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Los yanomamis conforman el pueblo indígena relativamente aislado más numeroso de América del Sur.

Viven en
las selvas y montañas del norte de Brasil y del sur de Venezuela.

Como la mayoría de los pueblos indígenas del continente, posiblemente emigraron hace unos 15.000 años a través del
Estrecho de Bering que une Asia y América, y poco a poco fueron bajando hasta Sudamérica. Hoy en día, su población
total está en torno a las 35.000 personas.

El territorio yanomami en Brasil es de unos 9,6 millones de hectáreas, dos veces el tamaño de Suiza. En Venezuela, los
yanomamis viven en la Reserva de la Biosfera del Alto Orinoco-Casiquiare, que tiene 8,2 millones de hectáreas. Estas dos
áreas juntas conforman el mayor territorio indígena selvático del mundo.

Últimas amenazas

Miles de garimpeiros o buscadores de oro que trabajan ilegalmente en la tierra yanomami les transmiten enfermedades
mortales como la malaria y contaminan los ríos y los bosques con mercurio. Los terratenientes ganaderos están invadiendo
y deforestando la frontera este de su territorio.

La salud de los yanomamis se ve perjudicada y la atención médica crítica no llega hasta ellos, especialmente en Venezuela

El Congreso brasileño está actualmente debatiendo una proyecto de ley que, en caso de aprobarse, permitiría la minería
a gran escala en territorios indígenas. Esto sería extremadamente perjudicial para los yanomamis y para otros pueblos
indígenas remotos de Brasil.

Los yanomamis no han sido consultados adecuadamente acerca de su punto de vista, y su acceso a información
independiente sobre el impacto de la minería es limitado.

Davi Kopenawa, portavoz de los yanomamis y presidente de la asociación yanomami Hutukara, avisa de los peligros:

“Los yanomamis no quieren que el Congreso nacional apruebe la ley o que el presidente la firme. No queremos aceptar
esta ley”.

“Nuestra tierra tiene que ser respetada. Nuestra tierra es nuestro patrimonio, un patrimonio que nos protege”.

“La minería sólo destruirá la naturaleza. Destruirá los arroyos y los ríos y matará a los peces y al medioambiente: y nos
matará a nosotros. Y traerá enfermedades que nunca existieron en nuestra tierra”.

Yanomamis aislados

Según han informado los propios yanomamis, ellos mismos han avistado en su territorio a otros yanomamis aislados, a los
que llaman moxateteus. Se piensa que los moxateteus viven en el área con mayor concentración de buscadores de oro
ilegales de todo el territorio yanomami.

El contacto con los buscadores de oro podría ser muy peligroso para los moxateteus y podría derivar en un violento
conflicto. Los buscadores de oro, además, contagian la malaria y otras enfermedades comunes para nosotros, que podrían
ser mortales para los moxateteus ya que no han desarrollado inmunidad frente a ellas.

FUNAI, el departamento de asuntos indígenas del Gobierno brasileño, ha enviado un nuevo equipo a la zona para averiguar
dónde están los moxateteus y cuántos son, tratando en todo momento de no establecer contacto con ellos.
En palabras del chamán yanomami, Davi Kopenawa: “Hay muchos indígenas no contactados. Yo no los conozco, pero sé
que están sufriendo igual que nosotros… Quiero ayudar a mis familiares aislados, que tienen nuestra misma sangre. Es
realmente importante para todos los indígenas, incluidos los no contactados, permanecer en las tierras donde han nacido”.

¿Cómo ayuda Survival?

Survival apoya a los yanomamis desde hace décadas. Lideramos la campaña internacional por la demarcación del territorio
yanomami junto con la ONG brasileña Comisión Pro Yanomami (CCPY). También hemos apoyado sus proyectos
educativos, médicos y sanitarios.

A pesar de los repetidos llamamientos por parte de los yanomamis, las autoridades brasileñas no han conseguido expulsar
a los buscadores ilegales de oro ni resolver la crisis sanitaria.

Ahora la salud de los yanomamis está en peligro, ya que la malaria y otras enfermedades se están extendiendo.

Por favor, únete a nosotros para hacer presión por los derechos territoriales de los yanomamis y por su protección ante la
violencia y las enfermedades de foráneos.

Intrusos

Los yanomamis entraron en un contacto continuado con foráneos en 1940, cuando el Gobierno brasileño mandó
trabajadores para delimitar la frontera con Venezuela.

Pronto se establecieron allí el Servicio Estatal de Protección de los Indígenas y grupos de misioneros. Este flujo de
personas provocó las primeras epidemias de sarampión y de gripe, por las que murieron muchos yanomamis.

A comienzos de los 70, el Gobierno militar decidió construir una carretera a través del Amazonas y a lo largo de la frontera
norte. Sin aviso previo, las excavadoras atravesaron la comunidad de Opiktheri. Dos comunidades enteras fueron
aniquiladas por completo como consecuencia de enfermedades contra las que no poseían inmunidad.

Los yanomamis continúan sufriendo los impactos devastadores y duraderos de la carretera que introdujo colonos,
enfermedades y alcohol. Actualmente, los terratenientes y los colonos la utilizan como punto de acceso para invadir y
deforestar el área de los yanomamis.

La fiebre del oro y el genocidio

Durante los años 80, los yanomamis sufrieron enormemente cuando cerca de 40.000 buscadores de oro brasileños
invadieron su tierra. Estos buscadores les dispararon, destruyeron muchas comunidades y les expusieron a enfermedades
contra las que no tenían inmunidad. El 20% de los yanomami murió en sólo siete años.

Después de una larga campaña internacional liderada por Davi Kopenawa Yanomami, Survival y la Comisión Pro
Yanomami (CCPY), la tierra yanomami de Brasil fue demarcada finalmente como “Parque Yanomami” en 1992 y los
buscadores de oro fueron expulsados.

A pesar de ello, tras la demarcación, los buscadores de oro volvieron a la zona, generando tensiones. En 1993, un grupo
de mineros entró en la comunidad de Haximú y asesinó a 16 yanomamis, entre ellos a un bebé.

Tras una protesta nacional e internacional, un tribunal brasileño declaró a cinco de ellos culpables de genocidio. Dos están
cumpliendo condena en la cárcel, mientras que los demás lograron escapar.

Este es uno de los pocos casos en todo el mundo en el que un tribunal ha declarado a personas como culpables de
genocidio.

La invasión de la minería de oro en la tierra de los yanomamis continúa. La situación en Venezuela es muy grave, y algunos
yanomamis han sido envenenados y han estado expuestos a violentos ataques durante años. Las autoridades apenas han
actuado para resolver estos problemas.

Los indígenas brasileños aún no tienen derechos territoriales adecuados sobre su tierra. El Gobierno rechaza reconocer el
derecho territorial de los indígenas, a pesar de haber ratificado el derecho internacional (Convenio 169 de la OIT) que lo
garantiza. Además, a muchas personalidades de la clase dirigente brasileña les gustaría que se redujese el tamaño del
área yanomami y que se permitiese en ella la minería, la ganadería y la colonización.
Para complicar aún más las cosas, el ejército brasileño ha establecido cuarteles en el corazón de la tierra de los yanomamis,
lo que ha aumentado las tensiones. Los soldados han prostituido a mujeres yanomamis, y algunas de ellas se han infectado
de enfermedades de transmisión sexual.

Los yanomamis viven en grandes casas comunales de forma circular llamadas yanos o shabonos. Algunas pueden alojar
hasta a 400 personas. La zona central se usa para actividades como rituales, fiestas y juegos.

Cada familia tiene una hoguera propia donde prepara y cocina la comida durante el día. Por la noche cuelgan las hamacas
cerca del fuego, que mantienen encendido hasta la mañana para estar calientes.

Los yanomamis creen firmemente en la igualdad entre las personas. Cada comunidad es independiente de las otras y no
reconocen a ninguno como “jefe”. Las decisiones las toman por consenso, normalmente después de largos debates en los
que todos pueden opinar.

Como la mayoría de los pueblos indígenas amazónicos, las tareas se dividen según el sexo. Los hombres cazan pecaríes,
tapires, monos y un tipo de cérvidos, y a menudo usan curare (un extracto de plantas) para envenenar a sus presas.

A pesar de que la caza sólo produce el 10% de la comida de los yanomamis, entre los hombres es considerada una
habilidad de gran prestigio, y todos valoran mucho la carne.

Ningún cazador come nunca la carne que ha cazado. Por el contrario, la reparte entre sus amigos y familiares. A cambio
recibirá carne de otro cazador.

Las mujeres cuidan de los huertos, en los que cultivan cerca de 60 tipos de grano de los que obtienen casi el 80% de su
comida. También recolectan frutos secos, moluscos y larvas de insectos. La miel silvestre es muy apreciada y los
yanomamis cosechan 15 variedades.

Tanto los hombres como las mujeres pescan, y utilizan el timbó o veneno para los peces en los viajes de pesca comunales.
Grupos de hombres, mujeres y niños machacan haces de vid que dejan flotar en el agua. El líquido atonta a los peces, y
salen a la superficie donde los recogen en cestas. Utilizan nueve especies de vid sólo para el veneno de los peces.

Los yanomamis poseen un vasto conocimiento botánico y utilizan cerca de 500 plantas para comer, elaborar medicinas,
construir casas y otros artefactos. Su sustento se basa en la caza, la recolección y la pesca, pero también tienen grandes
huertos que obtienen de talar partes de selva. El suelo amazónico no es muy fértil, lo que les obliga a despejar trozos de
selva cada dos o tres años.

Chamanismo y fiestas

El mundo espiritual es una parte fundamental de la vida de los yanomamis. Cada criatura, piedra, árbol y montaña tiene un
espíritu. A veces estos son malignos, y atacan a los yanomami y se cree que les provocan enfermedades.

Los chamanes controlan a estos espíritus inhalando un polvo alucinógeno llamado yakoana. A través de su trance
visionario, se encuentran con los espíritus o xapiripë. El chamán Davi Kopenawa explica:

“Sólo aquellos que conocen a los xapiripë los pueden ver, porque los xapiripë son muy pequeños y brillan como la luz. Hay
muchos, muchos xapiripë, miles de xapiripë como estrellas. Son preciosos, y están decorados con plumas de loros y
pintados con urucum (annatto), y otros tienen oraikok, otros llevan pendientes y utilizan tinte negro y bailan de una forma
preciosa y cantan de una forma diferente”.

Como es característico de los cazadores-recolectores y de los agricultores nómadas, los yanomamis trabajan menos de
cuatro horas al día de media para satisfacer todas sus necesidades materiales. Les queda mucho tiempo libre para el ocio
y las actividades sociales.

Son frecuentes las visitas entre comunidades. Se organizan ceremonias para celebrar acontecimientos como la recolección
de los pejiballes (especie de melocotón de la fruta de la palma) y el reahu (fiesta funeraria), que conmemora la muerte de
un individuo.

El futuro
Los yanomamis creen firmemente en la igualdad entre las personas. Cada comunidad es independiente de las otras y no
reconocen a ninguno como “jefe”. Las decisiones las toman por consenso, normalmente después de largos debates en los
que todos pueden opinar.

En 2004, se reunieron yanomamis de 11 regiones de Brasil para formar una organización propia, Hutukara (que significa
“la parte del cielo de la que nació la tierra”), que defendiera sus derechos y dirigiera sus propios proyectos.

Como resultado de su creciente contacto con foráneos, los yanomamis y CCPY, una ONG brasileña, elaboraron un
proyecto educativo. Uno de sus objetivos principales es concienciar a los yanomami sobre sus derechos.

Se ha formado a profesores yanomamis para enseñar a leer, a escribir y a dar clases matemáticas en sus comunidades.
Urihi, una ONG sanitaria, ha formado a otros yanomami como personal sanitario.

Sin embargo, en 2004 la Fundación Nacional de Salud (FUNASA) del gobierno brasileño se hizo cargo de la atención
sanitaria de los yanomamis. Desde ese momento, han ido aumentando las denuncias de los yanomamis contra el caótico
sistema de atención sanitaria.

En 2011, los yanomamis de Venezuela crearon su propia organiación, llamada Horonami, para defender sus derechos.

La minería, la ganadería y una caótica atención sanitaria amenazan a los yanomamis

Durante miles de años, los yanomamis han vivido prósperamente en las selvas de Sudamérica.

Ahora se enfrentan a dificultades mientras el Gobierno falla a la hora de protegerles frente a invasiones criminales,
ataques y enfermedades.

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