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FUTBOL INFANTIL

Lic. Darío Mendelsohn


Psicólogo especializado en deporte

La frase que encabeza éste artículo fue extraída del reverso de una entrada de
fútbol infantil de un club barrial. El mismo club barrial donde (como en tantos
otros) se puede escuchar de boca de algunos padres, dirigido a sus hijos,
frases tales como: "¡¡¡¡que no te pase!!!!", "¡¡agarralo!!" "¡¡¡¡¡revientálo!!!!!",
"¡¡¡¡bajálo!!!!", y algunas otras que por vergüenza ajena prefiero no
reproducir.

En cualquiera de estas instituciones se pueden ver niños de 5 años en adelante


(a veces más pequeños todavía) intentando jugar al fútbol, en vez de jugar a
la pelota.

Es difícil encontrar a alguien que no esté de acuerdo con el hecho que los niños
jueguen a la pelota, entendiendo esta actividad, como un juego más
espontáneo que dirigido, donde el adulto debería proponer, más que decidir, o
sugerir, más que dirigir.

En cambio al hablar de jugar al fútbol, aparecen términos cómo táctica,


estrategia, orden defensivo, relevos, posiciones, etc.

El juego es un tipo especial de actividad que tiene gran importancia instructiva


en la vida del niño. En los juegos las personas reproducen la realidad
circundante y además muestran cierta actitud ante ella, promueven deseos,
sentimientos de amistad, cooperación y ayuda mutua. El juego es una
actividad que permite al niño expresar con plena libertad, sus impulsos, sus
gustos, sus aptitudes, su personalidad. La práctica deportiva tiene una función
vital importantísima; prepara, ejercita, entrena al niño y al adolescente para
las exigencias de la vida adulta. El juego permite la liberación emocional, y da
lugar a la derivación de las tensiones emocionales, de manera inconciente, la
alegría, el amor, el odio, el temor, el fastidio, los celos, la ira y las diversas
formas de sentimientos, se traducen provechosamente por medio del juego.

"Los niños asociados a un club consagran gran parte de su tiempo libre al


deporte; cabe estimar en cinco horas semanales, por lo menos, la duración
media de los entrenamientos y las competiciones. Por añadidura, esa duración
queda decuplicada por una serie de prácticas derivadas; discusiones en el patio
de recreo, sociodrama familiar a raíz y con motivo de la última intervención del
niño, encuentro con amigos en el seno del club, lectura de obras
especializadas, etc. Así, la participación en las actividades de alguna asociación
deportiva cristaliza un repertorio de prácticas, familiares o sociales, que explica
la posición primordial ocupada por el deporte en la jerarquía de los valores y
gustos de los jóvenes. "
1. "El juego es una actividad para uno mismo y no para los demás y por eso es
un medio excelente para poder explorar y poder llegar al aprendizaje en el cual
somos nosotros quienes nos transformamos para adaptarnos mejor a la
estructura de este mundo externo."

2. "Hay que tratar al niño como un existente que se está construyendo,


evitando que el grado de competitividad sea tan alto que llegue a ahogar el
carácter libre y espontáneo del niño."

3. Sería aconsejable que los niños, alrededor de los 5 o 6 años, comiencen con
iniciación deportiva, entendiéndolo como un proceso genérico a través del cual
se procura estimular al niño y proporcionarle las bases que permitan en ese
momento y con posterioridad situarse en las mejores condiciones para
cualquier aprendizaje, dejando para etapas posteriores la eficacia concreta en
algún deporte en particular y su posible orientación hacia la competición.

4. La actividad esencial de la iniciación deportiva es el juego, pero nos


referimos al juego espontáneo, donde hay ausencia de finalidad, y se realiza
por iniciativa propia.

En la iniciación deportiva, el niño es llevado por distintos deportes grupales e


individuales, que le permite aprender la más amplia variedad de gestos
deportivos, mientras que paralelamente avanza en su socialización.

Alrededor de los 10/11 años el niño podría elegir un deporte grupal y otro
individual, basándose en sus gustos, facilidades, o talento personal, y no en la
decisión de los padres.

Para que el niño atraviese en forma placentera y educativa a la vez, la


iniciación deportiva, el deporte debería estar al servicio del niño, y no el niño al
servicio del deporte, es decir que los elementos (pelotas, raquetas,
dimensiones del campo, altura de aros, etc.) deberían ser acordes al desarrollo
psicomotriz de los niños, para que exista la posibilidad de aprendizaje. Los
niños según sea su edad madurativa poseen un umbral de aprendizaje. Si la
estimulación apunta hacia abajo, lo más probable es que no haya aprendizaje,
y aparezca el aburrimiento, y por transición la desadaptación del niño. En
cambio si la estimulación es hacia arriba del umbral, lo más probable es que
haya un aprendizaje negativo, que puede acarrear, el desinterés o un descenso
de la motivación, y tal vez el abandono temprano de la práctica deportiva.

Lo ideal sería que un niño, hasta aproximadamente los 10/11 años, juegue,
por el placer de jugar, sin hacer hincapié en la competencia, ya que
aproximadamente a esa edad hay un aumento de la coordinación dinámica
general, aumento de la coordinación óculo - manual, y un mayor ajuste
perceptivo interno y externo.
Recién entonces un niño puede comenzar a incorporar lentamente conceptos
tácticos, ya que hasta aquí pudo realizar los pedidos de sus mayores, no
porque los haya comprendido, sino por obediencia.

Partiendo de la premisa de que las máximas autoridades de un niño, son sus


padres, y sabiendo que un entrenador le dice a un niño que mientras dure la
competencia, le haga caso a él, y no a sus progenitores, dicho entrenador pasa
a ocupar temporariamente la categoría de semidiós, con lo cual su palabra
tiene un peso incalculable para dicho niño, proviniendo de ahí su obediencia.

Después de los 10/11 años un niño debería comenzar con especialización


deportiva, entendiéndolo como un proceso de desarrollo y entrenamiento de
las capacidades técnico - tácticas, orgánico - funcionales, y neuromusculares
con el fin de obtener un rendimiento óptimo o máximo, esto implica
competencia regular, jerarquías, categorías, reglamentos, etc.

Es sabido que de todos los niños que comienzan a jugar al fútbol, no más del 3
o 4 % llega a desarrollarse como futbolista profesional, es decir que un 96 o 97
% queda en el camino; y sin embargo el sistema apunta a la minoría, sumado
a que " como son chicos", quienes se ocupan de su formación generalmente
son padres futboleros, que en algunos casos es posible que sepan de fútbol,
pero habría que ver si también saben cómo tratar a un niño, y que es lo mejor
que se puede hacer con, por y para ellos.

Cuando los niños dejan el club de barrio, y tienen la posibilidad de llegar a una
institución futbolística tradicional, generalmente quedan a cargo de un ex
jugador de fútbol profesional (que a veces ni siquiera ha completado el curso
de director técnico habilitante), muchas veces, una gloria de dicha institución,
que debido a su experiencia como jugador podrá transmitirle a esos niños,
vivencias y situaciones atravesadas en su época de futbolista, pero ¿están en
su mayoría capacitados para conducir niños en formación que además de
conocimientos futbolísticos, necesitan ser respetados en sus tiempos de
maduración y crecimiento?

A modo de ejemplo, contaré un hecho que le toco atravesar a mi hijo hace


aproximadamente 2 años, cuando tenía 10.
Entre otras cosas que heredó de mí, recibió la pasión por el fútbol, por eso me
solicitó que lo llevara a una escuelita de fútbol; lo primero que hice fue
averiguar si el profesor estaba habilitado para dicha tarea, y me contestaron
que era un ex jugador y técnico recibido.

Por razones laborales, no pude ir la primera vez, pero esa noche le pregunté a
mi hijo como lo había pasado, si se había divertido, y que actividades
realizaron, y comenzó a contarme, que el profesor los reunió a todos los chicos
en el centro de la cancha, y preguntó quién quería ir al arco, entonces dos
niños levantaron la mano, y les dijo que se pusieran a un costado, porque iban
a ir un rato cada uno. A los demás niños, les dijo que cada uno en forma
alternada iba a patear diez tiros al arco, y que el que convertía los diez tiros,
no iba a correr ninguna vuelta alrededor de la cancha, el que convertía nueve,
corría una vuelta, el que convertía ocho, daba dos vueltas, y así
sucesivamente.

Asistí azorado, y en silencio al relato de mi hijo, y a la clase siguiente concurrí


para poder comprobar personalmente lo que me relataba mi hijo, y
efectivamente se repitió el inicio de la actividad, tal cual me había sido
relatado.

Esperé que finalizara la clase, y me presenté al profesor, cómo el papá de uno


de los niños, y le pregunté, cuál era el fundamento de la actividad de inicio,
que era lo que buscaba, y me contestó que lo hacía para motivar a los chicos.

Me parece que si los chicos cuando están en proceso de formación, reciben un


mensaje de su profesor, que dice que correr es para aquellos que no saben
pegarle bien a la pelota, y los que patean bien, no tienen que correr, tal
concepto se va internalizando en forma errónea.

Hay que entender que para los niños su profesor es una especie de semidiós,
ya que si para un niño no hay mayor autoridad que sus padres, y el profesor le
dice a ese niño que mientras dura la clase o la competencia, no le haga caso a
los padres, dicho profesor pasa a tener temporariamente un poder superior,
que lo torna especialmente peligroso, cuando el mensaje no es formativo.

Por motivos cómo estos, y debido a que por suerte desde hace 5 años soy
docente de diferentes escuelas de técnicos es que me permití humildemente
sugerir a la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA), que a los
alumnos que en la actualidad, al terminar su primer año de estudios reciben un
título que los habilita para trabajar con niños y adolescentes, reciban un
formación superior, o que dicha habilitación sea otorgada al concluir el
segundo año de estudios, ya que me parece, que hay que estar tan
capacitado para trabajar con niños y adolescentes como para trabajar
con adultos.

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