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Índice Pág 3
Índice
PRESENTACIÓN ............................................................................................................... 5
OBJETIVOS ....................................................................................................................... 7
BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................... 45
EL FUNCIONAMIENTO MENTAL AUTISTA Y PSICÓTICO
Presentación Pág 5
Presentación
Este módulo pretende ser una introducción al pensamiento actual sobre el funcionamien-
to mental de los pacientes afectados de trastornos autistas y graves psicosis en la infancia.
El autismo infantil y las psicosis precoces constituyen las afecciones psiquiátricas más
severas en la infancia.
El término “autista” proviene del psiquiatra suizo Bleuler quien, en 1908, introdujo el
término “autista” que procede de la palabra griega “autos”, “uno mismo” para describir
la tendencia al replegamiento en sí mismo al aislamiento de la realidad externa y social
observada en los pacientes esquizofrénicos adultos que él trataba.
Desde aquel momento hasta nuestros días han sido y son muchos los profesionales de
diversos ámbitos de trabajo que se han interesado en el estudio, la investigación y la cura
de dichos trastornos.
Al ser las afecciones autísticas y psicóticas de la infancia trastornos muy severos y preco-
ces, comprometen seriamente el desarrollo posterior de la mayoría de las áreas y de las
capacidades de los pacientes afectados.
Todos estos intensos años de trabajos han llevado a la consecución de progresos significa-
tivos en todas las áreas investigadas, tanto en la comprensión de los fenómenos autísticos
como en sus causas y sus posibilidades y modalidades de tratamiento. Pero también se ha
hecho patente el largo camino que aún queda por recorrer en la profundización del cono-
cimiento sobre los trastornos autista y psicosis precoces.
La experiencia clínica acumulada a lo largo de los años de trabajo, nos lleva a dar cada vez
mayor importancia y poner el acento en la prevención y en las actuaciones precoces con
dichos pacientes y sus familias, en el sentido de potenciar el diagnóstico precoz y la inter-
vención terapéutica lo antes posible, se ha comprobado que son elementos esenciales en
el intento de frenar la organización mental autística y favorecer, de este modo, el pronós-
tico posterior de su evolución.
La observación clínica también nos ha permitido observar cómo estos trastornos se mani-
fiestan de maneras diversas y con diferentes grados de afectación según los diferentes
pacientes que los padecen y, actualmente, cada vez se habla más del concepto de “espec-
tro autista” para reflejar la idea de que hay una amplia gama de manifestaciones de di-
chos trastornos.
Objetivos
Los objetivos del presente módulo, sobre el funcionamiento mental autista y psicótico,
son los siguientes:
UNIDAD DIDÁCTICA 1
1. OBJETIVOS
Los objetivos que se pretenden alcanzar en esta unidad didáctica son los siguientes:
2. INTRODUCCIÓN
Desde que en 1943 Leo Kanner describiera el término “autismo infantil”, se han venido
desarrollo con interés creciente numerosos estudios e investigaciones dirigidos tanto a la
búsqueda del conocimiento de las causas de dicho trastorno, como a la observación y
profundización en la comprensión de las características específicas del funcionamiento
mental autístico y psicótico, así como en el mejoramiento de lo medios y de las técnicas
terapéuticas empleadas para su tratamiento.
En este sentido, es importante que los diversos profesionales que centran su objeto de
trabajo en el amplio campo de las psicosis precoces procuren unificar esfuerzos y resulta-
dos, para llegar a una comprensión lo más integral y global posible del funcionamiento
mental autístico y psicótico.
En el momento actual, nos atreveríamos a decir que la mayoría de los profesionales que
trabajan con pacientes autistas y con pacientes afectados de graves psicosis precoces
están de acuerdo en que existe una predisposición congénita, factores constitucionales a
padecer un tipo de funcionamiento mental autista cualquiera que sea su origen y que una
atención precoz tanto en el paciente como en su entorno influye favorablemente en la
evolución en muchos casos.
En este sentido, a principios del siglo XIX, toda la patología mental del niño estaba asocia-
da al resultado de una deficiencia del desarrollo de la inteligencia y, en muchos casos, se
negaba la existencia de la “locura” en el niño.
Se han encontrado descripciones de casos como son: el niño salvaje, de J. M. Itard; los
niños lobos de, B. Bettelheim y el del caso Dick, de M. Klein, donde se muestran con
bastante precisión síntomas, alteraciones y comportamientos muy próximos a los descri-
tos posteriormente por L. Kanner y que le llevaron a la acuñación del término “autismo
infantil”.
Decir que M. Klein fue la primera autora en tratar psicoanalíticamente a un niño que
actualmente lo diagnosticaríamos de autismo (el caso Dick, un niño de 4 años que se
mostraba desprovisto de afecto, indiferencia a la presencia o ausencia de la madre, no se
interesaba por nada, no jugaba ni tenía contacto con las personas de su entorno, etc.), sin
embargo, en su artículo publicado en 1930 no utiliza el término “autismo” para referirse
a los trastornos que Dick presentaba, sino que los calificó como una inhibición del desa-
rrollo mental.
Las aportaciones principales de dicho artículo son, por un lado, la posibilidad de tratar
dichas patologías desde una comprensión y uso de técnicas psicoanalíticas, pero esencial-
mente, por otro, el de profundizar en el conocimiento y en la comprensión del funciona-
miento mental de dicho paciente, en el sentido de mostrar la dificultad que presentaba
Dick de poder acceder a la formación de los símbolos y, por tanto, al desarrollo simbólico.
En este sentido, decir que Kanner en un primer momento consideró dichos trastornos
como una forma precoz de esquizofrenia, pero pronto acabo reconociendo el autismo
infantil como una afectación autónoma y específica vinculada a la temprana infancia.
En los trabajos y en las investigaciones publicadas, Kanner describe cómo todos sus pa-
cientes padecen, en mayor o menor medida, un cierto número de rasgos determinados,
independientemente de las individualidades clínicas de cada uno de ellos. Estos rasgos
esenciales, que se van a dar en todos los pacientes descritos por Kanner, son los siguientes:
z Trastornos del Lenguaje. Todos los casos descritos por Kanner en sus artículos
presentaban importantes alteraciones en la adquisición del lenguaje; abanico de
dificultades que iban desde pacientes que no llegaron a adquirir lenguaje hasta
pacientes con un cierto desarrollo, aunque particular de éste.
A modo de conclusión de este apartado, decir que los resultados de estos estudios lleva-
ron al psiquiatra L. Kanner a acuñar el término de “Autismo Infantil Precoz” y a ser el
punto de partida de posteriores trabajos de investigación, tanto en la dirección para pro-
fundizar en la comprensión y conocimiento de la etiología y de la etiopatogenia como
para desarrollar la terapéutica; que nos han llevado al conocimiento que se tiene actual-
mente sobre dicha enfermedad y la forma de tratarla, pero también nos han llevado a la
constatación y al convencimiento de que aún nos queda un largo camino por recorrer en
la consecución de dichos objetivos.
Decir, primeramente, que el autismo tal y como lo describió Kanner está incluido en la
denominación de “psicosis infantiles precoces”, aunque el autismo infantil esté conside-
rado como la forma mejor caracterizada de estos trastornos del desarrollo. En este senti-
do, conviene apuntar que, aunque a lo largo de este módulo se ponga el acento en el
autismo, quedan incluidos en las descripciones los diversos grados de expresión de dichos
trastornos y que, de un modo general, quedan englobados en la denominación que se
encuentra en las escalas de diagnóstico como “Trastornos Generalizados del Desarrollo”.
Leo Kanner nos definía el autismo infantil precoz esencialmente como: un replegamiento
en sí mismo, una necesidad de inmutabilidad del entorno y la inhabilidad para crear un
lenguaje con significado, que conducía al individuo a presentar alteraciones muy impor-
tantes en su desarrollo posterior, tanto en relación con sí mismo como en su relación con
el mundo que le rodea.
Tienden a vivir en su “propio mundo”, desconectado del mundo que les envuelve, mos-
trando una baja tolerancia a los cambios y tendencia a la repetición sistemática de ciertas
conductas hasta el extremo de llegar a estereotipias, acciones y actuaciones que, aparen-
temente, dan la impresión de tranquilizar al niño, de mantenerle en un estado de falsa
seguridad, que se altera rápidamente ante pequeños cambios.
La relación con las personas de su alrededor es muy singular y llena de dificultades, suelen
no dirigir la mirada, no encajar su cuerpo con el cuerpo de la madre cuando ésta le coge
en brazos y acostumbran a no responder a los constantes intentos de vinculación por
parte del entorno o lo hacen de manera muy superficial.
Frecuentemente, el interés que muestran por las personas, muy parecido al que muestran
por los objetos, tiene una clara intención sensorial, que despierten en él sensaciones co-
nocidas y que le alejen de sensaciones asociadas al sufrimiento y al dolor.
En sus relaciones con el entorno se muestran muy poco diferenciados de las personas que
les cuidan, no suelen mostrar intencionalidad en sus acciones y, al no tener consciencia de
separación del otro, no tiene posibilidad de empatizar, de reconocer, de vincularse; no
viven a los demás como separados de ellos mismos, como seres independientes y, por
tanto, interrelacionales.
Esta indiferenciación con el otro hace que tampoco puedan entender su mundo interno,
donde todo está mezclado, siéndoles muy difícil comprender y ordenar sus propias viven-
cias, diferenciar aquello que procede de su propio interior, de aquello que procede de
fuera de él, del otro. Dificultades y alteraciones que les llevan a necesitar que las cosas, los
objetos y las personas permanezcan lo más estables e invariables posible, ya que los cam-
bios les angustian mucho, les producen grandes dosis de inseguridad y terrores, que son
difíciles de calmar ya que no están vinculadas a la relación afectiva con alguien.
Todas estas alteraciones tan precoces llevan como consecuencia, entre otras muchas, im-
portantes perturbaciones en la maduración de la mayoría de las áreas y del desarrollo
global de los pacientes, ya que todas las etapas evolutivas posteriores se encontrarán
alteradas y afectadas por los trastornos mencionados, no permitiéndoles acceder a la
simbolización. Es decir, a tener representación mental del objeto ausente, a tener cons-
ciencia de lo que no está sigue existiendo. En este punto situaríamos la base de las poste-
riores dificultades en la adquisición y desarrollo del lenguaje con intención comunicativa
y de la maduración cognitiva y desarrollo escolar.
Con el afán de descubrir las causas del autismo, a lo largo de este último medio siglo, se
han realizado estudios sobre:
Decir, a modo de conclusión, que los diversos estudios realizados en los terrenos comen-
tados y que seguían la dirección de encontrar una etiología somato-biológica del autismo
no han llegado a resultados concluyentes de que las anomalías encontradas sean altera-
ciones específicas del autismo, aunque cabe decir que han aportado datos importantes y
nuevos hallazgos que han contribuido, junto a estudios e investigaciones en ámbitos
psicodinámicos y cognitivos, para un conocimiento más global e integral de dichos tras-
tornos.
Esas dificultades en los albores de la vida bloquean y ponen en entredicho los procesos de
representación mental y los procesos de elaboración de pensamientos, etc., comprome-
tiendo seriamente el desarrollo posterior de la mayoría de las áreas tanto emocionales,
como relacionales y cognitivas.
En cuanto a la epidemiología, decir que los estudios más recientes situarían la afectación
del autismo alrededor de 4 ó 5 casos por 10.000 habitantes, aunque hay que advertir que
estos datos pueden variar con relación a factores como los criterios de diagnóstico y en
función de una interpretación amplia o restringida de dichos criterios.
También decir que, estadísticamente, se dan con mayor frecuencia trastornos autistas en
niños que en niñas, aunque los datos no son muy específicos.
Respeto a la psicosis precoces, no hay datos precisos. Los estudios epidemiológicos tam-
bién muestran que el autismo se da, mayormente, en chicos, en una proporción aproxi-
mada de 4 chicos por 1 chica, en especial en los casos en que la enfermedad se diagnos-
tica más precozmente.
Actualmente, se sabe que durante las primeras semanas después del nacimiento, el bebé,
a través del contacto emocional y sensorial principalmente con la madre, establece en su
cerebro conexiones entre los diversos canales sensoriales, favoreciendo la organización de
una primera representación sensorial del objeto (madre). Proceso que dará lugar progre-
sivamente a nuevas representaciones y que permitirá ir ordenando paulatinamente, al
vincular la sensación a la emoción y al objeto relacional, las experiencias vividas por el
bebé.
Es por tanto, a través de estas primeras relaciones y vinculaciones del bebé con su entorno
(madre), como el recién nacido irá encontrando el camino hacia el desarrollo, la tolerancia
de la frustración, la diferenciación, el reconocimiento del otro, la contención y tranquiliza-
ción de sus terrores.
Es importante decir que el bebé nacido sano muestra, ya desde el primer momento, una
vigorosa fuerza a la integración con el entorno (madre) y a la ordenación de las experien-
cias vividas, en el sentido anteriormente comentado.
En contraposición, en el bebé enfermo nos encontramos con una gran fragilidad, una
gran incapacidad de tolerancia a la frustración y una fuerte tendencia a la no integración
de las relaciones sensoriales-emocionales surgidas de la relación con el entorno, contra-
riamente a lo que hemos descrito que ocurre con el bebé sano.
Esta situación, que comporta un alto grado de sufrimiento, produce en el recién nacido
una impresión de gran inestabilidad interna, confusión y desorden, que le lleva a desple-
gar una serie de mecanismos de defensa para protegerse y alejarse de dichos sufrimien-
tos. Estos mecanismos pasan por la invariancia y por el estricto control de los objetos y de
las personas, de una forma indiferenciada.
La puesta en marcha de estos mecanismos de defensa sitúa al niño en una relación con el
otro unidimensional, es decir, de relación lineal de tiempo y distancia entre él y el otro que
da lugar a un “mundo con un único centro fijado en sí mismo”, sin distinción de espacio
interior y exterior.
En este sentido, el niño autista no puede establecer esta confianza básica, no puede con-
fiar suficientemente en que la relación con la madre le protegerá de los terrores, situándo-
le en una posición donde ha quedado de alguna manera desvinculado de la fuente de
vida, que es la madre en todos los sentidos, encontrándose afrontado al camino de la
autoprotección de dichas experiencias terroríficas a través de la autoestimulación de las
sensaciones corporales vividas con anterioridad y que le aportan impresiones conocidas
de tranquilización y contención aparente.
En este sentido, los niños con autismo suelen permanecer fijados a una relación
bidimensional con el entorno; relación que solamente les permite reconocer del otro una
característica y las sensaciones que de dicha relación se derivan, no pudiendo acceder ni a
contenidos ni a experiencias propias y, por tanto, diferenciadas del otro. Dichos hándicaps
no van a permitir que se pueda desarrollar una relación de tridimensionalidad, de diferen-
ciación de diversos continentes, que favorezca el cambio mental y permita la obtención de
una nueva visión del mundo, tanto de él mismo, como de los objetos en relación.
De alguna manera, diríamos que estas fallas en la conexión entre sensación y emoción
traen como consecuencia que el pensamiento autista no admita diferencias, tendiendo a
la uniformidad, a la repetición de la experiencia, a la no dependencia del otro, quedando
gravemente comprometida la capacidad de simbolizar, de generar mente, ya que simboli-
zar implicaría tolerar la ausencia, la falta y tener la confianza que lo ausente volverá. Signi-
fica admitir al otro separado de uno mismo. Significa admitir que no se tiene el control.
En definitiva, decir que el funcionamiento mental autístico tiende a vivir las emociones
desligadas de los sentimientos, aferrándose a los aspectos tangibles y formales, omitiendo
los significados. Dicho pensamiento se basa en lo concreto y lo literal. Mostrando
importantísimas dificultades en imaginar o fantasear lo que no se ve o no está presente,
pero sigue existiendo; en recordar el pasado, en rememorar experiencias vividas, viviendo
forzosamente en un mundo donde sólo existe el presente inmodificable.
Se trata de un niño, según narran los informes previos a la entrevista, al que le detectaron
un funcionamiento mental con posibles alteraciones, a su llegada a la guardería a la edad
de 2 años. Hasta ese momento, las particularidades del funcionamiento de Rubén no
habían llamado la atención de los padres, por lo que no habían sentido la necesidad de
consultar por ninguna alteración que les preocupara.
Como consecuencias de estas dificultades, fue derivado al CDIAP, donde fue diagnostica-
do de un Trastorno Generalizado del Desarrollo dentro del espectro autista, iniciándose
un tratamiento de estimulación temprana.
Añade que pasa mucho tiempo metido en su propio mundo, en sus juegos, pero siempre
aislado, solo, no estando nada pendiente de lo que ocurre a su alrededor.
Prosigue la madre diciendo que, cuando quiere una cosa, se hace entender, es muy persis-
tente, tozudo; los padres expresan que a ellos les cuenta entenderle y que creen que el
niño tampoco les entiende a ellos.
Los padres comunican que le cuesta relacionarse con los demás, que estando en el par-
que, si un niño le tira la pelota, él sigue inmerso en su juego, no responde a los intentos de
jugar que hace el otro niño.
Tampoco sigue las normas, de hecho no juega con nada. En casa saca juguetes, pero
después no acaba jugando con nada.
El padre comenta que hay momentos de mayor conexión y que, entonces, Rubén funcio-
na mejor, la madre añade que es un niño inteligente. No obstante, presenta un retraso
muy significativo en la adquisición de los aprendizajes escolares correspondientes a su
edad cronológica.
Cuenta la madre que de bebé tuvo muchas dificultades para comer, ya que acostumbraba
a vomitar y, al introducir los alimentos sólidos, nada le sentaba bien. Durante estos prime-
ros años estuvo frecuentemente enfermo.
Explican que hay cosas con las que tiene mucha habilidad, por ejemplo la elaboración de
puzles, mientras que hay otras cosas que le cuestan mucho, como el control esfinterial, en
especial de noche y a nivel encoprético. Sólo quería hacer las defecaciones en los pañales.
En la primera entrevista con Rubén nos encontramos con un niño que puede establecer
una cierta vinculación aunque también mantiene una cierta distancia (cada uno debe
ocupar su espacio; calla y mira). Es un niño que desconecta con gran facilidad cuando las
cosas no son o salen como él esperaba.
Presenta un cierto nivel de juego, al que no permite la entrada del otro, su actividad es
espontánea y acelerada, habla con personajes imaginarios de cuentos o películas que ha
Los movimientos motrices son precipitados, tropieza consigo mismo, le caen las cosas con
facilidad, Su escucha de la comunicación del otro es fluctuante, la espera muy corta, suele
estar muy pendiente de los sonidos que se producen a su alrededor. El lenguaje es
descontextualizado, narra su propia historia, el diálogo de los personajes no suele tener
intención comunicativa con el otro, usa un vocabulario adquirido de las películas y los
cuentos, en ocasiones muy culto. Se muestra sensible a los cambios que pueden producir
la presencia de inquietud y de angustia.
Englobaremos los diferentes síntomas y alteraciones del desarrollo en tres apartados prin-
cipales: el replegamiento en sí mismo y la necesidad de inmutabilidad; las particularida-
des y las alteraciones en el habla y en el lenguaje y las particularidades y las alteraciones en
el desarrollo cognitivo y en la simbolización.
Primeramente decir, como vemos en los informes sobre Rubén, que la detección de las
dificultades se realizó sobre los 2 años, coincidiendo aproximadamente con su llegada a la
guardería, y que, con anterioridad, a los padres no les había llamado la atención ninguna
de las conductas del niño.
En el caso de Rubén, como en el de muchos otros niños, es habitual que sean los profesio-
nales de las guarderías o de las escuelas los primeros en dar la alerta sobre las particulari-
dades del funcionamiento global de dichos pacientes, al tiempo que fomentan la deriva-
ción a los servicios sanitarios pertinentes para su diagnóstico y posterior tratamiento.
No obstante, cada vez más son las propias madres las que detectan signos de singularidad
en su relación con el recién nacido desde los primeros meses de vida y ponen en funciona-
miento los recursos pediátricos existentes.
Probablemente, los primeros síntomas que se observan precozmente (en etapas en que
aún no hay habla), cuando nos encontramos frente a un paciente con posible padeci-
miento de autismo o psicosis infantiles, son el replegamiento en sí mismo y la necesidad
de inmutabilidad en su relación con el entorno. Estos hándicaps se traducen en la presen-
cia de diversos y particulares síntomas que describiremos a continuación.
En esta descripción podemos observar las dificultades de relación con el entorno que
presentan estos niños, su tendencia al retraimiento, a estar encerrados en sí mismos y la
desconexión con lo que ocurre a su alrededor.
A diferencia de los niños sanos, Rubén no presentaba quejas, es como que todo le daba
igual, pero probablemente eran las dificultades al cambio las que potenciaban la utiliza-
ción de defensas de mucho retraimiento, evitando el contacto con el otro, para evitar el
sufrimiento de la vivencia de separación.
Nos siguen describiendo a Rubén diciéndonos que pasaba un buen número de horas
realizando la misma actividad, sin interés alguno de comunicación con el otro. El niño
normal rápidamente explora y se relaciona con su entorno, manipula objetos comunicán-
dose con los otros de su alrededor. Vemos cómo Rubén no muestra interés por explorar,
por contactar, por manipular, sino que sigue replegado en sí mismo, en la misma activi-
dad. No muestra otra atracción que no sea el mismo interés; en este caso, por la misma
actividad, en otras ocasiones, puede ser por el mismo objeto.
También nos cuentan las tutoras que en contadas ocasiones pide la protección del adulto.
Es frecuente en niños con autismo que no tengan interés en la relación con los adultos
que les cuidan, por tanto no suelen pedir ayuda, ni les gusta que se les abrace, no sonríen
como elemento comunicativo.
En el patio estaba solo o tendía a estar aislado. Otra característica es el poco interés y
deseo de relación que les despierta aquello que ocurre a su alrededor, y, como quedan
anclados en sus experiencias de autosensorialidad (la misma actividad, el mismo rincón, el
mismo objeto, etc.), no muestran prácticamente intención, al menos en un primer mo-
mento, por acercarse a los juguetes y utilizarlos, y en el patio suelen moverse sin sentido,
sin intencionalidad al menos para nosotros, o bien, ocupando siempre un lugar fijo.
Todas estas conductas tienen la base en las dificultades descritas en anteriores apartados,
al no poder vincular ya desde la más tierna infancia la sensación con lo emocional y con el
objeto, es decir, sin las tutoras, los compañeros no existen como personas con las que
poder compartir emociones (de juego, de protección de confianza, etc.), surgidas de la
relación con el otro, difícilmente pueden mostrar interés ni motivación por establecer
relación con todo lo que les envuelve y empatizar con las personas que les cuidan, que-
dándose anclados en sus sensaciones vividas muy precozmente y que es donde funda-
mentan su estado de tranquilidad y un cierto bienestar.
Del informe que remite el Centro de Atención Precoz, cabe destacar que describen a Rubén
como un niño que tiende a estar solo y a angustiarse ante situaciones nuevas, y que, de un
modo general, vive con un alto nivel de ansiedad y de baja tolerancia a la frustración.
En este fragmento podemos ver, por un lado, una hipersensibilidad en general y, en este
caso en concreto, a los cambios, y una baja tolerancia a la frustración por otro lado,
elementos que estarán en la base de conductas como la dificultad de espera, la necesidad
de satisfacción inmediata, la dificultad de separación y de soportar la ausencia, elementos
Estas estructuras de funcionamiento mental sitúan al paciente autista frente a una perma-
nente evitación del contacto con el entorno cambiante y, por tanto, evitan entrar en el
desarrollo del pensamiento simbólico, con significado, ya que implica, entre otras cosas,
la capacidad de percibir y de tolerar la ausencia del otro, tolerar el no-estar y, en su lugar,
poder imaginar el objeto ausente.
“Pasa mucho tiempo metido en su mundo, en su juego siempre es igual y aislado”, “des-
conecta con gran facilidad cuando las cosas no son o salen como él espera”, “se muestra
persistente a sus cosas y frágil a la frustración, pudiendo aparecer enfados y angustia si no
consigue lo que quiere”, “tuvo muchas dificultades en la introducción de los cambios en
la alimentación”.
El bebé sano también es sensible a los cambios, pero es a través de la confianza básica
adquirida en su relación con la madre donde va pudiendo incorporar progresivamente
pequeños cambios.
El niño autista no ha podido establecer esa confianza básica en la relación con la madre,
es decir, la experiencia emocional de que la relación con la madre y la confianza en que esa
relación le ayudará a tolerar el malestar que produce una frustración, una nueva experien-
cia, un cambio, etc., permitiéndole poder vivir dichas experiencias sin que sean una ame-
naza catastrófica.
Este hándicap le sitúa en una posición de que no puede aceptar ningún cambio, todo
tiene que estar siempre igual (lo interno y lo externo), ya que cualquier experiencia dife-
rente, nueva o inesperada, conecta isofacto con estados de angustia catastrófica, que el
niño autista no puede resistir, replegándose en lo invariable e impidiendo el crecimiento
emocional.
Esta resistencia a los cambios se da en todos los ámbitos de su existencia. Desde los
elementos más básicos para su desarrollo físico (alimentación, ropa, baño, etc.) hasta los
elementos con mayor contenido relacional (otras personas y entidades).
Cada cambio despierta ansiedades que no son superables, no se pueden tolerar las viven-
cias que se derivan de las nuevas relaciones, comprometiendo muy seriamente su desarro-
llo físico-emocional.
7.1.4. Estereotipias
Nos referimos a movimientos repetitivos, sin sentido aparente y particulares para cada
caso. Podemos encontrar movimientos estereotipados de una parte del cuerpo (movi-
mientos singulares de manos y dedos, balanceo de todo el cuerpo o de una parte de él,
etc.), movimientos estereotipados de un determinado objeto (hoja de papel, piedra, un
juguete, cualquier objeto por inverosímil que parezca).
Las estereotipias se presentan en diferentes grados según cada caso, pueden ocupar una
buena parte del tiempo o bien aparecer en momentos particulares del día en algunos
casos, ante situaciones específicas como mecanismo de defensa, de un modo general y de
forma particular suelen evitar o alejar la toma de contacto con alguna experiencia que
pueda tener algún resquicio de significado, de contacto emocional, de relacional con el
otro.
De un modo general, los niños con trastornos autistas presentan dificultades en todas las
áreas de su desarrollo. En este sentido, es muy frecuente encontrar dificultades en la
alimentación, en el sueño y en la adquisición y dominio del control de esfínteres.
En la descripción que la madre de Rubén nos hace de las primeras etapas evolutivas del
niño, destaca que hubo muchas dificultades en el cambio de la alimentación maternal a la
alimentación sólida, nos dice: “nada le sentaba bien, vomitaba muy frecuentemente”.
Aunque no todos los niños con trastornos autistas muestran los mismo tipos de trastor-
nos alimentarios, sí que están presentes en la gran mayoría de ellos. Las alteraciones se
pueden presentar ya inicialmente mostrando desinterés por succionar, por alimentarse.
En otras ocasiones, la lactancia materna habrá sido relativamente aceptable. Sin embar-
go, no soportan el cambio al alimento sólido, no quieren masticar e, incluso, aparecen
conductas de expulsar (como era el caso de Rubén); en otros casos solamente se alimen-
tan de determinados artículos y, en otros, solamente se alimentan si no se les ve a la hora
de comer. De un modo general, no presentan placer por el acto de comer, estando muy
desvinculados de la relación de comensalidad propia de la comida.
Asimismo, es muy común que aparezcan dificultes en la adquisición del control esfinterial.
Son frecuentes las dificultades de retención, al vivir con gran angustia el hecho de sacar
fuera cosas de dentro, propio de la indiferenciación entre bueno-malo, dentro-fuera, etc.,
en la que viven. Es frecuente también vivir con gran sufrimiento la utilización del WC,
apareciendo el temor a ser engullidos por el propio WC, lo que les provoca querer seguir
usando los pañales.
Aunque en el caso de Rubén no son ni muy frecuentes, ni muy intensas, en los pacientes
autistas es muy frecuente la presencia de respuesta agresivas, que pueden ser dirigidas
hacia ellos mismos (autoagresiones) o hacia afuera, (objetos o personas).
Las respuestas agresivas se suelen dar cuando el paciente autista o psicótico se encuentra
enfrentado a situaciones que le producen ansiedad y, en especial, cuando se le impide
que realice sus maniobras evasivas y de replegamiento en sí mismo. En muchos casos,
dichas conductas son la manifestación del malestar que le producen la vivencia de las
ansiedades catastróficas y la ineficacia en su contención.
La respuesta al dolor físico también es particular de cada caso, pero es frecuente encon-
trar un alto grado de insensibilidad al dolor físico, es decir, que cuando se dañan no
suelen mostrar malestar ni lloros, tampoco suelen quejarse cuando están enfermos.
Las alteraciones en el habla que encontramos en los pacientes que padecen trastornos
autistas son muy variables y ocupan un amplio abanico que va desde la ausencia de habla
hasta un desarrollo particular del lenguaje.
En el desarrollo “normal”, las palabras -que las madres dirigen a sus hijos dentro de un
entorno acogedor, de confianza en el otro, de vinculación de las sensaciones con las emo-
ciones-, llegan a los niños y hacen que éstos se muestren cada vez más sensibles al lengua-
je de los padres; las palabras van adquiriendo sentido y van significando signos y símbo-
los, que acabaran constituyendo el propio lenguaje del niño y que le servirá para comuni-
carse con los otros y con el mundo que le rodea, al que ellos pertenecen.
Es frecuente encontrarnos con pacientes autistas que no presentan habla en edades en las
que ya se debería haber adquirido dicha capacidad, y que no presentan dificultades auditivas
que justifiquen dicha ausencia.
La causa de la ausencia del habla hay que buscarla en las características esenciales de la
patología autista, es decir, es la propia dificultad de diferenciación del otro, no reconocer
a la madre primero y a los otros posteriormente con entidad propia, consecuentemente
no aparece la necesidad de comunicarse con el otro (no existen separados de él mismo).
Estos pacientes autistas, desde la más tierna infancia y en posteriores etapas, siguen muy
centrados en sí mismos, no pudiendo incorporar la representación mental del otro sepa-
rado de él, no apareciendo ni el deseo ni la necesidad de comunicarse (¿con quién?).
Obviamente, tampoco se desarrolla todo el proceso de simbolización en el que se basa el
lenguaje, llegando a no adquirir prácticamente lenguaje y, en caso de que lleguen a unos
niveles primitivos, no les suele servir para comunicarse con el otro.
Otro grupo importante de pacientes afectados de autismo llega a adquirir diversos niveles
de lenguaje, aunque siempre con características muy particulares.
En la entrevista, la madre nos dice que Rubén no tiene problemas de pronunciación, habla
claro pero no dice nada, lo que expresa no tiene ningún sentido.
z Ecolalias
Puede darse el caso de la repetición de la palabra o la frase que el niño oye en ese mismo
momento procedente del otro, repitiendo él lo que se le acaba de decir; en este caso, se
trataría de lo que denominamos ecolalia inmediata.
Cuando aparece la repetición de palabras y frases oídas en otro lugar o en otro momento
(como podría ser el caso de anuncios televisivos) y que parecen estar fuera de contexto, se
trataría de lo que denominamos ecolalias diferidas.
Es importante decir que, a primera vista, estas repeticiones diferidas parecen no tener
ningún sentido, ser incoherentes al momento comunicativo, no obstante en muchos casos
se ha observado que, si se pueden relacionar con las situaciones anteriormente vívidas por
el niño en que la frase fue escuchada por primera vez, estas frases adquieren significado.
Las ecolalias diferidas también pueden manifestarse con mayor intensidad ante situacio-
nes ansiógenas, como buscando la aparición de la experiencia vivida en relación con di-
chas frases y que le saquen de la situación actual.
z La inversión pronominal
La inversión pronominal se refiere al hecho de que los pacientes autistas hablan de ellos
mismos en segunda o, habitualmente, en tercera persona; difícilmente utilizan la palabra
“yo” para referirse a sí mismo o a sus cosas.
En los pacientes autistas también es frecuente la dificultad para acceder al “sí” o al “no”,
ya que, de algún modo, significaría un cierto desarrollo hacia la propia identidad y sepa-
ración del otro, es muy frecuente que el consentimiento lo den a través de repetir la
pregunta que les hemos formulado. Ej.: Ante la pregunta ¿quieres agua?, el paciente
autista no responde sí, sino que repite ¿quieres agua?
z La articulación y la tonalidad
Es muy frecuente encontrar una deficiente vocalización y, por tanto, articulación de los
sonidos por parte de estos pacientes; en algunos casos mejoran con el paso del tiempo y
con el progreso de la vinculación con el mundo que le rodea; mientras que, en otros casos,
persisten las dificultades a lo largo de los años.
De una forma general, el niño con autismo presenta dificultades centradas en la zona
bucal. Dificultades en la correcta utilización de las funciones de la boca, suelen perder
saliva al no cerrar correctamente los labios, les cuesta masticar, etc., dificultando, por
tanto, la adecuada articulación del lenguaje.
Seguramente todas estas dificultades están relacionadas con las primeras fallas de vínculo
y en no poder representarse mentalmente la boca y su funcionalidad relacional (la boca es
una de las primeras y esenciales partes del cuerpo en nuestra relación con el mundo que
nos rodea).
Respecto a la tonalidad, decir que es muy frecuente que los autistas hablen en un tono que
nos llama la atención por estar desprovisto de emoción (a través del tono expresamos
nuestro estado emocional), ya que ésta sería una de las dificultades esenciales y primitivas
a que se enfrentan.
Es importante, de un modo general, que nuestra comunicación hacia ellos esté cargada de
emoción y que a través de nuestra intervención les ayudemos a conectar la comunicación
verbal con la emoción. Ej.: cuando el caso de un niño que nos comunica “caballos, caba-
llos”, sabemos por otras vivencias compartidas que es una actividad que le gusta, pode-
mos referirle que le gusta ir a los caballos; conectando actividad y emoción que despierta.
De forma general, decir que los trastornos que observamos en pacientes autistas princi-
palmente y muchos trastornos psicóticos se caracterizan por la dificultad en utilizar el
Tienen poca o ninguna intención de entablar una comunicación con el otro por el simple
placer de comunicarse, su relación suele centrarse en la petición de satisfacción de sus
necesidades, para la proyección de sus frustraciones y ansiedades; suelen mostrar muy
poco interés por nuestras cosas y por aquello nuestro que les transmitimos.
Ya en las descripciones de Kanner aparecía la idea de que estos niños, a pesar de sus
dificultades y carencias, tenían la apariencia de ser inteligentes y los diferenciaba de los
trastornos de retraso mental severo. En los trabajos posteriores y en la experiencia en la
educación de dichos pacientes, se observa que todos ellos presentan, en grados diferen-
En este sentido, las raíces del proceso de simbolización hay que buscarlas en las primeras
relaciones objétales, es decir, en la constante interrelación entre el bebé y la madre. El
bebé sano va integrando paulatinamente las sensaciones corporales experimentadas en el
contacto relacional con la madre y con las emociones surgidas de dicha relación.
Fruto de esta integración de las vivencias sensoriales con las emociones despertadas de la
relación con el otro, el bebé funda su confianza en esa relación y en su capacidad de
satisfacción, permitiéndole ir desarrollando una cierta capacidad de espera de la satisfac-
ción, cierta capacidad de contención de la frustración y, como consecuencia, la posibili-
dad de no caer en la desesperación cuando no se da inmediatamente la satisfacción de la
necesidad.
En los bebés que pueden padecer trastornos autistas encontramos una fuerte tendencia a
la autoestimulación con objetos, a la búsqueda de la sensación vivida en él y no relacio-
nándola como el fruto de la relación con el otro, esto no tiene un carácter de espera y
búsqueda de la repetición de la relación tranquilizadora con la madre, sino más bien de
descarga tensional de la angustia y de replegamiento en la sensación corporal
tranquilizadora, quedando desligada la sensación de la emoción producto de la relación.
Esta falta de integración lleva al hecho de que el bebé presuntamente autista no echa a
faltar a la madre, no la reclama en su ausencia, quedándose anclado en procesos de
autoestimulación en busca de la autosensorialidad (sensaciones anteriormente vividas en
su cuerpo que lo transportan a un estado de cierta calma), manteniéndose en su mundo,
donde no hay espacio para el otro y, por tanto, no hay posibilidad de representación
mental del otro, interrumpiéndose el proceso pre-simbólico y, posteriormente, la
simbolización.
En este sentido, la utilización de objetos por parte del bebé autista no tiene la misma
función que en el bebé sano, mientras que al primero estos objetos le permiten esperar y
recrear al objeto real hasta su llegada y fomentar progresivamente la representación men-
tal del otro separado de uno mismo, en el niño autista la utilización de los objetos tiene
como objetivo reforzar la autosuficiencia, buscar la autosatisfacción reemplazando a la
madre, excluyéndola; tentativa que le impide vincular las experiencias de bienestar fruto
de la relación con la madre con su sensación de satisfacción y, de este modo, poder con-
fiar y buscar dicha relación.
Estas primeras fallas tienen como consecuencia que no se van desarrollando adecuada-
mente las representaciones mentales esenciales para el desarrollo cognitivo; al no buscar
la relación en el otro, no aparece la necesidad de comunicación, presentando importantes
trastornos en el lenguaje, como hemos comentado en el apartado anterior, no se produce
la imitación del otro ya que todo hay que buscarlo en uno mismo y, por tanto, difícilmen-
te aparece el juego simbólico.
z El juego simbólico
Siguiendo los comentarios de los informes de Rubén nos dicen “que es un niño que puede
jugar con juguetes, pero a su manera, no teniendo en cuenta ni al otro ni a la finalidad del
juguete propiamente dicho”. Nos cuenta la madre “saca los juguetes, pero no acaba ju-
gando con nada”; en otro momento nos dice “que se asusta de su propio juego, cuando
se vuelve violento, confunde fantasía y realidad”.
Los niños con autismo no acceden a poder “hacer como si” (jugar a ser…), a mostrar y
expresar en su juego aquellas experiencias vividas en su relación con el mundo que le
envuelve, suficientemente diferenciado de él mismo.
El niño autista difícilmente puede jugar a juegos de ficción, de hacer como si fuera la
madre, el profesor, etc., quedando su juego centrado y fijado en actividades repetitivas,
que pueden llegar, en ocasiones, a convertirse en obsesión.
Podemos encontrar en los momentos de juego de dichos pacientes diversos tipos de accio-
nes como son: alinear, llenar-vaciar, enganchar, poner juntos juguetes, repitiendo dichas
actividades una y otra vez casi del mismo modo; no suelen utilizar los juguetes para jugar
a lo que el propio juguete estimula, sus juegos en muchas ocasiones parecen, aparente-
Los estudios y las observaciones han demostrado que los niños psicóticos, y especialmen-
te los autistas, presentan alteraciones en todas o, al menos, en la mayoría de las funciones
mentales superiores, encontrándose alteraciones en los procesos sensoriales y perceptivos
y en el registro y elaboración mental de dichas percepciones, condicionando
significativamente el desarrollo posterior de todos aquellos procesos mentales que están
en la base y son los fundamentos donde se apoya la estructura de aprendizaje posterior y
de su desarrollo intelectual.
En este sentido, se ha comprobado en diversos estudios que los pacientes autistas presen-
tan una deficiencia de funcionamiento a nivel de los sistemas centrales de tratamiento de
la información, es decir, que muestran una importante alteración en el proceso de cohe-
sión de la información percibida, que tiene la función de agrupar e integrar las diferentes
vías de información percibida para poder constituir un conjunto unificado y significante.
na; sólo percibe lo que ve. Situándole en un estadio donde encuentra muchísimas dificul-
tades para poder organizar, comprender y representar el funcionamiento de su entorno y
de su propio mundo interno.
En definitiva, muchos autores estarían de acuerdo en considerar que las importantes difi-
cultades que presentan los niños que padecen trastornos psicóticos precoces o autismo,
en el reconocimiento y la integración de las emociones producto de su interrelación con el
entorno en los albores de la vida (vinculación entre sensación y emoción) son las respon-
sables iníciales del déficit cognitivo global y, en muchos casos, generalizado en estos pa-
cientes posteriormente.
8. CONCLUSIÓN
En ese estado primario, toda experiencia que conlleva la vivencia de separación promueve
sensaciones muy amenazantes y catastróficas en el bebé, que no puede soportar y que,
para protegerse al experimentar dichas vivencias, utiliza mecanismos de defensa que le
alejan de la relación con el entorno y le centran en sí mismo, en la búsqueda de sensacio-
nes corporales de tranquilidad vividas con anterioridad, mecanismos que bloquean el
proceso normal del desarrollo emocional en un primer momento y de todos los sucesivos
desarrollos posteriormente.
En la situación habitual del bebé sano que llega al mundo, la relación que establece con la
madre que le cuida, le permite contener y tolerar las ansiedades que se dan en estos
primeros compases de la vida, fomentando el sentimiento de protección y confianza en
esta relación como defensa a sus dificultades y ansiedades, mecanismos que estimulan las
funciones mentales que le llevarán al desarrollo de las representaciones mentales poste-
riores y a la maduración del proceso de simbolización.
Como resultado de las fallas en la integración de las sensaciones con las emociones de
estas primeras relaciones con el entorno, el bebé queda colocado en un estado de no
integración y de hipersensibilidad, dominado por las ansiedades catastróficas y por una
bajísima tolerancia a la frustración, que fomenta el desarrollo de unos mecanismos de
defensa, con la intención de alejar dichas vivencias, quedándose anclado en la sensación
corporal (de él mismo) y en la invariabilidad de dichas sensaciones, apareciendo las este-
reotipias y conductas repetitivas de búsqueda permanente de evasión de dichas experien-
cias productoras de ansiedad y situándose en un estado que él siente como tranquilizador.
Los repetidos fallos de integración emocional con el otro, es decir, con el hecho de no
poder integrar que es la relación con el otro un proceso que contiene y calma y no la
búsqueda de la repetición de la sensación, impiden el desarrollo de redes de conexión que
posibiliten su capacidad de empatía con el otro.
Bibliografía
Abello, N. y Amorós, C. Necessitats bàsiques del nen petit. Detecció del inici d’una
organització patológica i atenció precoç, Ed. ACTTAPI, Barcelona, 1990.
Cid, D. “Elements del desenvolupament normal i patològic del nen autista, a tenir en
compte en el seu diagnòstic i tractament”, ACTTAPI III, Jornades Catalanes
de Autisme i Psicosis infantil”. Barcelona, 1990.