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LA CLASE

Ana Torres Menárguez

Profesoras contra la pedagogía tóxica


En 2006, el pedagogo británico y gurú de la educación Ken
Robinson hizo temblar las bases del sistema educativo con su
ch a r la TED Las escuelas matan la creatividad, con más de 43
millones de visitas. Robinson criticaba que los colegios son el
primer freno con el que se encuentran los niños y alertaba sobre
el desacierto de los programas educativos al primar materias
como las matemáticas y arrinconar las más artísticas como la
música o el dibujo bajo el pretexto de que no son útiles a la hora
de encontrar un empleo. El diagnóstico estaba claro, pero nadie
sabía muy bien la fórmula para conseguir que la escuela no mate
la creatividad. Las profesoras universitarias María Acaso, de 46
años, y Clara Megías, de 32, parecen haberlo conseguido. Han
desarrollado una nueva metodología para darle la vuelta a la
forma de dar clase.

“Hay que acabar con la pedagogía tóxica y aplicar nuevas fórmulas


para despertar el deseo de los estudiantes por aprender”, explica
María Acaso, experta en innovación educativa y profesora de la
Universidad Complutense. Su método, al que han llamado Art
Thinking, tiene como base los descubrimientos de la neuro-
educación, que estudia cómo aprende el cerebro, y cuyo principal
hallazgo es que para que se produzca el aprendizaje es necesario
encender una emoción, despertar la curiosidad del estudiante.
Para ello, su metodología se inspira en los procesos de creación
de arte.

La investigación de las docentes, que comenzó en el año 2011 y


cuyos resultados se publicarán en el libro Art Thinking.
Transformar la educación a través de las artes, señala que en la
pedagogía tradicional el esfuerzo está asociado al dolor, al
malestar, y a la idea de que adquirir conocimiento tiene que ver
Pálido punto de luz
Claroscuros en la educación
http://palido.deluz.mx Número 78. (Marzo, 2017) Más sabe el diablo por viejo: Enseñanzas y aprendizajes de la Tercera Edad
con la ansiedad, el miedo o la evaluación. Su propuesta es
incorporar el arte en la educación para generar placer y de esa
forma conseguir que el esfuerzo y la constancia aparezcan de
forma automática. Los profesores pueden emplear esta
metodología para impartir cualquier asignatura.

En uno de los capítulos de su libro señalan que de las células


madre del cerebro nacen a diario entre 4.000 y 5.000 neuronas, a
través de un proceso llamado neurogénesis. Las actividades que
se realizan desde pequeño crean circuitos neuronales; algunos se
mantienen y otros desaparecen. ¿En función de qué? Cuando esas
actividades no son significativas para nuestra vida diaria, se
diluyen. “En el caso de un examen de un tema que no me interesa
y con el que no he logrado establecer una conexión personal, los
circuitos construidos me permitirán aprobar, pero no aprender.
La información desaparecerá de forma automática nada más
acabar la prueba”, explica Acaso. La clave para que el aprendizaje
sea significativo, sostiene la docente, es que tanto la información
como el proceso de enseñanza sean relevantes para el estudiante
y se repitan.

Las investigaciones sobre neuroeducación demuestran que para


activar el deseo de pensar es necesario encender previamente
una emoción, y para ello es fundamental despertar la curiosidad.
“Hay que comenzar la clase con un elemento provocador, puede
ser una frase, un dibujo o un pensamiento; algo que resulte
chocante”, indica Francisco Mora, profesor de la Facultad de
Medicina de la Complutense y autor del libro Neuroeducación. Solo
se puede aprender aquello que se ama.

LOS CUATRO ELEMENTOS DEL


ART THINKING
La metodología desarrollada por las profesoras María Acaso y
Clara Megías se basa en cuatro elementos clave: un tipo de
pensamiento diferente al pensamiento lógico al que han llamado
pensamiento divergente; una experiencia estética basada en el
placer; una refinición de la pedagogía para empezar a entenderla
como una herramienta de producción tanto para profesores como
para alumnos y una forma de aprendizaje basada en los proyectos
y el trabajo colaborativo.

Pálido punto de luz


Claroscuros en la educación
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“El arte puede ser entendido como una metodología desde donde
transformar la educación porque incorpora cuatro elementos
clave”, señala Acaso. Son los siguientes:

Pensamiento divergente: fomenta un tipo de pensamiento crítico y


no lineal “absolutamente necesario” para el desarrollo de
conocimiento en la actualidad.

Placer: es el sentimiento que va unido a la emoción positiva, por lo


que que hay que recuperarlo en educación. Sin el placer, no hay
motivación y sin motivación no hay aprendizaje.

La educación como producción cultural: "defendemos la realidad


de que un profesor y sus alumnos producen conocimiento al
mismo nivel que otros profesionales, como los filósofos o
escritores".

Trabajo colaborativo: “olvidemos las asignaturas estancas: hay


que trabajar por proyectos y en comunidad, tal como hacen
muchos de los artistas contemporáneos”.

“Desde que somos mamíferos hace más de 200 millones de años, la


emoción es lo que nos mueve. Aquello que nos extraña, que no
nos resulta monótono. Ahí se abre la ventana de la atención,
imprescindible para aprender”, explica Mora.

Eso es lo que hizo María Acaso con sus alumnos de Bellas Artes en
la Complutense. Un día apareció en clase con una sandía y frente
al asombro de los estudiantes, la cortó y creó un cuadrado. Su
intención era generar extrañamiento entre los estudiantes. “El
ser humano está diseñado para prestar atención a lo que no es
habitual. Una situación nueva que no sabes cómo resolver te
atrae. Atención, emoción y aprendizaje. Ese es el orden según la
neuroeducación”, remarca Acaso. En el aula se creó un clima muy
diferente al habitual, en el que el silencio propio de la clase
magistral, en la que el profesor habla y el estudiante escucha, dio
paso a un debate sobre el significado de esa sandía. Una vez
captada la atención de los alumnos, las dinámicas de aprendizaje
cambian.

Acaso les explicó que esa sandía con forma cuadrada era una
pieza del artista cubano Wilfredo Prieto llamada Políticamente
correcto, y su intención era precisamente cuestionar los

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estándares de la educación, plantear por qué el mobiliario, los
programas académicos y la forma de enseñar no han
evolucionado. “Llevar una sandía a clase es un acto de subversión,
hace que el aula explote”, explica.

En 2009, Acaso publicó el libro La educación artística no son


manualidades, en el que criticaba que las disciplinas relacionadas
con las artes han sido consideradas como un conocimiento de
segunda categoría, prescindible, frente a los “conocimientos
altos” como las matemáticas o las ciencias. En su opinión, el nuevo
escenario laboral, en el que el número de robots no deja de
aumentar, requerirá perfiles muy creativos, una cualidad que las
máquinas no dominarán. “Precisamente al Art Thinking no le
interesa demostrar hechos, no es una metodología cerrada
basada en certezas, sino encender la curiosidad para activar
procesos de investigación”.

En su libro, las dos profesoras desarrollan los cuatro puntos clave


de esa nueva metodología: pensamiento divergente, incorporación
del placer, alumnos y profesores como productores de contenidos
y trabajo colaborativo y por proyectos. El próximo mes de julio
organizan en Madrid un curso junto al colectivo Pedagogías
Invisibles para 100 profesores de todos los niveles educativos en el
que enseñarán cómo poner en práctica el Art Thinking.

“En la escuela se aprende a través de la memorización, sin pensar.


La gente llega a la edad adulta y no sabe pensar por sí misma, se
han dedicado a reproducir lo que dicen otros. Es cierto que
necesitamos información en nuestra memoria, pero hay que
cambiar el proceso por el que nos llega”, explica Clara Megías,
profesora de la Facultad de Educación en la Universidad de
Alcalá. Investigar y analizar por uno mismo. Cuestionar lo que se
da como cierto. Eso es lo que hace el arte.

Ana Torres Menárguez

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