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VICTOR POLAY
Nació el 6 de abril de 1951 en el Perú. Hijo de Víctor Polay Risco, ex militante del
Partido Aprista Peruano y de doña Otilia Campos Bárcena. Hace sus estudios primarios
en el colegio religioso “San Antonio del Callao” y secundaria en la gran unidad escolar
“2 de Mayo” de Lima.
Durante sus 5 años de secundaria será miembro del Grupo Scout Callao No 3 “David
Livingstone”. Llegó a ser un destacado scout y jefe de la Patrulla Lobos como lo
señalara su compañero en el mismo grupo scout, Marcos Miyashiro (ex jefe de la
DINCOTE) en el programa de Jaime Altahus del Canal N.
En 1967 ingresa a la recién creada Universidad Nacional Técnica del Callao. Es elegido
por la lista de estudiante apristas, como secretario general del Centro Federado de
Ingeniería Mecánica, Industrial y Naval. En 1968 es miembro de la dirección Nacional
del Comando Universitario Aprista (CUA).
En marzo de 1969, junto a José Carlos Carrasco Tavara (ex ministro de Energía y
Minas) es enviado por el APRA a un seminario para dirigentes jóvenes y medios en
Costa Rica, organizado por la Fundación alemana Friedrich Ebert y el Centro de
Estudios Democráticos de América Latina (CEPAL) dirigido por Luis Alberto Monge,
posteriormente presidente de Costa Rica.
El 22 de marzo de 2006 fue declarado culpable por un tribunal peruano por cerca de 30
delitos cometidos durante fines del decenio de 1980 y principios de 1990. Cumple
sentencia a cadena perpetua.
MRTA
Las acciones más importantes de este grupo fueron asesinatos de policías, militares y
civiles, atentados con coches bomba, secuestros, el derribo de torres de alto voltaje e
incursiones con armas de guerra en centros urbanos, incluyendo a Lima. Dichas
acciones fueron el principal mecanismo para hacer notar su descontento con sectores
públicos y privados peruanos. Se estima en 1247 las víctimas de sus acciones a lo largo
de los años, un 1,8% del total de víctimas del Conflicto Armado Interno en Perú (1980-
2000), de acuerdo con la Comisión de la Verdad. A diferencia del movimiento
senderista, los militantes del MRTA vestían uniforme para no ser confundidos con la
población civil en las zonas altoandinas, pero en las ciudades se encubrían entre la
población civil.
Los miembros del MRTA actuaban con gran precisión al momento de la aprehensión de
sus víctimas. En muchos casos, disparaban a sangre fría contra quienes trataban de
impedir el secuestro o incluso contra sus víctimas si estas ofrecían resistencia, como fue
el caso del empresario vidriero Pedro Miyasato Miyasato, realizado el 22 de abril de
1993.10 Además, según la CVR, el cautiverio implicó tratos crueles, inhumanos y
degradantes.10
Según Movimiento Homosexual de Lima (MHOL) se calcula que las víctimas mortales
por parte de Sendero Luminoso y el MRTA durante el conflicto armado interno
alcanzarían la cifra de 500 personas.11
En diciembre de 1996, un grupo armado del MRTA tomó la residencia del embajador
japonés en Lima y capturó a 600 rehenes pertenecientes a los sectores más encumbrados
de la vida política y económica peruana, en lo que fue la última gran acción terrorista en
la historia del Perú. A partir de esta incursión, empezaría la desarticulación casi total del
MRTA.
El hecho tuvo como desenlace el asalto de la embajada por fuerzas especiales del
Ejército peruano, en la Operación Chavín de Huántar. Durante el operativo militar,
murieron los 14 terroristas, un rehén (Dr. Carlos Giusti Acuña, vocal de la Corte
Suprema) y dos comandos (teniente coronel Juan Valer Sandoval y teniente Raúl
Jiménez Chávez), siendo presidente de Perú en aquel entonces Alberto Fujimori.
Investigaciones posteriores y las declaraciones de testigos indican que Eduardo Cruz
Sánchez, "Tito", el segundo jefe del comando del MRTA, se encontraba vivo y habría
intentado rendirse.13 El 12 de marzo del 2001, los restos de Eduardo Cruz Sánchez
fueron exhumados. Toda la evidencia hallada llevó a la fiscalía a denunciar a un grupo
de comandos ante el Poder Judicial para determinar de dónde provino la orden de
ejecutar a Tito cuando el enfrentamiento ya había terminado.14 Según la CVR, existen
suficientes evidencias para presumir razonablemente que durante el operativo de rescate
se incurrió en violaciones a los derechos humanos por parte del Estado peruano; por
ello, recomendaba una investigación imparcial que determinara las responsabilidades
del caso.15