infantil Precoz” y a ser el
punto de partida de posteriores trabajos de investigación, tanto en la dirección para pro-
fundizar en la comprensión y conocimiento de la etiología y de la etiopatogenia como
para desarrollar la terapéutica; que nos han llevado al conocimiento que se tiene actual-
mente sobre dicha enfermedad y la forma de tratarla, pero también nos han llevado a la
constatación y al convencimiento de que aún nos queda un largo camino por recorrer en
la consecución de dichos objetivos.

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4. DEFINICIÓN DEL TÉRMINO “AUTISMO”

El interés creciente por el conocimiento del autismo ha llevado, como decíamos en el


apartado anterior, a numerosos estudios e investigaciones en diferentes campos de la
medicina, de la psicología, de la pedagogía, etc., que han contribuido al conocimiento
global que se tiene en la actualidad de dicho trastorno.

Decir, primeramente, que el autismo tal y como lo describió Kanner está incluido en la
denominación de “psicosis infantiles precoces”, aunque el autismo infantil esté conside-
rado como la forma mejor caracterizada de estos trastornos del desarrollo. En este senti-
do, conviene apuntar que, aunque a lo largo de este módulo se ponga el acento en el
autismo, quedan incluidos en las descripciones los diversos grados de expresión de dichos
trastornos y que, de un modo general, quedan englobados en la denominación que se
encuentra en las escalas de diagnóstico como “Trastornos Generalizados del Desarrollo”.

Leo Kanner nos definía el autismo infantil precoz esencialmente como: un replegamiento
en sí mismo, una necesidad de inmutabilidad del entorno y la inhabilidad para crear un
lenguaje con significado, que conducía al individuo a presentar alteraciones muy impor-
tantes en su desarrollo posterior, tanto en relación con sí mismo como en su relación con
el mundo que le rodea.

En la actualidad, muchos autores estarían de acuerdo en definir el autismo infantil como


un trastorno de la intercomunicación y de la interrelación entre el niño y el entorno, que
aparece anteriormente a los 3 años y que da lugar a un deterioro significativo tanto del
desarrollo emocional como cognitivo.

De un modo general, precozmente en el trastorno autista observamos una maduración


deficiente y un desarrollo anormal en su capacidad de interacción y comunicación con el
entorno que envuelve al individuo, así como una gran falta de respuesta a los cuidados, y
muy poco interés por las personas y los objetos que le rodean.

Tienden a vivir en su “propio mundo”, desconectado del mundo que les envuelve, mos-
trando una baja tolerancia a los cambios y tendencia a la repetición sistemática de ciertas
conductas hasta el extremo de llegar a estereotipias, acciones y actuaciones que, aparen-
temente, dan la impresión de tranquilizar al niño, de mantenerle en un estado de falsa
seguridad, que se altera rápidamente ante pequeños cambios.

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La relación con las personas de su alrededor es muy singular y llena de dificultades, suelen
no dirigir la mirada, no encajar su cuerpo con el cuerpo de la madre cuando ésta le coge
en brazos y acostumbran a no responder a los constantes intentos de vinculación por
parte del entorno o lo hacen de manera muy superficial.

Frecuentemente, el interés que muestran por las personas, muy parecido al que muestran
por los objetos, tiene una clara intención sensorial, que despierten en él sensaciones co-
nocidas y que le alejen de sensaciones asociadas al sufrimiento y al dolor.

En sus relaciones con el entorno se muestran muy poco diferenciados de las personas que
les cuidan, no suelen mostrar intencionalidad en sus acciones y, al no tener consciencia de
separación del otro, no tiene posibilidad de empatizar, de reconocer, de vincularse; no
viven a los demás como separados de ellos mismos, como seres independientes y, por
tanto, interrelacionales.

Esta indiferenciación con el otro hace que tampoco puedan entender su mundo interno,
donde todo está mezclado, siéndoles muy difícil comprender y ordenar sus propias viven-
cias, diferenciar aquello que procede de su propio interior, de aquello que procede de
fuera de él, del otro. Dificultades y alteraciones que les llevan a necesitar que las cosas, los
objetos y las personas permanezcan lo más estables e invariables posible, ya que los cam-
bios les angustian mucho, les producen grandes dosis de inseguridad y terrores, que son
difíciles de calmar ya que no están vinculadas a la relación afectiva con alguien.

Todas estas alteraciones tan precoces llevan como consecuencia, entre otras muchas, im-
portantes perturbaciones en la maduración de la mayoría de las áreas y del desarrollo
global de los pacientes, ya que todas las etapas evolutivas posteriores se encontrarán
alteradas y afectadas por los trastornos mencionados, no permitiéndoles acceder a la
simbolización. Es decir, a tener representación mental del objeto ausente, a tener cons-
ciencia de lo que no está sigue existiendo. En este punto situaríamos la base de las poste-
riores dificultades en la adquisición y desarrollo del lenguaje con intención comunicativa
y de la maduración cognitiva y desarrollo escolar.

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5. ETIOLOGÍA Y EPIDEMIOLOGÍA DEL AUTISMO

Originariamente, cuando Kanner, después de sus estudios, definió el término de “autismo


infantil precoz” y describió las características de dicha enfermedad, apuntaba como causa
de dicha patología, por una parte factores constitucionales y, por otra, factores ambienta-
les, centrando los factores ambientales en las características de la personalidad de los
padres. Como ya se ha comentado con anterioridad, estudios posteriores desmintieron
que los padres de niños autistas tuvieran unas características de la personalidad específi-
cas y no se diferenciaban significativamente de otros grupos de padres.

A lo largo de estos años, la búsqueda de la etiología del autismo ha seguido diferentes


caminos y posiciones situadas dentro del segmento constitucional-ambiental. Encontrán-
dose profesionales seguidores de que las causas son de carácter orgánico, hasta profesio-
nales seguidores de que son los factores psicológicos y su interrelación con el medio
familiar los causantes de dichos trastornos.

Con el afán de descubrir las causas del autismo, a lo largo de este último medio siglo, se
han realizado estudios sobre:

z Genética. Los estudios realizados en este campo tendrían la intención de probar


las hipótesis de que las causas del autismo obedecen a factores genéticos, es
decir, a una eventual anomalía cromosómica. Se han realizado estudios con ge-
melos monozigóticos, pero no se ha llegado a ningún resultado concluyente.
z Bioquímica. Se han efectuado estudios sobre los niveles de serotonina y sus
metabolitos, sobre los niveles de las catecolaminas y las hormonas del estrés,
sobre las endomorfinas, sobre el gluten y la caseína, entre otras substancias que
componen la bioquímica del ser humano. De los resultados de todas estas inves-
tigaciones no se ha podido obtener un modelo bioquímico único aplicable al
autismo y a las psicosis infantiles.
z Neurofisiología. Se han realizado estudios e investigaciones de las gráficas que
presentan los electroencefalogramas de niños psicóticos y autistas, también se
han realizado estudios sobre potenciales representados (potenciales auditivos,
potenciales visuales y emparejados). Las anomalías encontradas tampoco llegan a
la conclusión de poder dibujar unos perfiles neurofisiológicos propios y particula-
res de dichos trastornos.

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z Ingeniería Cerebral. Se han realizado estudios en el campo de la tomodensitometría,


de la resonancia magnética nuclear y en el campo de PET. Como en otros campos
de investigación, los resultados encontrados no son concluyentes de ser la causa
de los trastornos autísticos.

Decir, a modo de conclusión, que los diversos estudios realizados en los terrenos comen-
tados y que seguían la dirección de encontrar una etiología somato-biológica del autismo
no han llegado a resultados concluyentes de que las anomalías encontradas sean altera-
ciones específicas del autismo, aunque cabe decir que han aportado datos importantes y
nuevos hallazgos que han contribuido, junto a estudios e investigaciones en ámbitos
psicodinámicos y cognitivos, para un conocimiento más global e integral de dichos tras-
tornos.

Desde posiciones más ambientalistas, la teoría psicoanalítica considera, como factores


importantes en la etiología del autismo, las alteraciones precozmente sufridas por estos
niños en su relación con el entorno (especialmente con la madre), que no les ha permitido
conectar las vivencias sensoriales con las emociones pertinentes para, así, poder adquirir
la confianza básica en la relación con sus padres, elementos fundamentales para el desa-
rrollo posterior.

Esas dificultades en los albores de la vida bloquean y ponen en entredicho los procesos de
representación mental y los procesos de elaboración de pensamientos, etc., comprome-
tiendo seriamente el desarrollo posterior de la mayoría de las áreas tanto emocionales,
como relacionales y cognitivas.

En la actualidad, las dos posiciones -organicista y psicológica- se han acercado la una a la


otra, encontrando puntos de contacto y colaboración. En este sentido, se piensa que un
paciente autista es un individuo con una constitución deficiente y frágil y que tropiezos
en su relación con el entorno, que en la mayoría de los niños tendrían poca influencia, en
estos casos, adquieren una influencia muy significativa que comporta alteraciones de todo
su desarrollo senso-emocional-relacional posterior.

A modo de finalización, nos atreveríamos a decir que, en el momento actual, un alto


numero de profesionales estarían de acuerdo en atribuir la etiología del autismo y de las
psicosis precoces a una combinación de factores organicogenéticos y de factores ambien-
tales y que la interacción en proporciones variables de estos factores formaría la base de

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los problemas psíquicos y relacionales que manifiestan dichos pacientes, es decir, de la


sintomatología y de las alteraciones presentes en cada caso en particular.

En cuanto a la epidemiología, decir que los estudios más recientes situarían la afectación
del autismo alrededor de 4 ó 5 casos por 10.000 habitantes, aunque hay que advertir que
estos datos pueden variar con relación a factores como los criterios de diagnóstico y en
función de una interpretación amplia o restringida de dichos criterios.

También decir que, estadísticamente, se dan con mayor frecuencia trastornos autistas en
niños que en niñas, aunque los datos no son muy específicos.

Respeto a la psicosis precoces, no hay datos precisos. Los estudios epidemiológicos tam-
bién muestran que el autismo se da, mayormente, en chicos, en una proporción aproxi-
mada de 4 chicos por 1 chica, en especial en los casos en que la enfermedad se diagnos-
tica más precozmente.

6. EL FUNCIONAMIENTO MENTAL DEL NIÑO AUTISTA Y PSICÓTICO

Para aproximarnos a la comprensión del funcionamiento mental autístico y psicótico, par-


tiremos del conocimiento que se tiene en la actualidad del proceso de desarrollo normal
de un bebé y, a partir de esos conocimientos, nos acercaremos a observar y conocer cuáles
son las particularidades, dificultades y alteraciones que se darán en los pacientes autistas
y psicóticos precoces a lo largo de dicho proceso de desarrollo.

Actualmente, se sabe que durante las primeras semanas después del nacimiento, el bebé,
a través del contacto emocional y sensorial principalmente con la madre, establece en su
cerebro conexiones entre los diversos canales sensoriales, favoreciendo la organización de
una primera representación sensorial del objeto (madre). Proceso que dará lugar progre-
sivamente a nuevas representaciones y que permitirá ir ordenando paulatinamente, al
vincular la sensación a la emoción y al objeto relacional, las experiencias vividas por el
bebé.

Es por tanto, a través de estas primeras relaciones y vinculaciones del bebé con su entorno
(madre), como el recién nacido irá encontrando el camino hacia el desarrollo, la tolerancia
de la frustración, la diferenciación, el reconocimiento del otro, la contención y tranquiliza-
ción de sus terrores.

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Es importante decir que el bebé nacido sano muestra, ya desde el primer momento, una
vigorosa fuerza a la integración con el entorno (madre) y a la ordenación de las experien-
cias vividas, en el sentido anteriormente comentado.

En contraposición, en el bebé enfermo nos encontramos con una gran fragilidad, una
gran incapacidad de tolerancia a la frustración y una fuerte tendencia a la no integración
de las relaciones sensoriales-emocionales surgidas de la relación con el entorno, contra-
riamente a lo que hemos descrito que ocurre con el bebé sano.

Estas perturbaciones dificultan seriamente sus posibilidades de elaboración de represen-


taciones mentales de las experiencias vividas, colocándole en una posición de desamparo
interno y de confusión, que, probablemente, retroalimenta la ya baja tolerancia a la frus-
tración y a los cambios, incrementando la ya alta ansiedad. Llegando a sentir y a vivir, en
el peor de los casos, grandes dosis de ansiedad catastrófica (terror a no existir).

Esta situación, que comporta un alto grado de sufrimiento, produce en el recién nacido
una impresión de gran inestabilidad interna, confusión y desorden, que le lleva a desple-
gar una serie de mecanismos de defensa para protegerse y alejarse de dichos sufrimien-
tos. Estos mecanismos pasan por la invariancia y por el estricto control de los objetos y de
las personas, de una forma indiferenciada.

La puesta en marcha de estos mecanismos de defensa sitúa al niño en una relación con el
otro unidimensional, es decir, de relación lineal de tiempo y distancia entre él y el otro que
da lugar a un “mundo con un único centro fijado en sí mismo”, sin distinción de espacio
interior y exterior.

En su intento de controlar la situación dolorosa, confusa y desordenada, van sentando las


bases los comportamientos y las conductas repetitivas, ritualizadas, estereotipadas, la
aversión al cambio, etc.; en definitiva, la sintomatología que han descrito los autores que
definieron el trastorno autístico.

En el bebé sano se aprovecha de los cuidados maternales, la confianza básica establecida


a través de la relación con la madre (a través de las sensaciones corporales experimenta-
das en la interrelación en los primeros meses) y de la representación mental de ella poste-
riormente, le protege y le ayuda a afrontar los temores y ansiedades surgidas de los terro-
res catastróficos.

POSGRADO EN TRASTORNOS AUTISTAS


EL FUNCIONAMIENTO MENTAL AUTISTA Y PSICÓTICO
Unidad didáctica 1 El funcionamiento mental autista y psicótico Pág 21

En este sentido, el niño autista no puede establecer esta confianza básica, no puede con-
fiar suficientemente en que la relación con la madre le protegerá de los terrores, situándo-
le en una posición donde ha quedado de alguna manera desvinculado de la fuente de
vida, que es la madre en todos los sentidos, encontrándose afrontado al camino de la
autoprotección de dichas experiencias terroríficas a través de la autoestimulación de las
sensaciones corporales vividas con anterioridad y que le aportan impresiones conocidas
de tranquilización y contención aparente.

Esta búsqueda de la contención y tranquilización de los terrores catastróficos en las expe-


riencias de autosensorialidad ya vividas impide el contacto emocional, quedándose a nivel
físico (sensación). Esto imposibilita la aparición y el desarrollo de fantasías, imaginaciones
y pensamientos, y, en consecuencia, se bloquea todo el desarrollo posterior del funciona-
miento mental sano, instalándose en un estadio donde sólo existe lo tangible y lo física-
mente presente en el aquí y ahora.

El niño autista, en mayor medida, y el niño psicótico, en menor, al no poder integrar o al


hacerlo deficitariamente, en su relación con el entorno, las sensaciones vividas con las
emociones despertadas, quedan anclados en una relación unidireccional, es decir, su rela-
ción con el entorno pasará solamente por las sensaciones de la vista, el tacto, el olfato,
gusto, etc. Estos niños perciben a las personas y a los objetos por las sensaciones que les
producen y no por la representación mental que tienen de ellos (vinculación entre sensa-
ción y emoción), mecanismo que difícilmente les permitirá diferenciarse del otro por tan-
to, poder empatizar y aprovechar aquello que la relación con el otro les ofrece.

En este sentido, los niños con autismo suelen permanecer fijados a una relación
bidimensional con el entorno; relación que solamente les permite reconocer del otro una
característica y las sensaciones que de dicha relación se derivan, no pudiendo acceder ni a
contenidos ni a experiencias propias y, por tanto, diferenciadas del otro. Dichos hándicaps
no van a permitir que se pueda desarrollar una relación de tridimensionalidad, de diferen-
ciación de diversos continentes, que favorezca el cambio mental y permita la obtención de
una nueva visión del mundo, tanto de él mismo, como de los objetos en relación.

De alguna manera, diríamos que estas fallas en la conexión entre sensación y emoción
traen como consecuencia que el pensamiento autista no admita diferencias, tendiendo a
la uniformidad, a la repetición de la experiencia, a la no dependencia del otro, quedando
gravemente comprometida la capacidad de simbolizar, de generar mente, ya que simboli-

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zar implicaría tolerar la ausencia, la falta y tener la confianza que lo ausente volverá. Signi-
fica admitir al otro separado de uno mismo. Significa admitir que no se tiene el control.

En definitiva, decir que el funcionamiento mental autístico tiende a vivir las emociones
desligadas de los sentimientos, aferrándose a los aspectos tangibles y formales, omitiendo
los significados. Dicho pensamiento se basa en lo concreto y lo literal. Mostrando
importantísimas dificultades en imaginar o fantasear lo que no se ve o no está presente,
pero sigue existiendo; en recordar el pasado, en rememorar experiencias vividas, viviendo
forzosamente en un mundo donde sólo existe el presente inmodificable.

6.1. UN EJEMPLO PRÁCTICO

Para ilustrar el funcionamiento mental autista y psicótico, mostraremos a continuación


los datos más relevantes de la historia clínica y de la entrevista inicial realizada con los
padres de un niño de 4 años y 9 meses en el momento de la entrevista, al que llamaremos
Rubén.

Se trata de un niño, según narran los informes previos a la entrevista, al que le detectaron
un funcionamiento mental con posibles alteraciones, a su llegada a la guardería a la edad
de 2 años. Hasta ese momento, las particularidades del funcionamiento de Rubén no
habían llamado la atención de los padres, por lo que no habían sentido la necesidad de
consultar por ninguna alteración que les preocupara.

Los informes de las tutoras, describían a Rubén, en el momento de llegar a la guardería,


como un niño que se mostraba ausente de lo que pasaba a su alrededor, no expresaba
emociones ni sentimientos, presentaba pocas quejas, pocas veces buscaba la protección
del adulto. No jugaba con nadie, podía pasar un buen número de horas realizando la
misma actividad, en el patio estaba solo y tendía a estar aislado, no mostraba interés
alguno por compartir actividades de juego ni en responder a los intentos de comunica-
ción de los otros niños.

Como consecuencias de estas dificultades, fue derivado al CDIAP, donde fue diagnostica-
do de un Trastorno Generalizado del Desarrollo dentro del espectro autista, iniciándose
un tratamiento de estimulación temprana.

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Del informe que remite el Centro de Atención al finalizar su intervención terapéutica a la


edad de 4 años y 6 meses, se destaca lo siguiente:

z Importantes dificultades de atención.


z Habla constante, “verborreica”, incoherente.
z Presencia de ecolalias y dificultades de comprensión verbal.
z Necesidad de soporte visual para seguir actividades orales.
z Tendencia a estar solo y a angustiarse ante situaciones nuevas y, en general, pre-
sencia de un alto nivel de ansiedad y baja tolerancia a la frustración.
z Puede jugar con los juguetes, pero a su manera, sin tener en cuenta al otro.
z No suele hacer caso de las propuestas del otro, ni presta atención ni interés a esa
comunicación.
z Muestra un buen vocabulario, que no le sirve para comunicarse con el otro.
z Actividad espontánea muy acelerada va de una cosa a la otra, la atención se des-
vía hacia donde tiene la mirada, olvidándose de lo que estaba haciendo hasta ese
momento.
z Su escucha es también fluctuante, mostrando un lenguaje descontextualizado
del pensamiento y de la relación con el otro.
z Suele gustarle una relación cercana pero no intrusiva y, en caso de que la relación
sea demasiado próxima, huye y vuelve a su mundo, pudiendo incrementar su
estado de ansiedad.
z No le gusta el contacto corporal y muestra un gran terror frente a pequeñas heri-
das sin importancia.
z En ocasiones, se asusta de su propio juego, cuando éste se vuelve violento y exci-
tado.
z Muestra importante confusión entre fantasía y realidad.

En el momento de la consulta, la madre explica que le cuesta centrar la atención y que


tiene dificultades en el lenguaje. Continua diciendo que no son problemas de pronuncia-
ción, que el niño habla claro, pero no dice nada, lo que expresa no tiene ningún sentido.

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Añade que pasa mucho tiempo metido en su propio mundo, en sus juegos, pero siempre
aislado, solo, no estando nada pendiente de lo que ocurre a su alrededor.

Prosigue la madre diciendo que, cuando quiere una cosa, se hace entender, es muy persis-
tente, tozudo; los padres expresan que a ellos les cuenta entenderle y que creen que el
niño tampoco les entiende a ellos.

Los padres comunican que le cuesta relacionarse con los demás, que estando en el par-
que, si un niño le tira la pelota, él sigue inmerso en su juego, no responde a los intentos de
jugar que hace el otro niño.

Tampoco sigue las normas, de hecho no juega con nada. En casa saca juguetes, pero
después no acaba jugando con nada.

El padre comenta que hay momentos de mayor conexión y que, entonces, Rubén funcio-
na mejor, la madre añade que es un niño inteligente. No obstante, presenta un retraso
muy significativo en la adquisición de los aprendizajes escolares correspondientes a su
edad cronológica.

Cuenta la madre que de bebé tuvo muchas dificultades para comer, ya que acostumbraba
a vomitar y, al introducir los alimentos sólidos, nada le sentaba bien. Durante estos prime-
ros años estuvo frecuentemente enfermo.

De bebé se despertaba de noche y se levantaba de la cama, andaba por la casa o se


quedaba solo, como estando en su mundo; no solía despertar a los padres.

Explican que hay cosas con las que tiene mucha habilidad, por ejemplo la elaboración de
puzles, mientras que hay otras cosas que le cuestan mucho, como el control esfinterial, en
especial de noche y a nivel encoprético. Sólo quería hacer las defecaciones en los pañales.

En la primera entrevista con Rubén nos encontramos con un niño que puede establecer
una cierta vinculación aunque también mantiene una cierta distancia (cada uno debe
ocupar su espacio; calla y mira). Es un niño que desconecta con gran facilidad cuando las
cosas no son o salen como él esperaba.

Presenta un cierto nivel de juego, al que no permite la entrada del otro, su actividad es
espontánea y acelerada, habla con personajes imaginarios de cuentos o películas que ha

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visto (personajes terroríficos, monstruosos, etc.), se muestra persistente y frágil a la frus-


tración, pudiendo aparecer enfados y angustias si no consigue lo que quiere.

Los movimientos motrices son precipitados, tropieza consigo mismo, le caen las cosas con
facilidad, Su escucha de la comunicación del otro es fluctuante, la espera muy corta, suele
estar muy pendiente de los sonidos que se producen a su alrededor. El lenguaje es
descontextualizado, narra su propia historia, el diálogo de los personajes no suele tener
intención comunicativa con el otro, usa un vocabulario adquirido de las películas y los
cuentos, en ocasiones muy culto. Se muestra sensible a los cambios que pueden producir
la presencia de inquietud y de angustia.

7. PROFUNDIZACIÓN EN LA COMPRENSIÓN DEL FUNCIONAMIENTO


MENTAL AUTÍSTICO Y PSICÓTICO

Siguiendo el ejemplo clínico expuesta anteriormente, profundizaremos en la compren-


sión de las particularidades del funcionamiento mental de estos pacientes.

Englobaremos los diferentes síntomas y alteraciones del desarrollo en tres apartados prin-
cipales: el replegamiento en sí mismo y la necesidad de inmutabilidad; las particularida-
des y las alteraciones en el habla y en el lenguaje y las particularidades y las alteraciones en
el desarrollo cognitivo y en la simbolización.

Primeramente decir, como vemos en los informes sobre Rubén, que la detección de las
dificultades se realizó sobre los 2 años, coincidiendo aproximadamente con su llegada a la
guardería, y que, con anterioridad, a los padres no les había llamado la atención ninguna
de las conductas del niño.

En el caso de Rubén, como en el de muchos otros niños, es habitual que sean los profesio-
nales de las guarderías o de las escuelas los primeros en dar la alerta sobre las particulari-
dades del funcionamiento global de dichos pacientes, al tiempo que fomentan la deriva-
ción a los servicios sanitarios pertinentes para su diagnóstico y posterior tratamiento.

No obstante, cada vez más son las propias madres las que detectan signos de singularidad
en su relación con el recién nacido desde los primeros meses de vida y ponen en funciona-
miento los recursos pediátricos existentes.

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Insistir en la importancia fundamental de hacer la detección diagnóstica e iniciar el trata-


miento lo antes posible, como elementos esenciales que determinarán el pronóstico y la
evolución de cada uno de los pacientes.

7.1. REPLEGAMIENTO EN SÍ MISMO Y NECESIDAD DE INMUTABILIDAD

Probablemente, los primeros síntomas que se observan precozmente (en etapas en que
aún no hay habla), cuando nos encontramos frente a un paciente con posible padeci-
miento de autismo o psicosis infantiles, son el replegamiento en sí mismo y la necesidad
de inmutabilidad en su relación con el entorno. Estos hándicaps se traducen en la presen-
cia de diversos y particulares síntomas que describiremos a continuación.

7.1.1. Dificultades y alteraciones en relación con el entorno

Las profesionales de la guardería describieron a Rubén, a su llegada al centro, como un


niño que se mostraba ausente, que no mostraba emociones ni sentimientos, no jugaba
con nadie, tendencia a estar aislado, no mostraba interés por compartir actividades de
juego con otros niños.

En esta descripción podemos observar las dificultades de relación con el entorno que
presentan estos niños, su tendencia al retraimiento, a estar encerrados en sí mismos y la
desconexión con lo que ocurre a su alrededor.

A diferencia de los niños sanos, Rubén no presentaba quejas, es como que todo le daba
igual, pero probablemente eran las dificultades al cambio las que potenciaban la utiliza-
ción de defensas de mucho retraimiento, evitando el contacto con el otro, para evitar el
sufrimiento de la vivencia de separación.

Nos siguen describiendo a Rubén diciéndonos que pasaba un buen número de horas
realizando la misma actividad, sin interés alguno de comunicación con el otro. El niño
normal rápidamente explora y se relaciona con su entorno, manipula objetos comunicán-
dose con los otros de su alrededor. Vemos cómo Rubén no muestra interés por explorar,
por contactar, por manipular, sino que sigue replegado en sí mismo, en la misma activi-
dad. No muestra otra atracción que no sea el mismo interés; en este caso, por la misma
actividad, en otras ocasiones, puede ser por el mismo objeto.

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También nos cuentan las tutoras que en contadas ocasiones pide la protección del adulto.
Es frecuente en niños con autismo que no tengan interés en la relación con los adultos
que les cuidan, por tanto no suelen pedir ayuda, ni les gusta que se les abrace, no sonríen
como elemento comunicativo.

En el patio estaba solo o tendía a estar aislado. Otra característica es el poco interés y
deseo de relación que les despierta aquello que ocurre a su alrededor, y, como quedan
anclados en sus experiencias de autosensorialidad (la misma actividad, el mismo rincón, el
mismo objeto, etc.), no muestran prácticamente intención, al menos en un primer mo-
mento, por acercarse a los juguetes y utilizarlos, y en el patio suelen moverse sin sentido,
sin intencionalidad al menos para nosotros, o bien, ocupando siempre un lugar fijo.

Todas estas conductas tienen la base en las dificultades descritas en anteriores apartados,
al no poder vincular ya desde la más tierna infancia la sensación con lo emocional y con el
objeto, es decir, sin las tutoras, los compañeros no existen como personas con las que
poder compartir emociones (de juego, de protección de confianza, etc.), surgidas de la
relación con el otro, difícilmente pueden mostrar interés ni motivación por establecer
relación con todo lo que les envuelve y empatizar con las personas que les cuidan, que-
dándose anclados en sus sensaciones vividas muy precozmente y que es donde funda-
mentan su estado de tranquilidad y un cierto bienestar.

No es el caso de Rubén, pero es frecuente en niños con autismo de Kanner que en su


indiferenciación vean y sientan al otro como una parte de sí mismo, pudiendo coger y
utilizar la mano del otro para abrir una puerta, coger un objeto, como si fuese suya. En el
caso de Rubén, en el momento de la descripción, probablemente poseía un cierto grado
de diferenciación del otro.

7.1.2. Ansiedades ante situaciones nuevas

Del informe que remite el Centro de Atención Precoz, cabe destacar que describen a Rubén
como un niño que tiende a estar solo y a angustiarse ante situaciones nuevas, y que, de un
modo general, vive con un alto nivel de ansiedad y de baja tolerancia a la frustración.

En este fragmento podemos ver, por un lado, una hipersensibilidad en general y, en este
caso en concreto, a los cambios, y una baja tolerancia a la frustración por otro lado,
elementos que estarán en la base de conductas como la dificultad de espera, la necesidad
de satisfacción inmediata, la dificultad de separación y de soportar la ausencia, elementos

POSGRADO EN TRASTORNOS AUTISTAS


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que rápidamente producen en la mente del niño vivencias de terror, de desasosiego; en


definitiva, desencadenan altos niveles de angustia catastrófica que pondrán en marcha
los mecanismos de control para atenuar dicho malestar emocional.

Como consecuencia de lo acabado de describir, podemos entender que el paciente autista


prefiera aferrarse a sus objetos y a sus vivencias sensoriales, que siempre son las mismas,
obteniendo rápidamente una y otra vez las mismas y conocidas sensaciones (invariabili-
dad), satisfaciendo inmediatamente la necesidad y aportando sensación de tranquilidad,
en lugar de las variables y tardías respuestas procedentes de la relación con el otro dife-
renciado de uno mismo.

Estas estructuras de funcionamiento mental sitúan al paciente autista frente a una perma-
nente evitación del contacto con el entorno cambiante y, por tanto, evitan entrar en el
desarrollo del pensamiento simbólico, con significado, ya que implica, entre otras cosas,
la capacidad de percibir y de tolerar la ausencia del otro, tolerar el no-estar y, en su lugar,
poder imaginar el objeto ausente.

7.1.3. Resistencia a los cambios

“Pasa mucho tiempo metido en su mundo, en su juego siempre es igual y aislado”, “des-
conecta con gran facilidad cuando las cosas no son o salen como él espera”, “se muestra
persistente a sus cosas y frágil a la frustración, pudiendo aparecer enfados y angustia si no
consigue lo que quiere”, “tuvo muchas dificultades en la introducción de los cambios en
la alimentación”.

El bebé sano también es sensible a los cambios, pero es a través de la confianza básica
adquirida en su relación con la madre donde va pudiendo incorporar progresivamente
pequeños cambios.

El niño autista no ha podido establecer esa confianza básica en la relación con la madre,
es decir, la experiencia emocional de que la relación con la madre y la confianza en que esa
relación le ayudará a tolerar el malestar que produce una frustración, una nueva experien-
cia, un cambio, etc., permitiéndole poder vivir dichas experiencias sin que sean una ame-
naza catastrófica.

Este hándicap le sitúa en una posición de que no puede aceptar ningún cambio, todo
tiene que estar siempre igual (lo interno y lo externo), ya que cualquier experiencia dife-

POSGRADO EN TRASTORNOS AUTISTAS


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rente, nueva o inesperada, conecta isofacto con estados de angustia catastrófica, que el
niño autista no puede resistir, replegándose en lo invariable e impidiendo el crecimiento
emocional.

La presencia de ansiedades catastróficas producen en el entorno un elevado malestar, que


los padres le describen como situaciones muy difíciles de vivir, no encuentran la forma de
calmar al niño, ocasionando, en muchas ocasiones, unos estilos de relación que tienen
como objetivo primordial evitar la presencia de dichas ansiedades, fomentando, sin que-
rer, maniobras y mecanismos resistentes al cambio.

Esta resistencia a los cambios se da en todos los ámbitos de su existencia. Desde los
elementos más básicos para su desarrollo físico (alimentación, ropa, baño, etc.) hasta los
elementos con mayor contenido relacional (otras personas y entidades).

Cada cambio despierta ansiedades que no son superables, no se pueden tolerar las viven-
cias que se derivan de las nuevas relaciones, comprometiendo muy seriamente su desarro-
llo físico-emocional.

7.1.4. Estereotipias

En el caso de Rubén, las estereotipias ocupan un lugar menor en su conducta, pero en


niños más cercanos en su diagnóstico al autismo descrito por Kanner es muy frecuente
encontrar la presencia de movimientos estereotipados de primer orden.

Nos referimos a movimientos repetitivos, sin sentido aparente y particulares para cada
caso. Podemos encontrar movimientos estereotipados de una parte del cuerpo (movi-
mientos singulares de manos y dedos, balanceo de todo el cuerpo o de una parte de él,
etc.), movimientos estereotipados de un determinado objeto (hoja de papel, piedra, un
juguete, cualquier objeto por inverosímil que parezca).

Con estos movimientos, el paciente autista se sitúa en un estado de constante repetición,


siempre lo mismo, quedándose aferrado a las sensaciones conocidas que producen di-
chos y particulares movimientos estereotipados. La vivencia de este estado, de estas sen-
saciones, le produce cierta sensación de tranquilidad (todo esta igual, todo va bien) y se
aleja de vivir nuevas experiencias, de encontrarse ante imprevistos, en definitiva cambios,
desarrollo.

POSGRADO EN TRASTORNOS AUTISTAS


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Unidad didáctica 1 El funcionamiento mental autista y psicótico Pág 30

Las estereotipias se presentan en diferentes grados según cada caso, pueden ocupar una
buena parte del tiempo o bien aparecer en momentos particulares del día en algunos
casos, ante situaciones específicas como mecanismo de defensa, de un modo general y de
forma particular suelen evitar o alejar la toma de contacto con alguna experiencia que
pueda tener algún resquicio de significado, de contacto emocional, de relacional con el
otro.

De un modo más generalizado, como encontramos en toda la gama de los trastornos


autísticos y psicosis precoces, presenta una gran tendencia a repetir esquemas, juegos,
ropas, formas de relación, tipos de alimentación, formas de comer, utilización de ciertos
objetos, etc. Es decir, presentan una tendencia a sentir que la tranquilidad está en la no-
variación de las cosas, en repetir una y otras vez las mismas acciones, replegándose de
este modo en un estado de no-ansiedad, a costa de la no-relación con el otro, del no-
desarrollo.

7.1.5. Trastornos de alimentación, del sueño y del control esfinterial

De un modo general, los niños con trastornos autistas presentan dificultades en todas las
áreas de su desarrollo. En este sentido, es muy frecuente encontrar dificultades en la
alimentación, en el sueño y en la adquisición y dominio del control de esfínteres.

En la descripción que la madre de Rubén nos hace de las primeras etapas evolutivas del
niño, destaca que hubo muchas dificultades en el cambio de la alimentación maternal a la
alimentación sólida, nos dice: “nada le sentaba bien, vomitaba muy frecuentemente”.

La alimentación es un elemento fundamental de carácter relacional. En los primeros con-


tactos entre la madre y el bebé aparece la alimentación como uno de los elementos esen-
ciales y fundamentales para la vinculación entre la sensación y la emoción.

Aunque no todos los niños con trastornos autistas muestran los mismo tipos de trastor-
nos alimentarios, sí que están presentes en la gran mayoría de ellos. Las alteraciones se
pueden presentar ya inicialmente mostrando desinterés por succionar, por alimentarse.
En otras ocasiones, la lactancia materna habrá sido relativamente aceptable. Sin embar-
go, no soportan el cambio al alimento sólido, no quieren masticar e, incluso, aparecen
conductas de expulsar (como era el caso de Rubén); en otros casos solamente se alimen-
tan de determinados artículos y, en otros, solamente se alimentan si no se les ve a la hora

POSGRADO EN TRASTORNOS AUTISTAS


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de comer. De un modo general, no presentan placer por el acto de comer, estando muy
desvinculados de la relación de comensalidad propia de la comida.

El sueño también presenta diversas formas de alteración, es frecuente que se despierten


con facilidad y que no acepten los cambios de ubicación, de ropas, etc., pudiendo encon-
trar niños que solamente pueden dormir adheridos a los padres hasta niños como vemos
en el caso de Rubén al despertarse siguen dentro de su aislamiento, no reclamando la
atención de los padres.

Asimismo, es muy común que aparezcan dificultes en la adquisición del control esfinterial.
Son frecuentes las dificultades de retención, al vivir con gran angustia el hecho de sacar
fuera cosas de dentro, propio de la indiferenciación entre bueno-malo, dentro-fuera, etc.,
en la que viven. Es frecuente también vivir con gran sufrimiento la utilización del WC,
apareciendo el temor a ser engullidos por el propio WC, lo que les provoca querer seguir
usando los pañales.

Todas estas dificultades obedecen a su baja tolerancia a la frustración, a la intolerancia a


los cambios, que, junto con la indiferenciación de sí mismos y del entorno, añadiendo su
falta de respuesta a la interacción, no les permite entender ni lo que les ocurre a ellos
mismos ni a su alrededor.

7.1.6. Conductas agresivas y respuesta al dolor físico

Aunque en el caso de Rubén no son ni muy frecuentes, ni muy intensas, en los pacientes
autistas es muy frecuente la presencia de respuesta agresivas, que pueden ser dirigidas
hacia ellos mismos (autoagresiones) o hacia afuera, (objetos o personas).

Las respuestas agresivas se suelen dar cuando el paciente autista o psicótico se encuentra
enfrentado a situaciones que le producen ansiedad y, en especial, cuando se le impide
que realice sus maniobras evasivas y de replegamiento en sí mismo. En muchos casos,
dichas conductas son la manifestación del malestar que le producen la vivencia de las
ansiedades catastróficas y la ineficacia en su contención.

Las conductas agresivas tampoco tienen un valor de relación ni de comunicación con el


otro, sino más bien de evitar vivir situaciones insoportables para él.

POSGRADO EN TRASTORNOS AUTISTAS


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La respuesta al dolor físico también es particular de cada caso, pero es frecuente encon-
trar un alto grado de insensibilidad al dolor físico, es decir, que cuando se dañan no
suelen mostrar malestar ni lloros, tampoco suelen quejarse cuando están enfermos.

En el caso de Rubén, nos encontrábamos ante el hecho de que no se quejaba cuando


estaba enfermo, mientras que, en contraposición, mostraba un gran temor ante peque-
ñas heridas sin importancia. Ya que estas situaciones son vividas normalmente conectadas
con ansiedades catastróficas, que le resultan en ocasiones insoportables, ocasionando el
temor de que se puedan producir males irremediables.

Seguramente la explicación de estas alteraciones la debemos buscar de nuevo en la falla


en la interacción, en la vinculación entre las sensaciones corporales con las emociones que
despiertan en su relación con el entorno.

7.2. ALTERACIONES EN EL HABLA Y EN EL LENGUAJE

Las alteraciones en el habla y en el lenguaje están presentes, de algún u otro modo, en


todos los pacientes afectados de trastornos autísticos y psicóticos infantiles.

Como hemos observado en la transcripción de los informes de las tutoras de la guardería


o bien en los informes del Centro de Atención Precoz, aparecen numerosas referencias a
las particularidades y alteraciones del lenguaje de Rubén.

Las alteraciones en el habla que encontramos en los pacientes que padecen trastornos
autistas son muy variables y ocupan un amplio abanico que va desde la ausencia de habla
hasta un desarrollo particular del lenguaje.

La propia desconexión y las dificultades de vinculación del niño autista, comentadas en el


apartado anterior, dificultan enormemente la adquisición y el desarrollo del lenguaje. El
paciente queda atascado en la percepción de sus sensaciones y no puede vincular las
emociones producto de la relación con el otro; como consecuencia de ello, no consigue
desarrollar el proceso de simbolización, las palabras no le llegan o cuando le llegan tienen
un carácter adhesivo, no significan prácticamente nada para él, no tienen valor comunica-
tivo.

POSGRADO EN TRASTORNOS AUTISTAS


EL FUNCIONAMIENTO MENTAL AUTISTA Y PSICÓTICO
Unidad didáctica 1 El funcionamiento mental autista y psicótico Pág 33

En el desarrollo “normal”, las palabras -que las madres dirigen a sus hijos dentro de un
entorno acogedor, de confianza en el otro, de vinculación de las sensaciones con las emo-
ciones-, llegan a los niños y hacen que éstos se muestren cada vez más sensibles al lengua-
je de los padres; las palabras van adquiriendo sentido y van significando signos y símbo-
los, que acabaran constituyendo el propio lenguaje del niño y que le servirá para comuni-
carse con los otros y con el mundo que le rodea, al que ellos pertenecen.

A continuación, y de un modo general, nos centraremos en el conocimiento de las pertur-


baciones del lenguaje más frecuentes que se dan en pacientes autistas. En otros módulos
de este mismo posgrado, se podrá profundizar en el conocimiento y comprensión de las
particularidades del lenguaje de los niños que padecen dichos trastornos.

7.2.1. Ausencia de habla

Es frecuente encontrarnos con pacientes autistas que no presentan habla en edades en las
que ya se debería haber adquirido dicha capacidad, y que no presentan dificultades auditivas
que justifiquen dicha ausencia.

La causa de la ausencia del habla hay que buscarla en las características esenciales de la
patología autista, es decir, es la propia dificultad de diferenciación del otro, no reconocer
a la madre primero y a los otros posteriormente con entidad propia, consecuentemente
no aparece la necesidad de comunicarse con el otro (no existen separados de él mismo).

La ausencia de lenguaje se daría en aquellos pacientes autistas en que el grado de severi-


dad de las desconexiones, del aislamiento, de la baja tolerancia a la frustración, de las
dificultades de vinculación entre las sensaciones y las emociones, de las dificultades de
relación y de diferenciación del otro, la presencia de ansiedades catastróficas, se da en
niveles de muy alta intensidad.

Estos pacientes autistas, desde la más tierna infancia y en posteriores etapas, siguen muy
centrados en sí mismos, no pudiendo incorporar la representación mental del otro sepa-
rado de él, no apareciendo ni el deseo ni la necesidad de comunicarse (¿con quién?).
Obviamente, tampoco se desarrolla todo el proceso de simbolización en el que se basa el
lenguaje, llegando a no adquirir prácticamente lenguaje y, en caso de que lleguen a unos
niveles primitivos, no les suele servir para comunicarse con el otro.

POSGRADO EN TRASTORNOS AUTISTAS


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Unidad didáctica 1 El funcionamiento mental autista y psicótico Pág 34

7.2.2. Presencia de lenguaje

Otro grupo importante de pacientes afectados de autismo llega a adquirir diversos niveles
de lenguaje, aunque siempre con características muy particulares.

Como vemos en el caso de Rubén, nos informan de la presencia de un habla constante


“verborreica”, incoherente, con presencia de ecolalias, siendo muy difícil la comprensión
de lo que dice.

En muchas ocasiones, su lenguaje no tiene intención comunicativa; en este caso, presenta


un buen vocabulario que no le sirve para comunicarse con el otro, lenguaje
descontextualizado.

En la entrevista, la madre nos dice que Rubén no tiene problemas de pronunciación, habla
claro pero no dice nada, lo que expresa no tiene ningún sentido.

Habla con personajes imaginarios, no suele tener intención comunicativa y el vocabulario


es adquirido de las películas.

Partiendo de las particularidades del lenguaje de Rubén, describiremos las alteraciones


que se dan con mayor frecuencia en los pacientes que presentan dichos trastornos.

z Ecolalias

Es muy frecuente encontrar en el lenguaje de pacientes psicóticos, y en especial en pa-


cientes con trastornos autistas, la presencia de ecolalias en su habla.

De un modo general, la ecolalia consistiría en la repetición sistemática de palabras o de


frases oídas en el mismo instante o en otros momentos y lugares.

Puede darse el caso de la repetición de la palabra o la frase que el niño oye en ese mismo
momento procedente del otro, repitiendo él lo que se le acaba de decir; en este caso, se
trataría de lo que denominamos ecolalia inmediata.

Cuando aparece la repetición de palabras y frases oídas en otro lugar o en otro momento
(como podría ser el caso de anuncios televisivos) y que parecen estar fuera de contexto, se
trataría de lo que denominamos ecolalias diferidas.

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Es importante decir que, a primera vista, estas repeticiones diferidas parecen no tener
ningún sentido, ser incoherentes al momento comunicativo, no obstante en muchos casos
se ha observado que, si se pueden relacionar con las situaciones anteriormente vívidas por
el niño en que la frase fue escuchada por primera vez, estas frases adquieren significado.

Es muy frecuente la utilización de anuncios radiofónicos o televisivos, probablemente, al


mostrar los anuncios una cierta invariabilidad y repetición no les producen sorpresa ni
frustración.

Las ecolalias diferidas también pueden manifestarse con mayor intensidad ante situacio-
nes ansiógenas, como buscando la aparición de la experiencia vivida en relación con di-
chas frases y que le saquen de la situación actual.

No obstante, las ecolalias casi siempre tienen un valor comunicativo de su mundo y es un


intento de expresar alguna cosa, el habla sale de él y él lo oye con sus oídos (dentro-fuera)
y, por tanto, son un camino para poder entenderle mejor y favorecer la propia compren-
sión de sí mismo.

z La inversión pronominal

La inversión pronominal se refiere al hecho de que los pacientes autistas hablan de ellos
mismos en segunda o, habitualmente, en tercera persona; difícilmente utilizan la palabra
“yo” para referirse a sí mismo o a sus cosas.

Probablemente es en la falta de identidad y en la diferenciación del otro donde debemos


centrar la dificultad para poder referirse a sí mismo. Poder referirse como “yo” implica una
gran carga de identidad y separación, de representación mental de sí mismo y de los
otros.

En los pacientes autistas también es frecuente la dificultad para acceder al “sí” o al “no”,
ya que, de algún modo, significaría un cierto desarrollo hacia la propia identidad y sepa-
ración del otro, es muy frecuente que el consentimiento lo den a través de repetir la
pregunta que les hemos formulado. Ej.: Ante la pregunta ¿quieres agua?, el paciente
autista no responde sí, sino que repite ¿quieres agua?

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z La articulación y la tonalidad

En cuando a la articulación de las palabras, nos encontramos frente a un gran abanico de


posibilidades que va desde la sola utilización de vocales, hasta la rigurosa utilización de un
buen vocabulario. En general, cuando más severas sean las dificultades de relación del
niño y más intenso sea el replegamiento en sí mismo, más alteraciones en el desarrollo de
la articulación y del lenguaje encontraremos.

Es muy frecuente encontrar una deficiente vocalización y, por tanto, articulación de los
sonidos por parte de estos pacientes; en algunos casos mejoran con el paso del tiempo y
con el progreso de la vinculación con el mundo que le rodea; mientras que, en otros casos,
persisten las dificultades a lo largo de los años.

De una forma general, el niño con autismo presenta dificultades centradas en la zona
bucal. Dificultades en la correcta utilización de las funciones de la boca, suelen perder
saliva al no cerrar correctamente los labios, les cuesta masticar, etc., dificultando, por
tanto, la adecuada articulación del lenguaje.

Seguramente todas estas dificultades están relacionadas con las primeras fallas de vínculo
y en no poder representarse mentalmente la boca y su funcionalidad relacional (la boca es
una de las primeras y esenciales partes del cuerpo en nuestra relación con el mundo que
nos rodea).

Respecto a la tonalidad, decir que es muy frecuente que los autistas hablen en un tono que
nos llama la atención por estar desprovisto de emoción (a través del tono expresamos
nuestro estado emocional), ya que ésta sería una de las dificultades esenciales y primitivas
a que se enfrentan.

Es importante, de un modo general, que nuestra comunicación hacia ellos esté cargada de
emoción y que a través de nuestra intervención les ayudemos a conectar la comunicación
verbal con la emoción. Ej.: cuando el caso de un niño que nos comunica “caballos, caba-
llos”, sabemos por otras vivencias compartidas que es una actividad que le gusta, pode-
mos referirle que le gusta ir a los caballos; conectando actividad y emoción que despierta.

z Particularidades del lenguaje autístico

De forma general, decir que los trastornos que observamos en pacientes autistas princi-
palmente y muchos trastornos psicóticos se caracterizan por la dificultad en utilizar el

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lenguaje en un registro de significaciones compartidas con el otro (elemento esencial


para que se produzca la comunicación, hemos de utilizar los mismo códigos y que signifi-
que lo mismo para todos los participantes en el acto comunicativo).

Nos encontramos con un lenguaje particular, alejado de la emotividad y del deseo de


comunicar. En muchas ocasiones, el niño autista usa sus propios códigos, como vemos en
el caso de Rubén, donde, a pesar de poseer una buena articulación y un buen vocabulario,
la madre nos dice “habla claro, pero no nos dice nada”, no tienen en cuenta los códigos
del otro, lo único importante es lo que ellos dicen y no si el otro les entiende; si no se ha
establecido una representación mental de separación del otro, no hace falta tenerle en
cuenta.

El lenguaje suele ser corto, repetitivo, similar, utilizando un restringido vocabulario, no


suelen captar el doble sentido, ni la broma, suelen tomarse el lenguaje en el más estricto
sentido literal de los términos comunicados, no comprenden ni la metáfora ni la simula-
ción y suelen molestarles que los demás las usen.

Tienen poca o ninguna intención de entablar una comunicación con el otro por el simple
placer de comunicarse, su relación suele centrarse en la petición de satisfacción de sus
necesidades, para la proyección de sus frustraciones y ansiedades; suelen mostrar muy
poco interés por nuestras cosas y por aquello nuestro que les transmitimos.

Finalmente, decir que la aparición y el desarrollo del lenguaje en pacientes autistas es un


signo muy favorable en el pronóstico de dicho paciente, ya que presagia posibilidades de
maduración en la mayoría de sus áreas.

7.3. ALTERACIONES EN EL PROCESO DE SIMBOLIZACIÓN Y EN EL DESARROLLO


COGNITIVO

En la sintomatología de las psicosis y del autismo encontramos fundamentales alteracio-


nes en el desarrollo y maduración de sus capacidades cognitivas (actividades mentales
superiores) y en el proceso de simbolización.

Ya en las descripciones de Kanner aparecía la idea de que estos niños, a pesar de sus
dificultades y carencias, tenían la apariencia de ser inteligentes y los diferenciaba de los
trastornos de retraso mental severo. En los trabajos posteriores y en la experiencia en la
educación de dichos pacientes, se observa que todos ellos presentan, en grados diferen-

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tes, alteraciones en el proceso de simbolización y, consecuentemente, en la adquisición y


dominio de aprendizajes cognitivos posteriores.

En la práctica diaria, se pueden encontrar desde pacientes afectados de autismo con un


importante retraso mental global, hasta otros individuos que presentan una buena adqui-
sición y un alto dominio de ciertas áreas específicas (sensibilidad musical, por el dibujo,
por la mecanización de las matemáticas, etc.); obviamente, estos últimos tienen un mejor
pronóstico terapéutico.

7.3.1. Proceso de simbolización

Las alteraciones en la adquisición y el dominio del proceso de simbolización son una


constante en las patologías psicótica y autística, las encontramos reflejadas en las fallas
de la adquisición del lenguaje, en la ausencia de imitación de conductas, actividades y
respuestas emocionales, en la pobre maduración del juego simbólico inicialmente y en las
enormes dificultades en el desarrollo cognitivo; en el acceso y la adquisición de los apren-
dizajes escolares posteriormente, entre otras.

De un modo general, decir que la simbolización consiste en el proceso psicológico de


representación mental mediante símbolos de un objeto, un sentimiento, una idea o una
cualidad por otro. En el caso que nos ocupa, la simbolización consistiría en la posibilidad
de poder representar mentalmente el objeto ausente; la realización de esta representa-
ción implica que el bebé pueda admitir que no hay o que no está (el otro), tolerar la
ausencia y, a través de las experiencias de relación, incorporar la confianza de que éste
volverá.

En este sentido, las raíces del proceso de simbolización hay que buscarlas en las primeras
relaciones objétales, es decir, en la constante interrelación entre el bebé y la madre. El
bebé sano va integrando paulatinamente las sensaciones corporales experimentadas en el
contacto relacional con la madre y con las emociones surgidas de dicha relación.

Fruto de esta integración de las vivencias sensoriales con las emociones despertadas de la
relación con el otro, el bebé funda su confianza en esa relación y en su capacidad de
satisfacción, permitiéndole ir desarrollando una cierta capacidad de espera de la satisfac-
ción, cierta capacidad de contención de la frustración y, como consecuencia, la posibili-
dad de no caer en la desesperación cuando no se da inmediatamente la satisfacción de la
necesidad.

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En ese proceso de espera y de contención y en la confianza depositada en las experiencias


relacionales anteriores, el recién nacido sano busca equivalencias sensoriales en objetos o
partes de su cuerpo. Por ej.: al bebé que, ante la sensación de hambre, chupa su dedo o
un objeto que podría tener una cierta aproximación al pezón de la madre que le calma y
satisface, esto le permite tener una mejor espera a la llegada de la satisfacción real.

La utilización de estos objetos cercanos sensorialmente al objeto real lo consideramos


pre-símbolos, substituyen y representan al otro. Si el desarrollo se está llevando a cabo de
una forma “normal”, el bebé pronto será capaz de tener una representación mental de la
madre, separada de él, recordarla cuando no está presente y la llamará; en ese momento,
la palabra es claramente el símbolo que representa el objeto ausente (madre).

El niño autista, como ya hemos comentado en anteriores apartados, no puede entablar la


vinculación entre la sensación corporal y la emoción que surge de la relación con la madre
y, por tanto, no puede establecer las bases para los pre-símbolos inicialmente y para los
símbolos posteriormente.

En los bebés que pueden padecer trastornos autistas encontramos una fuerte tendencia a
la autoestimulación con objetos, a la búsqueda de la sensación vivida en él y no relacio-
nándola como el fruto de la relación con el otro, esto no tiene un carácter de espera y
búsqueda de la repetición de la relación tranquilizadora con la madre, sino más bien de
descarga tensional de la angustia y de replegamiento en la sensación corporal
tranquilizadora, quedando desligada la sensación de la emoción producto de la relación.

Esta falta de integración lleva al hecho de que el bebé presuntamente autista no echa a
faltar a la madre, no la reclama en su ausencia, quedándose anclado en procesos de
autoestimulación en busca de la autosensorialidad (sensaciones anteriormente vividas en
su cuerpo que lo transportan a un estado de cierta calma), manteniéndose en su mundo,
donde no hay espacio para el otro y, por tanto, no hay posibilidad de representación
mental del otro, interrumpiéndose el proceso pre-simbólico y, posteriormente, la
simbolización.

En este sentido, la utilización de objetos por parte del bebé autista no tiene la misma
función que en el bebé sano, mientras que al primero estos objetos le permiten esperar y
recrear al objeto real hasta su llegada y fomentar progresivamente la representación men-
tal del otro separado de uno mismo, en el niño autista la utilización de los objetos tiene
como objetivo reforzar la autosuficiencia, buscar la autosatisfacción reemplazando a la

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madre, excluyéndola; tentativa que le impide vincular las experiencias de bienestar fruto
de la relación con la madre con su sensación de satisfacción y, de este modo, poder con-
fiar y buscar dicha relación.

Estas primeras fallas tienen como consecuencia que no se van desarrollando adecuada-
mente las representaciones mentales esenciales para el desarrollo cognitivo; al no buscar
la relación en el otro, no aparece la necesidad de comunicación, presentando importantes
trastornos en el lenguaje, como hemos comentado en el apartado anterior, no se produce
la imitación del otro ya que todo hay que buscarlo en uno mismo y, por tanto, difícilmen-
te aparece el juego simbólico.

z El juego simbólico

Siguiendo los comentarios de los informes de Rubén nos dicen “que es un niño que puede
jugar con juguetes, pero a su manera, no teniendo en cuenta ni al otro ni a la finalidad del
juguete propiamente dicho”. Nos cuenta la madre “saca los juguetes, pero no acaba ju-
gando con nada”; en otro momento nos dice “que se asusta de su propio juego, cuando
se vuelve violento, confunde fantasía y realidad”.

Como consecuencia de las alteraciones en el proceso de simbolización, aparece un blo-


queo en los procesos mentales de imaginación, de fantasear, de recordar, de formación de
pensamientos, quedando anclados en la manipulación de los objetos, de los juguetes en
busca de las sensaciones corporales producto de su manipulación, no pudiendo entrar o
entrando de forma deficitaria en la utilización de los juguetes de un modo simbólico
(representando otra cosa).

Los niños con autismo no acceden a poder “hacer como si” (jugar a ser…), a mostrar y
expresar en su juego aquellas experiencias vividas en su relación con el mundo que le
envuelve, suficientemente diferenciado de él mismo.

El niño autista difícilmente puede jugar a juegos de ficción, de hacer como si fuera la
madre, el profesor, etc., quedando su juego centrado y fijado en actividades repetitivas,
que pueden llegar, en ocasiones, a convertirse en obsesión.

Podemos encontrar en los momentos de juego de dichos pacientes diversos tipos de accio-
nes como son: alinear, llenar-vaciar, enganchar, poner juntos juguetes, repitiendo dichas
actividades una y otra vez casi del mismo modo; no suelen utilizar los juguetes para jugar
a lo que el propio juguete estimula, sus juegos en muchas ocasiones parecen, aparente-

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mente, no tener finalidad y difícilmente encontramos elementos de creatividad y de expre-


sión de su mundo interno en relación con el mundo.

Los pacientes autistas carecen de la posibilidad de pensar sobre los pensamientos, de


ponerse en el lugar del otro, de reconocer los estados mentales de sí mismos y de los otros,
por esto les es difícil seguir las normas del juego o colaborar en una actividad de juego de
grupo.

Difícilmente de forma espontánea encontraremos a los niños autistas jugando y partici-


pando en juegos que impliquen relación con otro u otros, de interrelación y de compartir;
por ejemplo, no suelen jugar a pasar la pelota, a construir castillos de arena, etc.

7.3.2. Desarrollo cognitivo

Las dificultades y alteraciones en la capacidad de mentalizar (de poderse representar men-


talmente un objeto o una situación inicialmente y de atribuir estados mentales, indepen-
dientes de uno mismo, con el fin de predecir su comportamiento, posteriormente) afec-
tan seriamente el desarrollo cognitivo en general, en cualquiera de los ámbitos que lo
constituyen.

Los estudios y las observaciones han demostrado que los niños psicóticos, y especialmen-
te los autistas, presentan alteraciones en todas o, al menos, en la mayoría de las funciones
mentales superiores, encontrándose alteraciones en los procesos sensoriales y perceptivos
y en el registro y elaboración mental de dichas percepciones, condicionando
significativamente el desarrollo posterior de todos aquellos procesos mentales que están
en la base y son los fundamentos donde se apoya la estructura de aprendizaje posterior y
de su desarrollo intelectual.

En este sentido, se ha comprobado en diversos estudios que los pacientes autistas presen-
tan una deficiencia de funcionamiento a nivel de los sistemas centrales de tratamiento de
la información, es decir, que muestran una importante alteración en el proceso de cohe-
sión de la información percibida, que tiene la función de agrupar e integrar las diferentes
vías de información percibida para poder constituir un conjunto unificado y significante.

El niño autista no puede organizar adecuadamente la integración conjunta de las percep-


ciones recibidas a través de diferentes vías perceptivas sobre un mismo objeto, quedándo-
se en un mundo formado por experiencias perceptivas fragmentadas y sin cohesión inter-

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na; sólo percibe lo que ve. Situándole en un estadio donde encuentra muchísimas dificul-
tades para poder organizar, comprender y representar el funcionamiento de su entorno y
de su propio mundo interno.

En definitiva, muchos autores estarían de acuerdo en considerar que las importantes difi-
cultades que presentan los niños que padecen trastornos psicóticos precoces o autismo,
en el reconocimiento y la integración de las emociones producto de su interrelación con el
entorno en los albores de la vida (vinculación entre sensación y emoción) son las respon-
sables iníciales del déficit cognitivo global y, en muchos casos, generalizado en estos pa-
cientes posteriormente.

8. CONCLUSIÓN

A modo de conclusión del modulo, sobre el funcionamiento mental autístico y psicótico,


decir que dichas alteraciones se caracterizan por el hecho de que muy precozmente, ya en
los contactos iníciales de la relación entre él y el entorno que le cuida, el desarrollo psíqui-
co del bebé con autismo queda bloqueado en un estado primitivo de indiferenciación
entre él y el otro (la madre o quien realice la función de madre), no pudiendo acceder a los
mecanismos y funciones mentales que deben desembocar en la representación mental de
ser un individuo separado de los demás.

En ese estado primario, toda experiencia que conlleva la vivencia de separación promueve
sensaciones muy amenazantes y catastróficas en el bebé, que no puede soportar y que,
para protegerse al experimentar dichas vivencias, utiliza mecanismos de defensa que le
alejan de la relación con el entorno y le centran en sí mismo, en la búsqueda de sensacio-
nes corporales de tranquilidad vividas con anterioridad, mecanismos que bloquean el
proceso normal del desarrollo emocional en un primer momento y de todos los sucesivos
desarrollos posteriormente.

En la situación habitual del bebé sano que llega al mundo, la relación que establece con la
madre que le cuida, le permite contener y tolerar las ansiedades que se dan en estos
primeros compases de la vida, fomentando el sentimiento de protección y confianza en
esta relación como defensa a sus dificultades y ansiedades, mecanismos que estimulan las
funciones mentales que le llevarán al desarrollo de las representaciones mentales poste-
riores y a la maduración del proceso de simbolización.

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En los pacientes que padecen graves afecciones psicóticas precozmente, y en especial en


los trastornos autistas, probablemente, por razones psicobiológicas, no pueden y no en-
cuentran la forma de integrar las sensaciones corporales, (aquéllas que él siente en su
propio cuerpo) con las emociones evocadas, producto de la relación con otro diferente de
él y, de este modo, como ocurre en el bebé sano, tomar consciencia de la interrelación con
la madre y vivir dicha interrelación como el camino que le conduce hacia la contención y
la tolerancia y, por tanto, hacia el desarrollo.

En el bebé con autismo, el proceso de desarrollo emocional queda bloqueado en este


primer momento y anclado en sus sensaciones corporales, no pudiendo llegar a estable-
cer relaciones con el otro, más allá de relaciones unidimensionales o bidimensionales,
comprometiendo de un modo muy significativo todo el proceso emocional posterior, que
conduce al desarrollo de la simbolización y a la maduración de las habilidades cognitivas.

Como resultado de las fallas en la integración de las sensaciones con las emociones de
estas primeras relaciones con el entorno, el bebé queda colocado en un estado de no
integración y de hipersensibilidad, dominado por las ansiedades catastróficas y por una
bajísima tolerancia a la frustración, que fomenta el desarrollo de unos mecanismos de
defensa, con la intención de alejar dichas vivencias, quedándose anclado en la sensación
corporal (de él mismo) y en la invariabilidad de dichas sensaciones, apareciendo las este-
reotipias y conductas repetitivas de búsqueda permanente de evasión de dichas experien-
cias productoras de ansiedad y situándose en un estado que él siente como tranquilizador.

Los repetidos fallos de integración emocional con el otro, es decir, con el hecho de no
poder integrar que es la relación con el otro un proceso que contiene y calma y no la
búsqueda de la repetición de la sensación, impiden el desarrollo de redes de conexión que
posibiliten su capacidad de empatía con el otro.

En definitiva, es el no poder lograr el suficiente desarrollo en su capacidad de diferencia-


ción con el entorno lo que mantiene al bebé con autismo en un estado de no-diferencia-
ción, ya que sus repetidos intentos de diferenciación y, por tanto, de representación y
reconocimiento del otro separado de él, despiertan, una y otra vez, ansiedades catastrófi-
cas que, su hipersensibilidad y baja tolerancia a la frustración, no le permiten poder con-
tener, disminuyéndoles su intensidad y poder ser soportadas, no encontrando mejor ca-
mino que volver, una y otra vez, hacia su propia autosensorialidad.

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