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INFLACION Y DEFLACION DE ACTIVOS

Armando Méndez Morales

El estudio de la economía diferencia el comportamiento de los precios nominales de los


precios reales o relativos. Parece, a primera vista, que los primeros, expresados en
unidades monetarias, son los que interesa a la gente, sin embargo, al momento de hacer
una compra realmente interesa el precio relativo; esto es, la disposición de obtener algo
en relación a otras opciones de obtener bienes similares o sustitutos a ese mismo precio.
Sin embargo, cuando hay inflación de precios, la gente, productores y consumidores,
confunden un incremento del precio nominal como si fuese un aumento del precio real,
llevándoles a una deficiente asignación de recursos, razón por lo cual la ciencia
económica considera a la inflación como un flagelo y, por eso, se la combate
firmemente.

La inflación, en el largo plazo, fue del 3 por ciento promedia acumulada anual, en
EEUU, y en el periodo 1929-2008, lo que confirma que hubo una voluntad, en ese gran
país, de no permitir que la inflación se expanda. Al ser este un dato promedio oculta
algunas situaciones como, por ejemplo, el periodo de deflación presentado en los años
de la depresión económica, 1929-1934. Sin embargo, desde el año 1990 la inflación
promedia anual se ha movido en torno a un 2.2 por ciento, hasta ahora. De aquí se
concluye que la inflación, hoy, no es un problema principal de los gobernantes de
EEUU, pero puede ser mañana.

¿Cuál la razón para combatir a la inflación? No hay duda alguna que todo vendedor
quisiera que el precio de lo que vende suba permanentemente, para de esta manera
obtener mayores ganancias, acontecimiento no factible porque enfrenta una
competencia de muchos productos similares o sustitutivos. Pero si suben
simultáneamente todos los precios porque hay inflación, el incremento de precios que
hace un vendedor cualquiera es el resultado de traspasar sus costos más elevados a los
precios de lo que vende, consecuencia de la misma inflación. No se puede consumir
bienes y servicios cuando no se dispone de los recursos reales para producirlos y que
son los factores productivos. La inflación es el efecto de querer consumir más de lo que
se produce, es la expresión de una economía que tiene un desequilibrio, donde la
demanda de bienes y servicios es mayor a la oferta de los mismos y, en última instancia,
como secuela de la existencia de mucho “dinero” circulando en la economía.

Según la teoría económica, en la medida que la escasez relativa de algo disminuye su


precio real también debe disminuir. Esto quiere decir que si aumenta el ahorro real de
las personas porque las naciones pasan a ser económicamente desarrolladas, la tasa de
interés, que es su precio, debe bajar. Un millonario debería darse por satisfecho que sus
millones no pierdan valor y punto. Pero aquí es donde surgió el “chipe libre” a título de
mercados libres.

El mismo deseo que tiene el vendedor de cualquier cosa tiene el ahorrista. Quiere que el
precio real de su ahorro suba para ganar más. En una economía simple la ganancia que
recibe es una tasa de interés y punto. En economías financieramente avanzadas, como lo
es EEUU, la principal ganancia no está en la tasa de interés sino en las alzas del precio
del activo financiero, que obtuvo a cambio de su ahorro.
A diferencia del productor, que no hay quién le garantice un precio creciente de lo que
ofrece, en el mundo financiero se difundieron “gestores” para hacer realidad este sueño
de los ahorristas, aunque de manera volátil. Es el mundo del Wall Street. Consideremos
al legendario Indice Dow Jones como un indicador representativo de este mundo en los
EEUU. Mientras la tasa de inflación de los precios de los bienes y servicios en general
subió, como ya se dijo en un 3 por ciento, cada año, en el periodo 1929-2008, los
precios de los activos financieros, con una gran varianza, subieron en un 4.6 por ciento,
en el mismo periodo, es decir en un 60 por ciento más. ¿Por qué esta diferencia?

La Gran Depresión de los años treinta se originó en una gran crisis financiera donde los
precios de los activos financieros habían llegado a niveles artificialmente altos, por lo
cual se desmoronaron hasta el año 1932, pero luego se recuperaron lentamente. Su
expansión estuvo por debajo de la inflación de los precios de los bienes en general,
hasta, más o menos 1960, fecha a partir de la cual superó en algo al índice de inflación
pero para volver a igualarse durante el año 1970. A partir de este año, y casi por dos
décadas, el índice de precios de los activos financieros y el índice de inflación se
movieron juntos, pero de ahí en adelante y hasta el año 2007, con algunos notables
altibajos, su expansión es muy superior al índice de inflación, aparentado, de esta
manera, un aumento del precio relativo del ahorro en relación a los demás bienes.

Veamos cifras, mientras la inflación acumulada para el año 2007 es de algo más de tres
veces con relación al año 1970, la inflación de precios de los activos financieros, visto
por el lado del Dow Jones, es de ¡14 veces! para el mismo periodo. Ni qué decir de otros
papeles de “renta variable”, que aparecieron en el sórdido e intransparente mundo de los
“Hedge Founds”, en estos primeros años del siglo XXI, y que tuvieron ganancias muy
superiores a las del legendario Dow Jones. Como nunca se presentó un claro divorcio
entre precios del mundo real con los precios del mundo ficticio de los activos
financieros.

¿Qué pasó? A diferencia de los bienes reales, donde su oferta está siempre limitada por
los factores productivos, los activos financieros, diferentes a los medios de pagos, e
incluso de los depósitos en la banca comercial, -controlados por la Reserva Federal-
cayeron en manos de “financistas creativos”, quienes hicieron los que les vino en gana,
a cambio de jugosas comisiones en Walt Street. A título de “mercado libres”,
embaucaron a los ahorristas, quienes, creyeron que podrían enriquecerse, que siempre
podían seguir acumulado mayores ganancias, más capital, y, a su vez, sin hacer
absolutamente nada, a condición de enajenarse al desvalor de la codicia y en contra del
valor de la prudencia.

En toda economía existen todo tipo de bienes y de activos físicos, todo tipo de servicios
y todo tipo de activos financieros. Los activos financieros son siempre pasivos de
alguien, es decir, deuda. Los billetes y monedas que la gente utiliza o guarda son un
activo financiero para sus poseedores y un pasivo de todo banco central que los emite.
Los depósitos que la gente tiene son sus activos financieros y pasivos de los bancos. Lo
que genéricamente se conoce con el nombre de acciones o bonos son también activos
financieros de sus poseedores y pasivos de quienes lo emiten.

¿Ud. se imagina lo que pasaría si cualquiera podría emitir dinero como lo hace un banco
central? Mucha gente se dedicaría a esta labor, pero al final nadie querría ese dinero a
cambio de lo que tiene, porque ese dinero no tendría valor alguno al haberse abarrotado
la economía de “papeles” sin ningún valor. Esto aconteció con los activos financieros.

Pero el mercado es, en definitiva, un eficiente asignador de recursos que premia cuando
las cosas se hacen bien, de acuerdo a la ley y a las buenas costumbres; castiga al
embaucador, el continuo engaño y la codicia. Cuando un producto lácteo sale al
mercado y hace daño, ese productor termina sus días de exitoso empresario. Hoy, todos
aquellos empresarios -y ahorristas- que creyeron que se enriquecieron con estos
negocios, vieron sus fortunas desvanecerse como cuando las nubes las bate el viento. En
promedio mensual, el índice Dow Jones perdió un 52 por ciento de su valor desde
septiembre del 2007 con relación a marzo de este año. ¡Ni qué decir de los “activos
tóxicos”!

Si la inflación de precios de los bienes y servicios es una enfermedad en la economía


que se la debe combatir, ¿por qué no se aplica el mismo criterio cuando se trata de los
precios de los activos financieros? y, dado, que su deflación es destructiva para toda la
economía real.

El reto de los economistas de los EEUU es indagar la manera de combatir a la inflación


de activos financieros porque su comportamiento es tóxico para la economía real, como
lo es la inflación de precios en general, y sugerir a su gobierno la forma y los
mecanismos de ejecución. De esta manera, el mundo superará este grave problema que
tiene un origen monetario, como tiene cualquier inflación.

La Paz, 27 de marzo de 2009

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