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Primero fueron los 60, y La cuadrilla de los once, con Frank Sinatra y sus colegas del
“Rat Pack” (Dean Martin, Sammy Davis Jr, Peter Lawford, Joey Bishop…). Después le
tocó el turno a George Clooney, nacido para ejercer de líder de la banda de ladrones
más estilosos del Hollywood de nuevo siglo (Brad Pitt, Matt Damon, Don Cheadle,
Cassey Affleck, Scott Caan, Elliott Gould…), y con los que daría hasta tres golpes a
órdenes de Steven Soderbergh. La fórmula era clara: reunir al grupo de estrellas más
molón del mundo del espectáculo y ponerlos a desvalijar con la suavidad con la que
imaginamos que Sinatra se preparaba una mimosa a la hora del desayuno. Tipos 'cool',
tipos elegantes, tipos divertidos. Se trataba de seguir las andanzas de unos ladrones con
hedonista tras sus estafas se fundamenta en cierta justicia poética; roban porque,
dicho de otro modo, atracaban las oscuras cámaras acorazadas del sistema capitalista
para reinvertirlo en belleza (viajes, comida, ropa, arte…). Y todo sin perder la
compostura.
¿Cómo recoger el testigo en 2018, una vez cerrada la etapa Clooney? No cabe duda: es
el turno de las chicas. La boy band del embajador de Nespresso deja paso a las
compinches de Sandra Bullock: Cate Blanchett, Helena Bonham Carter, Rihanna, Sarah
Paulson… Así hasta formar un grupo de ocho actrices con carisma dispar y
Ocean, hermana del Danny Ocean que interpretara su compañero de fatigas en Gravity.
Y como tal se nos presenta: saliendo de la cárcel bajo libertad condicional, con un plan
en la cabeza y un equipo por reclutar. La genética Ocean. A su lado, una eléctrica Cate
Blanchett asume el rol que jugara Pitt en su día, el de mano derecha de la líder. Dueña
australiana calza con evidente disfrute y presta a que todos emulemos a Kristen Stewart
en la pasada edición del Festival de Cannes. Y si antes el objetivo eran los casinos,
ahora lo será un colgante Cartier valorado en 150 millones de dólares, una de las
joyas del evento más chic y exclusivo de la moda norteamericana, la Gala MET. Un
objeto del deseo con el que entrará en escena el personaje encarnado por una
película como quien no quiere la cosa, en lo que constituye sin duda el robo más
Delante de la pantalla están, en definitiva, todos los elementos que hicieron célebre a
la saga. Pero para cuando Bullock ponga en práctica un ingenioso método para colarse
en hoteles de lujos nos daremos cuenta de que definitivamente algo falta, y esa ausencia
hay que buscarla detrás de las cámaras: la dirección de Gary Ross es plana allí
donde Steven Soderbergh era todo garbo. El clasicismo funcional del director de Los
como Seabiscuit o Los hombres libres de Jones, pero en Ocean’s 8 evidencia una
original de Sinatra: más allá de los trajes, las localizaciones y sus estrellas, era el factor
Un montaje burbujeante, una fotografía granulosa de hermosos colores old school, los
zoom setenteros, la diversión con los encuadres, la banda sonora de ensueño de David
Holmes… Un donaire chispeante que aquí queda fuera de la ecuación y deja al aire las
caracteres ha derramado en internet. No cabe duda de que la estrategia es, ante todo, de
monetizar todo lo que se le cruce por delante. Y a tenor del taquillazo que ya acumula en
Estados Unidos, la jugada les ha salido bien. Pero hasta del rédito que el capitalismo
con una cierta idea de “lo femenino”, tal como hiciera Soderbergh con la pandilla de