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En los costados y alrededor se concentran las casas de la
guerillerada. En esta habitan cerca de 600 hombres y mujeres, en caletas,
dormitorios de campaña, construidos con postes de madera, plástico negro
y cabuya.
Allí cada uno tiene sus pertenencias: una cama hecha con tablas,
una colchoneta y cobijas; mudas de ropa, recuerdos personales y artículos
de aseo y comida, un radio, un portátil, un televisor, pero esto último es
muy raro. No hace falta imaginación para enterarse que las casas fueron
levantadas por los mismos guerrilleros al llegar a la lugar.
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pequeño hato de ganado cebú, marcado por una estrella en el lomo de los
animales.
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trabajo diario de los campesinos, al caminar por las trochas y barrizales,
en la ardua labor del campo. una buena parte de la guerrillerada viste
camisetas con consignas alusivas a la paz.
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que afuera se desconoce la realidad de las mujeres de las FARC, donde
tienen igualdad de condiciones y hay un respeto por parte de los hombres,
a quienes llaman compañeros.
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Cuando cesa el día, se resguardan en sus caletas o salen a cenar. Se
conversa mientras se sigue un noticiero, sin importar la cadena y la
posición adversa de estos. En especial, se presta atención con
detenimiento lo que se menciona sobre los acuerdos. Hasta el momento
pocos periodistas se acercan a conocer la realidad de fondo de los
guerrilleros, que pacientemente contemplan cómo el estigma sobre las
FARC en las ciudades se reduce poco a poco. A veces, se quedan más
tiempo viendo alguna película. A las ocho, se dan buenas noches, se
apagan las luces, y cada quien se dispone a dormir. De noche, un cielo
despejado y con estrellas blancas cubre el campamento y el silencio febril
del día le da espacio a los sonidos de la noche, que se acrecientan con
cucarrones, cigarras, cocuyos y otros insectos, que recuerdan la cercanía
con las montañas de Colombia.
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Por último, es imprescindible la superación de los estigmas, que
apunte a la convivencia y la reconciliación. Es notoria una reticencia de
algunos sectores en aceptar la continuidad de los acuerdos, y no es raro
encontrar quienes defienden su posición desde los escritorios. Esto se
traduce en un limbo, cuando existe otra realidad, la de miles de personas
esperando a que se resuelva su situación jurídica, para poder emprender
proyectos que beneficien a los territorios y sus habitantes.
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