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Solórzano Suverza Víctor Daniel

Aristóteles
20 de abril de 2018

De los placeres corporales

En el presente trabajo trataremos de analizar lo referente a lo que Aristóteles


entiende por los placeres corporales, la forma en la que el ser humano se relaciona
con estos. Pero antes de entrar a la materia del presente trabajo, me parece que es
necesario recordar que en el número anterior ha dicho que la naturaleza del placer
es el de ser un bien, pero que este bien es inferior a un bien que considera como
supremo.
Dirá que este bien supremo será entendido como un placer, sin embargo,
este bien que es la felicidad no tiene que ser entendida como el placer solamente,
ya que ha de considerar este como un bien perfecto y estos bienes no admite
ninguna traba. Dirá que los bienes corporales son aquellos que se han apropiado
de aquello que guía al hombre, ya que todos gozan de estos y la mayoría tiende
hacia los mismos.
Ya centrándonos propiamente en el número a explicar, dirá que hay
opiniones diversas sobre los placeres, unos dirán que estos son altamente
apetecibles (como los placeres nobles) y otros no lo serán (como lo son los
corporales). En cuanto a la tendencia que señala, me parece que esto queda
explicado en el número que habla sobre la incontinencia de los bienes nobles como
lo son la riqueza, el honor, la victoria y la alabanza, que son bienes que por sí
mismos no son malos y que el ser incontinente con respecto a estos tendrá que ser
siempre referido a los mismos. En cuanto a los otros placeres dirá que estos se
buscarán sólo por lo que provocan y no por el bien en sí.
Posteriormente se preguntará lo siguiente: por qué son malos los dolores
contrarios, es decir la ausencia del placer y la duda de si los placeres necesarios
son buenos y el por qué lo son. A esto dirá que se debe a que hay una disposición
o movimiento que se realizan sin el exceso de lo mejor o del placer, y también habrá
aquellos en los que este exceso si esté presente. A los hombres que siguen el
exceso del placer corporal en estos bienes, y dado a lo que ya ha explicado a lo
largo del libro VII, dirá Aristóteles que este es un hombre malo por seguir el exceso
y que rehúye del dolor en todo lo que es porque este es contrario al placer.
Después de esto, se ocupará de explicar el por qué los placeres corporales
son tan apetecibles y responderá que estos lo son porque expulsan el dolor del
individuo; mencionará también que, ante el dolor en exceso, el hombre buscará un
remedio para solucionar su condición, lo cual será el placer en exceso, lo que nos
permite saber que esta intervención ejerce violencia en el individuo. A su vez, dirá
que de estos se desprenden dos formas de entender el placer como algo no bueno:
la primera como la actividad que se realiza por la condición de la persona que es
negativa, ya sea una enfermedad o por hábito; y la segunda, que responde a la
atención de una necesidad, los cuales son un proceso de perfeccionamiento que se
desea alcanzar; con respecto a estos últimos dirá que sólo son buenos por
accidente, es decir, son bueno no en sí sino por el estado de bienestar que se
anhela. Además, nos dirá que al estar en esta condición que no les permite gozar
de otros tipos de placeres han de buscar los que generan violencia; también dirá
que estos no son nocivos, por lo que no se ven con malos ojos.
Posteriormente, justificará la búsqueda de estos remedios por parte de los
hombres, diciendo que los buscan porque están en una situación que les impide
acceder a otros placeres y que esta situación es penosa para sí; además de que en
la búsqueda que se emprende por el satisfacer la necesidad, esta provoca que el
cuerpo en todo momento esté trabajando por lo que el disfrutar de este placer es
doloroso, pero como ya se está acostumbrado a sufrirlo no se percibe como
doloroso.
Nos dirá el estagirita que el placer sin dolor no tendrá un exceso, además de
que son producto de cosas agradables por naturaleza que son distintos a los
placeres que son accidentales, entendiéndose por accidentales aquellos que
buscan la curación del individuo.
Dirá el filósofo que nuestra condición sólo puede comprender el placer de
forma efímera, ya que nuestra composición es compleja y perecedera; esta
condición de comprender los estímulos que se contrapone a los dos aspectos de la
naturaleza humana, la que goza y la que sufre, provocarán un equilibrio y no podrán
filtrar los estímulos como algo que genere una dependencia al placer. Dirá que
derivado a la naturaleza compleja del hombre es que puede vivirse de esta manera,
que en caso contrario sólo se viviría en pleno placer, como lo es el caso de los
dioses que siempre están en el gozo y en la inmovilidad.

Bibliografía:
Aristóteles, “Ética Nicomaquea, Ed. Gredos, España, 1993.

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