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Charles Maurras: camino intelectual hacia la monarquía

En Francia la república fue un poder disolvente. No solamente no


conservaba nada sino que malgastaba, dilapidaba sin ningún cuidado ni respeto la larga herencia física
y espiritual del país. Maurras, por un momento entusiasmado con el boulangisme no pudo soportar
mucho tiempo el ente demagógico que salía de esa confusa amalgama de jacobinismo, bonapartismo y
chauvinismo de escarapela tricolor.

No, indudablemente, la sola dictadura no era bastante. Carecía de continuidad y uno de los peores
males atribuibles al sufragio y a los golpes de estado es que cada gobierno deshace lo que el otro hizo,
convirtiendo la administración de la sociedad civil en una sucesión de actos convulsivos de donde
desaparece la obra de los siglos. La monarquía hereditaria y legítima, conforme a la ley de sucesión
establecida definitivamente por las costumbres francesas, le pareció a Maurras que era el único
régimen que podía garantizar la continuidad de Francia (…)

El Rey era lo único que podía salvar a Francia de esta sumisión al poder apátrida del dinero. Por
supuesto que Maurras no pensaba en una cándida personalidad milagrosamente sustraída a la presión
de los sobornos, pensaba en una magistratura a la que no podía alcanzar, por su situación y su carácter
hereditario, el asedio de la publicidad. Constituía parte de la naturaleza de la monarquía defenderse
de los otros poderes sociales y muy especialmente de la agresión de las finanzas so pena de
desaparecer miserablemente fagocitada por ellos. Maurras confiaba en que el Rey podría actuar sobre
estos grupos, como lo confirmaban repetidos hechos de la historia. Una política sometida a las fuerzas
internacionales del dinero ha dejado de ser francesa. Más, ha dejado de ser política, en el sentido
restaurador y medical al que se refería Maurras en seguimiento de Aristóteles. El interés fundamental
de las potestades financieras es destruir todo lo que no pueden comprar y aquello que no se puede
comprar es todo cuanto hace a la nobleza, la perfección y la santidad de la vida. Lo que distingue, lo
que califica, lo que hace del hombre genérico un francés, un inglés, un español, un italiano, etc. Todo
cuando se inscribe en un proceso de perfección cultural debe desaparecer en beneficio de una masa
homogénea, reiterable y sumisa a las consignas publicitarias propaladas por los medios de
comunicación (…)

La influencia destructora que puede tener el dinero sobre la inteligencia se hace más constante a
partir de la Revolución Francesa en que algunos centenares de familias se han adueñado de la banca
(…) El oro es, sin duda, una representación de la fuerza, pero desprovisto de la firma del fuerte. Se
puede asesinar al poderoso que abusa. El oro escapa a la designación y a la venganza (…)

La monarquía parecía imponerse en primer lugar como una restitución de la fuerza del poder ejecutivo
que la permanente digresión de los parlamentos convertía en una potestad ilusoria y sin ninguna
influencia eficaz para contener la decadencia de la nación sometida a una plutocracia meteca (…)

El dinero no podía ser un jefe de Estado, puesto que era el nacimiento y no la opinión quien le creaba.
Cualquiera fueran las influencias financieras, hete aquí un círculo clauso y fuerte donde no podían
entrar. Este círculo tiene su ley propia, irreductible a la fuerza del dinero, inaccesible a los
movimientos de la opinión: la ley natural de la sangre. La diferencia de origen es radical, los poderes
así nacidos funcionan paralelamente a los poderes del dinero, pueden tratar y componer con ellos,
pero también pueden resistirle (…)

Tratemos de observar con un poco de agudeza los ingredientes políticos que Maurras pensaba oponer a
la influencia demoledora del dinero. En primer lugar el monarca hereditario, en quien reconocía un
interés particular, definitivamente adscrito a su magistratura, para defenderse del influjo financiero.
Pero junto a esta magistratura, componiendo con ella una unidad que la tradición francesa hacía
inevitable, estaba la Iglesia Católica Romana. Es ella la que instala su potestad en el fuero íntimo de
cada creyente y, a partir de ahí, influye en las instituciones, se impone en el sistema valorativo tanto
de los pobres como de los ricos y determina desde allí una relación con los bienes materiales inmunes
a la corrupción financiera (…)

Francia, enferma de revolución y democratismo progresista, guardaba en su seno el recuerdo de la


monarquía que a través de los siglos la había hecho lo que era y le había dado, políticamente
hablando, el siglo de oro de su hegemonía europea. Para Maurras el trabajo principal de una política
restauradora consistía en sacar a la luz este recuerdo y proyectarlo sobre la inteligencia y la voluntad
de los mejores franceses, para que retomaran la tradición perdida (…) La prueba de que la monarquía
era el mejor régimen que se podían dar los franceses estaba en su historia. Hacer política sin tomar en
consideración la lección del pasado era una imbecilidad casi absoluta y que sólo los padres de la
Revolución Francesa, inspirados por el miserable Rousseau, pudieron aceptar: “nosotros concebimos la
monarquía como el régimen del orden y concebimos ese orden de acuerdo con la naturaleza de la
nación francesa y con las reglas de la razón universal”

Pero el Rey es el soberano político, el punto culminante de una pirámide social constituida por una
serie escalonada de asociaciones intermedias y no por individuos atomizados y desprovistos de todas
sus solidaridades orgánicas. Maurras, con la atención puesta en el sistema familiar de la vieja Francia,
consideraba que la base fundamental de semejante sistema reposaba sobre el derecho sucesorio.

“Quien curara los dos plagas políticas que nos destruyen desde hace cien años: anarquía
administrativa, anarquía estatal, Estado sin autoridad y administración dueña de todo, curará
también el principio de nuestras miserias. Somos monárquicos porque consideramos que la monarquía
es la única capaz de operar una y otra medicación” (Charles Maurras)

Rubén Calderón Bouchet. “Maurras y la Acción Francesa frente a la IIIª República”

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