Sei sulla pagina 1di 6

LYNN MARGULIS Y LA SIMBIOGÉNESIS: APUNTES PARA UNA NUEVA

SAGA TECNO-EVOLUTIVA

En la actualidad, la manipulación genética ha hecho posible la composición


artificial de organismos a partir de singularidades procedentes de especies muy
heterogéneas entre sí. Esta intromisión de lo “ajeno” en lo “propio”, al poner en entredicho
el régimen de identidad del cuerpo vivo, genera la ilusión de que las biotecnologías son
invasivas y anti-naturales. Sin embargo, esto se encuentra sujeto a la convicción de que los
organismos tienen una forma “natural” de ser que no debe ser perturbada por la
incorporación de elementos extraños. Contrario a esto, si se parte de una concepción
alternativa de lo orgánico, se abre la posibilidad de abogar por una nueva narrativa cultural
capaz de integrar la evolución natural y la artificial en un mismo horizonte de sentido.

Con el fin de contribuir a este camino, el presente trabajo se propone analizar los
aportes de la bióloga Lynn Margulis al campo de la evolución. El objetivo es extraer de sus
planteos un concepto de corporalidad capaz de operar como denominador común entre la
composición natural y artificial de seres vivos. Para ello, se desarrollará en líneas generales
la saga evolutiva que la científica propone; la cual está protagonizada por organismos
abiertos, conformados a partir de lo Otro y dotados de una permeabilidad tal que los hace
capaces de incorporar singularidades –ya sea genes, proteínas o enzimas– “ajenas” a su
propio desarrollo. Una vez expuesto su sistema, se evaluará el impacto del mismo para una
reflexión general sobre el sentido bioético de la manipulación genética. Esto último se
realizará, principalmente, teniendo en cuenta aspectos puntuales de las filosofías de
Roberto Espósito y Peter Sloterdijk.

Lynn Margulis elabora en 1967 la Teoría Endosimbiótica Seriada para explicar el


surgimiento de las células eucariotas, caracterizadas por poseer núcleo y una forma mitótica
de reproducción. No obstante, el conjunto de hipótesis que propone hacen de la teoría algo
más que una simple explicación de la “eucariogénesis”. A través de ella, Margulis elabora
los lineamientos básicos para una historia general de la especiación, narrada en dos etapas
separadas por el desarrollo de la mitosis.
La primera de ellas, corresponde al Eón Arcaico, hace unos de 4000 millones de
años. Por aquel entonces, los únicos habitantes del planeta eran seres tan permeables entre
sí que los límites de su individualidad aún son considerados difusos: las bacterias. Estos
microorganismos no han cambiado demasiado al día de hoy. Se reproducen
exponencialmente por un tipo muy particular de división celular, en el que el material
genético es distribuido de manera muy irregular entre las células descendientes. Esto causa
una gran variabilidad hereditaria, lo cual se ve potenciado por el hecho de que estos
vivientes son capaces de intercambiar genes entre sí con absoluta libertad (Cf. Margulis,
Sagan, 2003a:90) –capacidad que les ha permitido articular los rudimentos básicos de todos
los metabolismos actualmente existentes para sobrevivir a las más variadas y extremas
condiciones. De este modo, en este primer episodio de la vida, Margulis afirma
taxativamente la inexistencia de especies como consecuencia del perpetuo cambio al que se
encuentran sometidos estos microorganismos (Cf. Margulis, 2003b:107).

En este contexto bacteriano, hace unos 2500 millones de años, el aumento de los
niveles de oxígeno llevó a determinadas eubacterias reticentes a él a penetrar a ciertas
arqueobacterias acidofílicas con el objeto de protegerse y de asegurarse una fuente continua
de azufre para alimentarse (Cf. Margulis, et. al., 2000). Fruto de esta comunión en principio
forzada, el material genético de ambos seres se integró en un proceso que la autora
denomina “simbiogénesis”. Esto sucedió mientras diversos materiales orgánicos
procedentes de cada uno de ellos, como ARN, lípidos y proteínas (Cf. Margulis, Sagan,
2003a:214), comenzaron a producir membranas y estructuras celulares nuevas: 1) el núcleo,
al interior del cual se encerró el ADN integrado; y 2) el huso mitótico, el cual es
fundamental para la distribución equitativa del material genético en la división celular. Las
consecuencias inmediatas de este acontecimiento son dos. La primera de ellas es la
limitación del tráfico promiscuo de genes, del cual el ADN queda sustraído al estar
protegido por la membrana nuclear. La segunda de ellas es el desarrollo de la mitosis,
proceso en virtud del cual la transmisión hereditaria se ordena, permitiendo una semejanza
mayor entre progenitores y descendientes. Así, los dominios de relativa estabilidad de
caracteres que llamamos especies se hacen finalmente posibles (Cf. Margulis, 2003b:175).
Ahora bien, pese a que el tráfico bacteriano de genes encuentra una restricción en
las estructuras emergentes de la eucariosis, no se detiene. En este punto, la hipótesis de
Margulis –muy discutida aún– afirma que la presencia de simbiontes es capaz de generar
nuevas especies, es decir, individuos portadores de nuevos tejidos y órganos. Se conoce a
este posicionamiento como Teoría Simbiogenética. Su tesis principal sostiene que los
ecosistemas en crisis incentivan la formación de nuevas asociaciones entre organismos “de
crecimiento lento” –plantas, hongos, animales– y organismos de “crecimiento rápido” –las
bacterias–; cuya incorporación como simbiontes les permite a los primeros aprovechar las
funciones metabólicas de los segundos para desarrollar nuevas estructuras y funciones (Cf.
Margulis, Sagan, 2003a:175). En caso de que el nivel de integración funcional sea muy
alto, la integración de sus genomas es un resultado probable, lo cual supone aceptar que las
formas de vida muy diferenciadas –pese a las restricciones dispuestas por la eucariosis–
pueden adquirir genes de procedencia bacteriana y vírica1.

De lo expuesto hasta aquí, es posible extraer un número importante de nociones


filosóficas. En principio, tanto la Teoría Endosimbiótica como la de la Simbiogénesis,
proporcionan un concepto abierto de organismo en el que la dimensión fundamental de su
capacidad de devenir se encuentra en un plano horizontal: el del co-habitar. Esto implica
concebir a los seres vivos como entidades capaces de ser sustancialmente modificadas por
las relaciones que establecen con otros. A partir de esto, el desnivel ontológico entre la
esencia –aquello que hace a algo ser lo que es– y el accidente –en este caso, el “vivir-con”–
queda completamente subsanado. De ahí que Margulis postule que la individualidad, en
lugar de ser autónoma y hermética, es una realidad relativa al estado de co-existencia entre
seres heterogéneos, vinculados estrechamente por transacciones de materia y energía 2. Esto
es así al punto de volver inconcebible la posibilidad de que el individuo vivo no cargue
sobre sí con un consorcio de bacterias; es decir, con una reserva extra de metabolismos y
1
Existen estudios científicos que afirman que la transferencia horizontal de genes a partir de virus y bacterias
efectivamente ha contribuido a la diversificación bioquímica de los animales, lo cual confirmaría las hipótesis
simbiogenéticas de Margulis. Para más información, véase Crisp, A., Perry, M., Tunnacliffe, A. y Micklem,
G. (2015), “Expression of multiple horizontally acquired genes is a hallmark of both vertebrate and
invertebrate genomas”, en Genome Biology, publicado el 13 de marzo en
www.genomebiology.biomedcentral.com.
2
Es interesante como por caminos distintos, pero no tan ajenos entre sí puesto que ambos defienden planteos
relacionales, Gilbert Simondon y Lynn Margulis coinciden en considerar al individuo como una “realidad
relativa” a un estado de sistema. Para más información, véase: Simondon (2015:9-10); y Margulis, Sagan,
(2003a:85).
genes en función de la cual orientar el devenir de sus propias estructuras y funciones
orgánicas (Cf. Margulis, 2003b:110).

En este sentido, nada habría de anti-natural en la modificación y el entrecruzamiento


de especies, las cuales son en cada caso el producto de convivencias históricas forjadas
entre seres distintos. Estos últimos, al actuar como simbiones o al integrarse genéticamente
a los individuos que los hospedan, constituyen un auténtico “afuera” llevado “dentro”. De
este modo, lo que nos espera en el futuro es la posibilidad de asumir que los organismos se
articulan y descomponen sobre el fondo primigenio de la co-existencia y la recombinación,
dimensiones que permanecen abiertas gracias a la acción de entidades microscópicas ajenas
al régimen de la sustancia, de la identidad y la individualidad.

En estos términos se hace posible extender sobre la evolución natural y la artificial


un mismo horizonte de sentido: a saber, el de la corporalidad entendida como el producto
de una operación de montaje –de consorcios de organismos, de metabolismos, de genomas,
en definitiva, de individuos vivos3. Como afirma Roberto Espósito en relación al cuerpo:

“Ya se lo piense como un texto codificado del que se debe hallar la clave genómica,
o como la terminal de una red informática de extensión planetaria, o aun como un
objeto modificable por medio de la cirugía plástica y, antes, de la ingeniería
genética, en todo caso entra en relación directa, y hasta simbiótica, con lo otro de sí:
en el sentido específico y literal de que lleva dentro de sí su propio otro. Otro cuerpo
–una parte suya– u otro del cuerpo: cosa, artificio, máquina. Un afuera llevado
dentro (…) o un adentro llevado fuera: ya no retenido dentro de los límites,
coincidentes con la piel (…) (Espósito, 2005:210).

Lo maravilloso de este fragmento radica en la naturalidad con la que establece una


equivalencia ontológica entre la posesión biológica de un genoma y las posibilidades de
alteración técnica del mismo. ¿Cuál es la razón de este misterioso paralelismo entre objeto
y sujeto, es decir, entre “cosa natural” manipulable –el genoma– y “subjetividad técnica”
manipuladora? La razón que parece esgrimir Espósito tiene que ver puntualmente con el
hecho de que los genes, en tanto funcionan como un “código” para la constitución del
3
En esta dirección, Margulis sostiene que “…en realidad somos montajes ambulantes, seres que han
integrado diversas clases de organismos extraños…” (Margulis, Sagan, 2003a:46).
organismo, constituyen el principio no-material de la materialidad orgánica. Esto obliga a
asumir que el cuerpo vivo se despliega a partir de lo no-cuerpo, es decir, de lo Otro de sí
mismo. De acuerdo a esto, la modificación genética y la portación de genomas serían
equiparables en tanto que en ambas se cumple la tendencia simbiótica a llevar “dentro de sí
su propio otro”. No obstante, gracias a las teorías de Lynn Margulis esta horizontalidad
entre técnica y naturaleza puede ser llevada un paso más allá; ya que, de acuerdo a sus
teorías, todo ser vivo se encuentra o se ha encontrado, en mayor o menor medida, sometido
a un tráfico horizontal de elementos heterogéneos –genomas, proteínas o enzimas– que han
cooperado en su montaje bioquímico. De esta manera, la simbiogénesis defendida por la
bióloga norteamericana proporciona un motivo ontológico capaz de enfatizar aún más el
hecho de que la identidad de los entes biológicos no es absolutamente coherente, sino que
más bien presenta discontinuidades: albergan, literalmente, en su interior a su propio Otro.

Como reflexión final, es posible afirmar que los aportes de Lynn Margulis al campo
de la biología evolutiva contribuyen a un nuevo pensamiento de la técnica, caracterizado
por una concepción no-sustancialista de la naturaleza y de sus productos. A través de ella,
la operatividad técnica podrá ser pensada en paralelo a la de la naturaleza, siendo incluso
probable que ambas estén llamadas a co-operar en el desarrollo venidero de la crisis
ecológica4. Después de todo, ya una vez en el pasado la recombinación bacteriana permitió
diseñar los metabolismos necesarios para hacer de la Tierra un lugar con condiciones
térmicas, químicas y atmosféricas propicias para la vida (Cf. Margulis, 2003b:107). Para
ello será necesario, como bien afirma Peter Sloterdijk, tener en mente que

“…un concepto sustantivo de naturaleza no haría más que desorientarnos, pues la


naturaleza no puede concebirse por lo que ella “sea” o por lo que ella exhiba, sino
sólo por lo que ella hace o a través de lo que en ella acontece. La acción de la
naturaleza es el naturar, algo tan cierto como que ella es, y así debemos
concebirla…” (Sloterdijk, 2011:192).

4
De hecho, muchas técnicas de manipulación genética se sirven de bacterias o de virus dada su capacidad
para poder introducir “órdenes alternativas” en el genoma de un organismo.
Bibliografía utilizada

Espósito, Roberto (2005), Immunitas. Protección y negación de la vida, Buenos Aires,


Amorrortu.

Margulis, Lynn y Sagan, Dorion (2003a), Captando genomas. Una teoría sobre el origen
de las especies, Barcelona, Kairós.

Margulis, Lynn (2003b), Una revolución en la evolución. Escritos seleccionados,


Universidad de Valencia, España.

Margulis, L., Dolan, M. y Guerrero, R. (2000) “The chimeric eukaryote: Origin of the
nucleus from the karyomastigont in amitochondriate protists”, Proc. Natl. Acad. Sci. USA,
vol. 97(13), publicado el 20 de Junio.

Sloterdijk, Peter (2011), Sin salvación. Tras las huellas de Heidegger, Madrid, Akal.

Simondon, Gilbert (2015), La individuación a la luz de las nociones de forma y de


información, Buenos Aires, Cactus.

Potrebbero piacerti anche