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Bienvenidos y bienvenidas

Küme Akukonpayaymi / Küme akukonpayamün

Antes, mucho antes de que llegaran los blancos y los mataran, Dios Antu y la Diosa
Kuyén vivía en lo alto con sus hijos, reinando sobre el Cielo y la Tierra.

La Diosa y el Dios habían hecho un gran trabajo, crearon el Cielo, con todas sus
nubes, cada una de las estrellas y la hermosa Tierra de gigantescos cordones.
También hicieron correr los ríos y crecer los bosques, además entreabrieron sus
enormes dedos para sembrar aquí y allá a los animales, incluidos los seres
humanos, las y los mapuches.

Ambos vivían en el Cielo, vigilando sus creaciones. Durante el día Antu iluminaba
el bello reino, y de noche Kuyén cuidaba el sueño de las criaturas que lo habitaban.

Todo estaba en armonía, y con el tiempo los hijos de los dioses crecieron y tratando
de imitar a su padre y madre, también quisieron crear seres y elementos.
Lamentablemente los dos mayores empezaron a criticar a sus progenitores “El
Chaw y la Ñuke ya están viejos, ¿no será hora de que reinemos nosotros?”.

Antu sufría por ese deseo y lo hacía acumular más y más rabia. Ese sentimiento
trataba de aplacarlo Kuyén, bajándole el perfil a estas indiscreciones y pidiéndole a
su compañero que los perdonara. Pero los rebeldes no ayudaron mucho, juntos
comenzaron a idealizar a sus hermanos más jóvenes, para luego confabular, “Por
lo menos, deberíamos mandar sobre la Tierra”. Tenían todo preparado para bajar
con sus enormes pasos una escalera de nubes, y justo en el momento en que se
disponían a actuar Antu los descubrió y dejó salir toda su furia. A cada uno de sus
dos hijos mayores los agarró de la cabeza con sus manos, los sacudió y los arrojó
con todas sus fuerzas a las montañas rocosas de la tierra. La gran cordillera tembló
con los impactos y los cuerpos gigantescos se hundieron en la piedra formando dos
inmensos agujeros.

Mientras la furia de Dios se deshacía en rayos de fuego, Kuyén dolida se precipitó


entre las nubes y se puso a llorar. Sus enormes lágrimas caían sobre las montañas,
lavaban sus paredes de piedra e inundaban rápidamente los profundos hoyos, fue
así que se formaron los dos lagos vecinos, el Lácar y el Lolog. Antu al darse cuenta
del dolor de su compañera, quiso atenuar su castigo y permitió que la vida volviera
a los despedazados cuerpos de sus ingratos hijos, convirtiéndolos en una enorme
culebra alada encargada de llenar los mares y lagos, a esta la llamó Kai Kai Filu.

Kai kai no aprendió de lo sucedido, su deseo de derrotar a sus progenitores y reinar


por sobre todo el wallmapu crecía día a día. Una vez en un momento de impotencia
Kai kai decidió dañar a Antu atacando a las y los mapuches, sus protegidos. Azotó
las aguas de los lagos con su enorme cola provocando gigantescas olas, formó
remolinos nunca antes vistos y empujó las marejadas hasta alcanzar los refugios
humanos, no contento con lo ocasionado reptó por debajo de la tierra y la agitó
provocando terremotos apocalípticos y erupciones simultaneas en todos los
volcanes.

Al darse cuenta de que sus criaturas corrían grave riesgo, Antu modeló una
serpiente con arcilla, le dio vida y le dijo: Ten ten es tu nombre, baja a la tierra detén
a Kai Kai y vigílalo, cuando veas que quiera agitar las aguas del lago, alerta a la
gente par que busque refugio mientras tu detienes nuevamente a Kai Kai Filu.

Pasó el tiempo, Antu y Kuyén querían ver en persona los frutos de su obra,
decidieron bajar y aparecieron entre el pueblo como si fueran uno más, cubiertos de
cueros y con cabezas desnudas.

Fue tan grata y satisfactoria su visita que decidieron quedarse por un tiempo en el
wallmapu. Juntos les enseñaron a los habitantes la elección de las semillas, el arte
de la siembra y la cosecha, y la conservación de los alimentos. También, les regaló
el fuego.

La Diosa y el Dios, volvieron a su hogar y confiados de lo que presenciaron


descuidaron a los humanos, esto permitió que el pueblo olvidara las enseñanzas
que habían recibido y comenzaron a blasfemar en contra de los creadores y
antepasados y a pelearse entre ellos.

Un día Kuyén se asomó a contemplar el estado de la creación y grande fue su


sorpresa que llamó inmediatamente a su par. Antu apretó los labios con amargura,
miró a Kuyén y decidieron recurrir a Kai kai Filu. “Queremos que agites una vez más
el agua del lago, que la superficie se ponga oscura, que exploten las olas unas
contra otras y salte la espuma blanca, a ver si un buen susto hace que los hombres
cambien su conducta". Esto también lo escuchó Ten-Ten, enseguida lanzó su
silbido de alerta, la aguda señal que se escuchó por todas las quebradas como si
fuera un viento, convocó a todos los mapuches a la montaña de la Salvación, hogar
de Ten ten.

Y el pueblo con miedo, comenzó la escalada. Pero ya el lago los perseguía y, bajo
sus pies, las escarpadas laderas se movían, agitadas por los terribles movimientos
de Kai-Kai. Por otra parte, Antu arrojó rayos de fuego que lograron aniquilar a todos
los sobrevivientes exceptuando a los niños y niñas quienes tuvieron la misión de
restaurar la tierra.

En su niñez fueron amantados por animales nativos y a medida que iban creciendo
eran alimentados gracias a la bondad de la madre tierra, de ellos descienden todos
los mapuches.

Diez veces venceremos - Qué continúe nuestra Lucha

Marichiwew Amulepe taiñ weichan

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